Tutsi
¿Tardé? Si. ¿Tarde? Tal vez.
¿Seguiré? Hasta el final. Gracias por estar. Más información al final.
Y esto es el capítulo llamado:
TUTSI
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"Escóndete detrás de la cortina. Escóndete y no vuelvas a salir.
Afuera esta la bestia, acechando por ti.
Esconde tus gemidos y sonrisas. Esconde tu débil florecer.
Revisa cada hora tu cornisa.
No vaya ser que él quiera aparecer."
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Pasmada se encontraba la joven en el centro de aquella habitación que, de tan pequeña, más bien parecía un armario muy grande.
Estaba la cama a la izquierda, bien tendida. A la derecha una banco con una endeble mesa donde habían apilados algunos libros y algunos pequeños artefactos. El techo azul oscuro, se hacía lejano.
Las paredes eran de un amarillo viejo que tiraba a verde podrido con aquel foco colgante en medio de todo; que con sus 60 watts, trataba de espantar la oscuridad.
A la derecha y en lo alto, una ventana de bordes de madera oscura y roída. Y la humedad en la garganta.
Lázuli miraba todo como lo hace un gato con temor. Taimada. Como si algo en algún lugar de las esquinas fuese a saltar sobre ella en cualquier momento.
Todo le era extraño, todo irreal.
Pero a la vez fantástico.
Dio un par de pasos hacía la mesita, la miró con la rapidez de quien busca algo de valor.
Descubrió libros; objetos sin importancia para ella. Aun así extendió con curiosidad su mano para tocar la gruesa pasta ocre del que estaba encima, el que traía una especie de serpiente enrollada en un bastón de portada. Lo abrió con lentitud solo un poco. Solo letras. Lo cerró.
Levantó la vista y encima de una pequeña repisa no muy lejos de la mesa descubrió algo extraño que le robó la atención por, simplemente, no encontrarle utilidad alguna.
Una pequeña esfera color arena con manchas azul oscuro y toda rayada, como con cuadros. La tomó con ambas manos con cautela y lo bajó con lentitud.
-¿Por qué meterían una pelota aquí?- Pensó mientras con la otra mano tomaba la base de aquel viejo globo terráqueo, para realizar lo que todo niño hace con esos artefactos. Hacerlo girar.
Una y otra vez, cada vez más rápido. Y se reía.
Luego lo detuvo, descubrió que cada parte color arena estaba dividido y que tenía letras de diversos tamaños, y líneas. Una cruz grande de un lado. Era un objeto mágico, místico.
-Lástima que no cabe en mi sudadera.- Pensó.
Fue entonces que Steven entró con una charola a la habitación.
Lázuli pegó un respingo asustada como un gato al ser espantado.
-¡Aaah!- Exclamó mientras el globo terráqueo quedaba suelto y daba a estrellarse al suelo donde la esfera salió rodando inclemente por aquel oscuro suelo.
-¡Yo!... ¡Yo no quise...!- Tartamudeo una muy inusual joven ante los ojos sorprendidos de su interlocutor.
-No pasa nada.- Dijo él calmándola mientras se dirigía a colocar la charola al lado de la cama. Allí llevaba un gran frasco de Isodine, gasas, un rollo de cinta y una bolsa de algodón.
-Pero...tú esa cosa, se rompió.- Dijo ella recuperando el aplomo que perdió ante la situación que la envolvía.
-Siempre pasa.- Respondió Steven quitándole peso al asunto. Se dirigió a la esfera, la recogió, luego la base de metal. Colocó la base en la mesita y metió con algo de esfuerzo la esfera en su lugar. Hizo girar el globo.
-Listo, ya quedó.- Y procedió a colocarla de vuelta en el estante.
Lázuli lo miraba a él y luego al globo terráqueo. Por fin aventuró.
-¿Qué es...esa cosa?-
Steven no se sorprendió de que ella no lo supiera. Sonrió levemente.
-Es el mundo. O una representación de él.- Le dijo. –Voy por unas cosas más y regreso ¿va? Ya no tardo.- Salió con premura de la habitación dejando la puerta entrecerrada.
-El mundo.- Pensó Lazuli apenas prestando atención al chico que salía. Hizo una mueca de fastidio.
