29. Si no estás
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¿Qué me has hecho? ¿Dónde estoy?
Se me aparecen mil planetas de repente
Esto es una alucinación
Quiero ver tu otra mitad
Emma
Le sonreí al papá de Luca.
—Ahí estaré. Soy fan de las lasañas.
—¡Perfecto!
Luca me abrazó y me besó en la frente. Diego y Kai ya habían entrado al departamento.
—Si quieres te quedas aquí ahora —susurró en mi oído y se alejó para esperar mi respuesta.
Meneé la cabeza.
—No puedo, necesito ducharme; con el estrés de lo de Laura y lo que corrí, transpiré como si hubiese estado en una clase de cardio.
—¿Todo bien? —Acarició mi cabello y luego me olió. Me largué a reír—. Hueles delicioso.
Cerré los ojos abrazada a él, no quería confesarle que no estaba todo bien porque lo iba a extrañar mucho y que no estaba dispuesta a extrañar más. Además, él ya había tenido una relación a distancia y había terminado por lo mismo. ¿Lo nuestro estaba destinado al fracaso?
—Sí, es solo que estoy cansada —mentí. Me puse de puntillas para darle un beso corto en los labios. Y ese simple contacto me llenó de energía. Me quedó mirando con los ojitos medio cerrados y una sonrisa que no podía deshacer. Le di otro beso en el pecho, sobre su camiseta.
—Vengo en unos minutos.
—Iré a ayudar a papá. Te voy a estar esperando.
Me alejé para abrir mi puerta, pero él me detuvo cogiéndome de la mano.
—No quiero decepcionar a papá —confesó de la nada—. Ha estado triste mucho tiempo y esta oportunidad del intercambio, no sé por qué, lo ha alegrado mucho. Más de lo que hubiese esperado—. Me quedé esperando a que continuara hablando. —Pasará rápido y te juro que volveré a estar contigo tan pronto como pueda. Y hasta que me vaya, no me voy a perder ningún día de estar contigo. —Apretó mi mano con los ojos brillantes. —No creas que porque me voy, lo de nosotros no me importa, porque no es así. Hace demasiado algo no me importaba tanto.
Exhalé lentamente, para no ponerme a llorar allí mismo.
—¿Irte no es lo que quieres hacer?
Arrugó la frente.
—Yo lo único que quiero es estar contigo, Emma. No me movería de acá... —Miró hacia su puerta semi abierta—, pero él... no lo había visto feliz o con una sonrisa desde que... sucedió el accidente —agregó en voz bajita—. No sé qué hacer. —Tragó saliva, sus ojos viajaban rápido por toda mi cara, buscando alguna respuesta en mí.
—¿No te atreves a hablar con él? —pregunté casi en un susurro y me di cuenta de que a Luca le costaba mucho hablar con su padre. Literalmente, yo lo había ayudado a abrir la puerta del departamento porque su papá se negaba y no estaba dispuesto a hablar con él del tema. ¿A qué le temía?
—No quiero... decepcionarlo —confesó, como si le costara mucho admitirlo. No le tenía miedo a su padre, era miedo a decepcionarlo. Después de todo, Luca era el único hijo que le quedaba, y Max era increíble. No quería que su papá se decepcionara de su único hijo. Me dio mucha tristeza pensar que algo así lo iba a acompañar quizás toda la vida. Así que no lo iba a presionar a nada.
—Yo creo que él solo quiere que seas feliz. Estoy segura de que él no desea que hagas algo que te haga infeliz.
Se quedó pensando un momento.
—También creo lo mismo, pero no lo había visto así desde que estaba Max. Él siempre tomaba esas decisiones que ponían a papá tan feliz como para viajar a verlo. Y ahora me tocó a mí, y no sé cómo reaccionar. Después me digo... ok, serán solo unos meses. No estará tan mal, es solo que... —Se detuvo a tomar aire y me miró haciendo un puchero adorable—. Tú.
—Si tú te vas, yo te voy a esperar. —Acaricié el costado de su cara, tratando de tranquilizarlo.
—¿Y si todo se arruina antes de siquiera intentarlo? Todo porque estaré lejos. —Bajó la mirada y lo obligué a mirarme.
Chasqueé la lengua.
—No te pongas dramático. Te voy a esperar y punto. Hablaremos todos los días... —Cerré la boca, de repente pensé que estaba describiendo su relación con Frani. ¿Sería yo otra Frani? Le di otro beso corto—. Te quiero mucho como para que se arruine antes de intentarlo. Vendré en unos minutos.
