27. No hay más que hablar
https://youtu.be/YbBeQiJmsrg
Recuerda, fue tu decisión
Montar tu vida en ese avión
Tengo testigos
Me convertiste en tu enemigo
Kai
Me quedé sentado en el sofá, con la cabeza entre las manos, mientras Emma se iba. No sabía si debía seguirla, pero cuando finalmente lo hice, no había rastro de ella. Descendí del edificio y escudriñé en todas direcciones, incluso caminé hasta dos esquinas. Sin éxito. La llamé cinco veces sin obtener respuesta, y la desesperación me llevó a tocar la puerta de mi hermano.
—¡Estamos ocupados! —gruñó Diego.
Apoyé la frente en la puerta.
—Sí, lo siento. Pero Emma se fue, y no sé dónde está. Me preocupa que esté caminando a estas horas. ¿Laura podrías llamarla?
Sentí movimiento dentro de la habitación y los pasos de alguien acercándose a la puerta. Laura apareció con el cabello revuelto y la camiseta de Diego que le llegaba casi a las rodillas.
—¿Hace cuánto se fue?
—Hace unos veinte minutos. La seguí, pero no la encontré por ninguna parte.
Me miró con expresión de duda.
—Está bien. No te preocupes.
Entorné los ojos.
—¿Cómo sabes eso? —Diego se unió a la conversación. Los dos mirábamos a Laura confundidos. Ella rodó los ojos.
—Les digo que está bien. Créanme y no se preocupen.
—¿Con quién está? —pregunté, tratando de no sonar demasiado impaciente.
—Kai, si ella no quiere hablar contigo en este momento, deberías respetar eso.
Laura me quedó mirando con una expresión que no supe descifrar.
—¿Qué pasa?
—Tienes los ojos llorosos —murmuró. Diego se adelantó y me dio palmadas en la espalda.
—¿Vamos a conversar?
Negué con la cabeza.
—Iré a dormir —mentí, sabiendo que no podría pegar un ojo. Tenía que confiar en Laura de que Emma estaba bien y que tenía que dejarla sola. No podía obligarla a perdonarme ni a hablar conmigo. Así que me despedí de los dos con un bostezo y me fui a mi habitación, que ya no se sentía como mía. No sabía si por todo el tiempo fuera o porque ya estaba asumiendo de que debía irme lo antes posible. Ese lugar ya no era para mí y debía asumir las consecuencias de mis errores.
Me puse a leer para tratar de conciliar el sueño, y milagrosamente lo logré. Desperté a las 6 de la mañana con una idea pegada en la cabeza y me sentí un idiota. ¿Cómo no me había dado cuenta de dónde había ido Emma? La imagen del imbécil de enfrente encarándome cuando llegué al edificio debería haberme dado indicios de lo que estaba sucediendo, sin embargo, la imagen de Emma besándome en la fiesta significaba que quería estar conmigo, no con él. Las ideas comenzaron a mezclarse en mi mente. Quizás no era que Emma no quisiera nada conmigo, sino que estaba confundida hasta que Georgina soltó la mierda que había hecho. Suspiré. No merecía estar con ella, pero él, durmiendo con ella cuando ella había llegado a su casa probablemente llorando, no lo iba a permitir. Eso era aprovecharse de alguien.
Toqué la puerta insistentemente sin pensar. Siendo honesto, todo esto lo pensé en dos minutos.
Luca apareció con un aspecto desastroso, como si no hubiese dormido en toda la noche. Eso amargó hasta la última de mis neuronas. Lo empujé dentro y lo encaré con el corazón en llamas, diciendo cosas que mis propios oídos no escuchaban. Me giré unos centímetros y vi a Emma envuelta en una frazada. Todo se derrumbaba a mi alrededor, y esa fue la señal más clara y real de que la había perdido.
Me quedé sin palabras, y en cámara lenta, vi a Emma poniéndose de pie, incómoda y caminando enfadada hacia mí. Me dijo cosas que no lograba oír. De repente, era mi abuelo diciéndome que había hecho las cosas mal una vez más. Trastabillé hacia atrás y choqué con la puerta. De repente, todo daba vueltas, y la expresión molesta de Emma se suavizó mientras me cogía del brazo.