-Eso no es el mundo. No en el que yo vivo.-
Decidió dejar de prestarle atención a aquel objeto y seguir revisando. Aún podría haber algo bueno allí.
Movió unas hojas, descubrió unos colores y un borrador mordido. Hizo a un lado un par de libros, hasta que, el tercero la detuvo.
Descubrió en portada una niña con una capa roja.
-Trae un gorro también.- Pensó.
Abrió el pequeño libro con rapidez y vio amplios dibujos; eso le agradaba.
La niña de la portada parecía caminar por un sendero. Llevaba esa capa y gorro rojo, una blusa blanca muy adornada con pecho negro, falda roja y medias a la rodilla que terminaban en unos simpáticos zapatitos negros.
Lázuli inconscientemente acarició aquella imagen con sus dedos.
Chapada, rubia, gordita.
Y su risa se le fue borrando cuando levantó la vista para verse en el espejo al lado de la puerta. Donde se descubrió, flaca, sucia y demacrada.
Volteó nuevamente a ver el dibujo, cambió de página.
Miró un par de hojas más ya sin mucho ánimo hasta que de pronto sintió un escalofrío. En una imagen, la niña era atacada por un enorme y violento lobo con dientes puntiagudos, la tomaba con fuerza de la muñeca mientras amenazaba con hacerle daño. Con lastimarla, con desangrarla.
A Lázuli se le agitó el corazón y cerró el libro.
-Por eso odio estas porquerías.- Se dijo. Pero era mentira, Lazuli no los odiaba, los desconocía totalmente.
La habitación ya no le estaba gustando. Este no era su mundo. Su mundo era el basurero, y vigilar en que momento sacar provecho de algo. Era estar pendiente de uno. De comer cuando hubiera porque mañana quizá no haya nada. De sobrevivir.
-Todo esto es mentira.- Y quiso irse de una buena vez.
Entonces desde el suelo algo tocó su pie mientras andaba. Lo miró.
Era un carrito de juguete no muy grande, como del tamaño de su pie. Se agachó con lentitud para tomarlo.
Era una camionetita tipo van color negro, tenía rayas de colores a los lados.
Lázuli le miró la parte de abajo, observo los pequeños asientos de adentro, le giró una de las ruedas con un dedo.
Volvió a sonreír.
Entonces, lo puso en el suelo y lo movió de adelante hacía atrás. Rodaba perfecto.
Entonces, entonando una sonrisa, simplemente lo lanzó derecho con fuerza y la van salió a exceso de velocidad para irse a impactar contra una de las patas de la cama.
La sonrisa de Lázuli creció. Hasta mostrar sus dientes.
-Corre genial.-
Sobra decir que ella había jugado en alguna ocasión con carritos parecidos, pero siempre estaban ausentes de las llantas o traseras o delanteras, o bien no se quedaban en su lugar haciendo imposible que siquiera caminaran.
Eran aquellos juguetes que la gente de la ciudad mandaba a la basura.
Se sorprendió recordando que muchísimo tiempo atrás había reconstruido uno con varias partes encontradas haciendo un carrito más o menos funcional. Aunque se iba de lado porque las llantas eran todas disparejas.
Se levantó con rapidez para llegar a donde estaba el carrito, se agachó y volvió a ponerlo en posición de lanzamiento. Lo hizo hacia adelante una y otra vez, e inconscientemente, de su garganta salió una leve imitación de lo que debía ser, un motor vehicular.
Entonces el pequeño vehículo de plástico volvió a cruzar la habitación a toda velocidad para perderse debajo de la mesita de madera mientras Lázuli emocionada gritaba:
- JA, JA, JA, ¡SI! ¡Ganó la carrera!-
Para esto Steven estaba parado en la puerta con una pequeña cubeta con agua y un par de trozos de tela.
Ambos se quedaron viendo y el silencio de la habitación se acrecentó.
Steven estaba anonadado. No por el hecho de ver a su bulling jugar con un carrito de una manera tan infantil, sino porque había descubierto que la risa de Lázuli era cantarina y hasta fresca. Un tanto nasuda quizá. Era como un pajarillo que estando enjaulado siempre es soltado por primera vez. Que enloquece en libertad.
O eso fue lo que sintió. Era la primera vez que la escuchaba reír así.
