I: Todo por amor
Se pensaría que Milo, quien es uno de los caballeros más orgullosos de la orden dorada, un joven extrovertido y lleno de vida, no tendría problemas, pues siempre andaba con una sonrisa en el rostro. Sin embargo, el sufría por amor... Un amor que tenía desde que era pequeño y anhelaba ser correspondido.
La razón de sus problemas se resumía en un nombre, y ese era el de Camus. Una belleza exótica desde el punto de vista de Milo, puesto que el joven provenía de Francia y de ese lugar había heredado la elegancia y hermosura. Cosa que había cautivado a Milo desde el primer momento que lo había visto.
Al conocerlo mejor decidió hacerse cercano a el, siguendole en cada uno de sus pasos desde la infancia hasta ahora que ambos tenían sus 21 años. Fueron 14 años desde que Milo sabía que estaba enamorado de Camus. Pero no se atrevió a confesarlo, no hasta saber que en cualquier guerra de dioses podían perder la vida. Ya habían perdido la vida una vez, Camus lo había perdido en dos ocasiones. Y ahora tenían la bendición de volver a respirar y llevar una vida tranquila por la gracia divina de su diosa.
Pero Milo había aprendido que no sería eterno, y que si quería que su amor fuera correspondido debía decirle a Camus sus sentimientos. Sin embargo, eso era lo difícil... Sabía que Camus no gustaba de los hombres, a pesar de ser una belleza que atraía a hombres como mujeres.
Pero luego de muchos años y probar el sabor de la muerte, sabía que si no arriesgaba no ganaba.
Por lo que nuevamente estaba ahí, frente al templo de Acuario, un templo que te recibía con los más fríos vientos y bajas temperaturas. Milo suspiro y se armó de valor para confesar sus sentimientos.
Al entrar, como siempre encontro a Camus en la sala del templo, sentado en un elegante sillón, normalmente estaría leyendo un libro, sin embargo ahora leía una carta, dicha carta le sacaba una sonrisa en el rostro de Camus. Cosa que sorprendió a Milo. Su querido amigo nunca sonreía, pero esa carta si le sacaba una sonrisa verdadera.
—Camus y ese milagro que nuestro copito de nieve este sonriendo?—Comento en un tono burlón el escorpión, a lo que la sonrisa de Camus se borró en ese instante, mostrando su rostro serio y guardo la carta dentro de un antiguo libro.
—Agradeceria que avisarás de tu visita y simplemente no entraras como si está fuera tu casa.— No importaba que Camus lo regañara o gritará, para Milo el solo hecho que Camus le hable era un privilegio. Ya que este era de palabras cortas y no decía mucho a los demás. Pero Milo sabia que él tenía el privilegio de escuchar más de dos palabras de parte de Camus.
Se acercó a su amigo y se recostó en el sillón, dejando que su cabeza reposará en la piernas de Camus. Mostrándole una amplia sonrisa.
El caballero de Acuario no menciono nada y solo le miró con seriedad, mientras acariciaba los cabellos de su amigo. Esas eran las pocas muestras de afecto que Camus podía mostrar en su amistad, porque las palabras no eran algo que pueda decir tan fácilmente.
—¿Qué te trae a mi templo escorpió?—
—Mi necesidad de verte, mi querido Camus...— Milo tomo la mano de Camus y besando su palma, causando que el galo se sonrojara, pero de vergüenza.
—Ya me viste, puedes irte Milo.— Dijo fríamente, mirando a otro lado. Pero el heleno simplemente salto de alegría.
—Lo dijiste! Ves que no es tan difícil decir mi nombre!— Comentó emocionado, Camus simplemente puso su mano en la frente y negó con la cabeza. Era por eso que no hablaba mucho, pues no sabía cómo escoger las palabras adecuadas para comunicarse con sus compañeros, pues simplemente los llamaba por su constelación guardiana.
