X: La cruel realidad
—Un hijo?— Shura se podía esperar de todo. Ya que Aioria hasta cierto punto era problemático y rebelde, pero jamás imagino que tuviera un hijo desde hace tres años. La noticia le cayó como agua fría y se quedó sin palabras, Lyfia noto la incomodidad del caballero, pero aún así continuó con el resto de su relato.
—Si, nadie sabe de su existencia, solo Frody y ahora usted. Ni siquiera la dama Hilda sabe de mi hijo, fue difícil ocultar mi embarazo. Se imagina que una dama del Valhalla ya no fuera virgen? Me ejecutarian...— Lo último lo dijo con una sonrisa triste, estaba en juego su vida si descubrían su secreto, aunque eso no le importaba, solo deseaba que su hijo estuviera a salvo y lo mejor que ella consideraba era que el pequeño creciera a lado de Aioria.— El punto es que estoy en peligro, no me importa si muero, mi temor es que también ejecuten a mi hijo, es por eso que quiero que Aioria lo crié, después de todo es el padre, solo así mi pequeño estará a salvo.
—No tenía idea de los problemas que pasaba señorita, debió ser difícil criar un hijo sola.— Comentó un poco más tranquilo el caballero, dejo de lados sus propios sentimientos y pensó en la mejor manera para ayudar a la doncella, ya que por lo visto pasaba por problemas bastantes complicados.
—Gracias a Frody no fue tan complicado, el fue como un padre para mi hijo, pero no puedo exponerlo como un cómplice de mi pecado, el es un dios guerrero y si descubren que me ayudo a ocultar algo tan importante como un hijo, también lo ejecutarán. Yo quisiera que usted le diga a Aioria que lo más pronto posible viaje a Asgard y se lleve a nuestro hijo.—
—Tenga en cuenta que se lo diré señorita.— A pesar de que Shura no quería volver a hablar con Aioria, ahora tenía un asunto importante en manos que tratar con el. A si que debía reunir el valor que tenía para conversar con el.
—Gracias caballero, usted tendrá mi eterna gratitud.— La joven se encontraba más tranquila, ahora que contaba con la ayuda de Shura, podía sentirse aliviada.—Bueno debo atender a la dama Hilda, con su permiso me retiro, usted fue muy amable.
Lyfia termino de beber el vino que le ofreció Shura y se fue al templo principal para ver que Hilda estuviera bien.
El español la acompaño a la salida y observó como la joven se iba, algo dentro de el quizo que la joven desapareciera o que simplemente no hubiera aceptado ayudarla. Ya que ahora se encontraba involucrado en un problema y debía ayudar a Aioria a hacer lo correcto.
Una vez que ya no distinguió la silueta de Lyfia bajo hacia el templo de Leo, no era buen momento para verlo, pero mientras le pusiera al tanto de la situación, podría buscar una solución, pues aceptar la muerte de Lyfia no era una opción.
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En el templo de Escorpió, Milo pasaba un pañuelo húmedo por el rostro de Camus, y es que luego de lo que hicieron le dio una fiebre y su temperatura no disminuía.
Al verlo así la culpa carcomio al caballero, jamás había visto a Camus tan débil y él había sido el causante de su estado, sin mencionar que ahora el rostro neutral de Camus, solo reflejaba miedo.
No era ese el sentimiento que le quería transmitir, ahora se arrepentía por haber forzado su relación con Camus, si desde un principio hubiera aceptado que el galo no lo amaba, se hubiera ahorrado el sufrimiento que ahora sentía. De seguro que cuando su amado despertará lo odiaría.
—Lo siento...— Susurro Milo, mientras acariciaba con dulzura el rostro de Camus, deseaba cambiar esa facción de miedo por uno de amor.
Se quedó unos minutos admirando la belleza de Camus, hasta que por fin noto como abría sus ojos, por fin pude estar más tranquilo, pero eso solo duró unos segundos, ya que en cuánto Camus reconoció donde estaba le dio una bofetada al caballero.
El silencio de la habitación fue llenado por el golpe, lo que dejó estupefacto a Milo, no se espero todo tipo de reacción menos aquello. Giro su rostro y ahí recién noto las lágrimas que se deslizaban por el rostro de Camus.
