🇩🇪-[ Única Parte ]-🇮🇹

Últimamente Alemania había estado percibiendo que su corazón se volvía más pesado a cada día que transcurría.

Cada noche la pasaba despierto. Sin importar lo exhausto que se sintiera luego de un largo día de trabajo, cada noche era un martirio que se veía obligado a soportar. Incluso había comenzado a tomar pastillas para dormir, pero de nada servía para contrarrestar la profunda melancolía que le aquejaba.

Muchas veces se había quedado en el suelo de su habitación, frente a la ventana, mirando embobado el cielo nocturno sin ningún motivo en realidad. Se había resignado a tratar de hallar a alguien que lograra comprender la tristeza que ni él mismo entendía. Llevaba ya semanas arrastrando el pensamiento de que lo tenía todo... y a la vez no tenía nada.

Su mirada cada día era más vacía. Su voz había perdido fuerza al sonar. Él mismo reconocía que ya no era capaz de entrenar a sus dos aliados con el mismo ímpetu de siempre. De repente se sentía fracasado, como si de la noche a la mañana hubiera dejado de ser bueno en todo lo que alguna vez le elogiaron. Aún cuando él se esforzaba por ser eficiente, sentía que no era tan bueno como debería y entonces se sentía frustrado. ¿Acaso eso era a lo que le llamaban una crisis emocional? Porque, francamente, él no se sentía como en una crisis, se sentía como un fracaso.

Recuerdos buenos como el de su historial militar le atormentaban, pensando en que jamás volvería a hacer algo tan grande porque se había roto de una forma irreparable. El simple hecho de pensar así le empeoraba el estado anímico. Sentía que era el prisionero de sus emociones, y que éstas no le liberarían tan fácilmente. Como buen militar que era, pensó en pedir refuerzos, ¿pero a quién?, ¿a Italia, a Japón? Él muchas veces había sido el soporte emocional de ambos, no podía permitir que lo vieran así. Pero, ¿realmente él soportaba verse a sí mismo de ese modo, acabado y abatido?

Se había cansado de buscar respuesta y simplemente procrastinó esa investigación para otro momento. Por eso había empezado a tomar esas pastillas, quería dormir para dejar de pensar en lo débil que se había vuelto.

Por los días, consideraba que era injusto tener la responsabilidad de irradiar estoicismo. ¿Por qué tenía que ser el fuerte cuando se estaba desarmando a cada día que transcurría? Le encantaría por un momento ser como Japón, o como Austria, que aunque tuvieron sus épocas doradas también se les había visto deprimidos. Él no podía darse ese lujo, no se podía permitir mostrar debilidad. Tal vez era por lo que los demás fueran a pensar, o tal vez porque su propio orgullo alemán le ordenaba soportar ese dolor por sí mismo.

Ese día, como tantos otros, al llegar a casa se encerró en su despacho tras llevarse consigo algunas botellas de cerveza. Dejó la estricta orden de no molestar antes de cerrar la puerta. Se sentó en su escritorio, encendió un cigarrillo, retuvo el humo por un momento en su boca, se dejó caer en el respaldo de su silla, mirando al techo, y exhaló aquél rastro grisáceo con lentitud.

Se tomó un momento para mirar las figuras que se formaban en el espacio, dedicándole una completa atención a la forma en que su pecho le dolía, como si tratara de buscar alguna metáfora para describirlo con exactitud. Tal vez el decir que había un ancla que trataba de sumergir a su corazón en un océano de lamentos sería adecuado, sin omitir que entre más se esforzara su corazón por subir, más daño le hacía el gancho que lo jalaba a las profundidades de la miseria.

Le dió otra calada a su cigarrillo, y tras esperar unos segundos luego de soltar el humo, se decidió a abrir la cerveza que reposaba en su escritorio. Ese trago fresco y refrescante tuvo un cierto efecto en él, uno que le hizo sentir menos mal por el simple placer físico que le brindaba. Y así dio el mismo resultado la primera botella, y la segunda, e iba por la tercera cuando le llamaron a la puerta.

—Largo —ordenó con firmeza, sin un ápice de tacto.

—Señor Alemania, la señorita Italia ha venido a verlo —escuchó la voz de uno de sus subordinados al otro lado de la puerta. Alemania simplemente soltó un suspiro de extenuación.

—Estoy muy ocupado ahora. Que vuelva mañana —decretó con acritud y volvió a calar su cigarrillo.

—Pero dice que es urgente, señor.

—No me importa qué tan urgente sea. Si no puede atarse la cuerda de las botas puede ir a pedir ayuda a Japón, o simplemente aprender a hacerlo por su cuenta.

—Alemania, soy yo —entonces la aguda voz de su aliada se hizo sonar, reflejando en su tono cierta tristeza por sus palabras—. ¿Estás enojado conmigo? ¡Lo lamento! No quise hacerte enojar cuando esa pizza aterrizó en tu rostro, fue... fue un accidente.

—Maldita sea —musitó con enojo—. ¡Italia, sólo lárgate! —terminó por gritar para acabar de una vez con el monólogo de su aliada.

