IV: Corazón quebrado

Milo daba vueltas en su habitación, no podía volver a dormir a pesar de estar cansado, pues su mente no lo dejaba tranquilo. Ya que una y otra vez se repetía la imagen en su mente, de como lastimaba a Camus. Jamás lo había tocado de tal manera, pero pensó que todo eso sucedió porque la rabia le nublo el juicio, ahora con mayor razón Camus lo odiaba.

—No debí hacer eso... Camus no se lo merecía.—

La ansiedad consumía a Milo, ahora creía que no había solución alguna ni podía reconsilarse con Camus.

Pero justo por eso mismo quizo disculparse, así que sin perder tiempo se dirigió al templo de Acuario, si era necesario se arrodillaria ante el suplicando su perdón, todo con tal de no perder por completo a Camus, ni el orgullo lo podría detener, por el caballero de Acuario era capaz de todo.

Pensó un poco como iniciaría su disculpa sin tener que recibir un ataque de Camus, pues sin duda así lo recibiría. Pero aún pensando en lo que podría pasar, fue al templo de Acuario. No le importaba terminar en un ataúd de hielo, solo quería buscar el perdón de su querido amor.

No tardó mucho en llegar al lugar, pero se llevó la sorpresa de que Camus no estaba en su templo y se dio cuenta luego de revisar cada rincón del templo, estaba por irse y buscar a Camus en otro lugar, pero al pasar por la sala sin querer hizo caer un libro que se encontraba sobre la mesa, lo que causó que las cartas dentro de aquel libro se esparcieran.

Al ver lo que hizo, Milo se apresuró en recoger esas cartas, las cuales tenían un olor en particular, no quería ser curioso, pero era imposible no fijarse en ese olor femenino, solo para calmar su curiosidad abrió una de las cartas y observó algo que le sorprendió, era una carta de amor dedicada a Camus.

Para mi querido Camus:

¿Cómo estás mi amado caballero? Espero que bien, ¿Sabés algo? Si fuera por mí, dejaría todo atrás con tal de verte y poder abrazarte... Es una lástima que aún en tiempo de paz tengamos que cumplír con nuestros deberes.

Pero pronto al estar juntos se que esos deberes serán menos tediosos. Te parecera tonto, pero sueño cada noche con nuestra boda y una vida juntos... Se que Asgard será como un hogar para ti, cuanto los días para verte mi amado Camus.

Con amor, Hilda.

Era verdad lo que decían: "La curiosidad mató al gato", en este caso la curiosidad había matados los sentimientos de Milo, el ya sabía que Camus amaba a alguien más, pero pensó que aquello solo lo había dicho para que lo dejara tranquilo, mordió su labio inferior tratando de contener la molestia y tristeza que sentía. Necesitaba respuestas, ¿Como era posible que Camus no le dijera nada sobre su relación con Hilda? Lo que estaba escrito en aquellas cartas indicaban que al parecer llevaban un buen tiempo saliendo y profesando su amor, prueba de ello eran las diferentes fechas en el resto de cartas que había en el suelo.

Camus le había ocultado algo importante y no queria aceptar el hecho de que perdería a su amigo para siempre, pues la carta indicaba que luego de ese compromiso Camus se iría y su nuevo hogar sería Asgard.

Antes de que las lágrimas lo consumieran rompió esa carta e hizo mismo con las demás. No dejaría que Camus se fuera.

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— Encerio estás bien Camus? Si deseas puedo llamar a Afrodita para que te administre alguna medicina...—

—No te preocupes Capricornio, solo es un dolor en el cuello, estare bien para mañana.—

La voz de ambos caballeros se hizo presente en el templo de Acuario, quienes recién llegaban a dicho lugar. Esto debido a que cuando Camus paso por Capricornio, luego de que Milo lo atacara Shura lo vio bastante mal y con algunos moretones en el cuello, por lo que este no dudó en ayudarlo. Así que solo para ver que nada malo le pasará lo acompañó hasta su templo.

A Camus solo le quedó agradecer esa amabilidad, aunque se encontraba algo nervioso. Puesto que no convivía con sus compañeros y está era la primera vez que tenía tanta cercanía con uno de ellos.

No tuvo mucho tiempo de pensar en aquello, ya que al llegar a la sala de su templo, noto trozos de papel por todo el lugar, Camus sintió que el alma se le iba al ver su libro favorito en el suelo, no quizo pensar en lo peor, sin embargo, no tardó en darse cuenta que esos trozos de papel eran las cartas de Hilda.

—No, no... Como paso esto?— Los ojos de Camus se cristalizaron y con cuidado trato de recoger esos trozos guardándolo en la palma de sus manos. Lo que más añoraba eran esas cartas y ahora solo quedaban simples trozos.

Shura al ver ese desastre y sobre todo ver que Camus se quebraba por eso, trato de ayudar a recoger los pedazos de papel.

—Hasta que por fin apareces, cuando me ibas a decir de tu aventura con Hilda?— Milo apareció frente a ambos caballeros, mostrando la molestia en su mirada.

El cuerpo de Camus tembló al verlo, pero no de miedo sino de molestia. No podía creer que Milo llegará al extremo de destrozar lo más importante para el y tuviera el descaro de presentarse ante el.

—Dime que no fuiste tú quien rompió esas cartas....— Camus trato de controlar su tono de voz y toda la molestia que sentía.

—Y que si es así? Acaso esas cartas son más importantes que nosotros! Me ocultaste algo importante y solo te importan esas malditas cartas!?—

—No tenías derecho a tocar mis cosas Milo!— Sin importar que Shura estuviera ahí, Camus avanzó a Milo para tratar de golpearlo, pero el caballero de Escorpió fue más rápido y de un solo puñete en el rostro dejo a Camus en el suelo.

—Milo! Que rayos te ocurre!?— Shura no podía quedarse de brazos cruzados, por lo que se paró delante de Camus para defenderlo, ya que por lo visto Milo estaba con intenciones de golpear a Camus.

—No te metas en esto Shura, esto es entre Camus y yo!—

—Cualquier cosa que haya ocurrido no puedes simplemente golpear a Camus! Hay diferentes maneras de solucionar los problemas.—

—Y como piensas solucionar todo lo que me hizo Camus! Se supone que éramos amigos, pero en toda nuestra amistad no hizo más que ocultarme cosas y ahora simplemente piensa escapar entre los brazos de Hilda!—

Shura no entendía la molestia de Milo, pero era evidente su rabia, ni siquiera él sabía cómo lidiar con aquello, ya que por lo visto Milo se sentía traicionado. Miro a Camus quien solo mantuvo su cabeza agachada y con los puños temblando.

—Milo... Todos estos años tuviste una idea equivocada de mi... Nosotros jamás fuimos amigos! Tú eras el que me seguía como un perro a su dueño! Yo no te pedí que dedicaras tu vida a mi... No te considere mi amigo... Ahora entiendes porque no te dije nada?— Camus se sentía destrozado, desde que Milo había revelado sus sentimientos era otra persona, no era el mismo chico que años atrás le había regalado los mejores momentos de su vida, ahora solo se estaba transformando en alguien despreciable.— No quiero saber nada de ti Milo! no solo te repudio sino que te odio! No sabes lo feliz que seré una vez que ya no te tenga en mi vida!

Camus simplemente no tenía el valor para pelear contra Milo, por eso mismo escapó de su propio templo. Ahora era el quien huía pensando que Milo era cruel.

El heleno trato de seguir a Camus, pero fue detenido por Shura.

—Que rayos estás pasando entre tú y Camus?—

Continuara....

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