Lo que estaba haciendo no tenía sentido en absoluto. Emma había sido clara conmigo. Probablemente él había estado con ella todo este tiempo que yo estuve fuera. Quizás esto no era algo de una vez, y quizás yo no tenía nada que hacer allí.
No tenía nada que hacer allí.
—Kai, ¿estás bien? —preguntó con las cejas unidas al centro de la frente. Me tenía del brazo como sosteniéndome en caso de que me desvaneciera en el lugar, cosa que me causó un poco de gracia porque Emma muy pequeña para mí.
Sacudí la cabeza.
—Sí, yo... lo siento. Lo siento, chicos —murmuré, y en un instante aparecí en mi habitación, mirando el techo a través de las lágrimas que nublaban mi vista—. Te extraño, abuelo. Haré las cosas mejor de aquí en adelante.
Emma
—No sé qué acaba de pasar —Luca seguía en el mismo lugar donde el empujón de Kai lo dejó.
—Él... está triste —respondí con la mirada en la puerta abierta. Caminé y la cerré, me quedé apoyada en ella.
—Entiendo, yo también perdí a alguien importante e hice estupideces por no poder enfrentarlo. Me metí en peleas, no llegué a casa en días, y consumí cosas que no debería haber consumido —susurró Luca con la mirada perdida en sus pies—. Lo importante es volver a encontrar el camino. Él tiene a su familia, así que estará bien.
—Sí, además, Diego es un buen hermano. A mí igual me gustaría estar para él, pero creo que necesito un poco de tiempo —dije cada vez en voz más baja.
—No te sientas culpable por sentir que no puedes apoyarlo ahora. Te dolió lo que te hizo, y está bien. Él, estoy seguro, lo entenderá.
—Perdón por meterte en esto, ¿estás bien? —Después de todo, Kai lo había empujado bruscamente y, admito que, que Luca no mostrase ninguna intención de hacerlo de vuelta, me gustó.
Luca sonrió y luego hizo una expresión de dolor fingida.
—Me duele demasiado, necesito urgentemente cariño y masaje en el brazo. —Movió el brazo con dificultad—, ¿ves? Esto requiere dosis extra de besos, diría yo.
Alcé una ceja.
—¿Me estás diciendo que con besos te vas a recuperar?
—Sí, fue un empujón muy fuerte. Podría... no poder levantarme de nuevo.
Solté una risa.
—Si no hay otra solución...
Se encogió de hombros y miró la hora en el reloj de la pared.
—En tres horas debemos ir a la librería, yo creo que si empezamos ahora con el cariño, yo podría estar bien para ir a trabajar. —Su expresión de inocencia me derritió.
Suspiré y caminé hacia él, lo cogí de la mano y lo llevé a la habitación. De un salto se acostó en la cama, y yo me acurruqué junto a él.
—Gírate —ordené.
—¿Quieres ser la cuchara grande?
—Sí... para hacerte cariño.
Luca me dio un beso corto en los labios y se giró riendo. Lo abracé por la espalda, acaricié su pecho lentamente y besé la parte trasera de su cuello.
—Emma —dijo de repente.
—¿Hum?
—Hace mucho tiempo que no me sentía tan bien como ahora.
—¿Por el cariño?
—Porque tú me estás haciendo cariño. Me quiero quedar aquí todo el día.
Le di otro besito en el cuello. Su olor era embriagante y delicioso. No olía a perfume ni a jabón, sino a él, y era increíble. Cerré los ojos y respiré profundamente con mi nariz pegada a su piel.
—Hueles muy rico.
—Es olor a sexo, Emma. —Lo mordí.
—¿Qué dices?
—¡Auch! —Se giró riendo, y quedamos con nuestras narices pegadas—. ¿Por qué me muerdes?
—¿No puedo morderte?
Entornó los ojos.
—¿Y yo puedo morderte?
—Mmm tengo el leve recuerdo de que ya me has mordido.