—Alemania... —un agudo lamento se escuchó, pero no había sido suficiente para llegar al corazón del más fuerte físicamente, pero el más débil en ese momento, que a merced de sus estropeados y heridos sentimientos, prosiguió hablando.

—¡Vete! No voy a jugar contigo, y tampoco quiero comer pasta. Lo único que me apetece es que me dejes sólo. Siempre te metes en problemas porque eres débil, incompetente para la guerra e incapaz de aprender una sencilla estrategia. Si quieres redimir todas las molestias que ya me has generado, entonces regresa por donde viniste y déjame tranquilo.

—Yo... Alemania... —La joven castaña no alcanzó a terminar, pues unas cuantas lágrimas habían salido a recorrer sus mejillas sin que se diera cuenta. Se cubrió los labios cuando sintió que se generaba un nudo en su garganta, y salió corriendo de ahí, avergonzada y herida por esas palabras.

«Soy idiota» pensó entonces el varón justo cuando la escuchó alejarse. Él ni siquiera sentía ni una de las cosas que había dicho, no sabía por qué lo había hecho, pero por culpa de su imprudencia había herido a la nación que más le importaba en el mundo.

«Por favor... Por favor regresa» pensó con un nudo estrujándole el corazón antes de apoyar los codos en el escritorio, la frente en las manos y romper a llorar. ¿Qué le estaba sucediendo? Él no debía permitirse demostrar debilidad, ni siquiera en privado. Pero, ese dolor que experimentaba era profundo, le quemaba mucho más que alguna herida de guerra, lo torturaba mas que cualquier enemigo. El dolor del arrepentimiento era uno de los peores dolores que jamás había experimentado.

El calor del sol solo le hacía sentir incómodo. No era capaz de recordar la última vez que había tenido tanto miedo en toda su vida. Se llenó los pulmones de aire, y con ellos se brindó coraje para dirigirse a su amiga, tocarle con timidez el hombro y sostenerle la mirada. Tenía tanta vergüenza que deseó que la tierra se lo tragara en ese instante.


—Escucha, Italia -le habló con pudor tras pasar saliva—, yo... lamento lo que dije ese día. Quiero que sepas que desde que te conocí, no has representado ninguna clase de molestia. De echo, siento que el que te molesta soy yo por mi actitud de estos últimos días. Sé que mis palabras de aquella vez te lastimaron, pero a mi también me hirió decir tantas mentiras, porque realmente no deseaba que te fueras, ni que te redimieras por nada y...

Su disculpa quedó varada en el aire al notar como la contraria bajaba la cabeza. Se llevó una mano al corazon, y tras dejar pasar un momento su cuerpo tembló.

—Italia... ¿estás bien? —preguntó el varón con temor al ver esa reacción. Con lentitud posó una mano en el mentón de la chica, haciendo que levantara la vista, y entonces contempló cómo unas pequeñas lágrimas de genuina felicidad se asomaban en sus ojos.

—Alemania... ¡Alemania no me odia! —exclamó con emoción y se lanzó al contrario. Dio un brinco sumamente alto para poder pasar sus brazos por encima de sus hombros, y comenzó a reír enérgicamente.

El varón reaccionó rápido a esa repentina muestra de afecto y envolvió a la chica en sus brazos, sintiendo como el sostener su pequeño y delicado cuerpo le llenaba de una alegría que creyó haber olvidado. La cúspide de su nariz se había coloreado de un leve rojo por el esfuerzo que hizo por controlar sus desordenadas emociones. Todo estaba ocurriendo de forma tan repentina, que le costaba el seguirle el paso y ponerse a la altura.

—Oh, Dios, muchas gracias. Gracias porque Alemania no me odia. Estoy tan feliz de que ya no esté enojado conmigo —agradeció Italia entre sus risotadas mientras que se aferraba fuertemente a su aliado.

Alemania entonces recibió el golpe duro de la vergüenza y se rompió. Él no la merecía, no merecía que una chica tan dulce y amable le tuviera tanto cariño a un hombre tan débil como él, que sencillamente permitió que lo dominara su depresión y la hirió en cuanto tuvo la oportunidad. Esa amabilidad que irradiaba la chica era como mirar en un espejo el lado negro de las almas de cada quien. Comparado a ella, cualquiera parecería ser un villano por el simple hecho de que ella era maravillosa e invaluable.

—Alemania... ¿por qué estás llorando? ¿ocurre algo malo? —preguntó la joven con preocupación cuando al separarse, su aliado apenado ocultó sus ojos tras su antebrazo, rehuyendo la mirada a toda costa.

—¿Acaso algo está bien, Italia? ¿hay algo de bueno conmigo? —interrogó dolido y con la voz quebrada. Las lágrimas se escurrían hasta su menton antes de caer y extraviarse en el césped—. Dime qué ves en mi, que te impide enojarte conmigo. Dime si poseo algo digno de elogiarse. Dime si acaso merezco el privilegio de sentirme bien conmigo. Dime si merezco que me mires con cariño como lo haces. Dime las razones que tienes para quedarte a mi lado. Por favor, por favor dímelo porque yo ya lo perdí de vista.

