XIII: Destinos inciertos

El día había llegado y en el templo de Acuario dos jóvenes despertaban en la misma cama. Habían tenido una noche desenfrenada de pasión, donde demostraron su amor en más de una ocasión, de hecho no habían dormido mucho, por entregar su cuerpo al otro. Fue simplemente una noche mágica, donde principalmente Camus se dio cuenta del amor de Milo.

Pero el día había llegado y esa magia que había sentido empezó a desaparecer, ahora caía en el abismo de una cruel realidad. Que seguía comprometido con Hilda y eso nada lo podría cambiar.

Miro a su amante dormir profundamente y en ese momento pensó que su amor era imposible. Así que con el dolor de su corazón debía renunciar al amor verdadero para cumplir un deber que el mismo se había puesto.

Acarició los cabellos de Milo y este despertó al poco tiempo con una sonrisa, una sonrisa tan encantadora que Camus por instinto le devolvió esa sonrisa con dulzura y se acorruco en su pecho.

—Fue muy lindo la noche que pasamos juntos y gracias por darme un poco de amor, pero es momento de irme.— Camus abrazo con fuerza a Milo al momento de despedirse. Ahora que había aceptado de alguna manera a Milo, sus planes habían cambiado, ya no tenía porque comprometerse con Hilda, pero la boda continuaba, era algo que no podía evitar.

De hecho era por ello que no podía darse el lujo se tener una relación, pues estaba condenado a casarse con una deidad. Se levantó de la cama más que desanimado y empezó a vestirse. Si lo pensaba mejor no tenía un futuro a lado de Milo.

—Camus que haces?— Milo se levantó de la cama para evitar que Camus siguiera con lo suyo, pero el francés simplemente seguía vistiéndose, dándole la espalda a su amante, no se detuvo hasta que Milo lo tomo del brazo y lo obligó a verlo, fue ahí que se dio cuenta que Camus estaba con los ojos cristalizados y con algunas lágrimas bajando por sus blancas mejillas.— Porque haces esto? Creí que olvidarias el asunto de Hilda y por fin tendríamos un futuro juntos... Porque te enfocas en destruir lo nuestro?

—Que no te das cuenta de mi situación Milo? Hilda no es cualquier mujer, es una deidad que me matará si me niego a su voluntad... Al principio lo acepte por amor, pero ahora no puedo... Al estar contigo y con ella, el sentimiento es muy diferente. Descubrí que si te amo, pero no podemos seguir juntos, tengo un deber que cumplir como caballero.— A cada palabra que decía sentía un dolor en el pecho, no quería un futuro con Hilda, pero el mismo se había trazado ese destino y no podía cambiarlo.

Milo comprendió lo que Camus le dijo, pero simplemente no podía dejarlo ir. Por fin lo tenía con el y no lo perdería una segunda vez, por lo que le abrazo y susurro en su oído unas palabras de esperanza.

—No te preocupes por eso, te prometo que no te casaras con Hilda, si es necesario escaparemos de aquí. Pero no dejaré que esa mujer te lastime.—

—Milo... que locura propones? Hilda me mataria si falto a la boda.—Camus estaba asustado luego de analizar que se había involucrado con una deidad, Hilda tenía el poder suficiente para destruirlo con tan solo desearlo. Era un plan muy arriesgado lo que proponía el escorpión.

—Eso no lo voy a permitir, déjame cuidarte Camus, tu novia puede ser una deidad, pero solo tiene poder sobre su gente, aquí ella no tiene autoridad alguna aquí y estoy seguro que la señorita Athena no permitiría que lastimen a sus caballeros.

Puede que Milo tuviera razón, pero era una decisión apresurada, pero también no tenía mucho tiempo, tan solo al día siguiente se casaba, así que si tenía una oportunidad de ser feliz como realmente quería, aceptaría la loca propuesta de su amante.

—Dejo mi destino en tus manos Milo... Tomaré el riesgo de seguirte hasta en al muerte.— A pesar del miedo que sentía trato de sonreír y pensar en el futuro que lo esperaba.

Así que Milo al tener su respuesta sonrió de igual forma, y luego de vestirse busco una pequeña maleta para empacar las cosas de su amado y las suyas las guardaría cuando bajarán por Escorpio.

Camus veía como Milo guardaba su ropa, y luego se dirigió a su escritorio para escribir una carta dirigida a su diosa.

—Para que la carta Milo?— Preguntó el galo acercándose a su amante, quien guardaba dicha carta en un sobre.

