XII: El comienzo del amor

—Milo, Milo... Maldito Milo! Cada vez solo cruzas los límites y está sera la última vez que te lo pasé por alto!—A pesar de estar adolorido, Camus pateó con fuerza la puerta hasta destruirla, esta vez estaba vestido con algo de la ropa de Milo y se dispuso a irse. Tomaría algunas cosas y concluiría su boda con Hilda es Asgard.

Fue hasta su templo donde encontro a Hilda y Siegfried en la entrada del templo, este último con una amplia sonrisa en su rostro.

La dama se acercó poco a poco a Camus hasta golpearle en el rostro. Luego de su encuentro en Escorpió estaba indignada, pues era fácil deducir el encuentro apasionante que su prometido tuvo con el caballero de Escorpió.

—Cómo te atreviste a mentirme, sobre todo como te atreviste a traicionarme!?— Gritó la joven con lágrimas en el rostro, Camus se quedó estupefacto ante esa reacción, no se la esperaba. Pensó rápidamente en que decirle a su novia para desmentir lo que había hecho.

—No se de me hablas...— Lo última opción de Camus sería negar lo que pensaba Hilda.

—No mientas! Lo hiciste con el caballero de Escorpió! Y todavía tienes el descaro de mentirme en la cara!?—

—Creo que estás malinterpretado lo que pasó, Milo solo me ayudaba porque en un entrenamiento resulte herido...—

Por un momento Hilda dudo de lo que hacía, Talvez había malinterpretado lo que había visto, pero era fácil sacar una nueva conclusión después dela discusión que tuvo con el mismo caballero de Escorpió y su amenaza. Su cuerpo tembló y trato de calmarse, sin embargo Siegfried intervino.

—Eso no parece a lo que yo vi caballero, tú estabas en los brazos del escorpió casi desnudo, no creo eso fuera por ayudarte. Señorita Hilda, cancele la boda, una traición así no puede ser perdonada!—

—Siegfried! Porfavor cállate... Aún si lo que hizo Camus es verdad o no, es el único que puede salvar a Asgard!—

Ante las palabras de Hilda, el galo se quedó pálido, por alguna razón eso solo daba razón a las advertencias que le dio Milo. Recién se dió cuenta que él tenía razón, Hilda solo le iba utilizar.

—Pero dama Hilda! No puede permitir una insolencia así!— Siegfried insistió con aquello, molestando aún más a la joven.

—Camus los planes de boda siguen en pie. Más te vale que tú amante no haga nada por arruinarlo.— Dicho eso la joven se retiró más que molesta, aunque su guerrero tenía razón y que no debía aceptar tal insolencia lo debía soportar por el bien de su pueblo.

—Hilda! Sabes que jamás haría algo que te dañará, espero que tú tampoco lo hagas, porque yo sí te amo!—

La dama se detuvo por un momento al escuchar a Camus, apretando con fuerza su mano, ella no sabía si amaba al caballero, por lo que no sabía que responder o que creer. Así que solo se retiró dejando solo a su prometido.

Por un momento el caballero se sentó en uno de los sillones pensando en las palabras de Hilda y uniandolas con las de Milo, por más que le diera otro significado llegaba a la conclusión que Milo tenía razón. Ahora pensaba en donde realmente se había metido y porque se había enamorado de alguien que al final lo lastimaria.

No quizo pensar más en ello, por lo que fue a su habitación y se quitó la ropa que traía puesta, luego se dirigió al baño, una buena ducha no le vendría mal, de hecho la necesitaba y además el agua fría lo relajararia para no dar vueltas al asunto sobre su boda con Hilda.

Los minutos que pasó en la ducha pasaron a ser horas, el agua corría por su cuerpo y a pesar de que ya estaba limpio, no quería salir. Estaba tan sumido en sus pensamientos hasta que la voz de Milo lo interrumpió.

—Camus! Necesito hablar contigo!— El caballero había llegado desde hace unos minutos, pero como nadie respondía a sus llamados decidió buscar a su amado en la parte privada.

