Capítulo 14
Sin la presencia de Jungkook en la escuela, el dolor de Taehyung se volvía insoportable, como una losa en su pecho. Las noches eran un tormento. Las lágrimas brotaban en la oscuridad, tragándolo la angustia mientras sus sollozos resonaban en soledad.
Cualquier intento de concentración era interrumpido por el dolor, como si estuviera atrapado en un laberinto. Levantarse de la cama se convertía en una batalla, y en sus momentos más oscuros, se preguntaba si alguna vez escaparía de esa espiral de sufrimiento.
Mientras tanto, Jungkook, ajeno a la tormenta emocional de Taehyung, enfrentaba sus propios demonios. Su dolor, no solo emocional, se manifestaba como una fiebre intensa que lo dejaba exhausto. Una noche, su madre lo encontró inconsciente en su habitación, atrapado en su tormento. La preocupación se apoderó de ella, y junto con el padre de Jungkook, lo llevaron al hospital en un frenético apuro. Cada segundo contaba; la angustia se reflejaba en sus rostros, mientras el miedo de perder a su hijo se convertía en un grito silencioso que resonaba en sus corazones.
La doctora, al examinarlo, frunció el ceño y, con voz grave, reveló la devastadora verdad: el lobo alfa de Jungkook, al haber sido rechazado por su omega, había decidido "morir". Aquella declaración cayó como un rayo, desatando un torrente de terror en su madre.
—Jungkook, debemos hacer algo. Estás en peligro, ¡necesitamos llamarlo! —insistió su madre, su voz temblando de ansiedad y desesperación.
—No, mamá. No podemos molestar a Taehyung. Él necesita espacio —susurró Jungkook, débil, luchando contra el dolor que lo desgarraba, mientras su corazón se sentía cada vez más frágil.
—¿Pero qué más podemos hacer? Tu vida está en riesgo. ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! —exclamó ella, su preocupación brotando como un torrente desbordante, incapaz de contener la angustia que le consumía.
—Lo sé, pero no podemos forzarlo. Confío en que encontrará su camino de regreso. Por favor, confía en mí —respondió Jungkook, con un hilo de voz, aferrándose a la esperanza de que el amor que compartían, aunque herido, aún pudiera guiarlos de vuelta a la conexión que una vez los unió.
La preocupación llenaba la casa de los Jeon. Jungkook, convertido en una sombra de sí mismo, había perdido toda fuerza y apetito. Sus padres, desolados, se turnaban para cuidarlo, cada gesto un intento desesperado por mantenerlo aferrado a la vida.
Jungkook intentaba aferrarse a su autonomía y decidió darse una ducha solo, esperando que el agua caliente lo revitalizara. Sin embargo, la fatiga lo dominaba; al acercarse a la bañera, sus piernas tambalearon peligrosamente. Un mareo repentino lo golpeó, haciéndolo perder el equilibrio y caer al suelo con un golpe sordo. Su cuerpo temblaba de debilidad y agotamiento, y la caída lo dejó aturdido, abrumándolo con la dura realidad de su estado.
En ese instante, la puerta del baño se abrió con un chirrido y su padre apareció, su rostro reflejando preocupación y miedo. —¡Jungkook! —exclamó, apresurándose a su lado—. ¿Estás bien? Sin dudarlo, lo levantó con manos firmes pero suaves. El corazón de Jungkook latía desbocado, entrelazando temor y vergüenza por su fragilidad. —No quiero ser una carga —murmuró, sintiéndose expuesto y vulnerable. Pero el calor reconfortante de la mano de su padre en su hombro le recordó que, a pesar de la oscuridad que lo rodeaba, no estaba solo en su lucha.
Momentos después, en su habitación, Jungkook enfrentaba una tarea que, aunque simple, se sentía abrumadora: vestirse por sí mismo. Cada movimiento era una batalla contra la fatiga que lo envolvía, y cada prenda se convertía en un recordatorio de su voluntad debilitada.
Con manos temblorosas, se esforzaba por deslizar una camiseta sobre sus hombros. El tejido parecía pesar toneladas, cada fibra resonando con su fragilidad. En ese instante, su madre entró en el cuarto, el corazón apretado por la preocupación al observar a su hijo luchar.
—Jungkook —susurró, su voz llena de amor y ansiedad—. No puedo verte así. Voy a llamar a Taehyung. Él necesita saber.
Jungkook, con los ojos llenos de determinación, negó con la cabeza.