Sus ojos se iluminaron y entré al departamento antes de que me respondiera algo.
Treinta minutos más tarde, con una copa de vino en la mano, toqué la puerta. Al primer golpe, los nervios me atacaron. Iba a cenar con el padre de Luca, ¿me iba a presentar como su novia? No lo creía, porque no lo éramos. O al menos, yo no estaba enterada de eso. No, no era su novia, había pasado muy poco tiempo.
Luca abrió la puerta con una sonrisa enorme, y me quedé quieta en el lugar con todos los pensamientos revoloteando a toda velocidad en mi mente.
—¡Te ves hermosa! —Cogió mi mano emocionado y me hizo entrar. Al parecer, notó mis nervios porque, riendo, me llevó hacia su papá—. Papa, te presento oficialmente a Emma.
—Voy a hacer como que no te conocí hace algunos minutos, Emma. —Se aclaró la garganta y extendió sus brazos—. ¡Qué linda y qué ganas tenía de conocerte! Me llamo Mark.
Me pareció graciosísimo.
—Muchas gracias por lo de linda y también tenía muchas ganas de conocerte. Luca me ha hablado mucho de ti.
Se mostró impresionado.
—¿De verdad?
—Sí, ¿y de mí ha dicho algo? —pregunté en voz bajita.
—Es de lo único que habla —replicó entre dientes. Se largó a reír, y Luca rodó los ojos—. Tomen asiento, les voy a servir.
—Es mentira, no hablo tanto de ti —murmuró Luca, sentándose junto a mí.
—No te creo. Me agrada tu papá.
Cogió mi mentón y me quedó mirando los labios.
—Por supuesto que no paro de hablar de ti. ¿Qué posibilidades había de que me enamorara de la vecina que me ayudó a cometer un delito? ¿Qué posibilidades había de que la vecina fuera tan guapa y que me dejara flechado de inmediato?
Alcé las cejas.
—¿De inmediato?
—Puede ser.
Entre cerré los ojos.
—Supongo que eso de que te ayudé a cometer un delito no se lo dijiste a tu papá.
—Quizás sí se lo conté —respondió, haciendo una mueca de arrepentimiento.
—¿Qué? ¿Le contaste a tu papá?
—¿Que me contó qué? ¿Que tú le ayudaste a entrar aquí? Quizás sí me lo contó —rió Mark. Me tapé la cara con las manos. No era como quería que él me conociera—. Oh, no te preocupes. Te agradezco mucho que lo hayas ayudado.
—¿De verdad? —pregunté, sintiendo el rubor en mis mejillas.
—Sí. —Dejó un plato de lasaña frente a mí. Estaba cortada en un cuadrado perfecto y tenía un aspecto impresionante—. Es de berenjena, espero que te guste.
—Se ve increíble. Hace mucho tiempo que no como lasaña, mi mamá me hacía, pero aquí nunca he hecho.
—¿No te gusta cocinar?
Meneé la cabeza.
—No mucho.
—Bueno, Luca te puede cocinar.
—Creo que una vez me preparó fideos.
Mark se largó a reír.
—Quizás podría hacerles unas cuantas clases de cocina.
—A mí me encantaría aprender a hacer esta lasaña. —Di el primer bocado de la mejor lasaña del mundo, bueno, justo después de la de mi mamá. Mi mamá era la número uno en lasañas y no acepto discusión al respecto.
—Encantado de enseñarte, quizás antes de que Luca se vaya. —Palmeó el hombro de su hijo, con una sonrisa de orgullo. Apenas se dio cuenta del silencio que se produjo, agregó—: A todo esto, ¿qué opinas, Emma, del intercambio de Luca?
Miré a Luca, que lucía nervioso y estresado, así que cogí su mano y le sonreí.
—Lo voy a extrañar mucho —confesé con la voy entre cortada.
—Yo también, pero el tiempo pasará volando y antes de que nos demos cuenta estaremos comiendo lasaña de nuevo. —Mark ladeó la cabeza, observando a su hijo.
—Papá... —Luca se aclaró la garganta y parecía que le costaba seguir la frase.
—Hijo, se me había olvidado decirte algo muy importante. Está todo pagado. No creas que quedarás con alguna deuda, me preocupé personalmente de dejar el semestre y gastos de alojamiento listos. ¿Qué te parece? —La sonrisa de Mark daba vuelta su cara.