Lázuli sintió que la cara le ardía. Bajó la mirada y tomó los lados de su capucha jalándolos. Se levantó para caminar hacía el escritorio dándole la espalda al chico.
Había quedado como una estúpida. Tuvo ganas de golpearlo, pero se sentía alienada. Habitante de un mundo que no le pertenecería nunca. Tenía que irse de allí.
Steven caminó y dejó la cubeta al lado de la cama junto con los pedazos de tela. Suspiró un poco.
-¿Sabes? Ese carrito lo pinte yo.- Dijo queriendo partir el mal ambiente creado.
-Y eso que- Respondió ella secamente.
- Que ese era el color de una van que tenía mi padre. La van en la que se accidentó.-
Lázuli lo volteó a ver. De inmediato se agachó y buscó de bajo la mesa el juguete. Trasteó un poco de aquí para allá hasta que lo encontró. Se puso de pie y lo dejó en la mesa.
-Lo siento, no sabía que fuera importante.-
-No es para tanto.- Dijo mirando a un lado con melancolía para luego mirarla a ella y sonreír levemente.
-Si te gusta, te lo regalo.-
Lázuli frunció el ceño. -Lo haré más fácil para ti, niño. Si me gusta me lo llevo. Y va para todo lo de este cuarto.- Dijo ella tratando de recuperarse de la regresión que había tenido hacía unos minutos.
Steven volvió a sentir el punzón de que todo esto era un error. Pero ya era demasiado tarde para salir corriendo.
-Ooook.- Suspiró para agregar.- Ya tengo todo lo que necesito para curarte.-
-Bien, que hago entonces.-
-Acuéstate en la cama boca abajo.- Dijo él como si nada.
Ella se pasmó un segundo y luego le clavó una mirada fiera y sombría. Steven se estremeció.
-Niño- Dijo.- Si haces algo estúpido, ¿Entiendes que puedo matarte aquí mismo?-
Steven sintió la piel fría.
-Sabes que puedo hacerlo.- Continuó.- Luego solo me escondo unos días en el basurero y nadie sabrá que fui yo.-
-Lá-láz...eer...Pillo...ss-si no quieres hacer esto...yo...- Steven temblaba. Lázuli bajó más la mirada para luego sonreír muy levemente agitando la cabeza de un lado a otro.
-Te van a matar en la secundaria, chico.- Dijo para luego hacer a acostarse boca abajo en el suelo.
-E-en la cama es más fácil.- Dijo él.
Ella lo miró.
-¿Seguro?-
-Si- Respondió con premura el chico; sin embargo, al ver dirigirse a Lázuli hacia su cama corrió a un rincón donde sacó un cobertor color oscuro con varias líneas de indefinible color que la hacían lucir parda.
-Déjame pongo esto.- Mencionó para cubrir toda la cama con dicha colcha.-
Ante esta acción Lázuli, ya enfrente de la cama le dijo:
-¿Seguro que aquí? Mira, a mí no me importa en el suelo, no quiero apestar tu cama.-
Y Steven sintió una vergüenza que le calo hasta los huesos.
-No importa, de veras. Aquí es mejor y es más cómodo para mí.- Dijo con las mejillas encendidas de haber sido descubierto.
Ella se encogió de hombros. Puso una rodilla en la cama y de un tirón quedo acostada boca abajo. Descubrió justo en su cara la almohada del chico bajo el cobertor.
Lázuli cerró los ojos por un par de segundos. Era tan cómodo. Tan exacto. Soñó que se llevaba la cama en el bolsillo de su sudadera.
Era tan agradable, tan...diferente a su colchoneta sucia y agria.
Y olía a jabón.
-Lázuli, ¿Te estás durmiendo?- Dijo él y ella abrió los ojos con la pesadez del recién despertado.
Lo volteó a ver.
-Es que es cómodo.- Dijo sincerada.
Él no supo que decir, era la misma cama de toda su vida. Decidió seguir con el proceso.
-Necesito que, pues... que, que...-
-Que me levante la sudadera, es obvio, ni modo que me cures así.- Dijo ella con fastidio. Y algo raro en ella decidió intervenir en la debilidad de su anfitrión.- Steven, deja de tener miedo.- Dijo Lázuli con voz firme. –Hace rato cuando te amenacé tu debiste decirme "Pues si no quieres que te cure ¡lárgate!" o algo así. ¡Ten huevos! por Dios.-
Steven apretó los labios y bajó la cabeza. Algo le había dolido, le había dolido mucho y la castaña lo notó.