—No, mamá —murmuró, su voz apenas un susurro en la habitación—. Por favor, dame una semana más. Prometo que estaré mejor.
—Está bien —aceptó ella, acariciando suavemente su mejilla—. Te daré una semana más, pero prométeme que, si las cosas no mejoran, me dejarás llamar a Taehyung.
Jungkook asintió débilmente, sintiendo el peso de la promesa sobre sus hombros.
Esa noche, Taehyung se perdió en un sueño atormentado, rodeado de sombras y susurros de dudas que lo hacían sentir atrapado. En medio de la oscuridad, apareció una tenue luz: era Jungkook, pálido y frágil, con el dolor reflejado en cada línea de su rostro.
Taehyung intentó acercarse, pero cuanto más corría, más lejana parecía la figura de Jungkook. Los ojos de él, vacíos y hundidos, reflejaban una tristeza tan profunda que parecía absorber toda la luz a su alrededor.
—¡Jungkook, espera! —gritó Taehyung, extendiendo los brazos desesperado por alcanzarlo. Justo cuando estaba a punto de tocarlo, el suelo bajo Jungkook comenzó a desmoronarse, y él cayó en un vacío oscuro, sus manos extendidas buscando a alguien que lo sujetara.
—No... ¡No! —gritó Taehyung, arrojándose tras él, pero la distancia entre ellos solo crecía, como si una fuerza invisible lo apartara. En su caída, vio cómo Jungkook desaparecía en la oscuridad, tragado por las sombras, su figura desvaneciéndose lentamente hasta quedar solo la nada.
Despertó con un grito ahogado, el corazón martillando y las lágrimas brotando de sus ojos; el sueño aún lo acosaba, cada detalle grabado en su mente como una advertencia aterradora. Tras una noche tormentosa, Taehyung decidió que al amanecer iría a ver a Jungkook.
La familia del alfa lo recibió en silencio cuando llegó a la casa. La madre de Jungkook, con los ojos hinchados por el cansancio y la preocupación, fue la primera en acercarse, tomándolo suavemente del brazo.
—Taehyung... —susurró, su voz rota y apenas sostenida por una frágil esperanza—. No sabemos qué hacer, él... ha estado tan distante, tan apagado.
Taehyung asintió, tratando de mantener la compostura, aunque su corazón latía dolorosamente al ver la tristeza reflejada en los rostros de los padres de Jungkook.
—¿Cómo... cómo ha estado realmente? —preguntó, sin poder evitar que la voz se le quebrara. Suponía que la situación era grave, pero escuchar el dolor en las palabras de la madre de Jungkook hacía que la realidad golpeara aún más fuerte.
—Apenas come, apenas duerme... —dijo el padre de Jungkook, pasando una mano por su rostro, como si intentara ocultar su propia vulnerabilidad—. No hemos logrado hablar con él. Se encierra en su habitación y... simplemente está ahí, como si ya no hubiera vida en él.
La madre de Jungkook apretó con más fuerza el brazo de Taehyung, buscando en él una última esperanza.
—Tal vez tú... —murmuró con la voz quebrada—. Tal vez tú puedas ayudarlo.
Taehyung asintió en silencio, sintiendo cómo el peso de esas palabras lo aplastaba. Cada paso hacia la habitación de Jungkook parecía alargar el dolor que lo rodeaba. Frente a la puerta, tomó una respiración temblorosa y, con la voz apenas contenida, murmuró:
—Jungkook... soy yo, Taehyung.
Al abrir la puerta, el corazón de Taehyung se contrajo al ver lo demacrado que estaba Jungkook. La imagen de su alfa, con los ojos hundidos y la piel pálida, lo invadió de un profundo desasosiego y tristeza, como si cada línea de su rostro reflejara un dolor que no se atrevía a mostrar.
—¿Tae? —preguntó Jungkook, su voz un susurro desgastado, como si le costara encontrar las palabras—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando.
Taehyung sintió que las palabras de Jungkook eran como una punzada en su corazón. Aquella preocupación por el bienestar de su pareja eclipsaba cualquier indicio de su propio agotamiento. Se acercó lentamente, sintiendo que cada paso era un acto de valentía ante la vulnerabilidad que emanaba Jungkook.
—No puedo descansar sabiendo que tú... —empezó, pero su voz se quebró. Las lágrimas amenazaban con salir mientras se esforzaba por mantener la calma—. Jungkook, te he extrañado tanto.