—¿Dónde? —preguntó. Su mano comenzó a deslizarse por mi abdomen y avanzar hasta el centro de mi pecho.
—¿Por aquí?
Asentí, con la entrepierna vibrando de placer.
—Por ahí.
Comenzó a bajar su cuerpo hasta llegar con su cabeza frente a mis pechos.
—Perdón, ¿te dolió? —Su lengua rozó la punta de mi pezón.
—No...
—¿Y esto? —Con sus dientes rozó el mismo lugar que tocó con su lengua.
—Tampoco.
—¿Y si hago esto? —Succionó mi pecho y lo rodeó con su lengua desesperada por tocarme. Arqueé mi espalda, deseando ese contacto para toda la vida.
Chupó, lamió y besó hasta que mi cuerpo pidió más de él. Necesitaba sentirlo dentro de mí. Y él cumplió con todos los deseos que mi mente exigía de él.
Despertamos veinte minutos antes de tener que salir a la librería. Me levanté rápido, me puse la ropa y fui al departamento a ducharme. Entré tan rápido y apurada que olvidé a mis compañeros de piso que desayunaban juntos con unas caras que les llegaban al piso.
Evité mirar a Kai. No podía con eso, aparte sentía que olía a sexo desde un kilómetro.
Laura se puso de pie y me acompañó hasta la habitación.
—Tengo que salir en 10 minutos —le advertí antes de que comenzara a hablar sin parar—. Debo trabajar.
—¿Te quedaste con Luca? ¿Tuvieron sexo? ¿Cómo fue? ¿Te gustó? ¿Están juntos?
Le lancé el vestido.
—¡Cálmateeeeeee!
—Iug, esto huele a que te dieron duro. —Laura resopló y se lanzó de espaldas a la cama—. A mí igual. ¿A qué hora sales? Quiero saber todos los detalles
—A las cinco, si quieres me vas a buscar y vamos por un café... o a beber algo.
—¡Sí! Me envías un mensaje con la dirección, por favor. —Se puso de pie—. Ahora te dejo respirar para que te duches y te saques el olor a Luca —rió. Y luego bajó la voz—: Kai se va a ir.
Tragué saliva.
—¿Qué?
Arrugó la frente.
—Mejor después te cuento.
—Qué mala eres, lanzas la bomba y arrancas.
—Tampoco tengo muchos detalles. En la tarde tendré más información.
—Si tú quieres detalles... yo también.
—¡Qué te vaya bien en el trabajo! —Se acercó, me abrazó y salió.
Cuando aparecí de nuevo por la sala lista para ir a trabajar, no había nadie allí, lo que me tranquilizó. Salí lo más rápido posible para no encontrarme con Kai. ¡Qué incómodo sentirse así en el lugar donde vives!
El señor Albert nos esperaba con un chocolate caliente a cada uno.
—Hoy me trajeron más cajas de mi amigo y les pasé a mis nietas algunos de los libros que han recomendado ustedes. Ya me sé toda la historia de "El amor se escribe por capítulos", y ni siquiera lo he leído yo. Que mis nietas no puedan soltar los libros es algo que nunca había visto y han logrado emocionarme. Ya saben, los libros han sido parte de toda mi vida. Quizás el amor por ellos en mi familia continúe aunque yo no siga más en este mundo. —Me cerró el ojo y caminó hacia la habitación con las cajas.
—Le estaremos dando más recomendaciones para sus nietas. ¿Ha estado todo bien en la semana?
—Sí, chicos. Me ha ido muy bien. Con eso de Infragram han venido más personas. No muchas, pero mis nietas están haciendo unos videos para promocionar más, están entretenidas. Espero que empiecen a llegar más personas.
—Claro que sí, vamos a ordenar algunas cosas de la vitrina para agregar las recomendaciones juveniles, así abarcamos más público —Albert tenía una sonrisa que le daba vuelta la cara.
—La vitrina la dejo en tus manos, Emma. —Nos quedó mirando a los dos con los ojos entornados—. ¿Pasó algo?