Ella sintió algo parecido a la culpa y ante su total falta de guía de que hacer, simplemente subió la sudadera todo lo que pudo hasta dejarla casi a la altura de su nuca sin sacarla de los brazos.
-¿Así está bien?- Le preguntó.
Él respiro profundo y ella notó que tenía los ojos mojados.
-Rayos- Pensó Lázuli..
Sin embargo, su se semblante y todo cambio de rumbo cuando Steven miró por primera vez la espalda desnuda de su amiga, y todo lo que pudiera haber sentido antes se desvaneció como la sombra succionada por el sol.
La espalda de Lázuli, aquella endeble espalda delgada, estaba marcada por una infinidad de líneas amoratadas y mal cicatrizadas tan terribles que casi formaba rombos.
Se notaba un ritmo de ellas que empezaba en su espalda alta y llegaba hasta su espalda baja. Para luego volver a subir. Algunas de ellas se encontraban formando cruces cuyos centros brotaban puntudos. Piel reventada con cicatrices endebles.
Steven sintió que se ahogaba.
La parte donde estaba peor era en los costados de su zona lumbar. Había dos grande líneas rosadas que no habían cicatrizado. Rodeadas de un halo morado, brillaban secretando las defensas del cuerpo, imposibles de curar por si solas, una piel tan sucia.
-Esas son las que supuran.- Pensó el chico.-Deben ser molestísimas.-
Steven llegó a notar incluso en algunos de los golpes, los círculos en secuencia donde se abrocha el cinturón.
-¿Cómo...puedes soportar este...dolor?- Le preguntó sin pensar mientras se hincaba al lado de la cama para proceder a curar.
-Cuando no tienes de otra, no te queda más que aprender a vivir con esto.- Le dijo ya con la vista clavada a la pared. Steven solo veía la capucha.
-Bien, voy a limpiar las heridas, alrededor de ellas y un poco más para evitar que se ensucien de nuevo ¿va?-
-Bien.- Dijo ella.
Steven mojó uno de los dos pedazos de tela con el agua de la cubeta, lo exprimió levemente para, con cuidado, colocar la pieza en la zona del hombro izquierdo. Donde se encontraba uno de aquellos pincelazos de dolor.
Lázuli lo sintió fresco y raro. Pegó un respingo inicial y quiso levantarse al sentir esa sensación extraña.
Steven recorrió con cuidado limpiando de suciedad la orilla de aquellas líneas.
Mojó el trapo en el agua una vez más, y noto que soltaba mugre.
Steven no pudo dejar de pensar que a aquella niña no le gustaba bañarse. Sacudió la cabeza, volvió a exprimir la suave tela, y continuó con cuidado.
Recorrió cada orilla de las líneas, quitando toda la mugre que pudiera de aquella espalda lastimada. El agua de la cubeta paulatinamente se había tornado turbia, pero Steven no dejaría suciedad alguna.
Lázuli por su parte de vez en cuando se espasmaba, el contacto y la secuencia de la tela le provocaba una mezcla de ardor y calma. Le parecía casi una caricia, una caricia dolorosa.
Y su espalda fresca, muy fresca.
Entonces Steven le tocó limpiar la orilla de aquellas dos heridas en la zona lumbar, las que segregaban, las que no cicatrizaban. Las de color rosado enfermo.
Sacó el otro pedazo de tela, lo había traído especialmente para heridas abiertas. Lo humedeció y comenzó a limpiar alrededor de esas llagas.
-Eso es lo que son.- Se dijo a Steven.- Llagas.-
-Aay...-Exclamó por primera vez Lázuli.- Con cuidado allí.- Dijo hundiendo un poco su rostro en la colcha.
-Es la parte más lastimada. Esta será la más dolorosa cuando te cure.-
-Ya ni me digas.-
-Yo...supongo que esta parte es donde más caen los golpes.-
-No quiero hablar de eso ¿Bien?-
-Yo...lo siento.- Y Steven siguió su labor recorriendo y remojando la tela, removiendo a su vez una cantidad de mugre que seguía siendo impresionante.
-Cómo van a sanar así- Pensaba.