Jungkook desvió la mirada, como si la tristeza que lo envolvía fuera demasiado pesada para soportar.
—No hay nada que puedas hacer —respondió, su voz casi inaudible—. Estoy bien, solo necesito estar solo.
La negación lo hirió aún más. Taehyung se acercó, sintiendo la urgencia de romper esa barrera entre ellos.
—No estás bien —insistió, tratando de mantener la firmeza en su voz—. Esto no es lo que eres. Te veo sufrir y eso me duele. Estoy aquí para ti, para ayudarte.
Jungkook cerró los ojos, como si quisiera borrar la realidad, y Taehyung sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía.
—Tae, por favor... —murmuró Jungkook, su voz temblando—. No te hagas daño por mi culpa.
—No me importa lo que cueste; no quiero perderte. —La declaración brotó de sus labios como un grito silencioso—. No quiero verte caer en la oscuridad. Cometiste un error, pero juntos podemos superarlo. Quiero entender por qué lo hiciste realmente.
El silencio entre ellos se volvió insoportable, y Taehyung sintió cómo la desesperación se aferraba a su corazón como un abrazo helado. Sabía que debía ser fuerte, pero la imagen de Jungkook quebrado lo atormentaba, llenándolo de un dolor tan profundo que le robaba el aliento.
—Lo siento, Tae. Nunca quise que esto pasara entre nosotros —respondió Jungkook, su voz temblorosa, cargada de un profundo pesar que resonaba en la habitación.
—Estamos juntos en esto, ¿recuerdas? Prometimos apoyarnos mutuamente, pase lo que pase —dijo Taehyung, acercándose más, sintiendo la urgencia de su compromiso mientras su corazón latía desbocado, como si quisiera romperse.
—Taehyungie... mi lobo está... —su voz se quebró, el peso de sus palabras casi insoportable—. Está dejando de luchar. Ha perdido la voluntad de seguir adelante.
Las palabras se deslizaban entre ellos como dagas afiladas, atravesando el corazón de Taehyung y haciéndolo estremecer.
—¿Qué quieres decir? No entiendo... —respondió Taehyung, su voz un hilo de desesperación, aferrándose a la esperanza en medio del tormento.
—Mi lobo... siente tanto dolor por lo que pasó contigo que... que está dejándose morir. Perdí la conexión con él —admitió Jungkook, la tristeza en su voz resonando como un eco de su sufrimiento, haciendo que cada palabra se sintiera como un grito de auxilio en la oscuridad.
Taehyung sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. El horror de la revelación lo golpeó como un rayo, dejándolo paralizado.
—No, no puede ser... No quiero que te pase nada malo por mi culpa. No puedo soportar eso —dijo, mientras las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos, el pánico apoderándose de su corazón.
—No es culpa tuya —replicó Jungkook, su voz temblorosa pero cargada de desesperación—. Soy yo quien permitió que las cosas llegaran a este punto. No debí haber aceptado esa estúpida apuesta. Perdón por haberte dañado.
La angustia de Jungkook reverberaba en la habitación, creando una atmósfera de desolación. Taehyung se acercó, sintiendo cómo su propio corazón se desgarraba al ver a su alfa tan perdido.
—Pero, ¿qué podemos hacer? —preguntó Taehyung, la desesperación impregnando su voz mientras buscaba en su mente cualquier respuesta, cualquier forma de salvar a Jungkook y a su lobo interior de la agonía que los consumía.
—No lo sé... —respondió Jungkook, llevándose las manos a la cabeza, como si pudiera despejar sus pensamientos turbulentos—. He intentado todo lo que está en mis manos, pero nada parece suficiente. Me siento tan impotente... como si cada intento fuera un clavo en un ataúd.
Las palabras de Jungkook resonaron en la mente de Taehyung, y un nudo de angustia se formó en su garganta.
—No puedes rendirte, Jungkook. ¡No puedes! —gritó Taehyung, sus ojos brillando con lágrimas, sintiendo que el miedo lo consumía.
En su desesperación, Taehyung se inclinó hacia Jungkook y lo besó, sintiendo el frío de sus labios partidos contra los suyos. La textura áspera de la piel agrietada de Jungkook era un recordatorio desgarrador de su sufrimiento. Taehyung se esforzó por transmitirle toda su calidez y amor a través de ese contacto, como si su beso pudiera avivar la chispa que aún permanecía en el interior de su alfa.