—Maldito perro... No te me acerques!—
—Camus...—Le destrozo ver a Camus tan sensible, casi nunca lo habia visto llorar, pero ahora lo había quebrado por completo.—Lo siento, yo de verdad no quize hacerlo, pero tú me orillaste a esto, pero prometo que no volverá a pasar, puedes estar tranquilo.
—Claro que no pasará, está será la única vez que vuelvas tocarme!— Más que la tristeza, era la molestia que la que invadía al galo, paso una de las peores humillaciones y ahora solo tenía que soportar la presencia de Milo. No pudo quedarse más tiempo en la misma habitación que el, así que como pudo se levantó de la cama y trato de irse, sin embargo la espalda y sus piernas le dolían, sin mencionar el dolor que sentía alrededor de su entrada, fue tanto que al primer paso se cayó.
—Estas bien? Creo que sera mejor que descanses un poco más.—
—No te quiero cerca mío! Solo alejete de mi!— Camus se abrazo a si mismo con fuerza. Recién ahí se dio cuenta que seguía solo con su camisa y nada por debajo. Por lo que no se atrevió a ponerse pie aún así Milo lo jalaba.
—Ya basta Camus! Solo trato de ayudarte pero desde un principio me tratas mal! Si terminaste así fue por tu propia causa!— Milo también levantó la voz, causando que el cuerpo de Camus se estremeciera. Lo que le hizo facil a Milo para cargarlo entre sus brazos y llevarlo nuevamente a la cama, una vez ahí el galo se cubrió con la sábanas todo el cuerpo. No se movería hasta que Milo se fuera.—Ahora piensas evitarme... Que debo hacer para que vuelvas a ser el mismo de antes conmigo!?
—Vete... Solo lárgate, yo ya dejé en claro mis sentimientos por ti...—
—Puedo hacer cualquier cosa por ti, menos eso y de una vez te digo que no te casaras con Hilda... Ella solo te está utilizando para proteger Asgard, no es tu deber ayudarla así que cancela la boda.—
Camus no menciono nada, confrontar a Milo solo significaba problemas, era mejor callarse que provocar al caballero.
Pronto el silencio de la habitación fue interrumpida con la llegada de Hilda, quien preocupada se acercó a la cama y destapó un poco a su novio para ver cómo estaba.
—Camus! Siegfried me dijo que por una pelea Milo te hirió, te encuentras bien?— La preocupación era notable en la voz de Hilda y para calmar esa preocupación Camus le tomo de la mano.
—Solo unos cuantos rasguños... Nada de que preocuparse...— Dijo con voz temblorosa, por dentro deseaba no levantar sospechas de lo que ocurrió, Hilda se sentiría asqueada y avergonzada de el.
—Eso dijo tu sirviente?— Preguntó Milo con molestia, causando que Hilda lo mirará de mala manera.
—Siegfried no es ningún sirviente, es mi guerrero así que dirigite a el con respeto!—
—Entonces tu guerrero no es más que un mentiroso, lo que le ocurrió a Camus no tiene nada que ver con una pelea, la verdad es que el y yo...—
—Callate Milo! No confundas a Hilda...— El cuerpo de Camus temblaba, precisamente de miedo. Miro con angustia a Milo y espero que no revelará la verdad.—Hilda no te preocupes por mi, déjame a solas con Milo, aún debo hablar con el.
—Estas seguro?— Preguntó la joven algo angustiada, a lo que Camus le asintió, así que con esa respuesta ella se quedó tranquila.— Nos vemos más tarde cariño.
Finalmente para provocar a Milo, la dama beso a Camus en los labios, pero no fue correspondida como esperaba. El caballero apenas había abierto la boca y sentía que sus labios le temblaban, se quedó algo confundida por aquello, pero no dijo mucho y solo se fue. Sin embargo al salir recién noto que la ropa de Camus estaba en el suelo, se cubrió la boca por la sorpresa que se había llevado. No quizo imaginar lo peor, pero había algunas cosas que hacían evidente lo que pensaba.
—No creas que esto evitará mi boda escorpió...—
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