Steven siguió un poco más, quería aprovechar para, por lo menos dejar toda su espalda limpia. Así que recorrió con la tela limpiando las partes laterales, y un poco de los hombros donde ya no había heridas abiertas, solo moretones.
-Su espalda limpia al fin.- Se dijo mirando una cubeta con agua francamente turbia.
Entonces fue que notó que la piel limpia de Lázuli no era tan morena, pero conservaba esa esencia color aceituna. Vio su espalda estrecha, fina...linda. La espalda de una niña. La espalda de una niña en su cama.
Y que no llevaba corpiño. Su respiración se agitó y sintió algo como pena.
-¿Ya se te paró o todavía?- Dijo Lázuli rompiendo el pensamiento del chico. Él notó que le estaba viendo.
-¡Yo..!- Dijo él atacado de nervios y ella sonrió por verlo tan vulnerable.
-Es-es que...noté que no traes...no llevas...-
-El corpiño.-Finalizó ella.- Esa cosa ni me sirve. Además está roto.- Volvió la cara hacia la pared de nuevo.
-Y ¿Ya acabaste?-
-De... hecho no, falta la parte importante, esto fue solo para tratar de que no se infecten de nuevo.-
-Pues apúrate.-
-Bien, bueno, err...Pillo, esta parte es la que cura y, bueno, arde.-
-Sí, ya me habías dicho.- Dijo algo fastidiada.
-Tus heridas están terriblemente infectadas y bueno, creo que te ardera mucho.- El chico tomó aire.- Por favor no me vayas a golpear, esto es para que sanes.-
Ella lo volteó a ver ya intrigada. -¿Dolerá tanto?-
-Es para que sanes.- Respondió Steven tratando de mermar las cosas. -Destapa la almohada y si quieres gritar, te sugiero que la muerdas.- Finalizó el chico.
A Lázuli ya no le estaba gustando tanta advertencia. Pero tenía que admitir que solo la lavada de las heridas le había mermado el escozor.
-Dices que en dos días se curan ¿verdad?-
-Y si.-
-Pues hazlo.- Finalizó volviendo a mirar a la pared.
Steven tomó la bolsa de algodones, tomó varias pelotillas de ellas y las colocó a un lado de la cama. Destapó y agitó el Isodine. Remojó una de aquellas bolas de algodón, con el oscuro y aceitoso líquido.
Un aroma a antiséptico invadió la zona.
-Aquí voy.- Advirtió con el algodón en la mano.
-Bien.-Dijo ella sin saber que esperar.
-Voy a comenzar con las más grandes porque son las más infectadas ¿bien?-
-Solo hazlo ¡Carajo!- Dijo ella escondiendo un poco su rostro en la colcha.
Steven en su nerviosismo volvió a mojar el algodón para asegurarse que había que dado bien húmedo y, fue acercando el objeto a aquella línea de interior rosado que brillaba amenazante.
Él acabaría con esa suciedad; y con ese pensamiento colocó con firmeza el algodón en la herida abierta logrando el ansiado contacto del antiséptico con la infección.
Lazuli arqueó la espalda como herida de bala para luego hundir la cara en la colcha, se sacudió de lado a lado.
-¡Ayayayaya! ¡Espera! ¡Espera!- Exclamó.
-Muerde la almohada- Reitero él mientras continuaba esparciendo el líquido en la herida para mojarla rápidamente.
-¡AY! ¡Arde! ¡ME ARDE!-
-¡Es porque te está curando!- Steven se apresuró a esparcir el líquido en aquella primera herida y cuando vio que era suficiente, tomó un algodón nuevo lo mojó con el antiséptico y fue barriendo la herida recogiendo secreción y una sustancia blanquecina que comenzaba a aparecer.
Ante esa acción, Lázuli destapó la almohada y le clavó todos los dientes mientras soltaba un poderoso grito apagado.
Steven termino de limpiar la primera herida cuando con un algodón nuevo fue por la segunda.
-Ay no...me arde, ya déjalo.-
-Aún falta...-
-¡QUE YA LO DEJES!- Gritó ella levantándose un poco de la cama y dando un manotazo que tiró el Isodine.
Steven quedó pasmado, pero recogió la botella antes de que se derramara toda.
Lázuli respiraba por la boca con la vista húmeda.