El silencio se apoderó de la habitación, interrumpido solo por los sollozos ahogados de Taehyung, quien sentía que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. La desesperación se apoderaba de su corazón mientras se aferraba a la esperanza de que, de alguna manera, ese acto podría despertar al lobo que yacía dormido en Jungkook, reviviendo la conexión que los unía y trayendo de vuelta la luz que parecía haberse apagado.
—No puedo perderte, Jungkook. Te necesito. Necesito que estés aquí, con vida... que pelees por nosotros —imploró Taehyung, juntando sus frentes con las de Jungkook, sintiendo la frialdad que emanaba de su piel. El terror de perder a su alfa se apoderaba de él, invadiendo cada rincón de su ser como una tormenta desatada.
En ese instante, la madre de Jungkook irrumpió en la habitación, llevando consigo una calma que contrastaba con la tormenta emocional que había estallado. En sus manos, sostenía una bandeja adornada con una humeante sopa, cuyo aroma reconfortante llenaba el aire, prometiendo cuidado y calor. Taehyung se levantó del costado de la cama para permitir el paso a la madre, limpiándose las lágrimas con sutileza mientras el peso de la situación lo oprimía.
—Aquí tienes un poco de sopa, cariño —dijo ella, inclinándose hacia Jungkook con ternura—. Sé que no tienes apetito, pero es fundamental que comas algo para recuperar fuerzas.
—No tengo hambre, mamá... —murmuró Jungkook, su mirada cansada y vacía fijándose en la humeante comida, sintiendo que el aroma solo realzaba su vacío interior.
Sin embargo, un torrente de emociones lo abrumó cuando su madre, desoyendo su negativa, comenzó a alimentarlo con una cuchara frente a Taehyung. La ternura de su gesto contrastaba con la tormenta que lo invadía.
—Come, Jungkook —insistió su madre, su voz suave pero firme, cada palabra un hilo que intentaba tejer de nuevo el vínculo desgastado por el dolor—. Necesitas fuerzas para sanar. No puedes permitir que esto te derrote.
Jungkook se sintió como un niño vulnerable, impotente ante su propia vida. La humillación lo envolvía, y el hecho de que Taehyung estuviera allí, observándolo con ojos llenos de preocupación, solo intensificaba su incomodidad.
—Tae... —murmuró, sintiendo que sus ojos se humedecían ante la abrumadora realidad de su debilidad—. No quiero que me veas así.
La fragilidad de su voz resonó en la habitación como un eco de su desesperación. Taehyung, deseando mostrar su apoyo incondicional, se acercó, su corazón latiendo con fuerza mientras miraba a la madre de Jungkook.
—Señora Hyesun, ¿puedo continuar alimentando a mi alfa? —preguntó con ternura, su voz llena de dulzura y determinación, como si su solicitud pudiera restaurar un poco de la fortaleza que Jungkook había perdido.
La madre, tocada por la solicitud de Taehyung, asintió con una sonrisa que iluminó su rostro, viendo el amor y la preocupación que emanaban de ambos. Le entregó la cuchara, sintiendo que el aire se llenaba de calidez y esperanza.
—Por supuesto, querido —respondió ella, su voz suave y comprensiva, como un bálsamo en medio de la tormenta emocional que los rodeaba.
Con un suave suspiro, la madre salió de la habitación, dejando a Jungkook y Taehyung a solas una vez más. El silencio se instaló entre ellos, cargado de emociones y miradas que decían más que las palabras. Taehyung tomó un bocado de sopa, su mirada tierna y llena de determinación, buscando la chispa de vida que anhelaba ver en Jungkook.
—Esta sopa huele increíble —dijo Taehyung, sonriendo mientras ofrecía la cuchara a Jungkook—. Me contaron que no te estás alimentando bien, así que espero que le obedezcas a tu omega y te comas todo.
La dulzura en su voz y la luz en sus ojos llenaron la habitación de una calidez reconfortante. Jungkook, con una mezcla de duda y anhelo, miró la cuchara. Sin embargo, al ver la esperanza brillar en los ojos de Taehyung, se sintió impulsado a tomar el bocado.
El primer contacto de la sopa caliente con sus labios fue como un suave abrazo, llenándolo de un calor que iba más allá de la comida. Mientras el sabor reconfortante se deslizaba por su garganta, una sensación de ligereza comenzó a reemplazar la pesadez en su corazón. Al encontrarse con la mirada de Taehyung, Jungkook sintió que el vacío en su interior se llenaba un poco.