—¿Algo como qué? —Luca me miró confundido.
Meneé la cabeza.
—No, nada.
—Nada —confirmó Luca. Apreté los labios para contener la risa. ¿Tan obvios éramos?
No muy convencido, nuestro jefe se fue y nos dejó solos en la sala llenos de libros y cajas.
—Te quiero besar. —Soltó Luca como si nada.
—Y yo también, pero tengo algo que confesarte, y espero que no te enojes.
Arrugó la frente.
—¿Qué cosa?
—Dime primero que no te vas a enojar.
Rodó los ojos.
—No me voy a enojar.
—Dilo sin las manos detrás de la espalda, ¡estás cruzando los dedos!
—¿Qué? ¿Cóm...? —Se giró y vio el espejo tras él. Se encogió de hombros y resopló—. Por el meñique que no me enojaré.
—He leído todos los capítulos de tu libro —confesé. Abrió la boca por unos segundos sin decir nada. Ya me sentía muy ansiosa de que él no supiera eso.
—¿Todos? —No lograba cerrar la boca y de repente sus mejillas se colorearon. Se tapó la cara—. ¿En qué momento?
—Mmm... en mi habitación generalmente —bromeé.
—Me refiero a cómo llegaste al libro.
—Yo podría ser del FBI, Luca. Puedo averiguar todo. —Meneé las cejas y él se largó a reír.
—¡Nooo! ¡Eres una entrometida Emma Ross!
Chasqueé la lengua.
—Puede ser, no me aguante. —Alcé las manos—. En mi defensa, nunca pensé que tendría que confesártelo porque esto. —Nos señalé a los dos—. No sucedería.
—A qué te refieres con "esto" —inquirió como si no entendiera nada.
Me acerqué lento hacia él.
—¿No sabes de qué hablo?
—Mmm...¿Te refieres a esto? —Se acercó y pasó su lengua por el centro de mis labios.
—Sí, un poco.
—¿Y qué te parece Samuel?
—¿Que me encanta? Y quiero el final. ¿Puedes subir los capítulos más rápido? Ahora que ya te lo puedo decir directamente, por favor. Quiero terminar el libro.
—Estoy avergonzado un poco. No tenía idea...
Me senté en el piso y me puse a abrir una de las cajas.
—Ahora que te confesé mi oscuro secreto, puedo vivir tranquila. Eres un artista, y todo el mundo debería ver tus cuadros y leer tus libros.
Sonrío levemente y cogió otra caja.
—Eres la primera persona que me dice eso.
—Lo creo de verdad.
—¿Y si hago eso te quedarías conmigo?
—Yo ya me quedé contigo hagas lo que hagas. —Carraspeé.
Asintió.
—¿Me pasas a mí los clásicos y los de terror? —preguntó, cambiando de tema. Y eso de forma automática me recordó que él se iba, ¿eso seguiría en pie? ¿Acaso cada chico que me gustara se iba a ir en algún momento?
—Sí.
Trabajamos durante cuatro horas sin parar, solo interrumpidos por los besos que nos dábamos cada vez que pasábamos el uno junto al otro. Generalmente nos topábamos entrando y saliendo de la salita para ir a dejar libros en los estantes o en la bodega, o ir a comprar u ordenar la vitrina. Eso se convirtió en muchos besos que me tenían flotando al rededor de la librería.
Me sentía tranquila y feliz.
Ya casi terminando nuestro turno, mi celular sonó sobre la mesa y me dio pereza ir a contestar, pero ya a la tercera vez que llamaron, me preocupé. Refunfuñando me puse de pie y lo cogí.
—¿Diego?
—Emma, ¿dónde estás? —Su voz sonaba agitada.
—Estoy en el trabajo, ¿sucedió algo?
—Sí, Laura tuvo un accidente, y no sé nada más porque Kai me llamó y creo que se le descargó el teléfono. Está en la Clínica Salud. Creo que te queda más cerca a ti. Yo ya voy en camino, pero aún así creo que llegarás más rápido. —Mientras iba hablando yo ya estaba buscando a Luca para decirle que tenía que irme.