—Athena se preocupara por nosotros si deaparecemos así derrepente, solo quiero dejarla sin ninguna angustia, pero no te preocupes, estoy seguro que ella entendera.— El griego sonrió ampliamente, contagiandole esa confianza a Camus. Pero aún había un problema y ese era Hilda.

—Y que hay Hilda? No creo que nos deje escapar.—

—No nos iremos ahora mismo, sino esperemos a la noche... Tu sigue este día como si fuera cualquier otro y en la noche nos iremos de aquí.— Dicho eso, Milo escondió la maleta debajo de la cama del francés. Solo esperaba que su plan resultará.

—Tu crees que funcionara?—

—Si, solo confía en mí.—

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Al parecer el asunto de escapar era algo que no solo Milo pensaba, sino también Shura y Aioria.

Ya que luego de que Aioria se enterará que tenía un hijo y el riesgo que corría no podía darse el lujo de quedarse quieto, sino que debía ir cuanto antes por el para poder protegerlo. Tenía ese instinto paternal que le hacía creer que lo que decía Shura no era mentira.

Por fortuna, en esa misión no estaba solo, sino que Shura estaba ahí para ayudarlo y por sugerencia del español habían decidido escapar de noche hacia las tierras de Asgard, aprovecharían que Hilda se quedaría un tiempo más en el santuario para ellos ir por el pequeño niño.

Por fortuna la noche no tardó en llegar y ellos ya estaban listos para partir, ambos salieron del santuario bajo la luz de la luna y solo cubiertos por una largas capas negras.

—Antes de irnos puedes negarte a seguirme, no quiero darte problemas Shura, sabes que esto es solo responsabilidad mía.— Dijo Aioria con una voz temblorosa, en realidad no quería ir solo, pero tampoco quería poner en riesgo a su amigo.

Sin embargo, Shura solo puso su mano en el hombro de Aioria y siguió avanzando, no dejaría que su amado caballero se involucrará en más problemas.

—No te preocupes por mi, solo seguiré tus pasos y vigilare que vayas por tu hijo y no te quedes con cualquier mujer en el camino.—

Aioria río ante esa respuesta y también siguió al español, lanzándose hacía el para abrazarlo.

—Tranquilo, el único compromiso que tengo ahora es contigo y mi hijo.—

Shura se detuvo en seco al escuchar aquello, mirando con asombro a su compañero, quizo despejar sus dudas, pero en ese momento escucharon unos ruidos, lo que les puso en alerta a ambos, estaban preparados para atacar, pero se dieron cuenta que se trataba de Camus y Milo.

—Que están haciendo aquí?— Pregunto Aioria al verlos a ambos cubiertos por las capas negras y sobre todo ver que llevaban unas maletas con ellos.

—Lo mismo pregunto Aioria, no deberían estar en sus templos?— Cuestionó Milo algo nervioso, ahora que escapaba con Camus, no podía confiar en nadie ni en su mejor amigo.

Los dos no sabían que decir, hasta que Shura intervino con cierta preocupación, esperaba suponer mal, pero si Camus estaba acompañado de Milo y con maletas era probable que intentarán escapar, lo cual no le convenía, pues así Hilda regresaría más antes a Asgard.

—Milo, no sé que planeas, pero olvídate de ello. Y Camus será mejor que regreses, sino me equivoco mañana es tu boda... No estarás pensando en escapar o si?—

Tanto Milo como Camus se pusieron pálidos ante esas palabras, el Escorpio apretó con fuerza su mano, pues pensó que Shura los apoyaría, pero se daba cuenta que él tenía otras prioridades.

—Y que si es así? Me llevo a Camus para darle un mejor futuro. Te juro que si tratas de evitarlo me veré obligado a matarte.— Amenazó el heleno, mostrando su uña escarlata. Pero fue Aioria quien se puso en medio y los calmo con ayuda de Camus.

—Si peleamos ahora ninguno podrá irse del santuario, no compliquemos la situación...— Menciono Aioria con seriedad. Pero casi inmediatamente fue interrumpido por Shura.

—Pero Aioria, no te das cuenta que si Camus se va de aquí, lo más probable es que Hilda regrese a Asgard? Eso nos deja con poco tiempo.—

—Que tiene que ver Hilda con ustedes?— Pregunto Camus, al ver como se desarrollaba la situación. Ahora era Aioria y Shura quienes estaban contra la espada y la pared.

Los cuatro tenían el mismo objetivo de escapar, pero no compartian los mismos planes.

Continuará....

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