-Si...si no me dejas terminar no servirá de nada. Tardarás en sanar semanas.-
Ella parecía querer llorar. Casi como niño pequeño, como aquella vez en el desagüe.
-Es que...me duele...- Le dijo lastimosamente.
-Lo sé. Déjame terminar y en dos días podrás dormir boca arriba.- Dijo el tratando de suavizar la situación.
Lázuli hipó un poco. Y respirando con cierto coraje se acostó de nuevo esta vez sobre la almohada sin colcha.
Cuando se recostó pudo sentir que la almohada despedía un aroma rico. A shampoo. Rico simplemente.
-Te voy a apestar tu almohada.- Le dijo.
-No me importa.- Respondió el.- ¿Lista?-
Y ella tardó en responder.
-Sigue.- Dijo por fin.- Y el dolor volvió pero ahora a la zona derecha de su espalda.-
Lázuli mordía la almohada, se retorcía. Steven trataba de ser lo más rápido posible pero a la vez sabía que tenía que quedar ausente de toda secreción mugrosa.
Limpio ambas heridas hasta que quedaron casi blancas. Gastó en ello 10 bolitas de algodón. Todas con manchas de Isodine y aguasangre en la charolita que había llevado.
-Pasaron las más difíciles. Ya las otras no dolerán tanto.- Dijo tratando de dar ánimo.
-Como no eres tu.- Dijo ella adolorida.
Steven sonrió levemente y pasó un nuevo algodón con antiséptico por las demás líneas de la espalda. Era una realidad para Lázuli que el dolor era muchísimo menor. Casi un ardor leve en comparación con la sensación quemante de las primeras heridas.
Steven termino de recorrer las últimas y más lejanas líneas, aquellas que se acercaban a sus hombros, hasta que, como un pincelista triunfal, recorrer por fin, la última.
Toda la espalda de Lázuli estaba manchada de la tintura del medicamento.
-¡Listo!- Exclamó feliz.
Ella respiraba cansada.
-¡Vaya! Eso...ha sido horrible, niño.- Dijo notando que había dejado húmeda la almohada de tanto morderla. -Qué bueno que ya acabaste. Creo que rompí tu almohada.-
-Aún no hemos acabado.-
-¡¿QUE?! Ni creas que voy a dejar que vuelvas a...!-
-Solo falta cubrirlas.- Y Steven sacó unas gasas cuadradas que venían en unas bolsas extrañas de papel.
La chica las vio con desconfianza.
-¿Me va a doler?-
-Ya no. Esto es el paso final y con esto habremos terminado.-
La chica volvió a recostarse totalmente y Steven procedió a colocar la primera gasa cubriendo en su totalidad la primera gran herida.
-Ay- Exclamó la chica delgada.-Dijiste que no dolería.-
-Solo es el contacto. De allí nada más.-
Ella soltó algo así como un gruñido.
Steven aseguró la gasa con cinta especial y la dejó firme. Luego procedió a hacer lo mismo con la segunda herida.
Lázuli solo sentía al chico trabajar en su espalda acomedido y tuvo que aceptar que una vez puesto el apósito, sus heridas se sentían, a falta de otro nombre, tranquilas. Respiró con la profundidad que trae la paz del que valora la salud.
Steven colocó dos parches más en la parte alta donde considero que debería ser cubierto.
Se secó un incipiente sudor de la frente con el antebrazo y suspiró.
-Ya...he terminado. Puedes bajar tu sudadera.-
-¿No se van a caer esas cosas cuando lo haga?-
-No, están aseguradas con cinta especial para eso.- Respondió el chico.
-Vaya- Respondió Lázuli sorprendida mientras con lentitud y pegando pequeños grititos de dolor, bajó la sudadera hasta cubrirse.
-Y... ¿Cómo te sientes?- Preguntó el chico esperanzado al saber que la espalda de la joven estaba limpia y desinfectada.
-Pues...-Ella sonrió levemente.- Ya no me arde al contacto de mi sudadera y solo eso es genial.- Sonrió un poco más.- Pero, debajo de esos parches que me pusiste se siente raro; una especie de comezón y frescura. Algo raro.-
-A eso Pillo, se le llama curarse. Tu piel está curándose por fin sin bacterias que se lo eviten.-
Ella respiró nuevamente con profundidad sin despegarse de la almohada y sonrió ampliamente.