Lo encontré sobre una escalera y al verme se bajó de un salto.
—Pasa algo.
—Es...Lau. Iré a la clínica... está... está aquí cerca. Voy corriendo. —dije a penas. Mi cuerpo temblaba.
—¿Qué le pasó?
—No lo sé —Lloriqueé. Le explicas a Albert que me tuve que ir.
—Voy contigo.
—Pero habla con él y llegas allá. —Salí corriendo de la librería y por un instante perdí la noción del espacio físico. No sabía dónde estaba. Tomé aire profundamente y busqué la dirección en el celular con los dedos temblorosos. 15 minutos caminando, si corría me demoraría mucho menos.
Corrí y corrí probablemente los 10 minutos que creí que demoraría, sin embargo, sentía que el hospital estaba cada vez más lejos. Llegué con la espalda perlada por el sudor, el cabello medio pegado a la frente y agitada. Corrí a la primera persona que parecía que trabajaba allí. Y al verme tan desesperada apenas hilando frases. Corrió a una computadora.
—Nombre.
—Emma Ross.
—No hay nadie ingresado con ese nombre —dijo confundida.
—Laura Miranda. Es Laura Miranda, perdón. Emma es mi nombre.
—¡Ah! La acaban de ingresar, el doctor la debe estar examinando.
Subí medio cuerpo al mesón.
—Necesito saber si está bien. Si...está...viva —La última palabra salió más como un grito ahogado y desgarrador. Comencé a llorar de forma histérica pensando en que algo grave le había pasado a Laura y que quizás nunca más la vería.
¿Cómo podría vivir sin Laura? No puedo.
La mujer me seguía mirando confundida.
—Aquí dice que ingresó por un dolor fuerte de estómago. Probablemente apendicitis.
—¿Qué? No... no me dieron que había tenido un accidente. ¿Y si...? ¿Y si se cortó el estómago? —Llevé la mano a mi boca y de repente sentí una presencia a mi lado. Kai me observaba demasiado calmado.
—¿Qué sucede?
—Iré a revisar, vengo de inmediato —La chica salió rápido y yo me quedé observando a Kai con cara de tragedia.
—¿Te dijeron algo? —Kai me puso una mano en el hombro—. La traje rápido.
—¿Qué? ¿Tú la trajiste? ¿Qué sucedió?
—Le dolía mucho el estómago y se puso a llorar así que vinimos lo más rápido posible.
Arrugué la frente.
—¿No tuvo un accidente?
—¿Accidente? No...
Diego apareció corriendo, luciendo como la persona más miserable del mundo. La enfermera y él llegaron al mismo tiempo a nuestro lado.
—Probablemente será operada de apendicitis —respondió ella con una mano en el corazón. Ningún accidente.
—¿Apendicitis? —Diego miró a Kai—. ¡Me dijiste que había tenido un accidente! ¿Qué te pasa?
—No te dije eso, tú escuchaste eso. Te dije que justo habíamos visto un accidente.
—Me hablaste de un accidente y de Laura en el hospital. —Diego se llevó los dedos al puente de la nariz y pareció tomar una respiración profunda.
—¡Pero eran dos cosas distintas!
—Entonces es apendicitis. —Tomé aire profundamente, el alma me volvió al cuerpo—. Eso es... no es un accidente. Estará bien.
—¿Cómo está Laura? —Luca llegó justo.
—Tiene apendicitis —repliqué.
—¿No era un accidente?
—No —gruñó Kai.
___
Hola mis chiquis!!!!
Ay, sí me demoré una semana más en publicar, pero si me siguen en mi IG sabrán que me dio apendicitis así que no me sentía con ánimos de escribir jiji
¡Pero ya reviví! Yeyyyyyy y con el ánimo para seguir escribiendo y ya publicar la recta final de Dime que te quedas.
¡Cuénteme! ¿Qué quieren que suceda ahora?
¿Les gustó el capítulo?
¿Qué piensan de Kai?
¿Qué piensan de Luca?
Quedo atenta bbysssss, Les amo <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top