El caballero se sobresalto por esa visita inesperada, con mayor razón no quizo salir menos responder, por lo que no dijo nada. Sin embargo, el escorpión fue más astuto y se acercó al baño y sin permiso alguno abrió la puerta, dejando ver a Camus empapado del agua.

—Milo! Que diablos crees que haces!?—

—Al menos si vas a ocultarte de mi hazlo bien! Desde afuera se escucha el agua de la ducha.—

Las últimas palabras del caballero sonrojaron a Camus, maldijo dentro suyo su falta de cautela y trato de buscar una toalla para cubrirse, pero para su sorpresa Milo se la paso.

—Que es lo quieres? O que viniste hasta mi templo?— Preguntó con molestia el galo, casi empujando a Milo para salir del baño.

—Solo quería verte... Dejaste mi templo hecho un desastre y pensé que cometerías una locura, quise impedirlo.— Mencionó con un sonrojó en sus mejillas, caminando detrás del galo.

—Estaba por empacar mis cosas e irme con Hilda devuelta a Asgard y casarme allá.— Pronto la voz de Camus tembló al decir lo último, preocupando  a Milo, quien le tomo de la mano para decirle que no hiciera tal tontería, pero Camus le sorprendió al final.— Pero... Ahora me doy cuenta que tenías razón, lo cuál me molesta mucho, ¿como es que tienes razón en algo así?

Finalmente Milo pudo apreciar como algunas lágrimas de Camus caían al suelo, esta vez no lo había lastimado, pero aún asi vió que estaba sufriendo.

—Camus, lo siento... No debí decir las cosas de esa manera, pero era la única forma que me escucharás.— Está vez Milo abrazo a Camus, aún si este lo quería golpear tomaría el riesgo para poder consolarlo.

—Me abriste los ojos de la peor manera posible...— Susurro con dolor, aferrándose al abrazo de Milo.

—Lo siento...— Volvió a repetir el caballero de Escorpió.

Tal vez por la decepción o dolor que sentía Camus, fue quien primero dio el paso para besar a Milo. Esta pequeña acción causó que el guardián de Escorpió se sorprendiera, ya que su amigo jamás se le hubiera acercado de esa forma tan cariñosa, pero no lo desaprovechó y correspondió cada segundo de ese beso, acariciando con dulzura el cabello húmedo de su amor.

Los segundos pasaron a ser minutos, pero ninguno daba un paso atrás para separarse, pues ese beso solo se había intensificado y entre ellos se repartian algunas caricias. Tanto que pronto ambos habían caído sobre la cama y fue ahí que recién el beso concluyó.

—Pensé que no te gustaban los hombres.— Comentó con burla el caballero de Escorpió, a lo que Camus sonrió y le dio un casto beso en los labios.

—Y yo pensé que me respetarias y te irías de aquí apenas te bese.—

—Cómo irme cuando te tengo así?— Milo acarició el rostro de Camus con dulzura, tocando con su dedo pulgar esos labios rosados.— Tengo tus hermosos labios solo para mi, tus lindos ojos sobre mi y sobre todo por fin tengo tu cuerpo entero para hacerte el amor toda la noche... ¿Como esperas que me vaya?

La voz seductora de Milo estremeció a Camus, no sabía exactamente porque nuevamente había caído ante Milo, pero a diferencia de hace unas horas, esta vez no le tenía miedo y por un momento imagino que estaba en buenas manos.

—Eres un idiota... Por fin lograste lo que querías... Me alejaste de Hilda y mírame ahora, estoy sometido a tus encantos.— Dijo con lágrimas en los ojos, aún le dolía haberse enterado de la verdad y ahora estaba debajo de Milo sobre que había dicho que lo repudiaba por sus gustos y ahora el mismo pisaba ese camino por la decepción que sentía.

—Ella no te merece... Yo te prometo que te haré más feliz de lo que ella pudo haberlo hecho... Te amaré sin importar nada, y sobre todo te cuidare... Aún si me odias, te seguiré como si fuera tu propia sombra y acambio solo te pido que me ames...—

Los ojos de ambos caballeros se cruzaron en una mirada de amor. Camus estaba dispuesto a amar a Milo y todo para olvidarse de su amor fallido.

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