—¿Qué? —Luca parecía no creérselo. Su rostro palideció y por un segundo pensé que desmayaría en la mesa.
—¿Estás bien? Hijo no te preocupes por el dinero, yo...
—Papá... no hablaste conmigo primero. —Lo interrumpió Luca incómodo. A mí en ese momento me hubiese gustado desaparecer, así que reduje mi sonido al mínimo. Probablemente en algún punto dejé de respirar.
—¿No estás feliz?
—Es que me hubiese gustado que hablaras conmigo primero. Yo...
Me atreví a mirar a Mark; se veía completamente confundido. Su mirada se trasladó lentamente hacia mí.
—Si quieres lo hablamos más tarde, Luca. Disfrutemos la cena y luego me explicas qué sucede.
—¿Cuándo hiciste ese pago?
—Ayer. ¿Estás bien? —Mark puso la mano sobre el brazo de Luca y se quedaron mirando un segundo. Luca relajó su expresión.
—Está bien, solo que me hubiese gustado que me lo dijeras. Es mucho dinero, papá.
—Sí, pero si es para hacerte feliz, no me importa gastar. Me porté bastante mal con este departamento, quiero arreglar todo. —Le revolvió el cabello como si fuese un niño de diez años.
—Papá, está todo bien. No pienses que tienes que hacer algo así. Ni siquiera tienes que disculparte. Lo que hemos pasado no ha sido fácil.
Mark bajó la cabeza.
—Max habría estado celoso de esto que hice.
Luca soltó una carcajada.
—Con Max siempre bromeábamos sobre a quién quería más papá —me explicó—. Aquí yo habría dicho que a mí.
—Yo hago lo mismo con mi hermano. Aunque es obvio que yo soy la favorita —bromeé.
—Yo sabía que era Max —gruñó Luca fingiendo enojo. Mark se rió fuerte y negó la cabeza en mi dirección.
—A mis dos hijos los quiero de igual forma, incluso si uno ahora no está aquí. —Alzó su copa—, ¿hacemos un brindis?
—¡Por Max! —dijo Luca.
—Y por Luca. —Alcé mi copa.
—Salud por las nuevas oportunidades. —Mark chocó nuestras copas.
Después de hablar el resto de la cena sobre la infancia de Luca y la mía, Luca me fue a dejar a mi puerta.
—Me gustaría que no te fueras —susurró en mi oído. Me envolvió con sus brazos.
—Apenas se vaya tu papá me quedo contigo.
—Lo echaré mañana por la mañana —respondió de inmediato.
Solté una carcajada y antes de que pudiera responder, me besó. Rodeé mis brazos en su cuello y me dejé llevar por otro más de sus besos increíbles, apoyada en la puerta de mi departamento. Quería besarlo toda la noche y quizás lo hicimos más tiempo del que debíamos. Diego abrió la puerta y casi me caí sobre él.
Una vez que recobré el equilibrio, Diego habló:
—Acabo de hablar con Laura, se siente bien, ahora iba a dormir. Su mamá llegará mañana por la mañana. —Se aclaró la garganta y volvió a cerrar la puerta.
Con Luca nos aguantamos la risa.
—Amo que seamos de los que se andan besando en los pasillos. Podría hacerlo todo el día, ¿por qué tus labios son tan ricos?
Volví a lanzarme a sus labios y hablé sobre ellos.
—Tú eres muy rico, y... debes volver con tu papá.
Refunfuñó.
—¿Ya no me quieres?
—Mucho.
—¿Mucho poquito o mucho mucho?
Rodé los ojos, sin poder aguantar la risa.
—Mucho mucho.
Con una sonrisa encantadora, me dio besitos cortos por toda la cara.
—Yo también. Mucho mucho. —Me soltó y me lanzó un beso.
Entré al departamento con el corazón acelerado, a punto de sentir las mariposas de mi estómago volando sobre mi cara. Enamorarse era extraño. El nerviosismo de estar con él no me abandonaba y la felicidad tampoco. No quería permitir que su partida arruinara lo que sentía en el momento. La cena, de alguna forma, me dejó tranquila. Luca estaba en una posición difícil y yo no me iba a entrometer si no estaba preparado para enfrentarse a su padre. Quizás no era el momento todavía. Yo lo iba a apoyar en todo y sí, lo iba a esperar. La conexión que sentía con él me desbordaba. Sabía que estaba a solo unos metros de él y quería correr a abrazarlo de nuevo. ¿Por qué su papá justo tenía que aparecer?
