2|No es muy Rockstar.

Gimo contra los labios de Daniel al sorprenderme con un beso demasiado intenso, nuestros labios se mueven con desesperación que es imposible ir en sincronía.

Carajos, a esto vine.

Ha sido una semana más llena de tareas que nunca parecen acabar, apenas he tenido tiempo para mí misma si le agregamos el trabajo.

Mis amigas se las ingeniaron para traerme arrastras cuando mi plan de fin de semana era ver series y tragar chuches hasta estallar.

No ha sido mala idea venir a la fiesta a pesar de que presenciar la marea de personas me eriza la piel. La casa en cualquier momento estallará ante la capacidad impresionante que contiene. Sami se las ingenió para que el grupo portara una peluca con tal de sentirse segura y fuera rápido reconocerse en caso que nos separemos, sus medidas de seguridad siempre son eficaces y la adoro por ser así.

Ella me ayudó a escoger un conjunto de diosa empoderada, que no me queda nada mal. Usualmente uso ropa ancha para más comodidad, pero hoy decidí experimentar.

Separo mis labios del chico con aliento a alcohol, frunzo la nariz tratando de disimular mi desagrado.

—Podríamos seguir divirtiéndonos en mi auto —me susurra al oído.

Su intento de aparentar ser seductor no le va.

—En otra ocasión, muchachón —le palmeo el hombro.

—Vamos, Lu, va a gustarte —frunce los labios en una súplica al adherirme a su cuerpo —. El asiento trasero es cómodo.

Rehúyo de su mirada enfocándola en otro punto de la cocina plasmando una mueca.

—Daniel, cómete un Snicker, te he dicho que hoy no.

Mi comentario le cae más amargo que las mismas cervezas, me suelto de su agarre retrocediendo un par de pasos, tengo la vista obstruida por el flequillo de la peluca, aunque noto su mueca de indignación.

La música suena con fuerza que mi cerebro me simbra y eso que no he bebido ni una gota de alcohol solo Coca Cola.

—Llámame cuando no estés de mamona —suelta con voz gélida.

Gira sobre sus talones y blanqueo los ojos clavando mi mirada en su espalda ancha.

Llimimi cuindi ni istis... maldito —bebo hasta la última gota de refresco.

Me han dado ganas de atropellarlo con el coche, ¿qué me detiene?, las ganas de no terminar bajo las rejas.

—Eso no ha sido muy Rockstar de su parte.

Volteo la mirada hacia Sami que se cruza de brazos manteniendo una postura erguida tratando de controlar sus tambaleos. Siseo en voz baja al verla ebria peor que una cuba. No me gusta ver a las chicas así.

—No tiene nada de rockero de su parte —le hago saber caminando hacia ella —. ¿Dónde te metiste, Samantha?

Mi amiga eleva las comisuras de sus labios hacia el cielo en una sonrisa muy bonita mostrando sus dientes blancos y enfilados. El tratamiento de brackets le sirvió bastante.

—Estaba explorando la casa —encoge de hombros —, hasta que me enteré que Gael, el chico de mis sueños húmedos se ha perdido y su amigo no lo encuentra. Está borracho y andando con el corazón roto.

—Bueno, pues es problema suyo, ¿no?

Sus ojos se abren más de lo normal.

—¡Tu corazón de piedra no tiene ningún perdón! —Tironea de mi hombro.

—Solo te estoy tomando el pelo —hago una cara de aburrimiento —. Además, no deberías estar buscando a ese chico cuando sabemos que tiene tras de él una novia bastante tóxica que Chernóbil.

—Qué va, ella lo cambió por otro que tiene dinero, así que Arturo me ha pedido ayuda, ¿te unes?

Mis piernas sufren un tembleque al escuchar ese nombre. Disparo una ceja al cielo por la sorpresa.

—¿De quién Arturo hablas?

—Del que no le quitas el ojo y que alguna vez fue...

Levanto una mano para que se detenga. Con esa información es suficiente para identificar al sujeto con el que he estado guardando distancia desde el incidente de las becas. 

—Lo siento, Sam, pero no es nuestro problema —comento guardando la cama y le echo un vistazo al reloj que llevo en la muñeca —, ya son las dos de la mañana, tenemos que regresar al apartamento. Arturo se las puede arreglar solo.

—Pues vete sin mí, ellos también son mis amigos —chirrea poniéndose seria . Pediré un taxi. Hasta la vista, baby.

—Por las nalgas de Chris Hemsworth, bájale dos rayitas a tu drama —obligo a mis pies ir tras de ella de mala gana. —Saaaaaam, espérame.

«Paciencia, paciencia, paciencia».

Mi amiga hace un gesto con la mano pidiendo que me de prisa hasta llegar a los terrenos de ma terraza donde el volumen de la música ha disminuido y todos tienen una rara postura desviando la mirada hacia un punto en específico.

—¡Ay, no, va hacer la suicidación! —Exclama un desconocido.

Sami pega un grito al cielo.

No tengo otra opción que imitar su acción girando la cabeza encontrándonos con un espectáculo.

Gael está de pie en el techo con solo boxers agitando las manos al aire gritando que es el Rey del mundo y que va a tirarse a la alberca.

Espero que haya calculado la distancia, porque algo me dice que solo se llevará una caída seca al pavimento.

—¡Arturo tienes que hacer algo!

—Sí voy hasta ahí, sólo lo alentará más.

Escuchar la voz de ese chico solo ocasiona que sufra un micro infarto. Estoy a un metro de distancia. Cuando aparta la mirada de Sami, se da cuenta de mi presencia a tal punto de quedarse mudo.

«El odio es mutuo». Pienso.

Ninguno de los desconecta la batalla de miradas que se desata a pesar de que quiero tomar fuerza de voluntad.

Frunzo la nariz de mala gana y blanqueo los ojos sin otra opción que acercarme a mi mejor amiga.

—Ya lo encontramos, ¿qué procede Sam?

—No lo sé, no pensé que llegaría tan lejos y que el amor de mi vida terminaría en el techo —se encoje de hombros soltando un suspiro.

Se me escapa una risita al mismo tiempo que Arturo. Borro mi sonrisa.

—¡¿Vas a saltar o no?! —Grita alguien entre las personas —. ¡Esto va para YouTube!

—¡No lo hagas, amor de mi vida! —Sami agita las manos al apartar a las personas que obstruyen su camino —. ¡Samantha va al rescate!

No, no.

La sigo ante la tontería que está a punto de hacer dirigiéndose hacia el DJ, esto es peor que las películas americanas y no lo somos.

—Necesito el micrófono.

Maldigo.

—Esto es tu puta culpa —señalo a Arturo con el dedo —no debiste involucrarla en tus problemas.

—¡Ella se ofreció!

—Deberías subir tu trasero a ese tejado para evitar su muerte.

—No va a morirse, lo único que me preocupa es que no sabe nadar. Caerá en la alberca, pero está profunda.

Aprieto la mandíbula con fuerza.

Arturo alza las manos como escudo preparado para evitar un puñetazo de mi parte.

El puñetazo no llega, solo el sonido del agua y un salpiqueo.

Mierda.


#SetequisoGael.

No olviden dejar su voto y comentar que les ha parecido.

Me encanta leerlos en comentarios. ♡

La nueva versión sólo tendrá uno que otro cambii, espero que sea de su agrado.

❤️

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