-Si no me curo en dos días voy a venir y te golpearé.-
A Steven se le fue la sonrisa.
En cambio Lazuli sonrió.
-Ya, no seas dramático. Lo que quiero decirte es...de verdad, yo, que...bueno, que mi espalda no se sentía tan fresca y bien desde hace muchisimo tiempo. - Y cerró los ojos dejándose llevar por el aroma de la almohada y el cansancio del dolor.
Steven sintió un calor extraño en el pecho. Pero no se quedó callado.
-Y sanaría más rápido si te hubieras bañado.-
Lázuli no abrió los ojos ante el comentario. Dormitaba boca abajo ensoñada por la sensación embriagante de la paz en su espalda, una paz que añoraba desde hacía días; y quizá sin saber, desde años.
Sobre aquella almohada de shampoo dejaba descansar sus grandes y espesas pestañas que, coronando sus ojos, se mostraban apacibles.
La cama era suave...su espalda no ardía. Se sentía segura.
Entonces, sonrió antes de contestar más sinceramente de lo que hubiera querido.
-¿Crees que no me gusta bañarme?- Dijo sin abrir los ojos. El ambiente cambió.
-Bueno, este...es que no quisiste hacerlo. Por mí no había problema, te prestaba una toalla y ropa y...-
-Y oler a jabón.- Dijo melancólicamente. Se recostó aún más en la cama relajándose totalmente.
Jabón...
-¿Sabes? Hay veces que buscando en la basura encuentro pedazos de jabones. Una vez siendo niña encontré uno que olía tan delicioso que lo mordí. –Lázuli sonrió.
-Olía tan rico, tan maravilloso que... que yo imaginé, que así deben oler las princesas; esas que caminan por las calles entre árboles con vestidos amplios de muchos adornos, con moños, medias blancas y zapatillas lindas.
Princesas que andan con sombrilla y que huelen tan rico que la gente voltea a verlas mientras dicen "¡Mira! Que bien que huele esa niña".-
La voz de Lázuli se hizo quebradiza y Steven se asustó. Miraba su rostro aun con los ojos cerrados mientras comenzó a notar que se formaban pequeñas chispas de agua entre sus negras pestañas.
-Así deben oler los jardines de puras flores, de casa grandes con mesas llenas de cosas. Aromas dulces y ricos de niñas lindas con guantes y la gente dice "que linda es esa niña, que bien huele" y le invitan a comer.-
Y de ambos ojos corrieron lágrimas, una tocó el colchón, otra quedo atrapada en su perfilada nariz un momento, hasta alimentarse tanto que rompió venciendo y cayendo igual, a la cama.
El cuarto parecía tener eco mientras Lázuli hablaba casi en susurro.
-¿Crees que no me gustaría oler así? Y...y que digan....que...linda niña...que limpia...¡Que rico huele!-
Steven se llevó una mano a la boca; sentía un nudo en la garganta.
-Yo quiero oler como ese jabón, o como huele esa paleta que a veces robo de las tiendas, esa que se llama Tutsi, huelen tan rico...tan rico...- Esa última parte fue poco más que un susurro, como un lamento. Como un alma en pena.
-Quisiera oler a Tutsi y que la gente me dijera lo bien que se siente estar a mi lado.-
Y las lágrimas fueron tantas que cayeron sin parar. Pero ella no abrió los ojos.
Steven lloraba, respiraba dificultosamente. Se limpió las lágrimas, preguntó.
-Entonces...entonces ¿por qué no te bañas Lázuli?-
....
....
...
Ella abrió los ojos por fin viendo a la nada con la mirada fría que siempre le conoció. Mirando a ningún lado, quizá a los ojos de un monstruo llamado vida.
-Para que no me violen.-
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Seque es tarde y que tardé demasiado. Pero mis cercanos saben que ahora tengo un trabajo demandante. Sin embargo no abandonaré.
Este capitulo daba vueltas en mi cabeza y por fin lo pude plasmar. LO que sigue ya es cuesta abajo hasta el final.
Saludos a los que leen y bendiciones ateas para el que comenta. Eso hace feliz.
Gendou-El mALdiTo- Uribe
P.D. Por fin mi copa de whisky (prometí no tomarla hasta que estuviera publicado)
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