El domingo no vi a Luca en casi todo el día porque salió temprano con su padre a visitar museos, y yo me quedé con Carla, la mamá de Laura. Fuimos al hospital, visitamos a Laura, quien tenía mucho ánimo a pesar de haberse operado recién, probablemente porque su mamá estaba allí. Luego nos fuimos de compras porque quería comprarle cosas a Lau, lo que me pareció genial. Escogí todo lo que sabía que mi amiga amaría.
Cuando llegamos de vuelta al departamento, Kai se encontraba en la sala junto a sus maletas mientras revisaba el celular. Se encogió de hombros apenas me vio.
—Carla, puedes quedarte en mi habitación si quieres.
—Oh, no es necesario que te vayas, Kai.
Kai le sonrió.
—Yo ya no vivo acá. —respondió carente de emociones. Ladeó su cabeza hacia mí—. Estaré sacando otras cosas los próximos días, ¿no te molesta que me quede con las llaves unos días más, cierto?
—Por supuesto que no. Te ayudo a bajar las maletas —dije con un nudo en la garganta. Asintió.
—Esta está más liviana. No pesa nada. —Me entregó una maleta de cabina y él cogió dos enormes.
Carla nos abrió la puerta.
—¿Llevas toda tu ropa aquí?
—Sí, y zapatos... y otras cosas. Trataré de convencer a Diego que me ayude a llevar algunas cosas. Ahora está estudiando con un amigo, así que no me pudo ayudar.
—Bueno, me tienes a mí para ayudarte con esta enorme valija muy pesada. Tú solo no habrías podido.
Apoyó la espalda en el ascensor y me quedó mirando con una sonrisa de boca cerrada. Se veía precioso, aunque sus ojos estaban tristes. Apretó sus labios.
—Te voy a extrañar.
—Seguiremos hablando, Kai.
Chasqueó la lengua, como si supiera de alguna forma que quizás no sería así. Yo tampoco estaba segura.
El ascensor se abrió y caminamos en silencio al taxi que se encontraba justo en la entrada del edificio. Kai metió las maletas con ayuda del taxista, y cuando este volvió a entrar en el coche, Kai y yo nos sonreímos nerviosos. Había llegado el momento de despedirnos. Extendió sus brazos y me envolvió en ellos. Su aroma... su aroma lo iba a extrañar. ¿Cuánto tiempo soñé con quedarme en esos brazos? ¿Con tener ese olor de él envolviéndome todo el tiempo?
—Te quiero, pequeña Emma. —Me dio un beso en la frente que duró un par de segundos.
—Te quiero, Kai —susurré. —Era verdad. Kai era el primer chico en la vida que me había vuelto loca y que había revuelto todos mis sentidos. Lo quería por haberme hecho sentir tanto.
Se subió al taxi y lo vi irse con una mano despidiéndose.
Me quedé mirando la calle aún cuando el taxi había desaparecido. Así fue como nuestra historia terminó.
No sé cuántos minutos más tarde llegó Luca con su padre, y se plantaron frente a mí.
—¿Estás esperando algo? —Luca arrugó la frente y se acercó a abrazarme—, ¿estás bien?
Suspiré y me dejé envolver.
—Sí.
—¡Hola, Emma! Vamos justo ahora a buscar los pasajes para Luca, ¿vienes?
Tragué saliva y le sonreí.
—No puedo, estoy acompañando a la mamá de mi amiga que se va a quedar en el departamento. —Suspiré.
—Oh, claro. Espero que tu amiga esté bien.
—Sí, ya esperamos que mañana vuelva a la casa.
La mamá de Lau estaba descansando cuando volví al departamento, así que me fui a mi habitación. Eran las 6 de la tarde y estaba agotada. No solo por el día sino por las emociones de la despedida de Kai y de la partida de Luca. Puse Shrek para distraerme, y los mensajes de Luca no tardaron en aparecer. Cogí el celular, pero en lugar de mirarlos, puse la alarma para ir a la universidad y lo dejé a un lado. No abrí ninguno de sus mensajes esa noche; no estaba preparada todavía para enfrentarme a la compra de sus pasajes. No esa noche.
¿Qué haré si no estás?
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Holas mis bbys <3
Ya llegando al final... :( pronto les anunciaré la fecha del último capítulo.
Gracias por acompañarme en este camino llamado Dime que te quedas <3
¿Qué les pareció este capítulo?
¿Qué esperan del siguiente?
Muackkkkkk
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