10|Abeja.


Ludmila camina de un lado a otro como León enjaulado manteniendo los brazos atrás como soldado. Estamos en el área verde junto a las canchas deportivas donde nadie puede darse cuenta de nuestra presencia al habernos escaparnos de un castigo que nos costaría nuestra carrera.

Estoy tumbado en el césped apoyando la espalda en el tronco del árbol sin parar de mirarla.

—Estoy harta.

—Lo llevas repitiendo desde hace... —le echo un vistazo a la hora que marca el celular —. Quince minutos con tres segundos, cuatro segundos, cinco segundos...

—Arturo —me detiene entrecerrando los ojos —. Ya entendí. Es sólo que me molesta todo lo que el director nos ha impuesto desde el año pasado.

Niega con la cabeza dejándose caer en el césped con cara de pocos amigos. Aparta su mochila de los hombros para abrazarla como si fuera un peluche.

—Desconozco si esté al tanto, pero ha incumplido varios puntos de la Ley General de la Educación al mantenernos marginados de las actividades culturales y científicas que organiza la universidad —le comento toda mi investigación llena de pruebas que pueden servirnos para levantar una denuncia a la secretaria de educación, me he tomado el tiempo desde lo sucedido —, sobre todo al tacharnos como alumnos con actitud insuficiente desde el accidente de hace un año y tres meses.

La morena enarca una ceja al mirarme con sorpresa.

Debe pensar que soy un tonto.

—¿Y te has guardado todo eso para ti?

Encojo los hombros.

—Con frecuencia me pregunto de que servirá, si los directivos de administración no hacen su trabajo como se debe. —Tuerzo el gesto —. Es una injusticia.

—¡Una grande, Arturo!, ¿sabes cuántas veces he querido participar en los debates?

«Claro que lo sé».

Ludmila González es la ganadora del debate de hace dos años, es impresionante su capacidad para mantener la postura frente a su equipo, en mi caso ya se me hubiera enredado la lengua al ver el bando contrario siendo intimidante. Hablar frente al público no es de mis mayores capacidades.

Hablar sin parar con cualquiera, sí.

—Conociéndote, no lo dudo.

Mi respuesta le saca una pequeña sonrisa donde no veo ninguna amenaza que mi cabeza corre peligro.

Estiro las piernas al empezar a sentirlas entumidas por la postura de flexión en la que estaba.

—Fue mala idea desde un principio entrar a esa dichoso curso de química —comenta con voz neutra desviando la mirada hacia algún punto del área —. Así hubiera evitado todo el desastre.

—Qué va, fue culpa mía por tacharte de mediocre —suelto una risita avergonzado ante mi acción —. Te provoqué, ¿okey? Creí que sería divertido hacerte enojar.

—Jamás vuelvas hacerlo —advierte vacilante —. Tú o cualquiera. Me tomo todo muy en serio y no mido mis acciones. La cuestión es, que ninguno imaginó el caos que un mechero provocaría tanto lío.

—Admito que fue divertido lo de las alarmas.

Me sincero.

Gritos eufóricos de sorpresa y alegría de parte de los alumnos regresan a mi memoria, junto a dos alumnos de tercer semestre corriendo por sus vidas hasta terminar escondidos en un armario de limpieza con aroma a detergente. Luego una discusión infantil y una no tanta cuando son descubiertos. Ahí es donde todo se fue a la mierda. Yo y mi lengua larga.

Estaba enfurecido, por supuesto.

Pero me arrepentí al cerrar la boca.

—No creo que nuestra oportunidad les haya parecido así —culmina soltando un suspiro —. Ahora que le doy vueltas, sí me parece una gran hazaña para no olvidar.

El silencio se interpone entre nosotros por unos minutos a pesar de que pueda escuchar el escándalo que se desata de las aulas a unos metros del edificio.

Me relamo los labios en el instante que decido acercarme hacia ella un poco más, se percata de mi acción luciendo dubitativa en si retroceder o quedarse donde está. Ludmila ni siquiera mueve un músculo de la cara cuando me detengo a medio metro.

—Deberíamos intentarlo —hablo.

—¿Qué cosa?

—Romper las reglas y participar en lo que se nos dé la gana —sonrío porque es una gran idea —. Es nuestro penúltimo año, no podemos seguir cruzándonos de brazos, el director nos quitó la beca, pero no podrá con nuestras ganas de divertirnos, no más. Además, fuentes confiables me han informado que no estará las próximas semanas, así que es nuestro momento.

—Me das miedo, Arturo —admite entrecerrando los ojos sin desconectarla de la mía —,pero es una grandiosa y jodida idea.

—¿Entonces lo nuestro?

—¿Lo nuestro?

Me aclaro la garganta.

—M-Me refiero a nuestra amistad —me rasco la nuca con la mano.

—No sabía que teníamos una amistad desde antes, prácticamente me ignorabas.

Mi cabeza comienza a tener cortos circuitos al no recordar algunos momentos desde primer semestre. Frunzo el ceño confundido por sus palabras. ¿La ignoraba?

—No recuerdo haber sido así.

—Porque siempre has estado enfocado tras tus libros y comics, cuando te saludaba, solo movías un brazo y pasabas de largo como si nada. No es que me molestara tu indiferencia, ¿cómo te lo explico?

Oh, mierda.

Mierda.

Abro y cierro la boca en un intento de encontrar las palabras.

Ludmila se reincorpora poniéndose de pie, me obligo a alzar la cabeza siguiendo sus movimientos. Mantiene una pequeña sonrisa sin exagerar.

—Ya que estoy siendo sincera y es posible que me de en la cara contra un cuaderno como arrepentimiento, lo del curso de química fue para poder empatizar contigo a pesar de que te creía insoportable.

—Debiste comentarlo.

—¿Para que me siguieras haciendo mala cara? —aplana sus labios en una mueca —. Como sea, ya no puedo seguir enfocándome en el pasado o me saldrá una embolia.

Me pongo de pie de un salto trayendo conmigo la mochila.

—Quiero empezar de cero contigo, ¿puedo?

—No hagas drama, estamos bien.

Pasa a mi lado para seguir con su camino, mi mente procesa todo lo que sucedido y en algún momento me va a dar un ataque de nervios peor de los que siento en su presencia.

—¿Y cómo sé si va en serio? —la detengo enroscando mi mano en su muñeca sin ejercer presión.

Ludmila deja ver sus dientes enfilados en una sonrisa socarrona.

—Lo que sucedió en el coche lo confirma. Pero huiste.

—No es verdad —me hago el ofendido. —. Hice lo correcto, estabas algo borracha. No iba a permitir que sucediera.

—Eso significa que si esa noche no lo hubiera estado, ¿iba a suceder?

—Pfff, no te hagas ilusiones.

Pero su expresión se ha vuelto indescifrable que me da algo de miedo. La broma se ha tornado en un momento serio.

—Claro. Miéntete. ¿Has estado alguna vez con una chica de la misma manera?

—Mis relaciones amorosas no te incumben —pongo las manos en jarra.

—Algo me dice que no.

Comienza a reírse. ¿Le parece gracioso que no ande de flor en flor cuál abeja? Que molesta.

*Grito fangirl alocada*.

Ahora, ¿qué tal este capítulo? ¿Qué opinan?

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