Italia, asombrada por semejante confesión, permaneció estática por unos momentos tras escuchar eso. No podía creer que Alemania, uno de los hombres mas fuertes que había conocido, estuviera diciendo eso cuando él era lo mas maravilloso para ella. Con dulzura le tomó las manos, y aunque el varón no la viera al rostro, decidió responder a su pedido con suavidad y tacto.

—La razón por la que pienso que Alemania es el mejor de todos, es porque Alemania me gusta.

—Por favor se seria, Italia, ¿en qué sentido dices eso? —respondió sin saber cómo reaccionar por esa afirmación. No sabía en qué sentido tomarla, ¿qué trataba de decir con eso?

—Me gusta Alemania, ¿de cuántas maneras se puede interpretar eso? —cuestionó limpiando con cuidado sus lágrimas, logrando que por fin se atreviera a mirarla—. Me gusta Alemania porque cuando estoy en problemas, va a rescatarme sin importar la distancia. Me gusta que aunque no soy exactamente un soldado, Alemania sigue entrenándome y creyendo en mi. Me gusta cuando me visita y pone tiendas de campaña en el parque. Que cuando tengo miedo, sentir el calor de su cuerpo me tranquiliza. Me gusta que al estar juntos me siento segura y que sin importar cuanto me equivoque, él siempre me abraza y me tranquiliza. Solo me gusta mucho Alemania.

Escuchar esas palabras había sido como si, por primera vez en la historia, al pedir ayuda de los refuerzos italianos, éstos consiguieran infiltrarse en la mazmorra de melancolía en la que estaba atrapado y lograran sacarlo de allí. Todo lo gris había recuperado color, aquel fuego de su interior se había avivado como nunca antes. Aquella antigua determinación había florecido nuevamente de entre toda la fría nieve, y se había vuelto incluso mejor que antes. Sintió que ella lo hacia fuerte, y que por ella quería ponerse en pie.

—Me gusta Italia —confesó de repente, embobado al sentir el gentil tacto en sus mejillas y la sonrisa que ella le dedicaba—. Me gusta que a diferencia de mi, ella es cálida y hermosa. Me gusta que siempre me prepare algo de comida cuando tiene la oportunidad y me gusta que siempre se preocupe de mi bienestar. Me gusta cuando me sonrie, que sea afectiva. Me gusta Italia.

Ninguna de las dos naciones dijo algo más. En ese momento sintieron que más que nunca debían de guardar silencio. Se estaba generando una especie de lazo entre ambos, mucho más fuerte de lo que había sido antes, y los estaba atrayendo lentamente el uno al otro. En cierto punto, ella bajó la cabeza apenada, pero él le sostuvo de la mejilla, haciendo que le viera a los ojos y agradeció con la mirada todo lo que había hecho por él. Ella simplemente sonrió.

¿Cuáles son los motivos que una persona tiene para vivir? a veces solo basta uno, una sola razón, un solo acontecimiento, y a veces una sola persona es lo suficientemente importante para impulsarnos en un segundo hasta el cielo. A veces, un segundo basta para que el mundo gire en torno a alguien. A veces un instante es suficiente, para que una persona se convierta en nuestro todo. Para Alemania, ese instante había llegado.

Italia lo era todo: tierna, cálida, hermosa, dulce, perfecta. Era como haber entrado al Edén y haberse llevado un pedazo de ese mundo consigo. Alemania quería proteger su pedazo de cielo, quería proteger a Italia, quería vivir para Italia. Antes de que se diera cuenta, su corazón ya palpitaba por ella y así seguiría siendo por el resto de los milenios que una historia juntos que les esperaba.

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N/A

Eran las 3:20 AM y su querida Yossi-Chann estaba escribiendo :'D
Desgraciadamente la publicación de este trabajo se procrastinó porque no se me ocurría ningún título jaja apenas hasta las 3:00 AM de la siguiente madrugada me llegó la iluminación.

Así que, cuando les digan que a las tres de la madrugada se les aparece el ayuwoki es mentira, se aparece Inspiración-chan xD

Me alegra tanto el poder haber escrito este GerIta, hace poco pensé que no iba a poder hallar inspiración suficiente para hacerlo. Aunque se suponía que esto iba a ser un shot con mucho, mucho fluff y azucar por todos lados y darle diabetes a todos los que lean esto, pero en lugar de eso hice llorar a los nenes D'': ¡¿Por que soy asi?!

Bueno, ya mejor dejo de alargar la nota de autora. Muchas gracias por leer mi shot, espero de todo corazon que les haya gustado y que hayan sufrido con el husbando alemán jaja los invito a leer mis otros trabajos, aun tengo algunos mas shots dedicados a Hetalia que tal vez les guste. Eso es todo por ahora, muchas gracias por leerme.

[Trabajo editado. Muchas gracias por el apoyo]

Muy atentamente:
Yossi-Chann ❣️

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