II: Dolorosa realidad

Milo aún no creía que Camus lo rechazara, aún pensaba que luego de más de 14 años de amistad, existiera esa pequeña posibilidad o pizca de amor en Camus. Pero la realidad era otra, se sentía destrozado, sintiéndose como un tonto por intentar revelar su amor aún sabiendo como era Camus.

No pudo evitar llorar, era simplemente imposible ignorar el dolor que sentía su corazón en ese instante, Camus no lo vería como algo más, no tenía la posibilidad de cambiar su relación, pero al menos quería conservar su amistad, sería feliz si Camus seguía a su lado, aunque sea como un amigo.

Por lo que se limpio sus lágrimas y siguió a Camus a su habitación, solo que como la puerta estaba cerrada empezó a tocarlo con fuerza, causando cierto miedo en Camus.

—Escorpió, lárgate en este mismo instante! No te permito volver a poner un solo pie en mi templo.—

—No! Camus aunque quieras alejarme de ti no lo haré! Yo te amo y si eso te parece desagradable te pido que me perdones... Pero no voy a negar mis sentimientos por ti, hablemos porfavor!— Dijo casi entre suplicas tocando con más fuerza la puerta.

—No tengo nada que hablar contigo! Regresa cuando esos sentimientos desagradables desaparezcan de ti! Yo no quiero nada que ver con un marica!—

Pronto los golpes en la puerta dejaron de sonar y Camus se cubrió la boca con ambas manos, mirando con miedo en dirección de la puerta. Había elegido mal las palabras y era obvio que eso era lo pensaba, pero era algo que no debía expresar, no de esa manera. Rápidamente se arrepintió, pero antes de disculparse Milo le hablo.

—Eso piensas de mí? Acaso así siempre me viste?— Comentó con voz dolorosa.

—Yo... Escorpio lo siento...— Camus quizo disculparse, pero fue interrumpido por los golpes que causaba Milo. Lo que le hizo callarse.

—Milo! Mi nombre es Milo... Al menos di mi nombre... Ten el valor de decirlo así como me insultas!—

—Porfavor solo retirate... No quiero decir otra cosa de la que me arrepienta.— Camus estaba nervioso, nunca se imaginó tratar con una situación así y Milo ya estaba sobrepasado sus límites de paciencia.

—Al menos dime algo Camus... Todos estos años siquiera me consideraste alguien especial en tu vida?— Milo ya estaba destrozado, así que solo esperaba recibir consuelo en esa respuesta, pero aquello no ocurriría.

—Jamás fuiste alguien especial para mí escorpió! Solo fuiste un estorbo que tuve que soportar todos estos años... Y ahora que por fin tengo una razón para separarme de ti! No vuelvas a acercarte a mi! Yo amo a alguien más y por eso, ni en un millón de años me fijaría en ti! Eres repulsivo!—

Camus estaba rojo de la rabia, debía ser así de cruel para no ilusionar a su amigo, si era necesario el mismo eliminaría esos sentimientos para que su querido amigo fuera alguien "normal". No hubiera querido acabar las cosas así, pero realmente no tenía la paciencia para sobrellevar la situación.

—Camus...— Era doloroso, era un sentimiento que lo mataba por dentro todo lo que sentía en ese instante, y el causante era su amor imposible, justo de la persona que menos creía que lo lastimaria.—Eres cruel...

No se iba humillar más, simplemente abandono el templo de Acuario entre lágrimas, buscando solo refugiarse en su propio templo.

Camus al escuchar que ya no había algún ruido, salió de su habitación un poco tranquilo y dejó caer todo su cuerpo sobre el sillón, colocando su brazo sobre su rostro. Pensó que había sido cruel, pero no estaba del todo arrepentido, si era amable con su amigo en esos momentos le daría la esperanza para seguir con sus absurdos sentimientos. En pocas palabras hizo lo que debía hacer para que Milo lo olvidara, además lo conocía lo suficiente para pensar que a la mañana siguiente volvería a ser el fastidioso caballero que lo seguía a donde sea. 