—Escorpió... Te pido porfavor controlarte...—
—Oh vamos Camus, déjame disfrutar de este momento. Es una señal de que vamos avanzando en nuestra relación! Recuerdas que cuando eras niño no podías pronunciar mi nombre, siempre pensé que era por eso que nunca decías mi nombre.— La risa de Milo no se hizo esperar, causando cierta pena en Camus. Ya que era cierto, incluso recordó que Milo siempre se sentaba frente a el y como si fuera un bebé aprendiendo a hablar le decía:
—Milo... M-i-l-o, vamos repite Camus... Milo! No es difícil.—
—Escorpió...—Dijo el pequeño galo con seriedad. Causando que Milo hiciera un puchero.
—Denuevo... Milo.— Está vez el pequeño escorpió, trato de decir su nombre de una manera lenta, pero obtuvo la misma respuesta.
—Escorpió.—
—Me rindo! Como es posible que el patriarca diga que eres el más inteligente de los caballeros dorados!—
Sin duda era un recuerdo tierno que Camus lo guardaba en su interior y era agradable que Milo conservará ese mismo recuerdo.
—Bueno solo viniste a recordarme penosos momentos o hay algo que se te ofrezca?—
—Ya te lo dije, tu compañía me reconforta... Quiero estar a tu lado un poco más tiempo contigo.— Menciono volviéndose a sentar, extendiendo su brazo hacia el hombro de Camus y hechando su cabeza atrás. Era ahora o nunca, pero debía ser sutil.— No te parece maravilloso, el origen de tu constelación? De cómo Zeus se enamoró perdidamente de Ganimedes...
—Una trágica historia en mi opinión, Zeus secuestro a un príncipe solo por capricho y lo separa de sus seres queridos...y para que? Para someterlo a sus placeres mundanos...— Aunque Camus servía a una diosa griega, no compartía el gusto por ciertas historias y sus menos favoritas eran aquellas que tenían un amor homosexual.
—Bueno, pero al final era un loco enamorado, acaso tú no harías lo que sea por estar a lado de la persona que más amas?— Milo estaba algo soprendido, aunque también se esperaba aquella respuesta.
—Yo no haría sufrir a la persona que amo, llevándola a quien sabe dónde contra su voluntad...—
—Entonces si el amor de tu vida fuera un hombre... Lo aceptarías para no verlo sufrir?— pregunto con ciertas esperanzas de que Camus lo aceptará, aunque sea por ese mismo principio que el mismo declaraba, el de no hacer sufrir a la persona que amaba.
—En ese caso prefiero estar solo, Milo tu eres griego y creo que ustedes son más liberales con respecto a una relación ya sea incestuosa o con personas de su mismo género... Pero en mi opinión, es algo repulsivo...— Lo último lo dijo con desagrado, a lo que Milo se sintió algo mal.
Acaso sus sentimientos eran repulsivos? El solo quería amar a Camus incondicionalmente, pero por lo visto las preferencias de su amigo eran otras. Pero aún así se armó de valor para confesarle a Camus sus sentimientos.
—No es repulsivo! Camus, no importa a quien ames, siempre y cuando sea sincero es algo maravilloso... Yo por ejemplo! Yo te amo, día y noche solo pienso en que seas mío y eso para nada es repulsivo como dices, te amo con todo mi corazón y solo deseo que tus días sean los más felices a mi lado... No consideras eso repulsivo verdad?— Las manos de Milo temblaban, su corazón latía sin parar y el nerviosismo se apoderó de el cuando terminó de hablar.
Un silencio infernal para Milo se hizo presente, espero que Camus le diera su respuesta, pero lo que escucho partió su corazón.
—Me das asco Milo....— Dijo con desagrado el caballero de Acuario, retirándose a su habitación.
Dejando a Milo con algunas lágrimas en el rostro... Lo había arriesgado todo, imaginando tener una oportunidad, pero eso no ocurrió.
Continuara...
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