Pero estaba equivocado... Había quebrado a Milo de la peor manera.

Sin embargo, eso no lo considero. Pronto lo olvido ya que se fijó en el libro antiguo que tenía al lado y dentro de aquel libro estaban las cartas de su amada. El solo recordarla le hizo olvidar lo que hizo.

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Los días habían pasado, la presencia de Milo no se notaba en los entrenamientos o cenas que compartian los caballeros. Lo cual se le hizo extraño a la mayoría, ya que aunque Milo llegaba tarde no se perdía ni un día de entrenamiento o cena.

Fue Aioria el primero en notar la ausencia del caballero, así que se dirigió hacia Camus, quien estaba leyendo un libro sobre las escaleras del coliseo.

—Oye Camus! En donde dejaste a Milo? Hace días que no sabemos de el.—

—No lo sé caballero de Leo.— Menciono el francés sin apartar su vista del libro, lo que provocó que Aioria tomara su rostro con la mano, dejando a Camus algo incómodo por lo que acababa de hacer.

—Decir mi nombre no es algo del otro mundo, acostumbrate a dirigirte hacia nosotros por nuestros nombres.—

—Como digas caballero de Leo.—

Aioria simplemente golpeó su rostro con la palma de su mano, Camus era un caso perdido. Así que decidió darle prioridad a lo que realmente le interesaba.

—Bueno no importa... Encerio no sabes dónde está Milo? Me preocupa.— Dijo Aioria sentándose a lado de Camus, lo que solo genero que este lo mirará de mala manera, no soportaba la cercanía de otros, apenas se lo consentía a Milo.

—Ya dije que no lo se, si te preocupa ve a verlo.—

—Tu eres su amigo! Ve a verlo! Nisiquiera estás entrenando! Solo estás perdiendo el tiempo con ese libro.—

—Entreno a mi manera...— Contesto Camus, tratando de ignorar todos los reclamos de su compañero. Pero este solo conseguía molestarlo aún más, agotando la poca paciencia del galo.

—Leer no es entrenar! Vamos al centro de la arena y combate! Tú... — Aioria no termino de hablar, justo en ese momento Camus se había cansado de su parloteo, por lo que con una pequeña ejecución aurora, lanzó al caballero al otro lado del Coliseo, causando que en su caída solo quedará encombros y dejando a Aioria aturdido y al resto de presentes sorprendidos por lo ocurrido.

—Creo que acabas de ver los resultados de mi entrenamiento. Con su permiso me retiro.— Camus no se iba quedar escuchar los regaños de sus mayores, por lo que tranquilamente se retiró del lugar en dirección a su templo.

Ante lo ocurrido, algunos caballeros fueron a ayudar a Aioria, quien aún no reaccionaba del todo por aquel ataque.

—Como se te ocurrió molestar a Camus?— Regaño Aioros, moviendo algunos de los escombros para sacar a su hermano.

—Solo un idiota de atrevería a molestar al señor de los hielos.— Comentó entre risas el caballero de Cáncer, ayudando al mayor a sacar a Aioria.

El heleno trato de defenderse, decir que solo fue un descuido y que quería una revancha. Aioria se movió como pudo y grito con molestia.

—Esto no se quedará así Camus! Eres un cobarde, atacar de ese modo es cobardía! Vuelve aquí y pelea con dignidad!— Grito con molestia, pero en respuesta Camus solo lo miro superioridad y un simple movimiento de su dedo callo a Aioria.— Camus yo...— Finalmente un pilar cayó sobre la cabeza de Aioria, lo que le dejo inconsciente antes de concluir sus palabras.

Camus ignoro el hecho y continuó su camino, no quería demostrarlo, pero había quedado satisfecho con lo que hizo. Pero entre todo lo ocurrido llegó Athena, lo que freno los pasos de Camus, pues al parecer su diosa daría un anuncio importante.

—Mis queridos caballeros, pronto recibiremos la visita de nuevos aliados... Porfavor todos estén listos para llegada de nuestros invitados!—

Continuara...

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