—Gracias —murmuró Jungkook, su voz suave, cargada de gratitud y vulnerabilidad.
Taehyung sonrió, su corazón latiendo más rápido, como si cada sonrisa de Jungkook lo llenara de vida.
—Ahora, come un poco más. Quiero verte fuerte y saludable —dijo, tratando de hacer el momento más ligero, su tono impregnado de ternura.
Con una sonrisa tímida, Jungkook aceptó otro bocado, sintiéndose agradecido por la presencia reconfortante de Taehyung a su lado, como un faro en medio de la tormenta que atravesaba.
Una vez que Jungkook terminó su comida, una sensación de calidez y satisfacción llenó la habitación, y Taehyung sintió que había llegado el momento adecuado para compartir una idea que había estado meditando. Dejó el plato sobre la mesita y se acomodó junto a su alfa en la cama, sintiendo cómo la cercanía entre ellos se intensificaba. Su voz, cargada de determinación y cuidado, rompió el silencio.
—Jungkook, creo que deberíamos buscar la ayuda de un terapeuta especializado en lazos entre alfas y omegas —sugirió con sensibilidad, mientras acariciaba suavemente el pecho de Jungkook. Su toque era ligero, como una brisa cálida que traía consigo la promesa de sanación.
—Sé que puede parecer un paso grande, pero creo que podría ayudarnos a entender lo que está pasando —continuó, su mirada fija en los ojos de Jungkook, buscando la chispa de esperanza que sabía que aún ardía en su interior.
—Está bien, confío en ti. Hagámoslo —respondió Jungkook, su voz más firme, mostrando una disposición renovada para seguir el consejo de Taehyung y buscar la ayuda profesional que tanto necesitaban.
Con un suspiro de alivio, Taehyung se acomodó aún más en los brazos de Jungkook, sintiendo el calor de su cuerpo en la cama, creando un pequeño refugio en medio del caos emocional que los rodeaba. Se miraron a los ojos, y en ese instante, la conexión entre ellos se volvió palpable, como si el mundo exterior se desvaneciera y solo existieran ellos dos.
—Gracias por intentar, Jungkook —dijo Taehyung, sonriendo con sinceridad mientras marcaba su piel con sus propias feromonas de frambuesa, un gesto que hablaba de su amor y su deseo de sanar juntos—. Sé que esto no es fácil, pero juntos podemos superar cualquier cosa.
Jungkook sonrió débilmente, sintiendo que, aunque el camino por delante sería difícil y lleno de desafíos, ya no tendría que enfrentarlo solo. El calor del abrazo de Taehyung lo envolvía como un manto protector, infundiéndole una renovada fuerza.
De repente, la puerta se abrió con un chirrido alegre, y el pequeño hermano de Jungkook entró, sus ojos brillando con emoción.
—¡Taehyung! ¡He estado esperando poder conocerte! —exclamó, saltando hacia la cama, su alegría llenando la habitación.
Jungkook y Taehyung se miraron y sonrieron, el ambiente se iluminó con la inocente felicidad del niño, y por un momento, la pesadez de la situación se desvaneció.
—Hola, pequeño —dijo Taehyung, inclinándose hacia el niño—. Soy Taehyung. Es un placer conocerte.
—¡Es un placer conocerte a ti también! Jungkook siempre me habla de ti —respondió el hermano con entusiasmo, haciendo que Jungkook se sonrojara ligeramente.
—¿De verdad? —preguntó Taehyung, riendo suavemente—. Espero que haya dicho cosas buenas.
—¡Sí! Dijo que te gustaba el arte, ¡y sabes que a mí también! —contestó el niño, con los ojos abiertos de par en par—. Si quieres, puedo traer mis lápices y podemos dibujar juntos un rato.
La propuesta del pequeño llenó a Taehyung de ternura. Se volvió hacia Jungkook, buscando su aprobación.
—¿Qué te parece, Jungkook? Podríamos tener nuestra propia clase de arte aquí —dijo Taehyung, sonriendo al hermano.
Jungkook asintió, sintiéndose un poco más ligero en medio de todo lo que estaban enfrentando.
—Suena bien —respondió, su voz resonando con un nuevo entusiasmo.
El niño corrió hacia la puerta, deteniéndose un momento para mirar atrás, su carita iluminada por una sonrisa.
—¡Ya vuelvo! —gritó mientras se precipitaba fuera de la habitación.
Mientras el niño desaparecía, Jungkook miró a Taehyung, sintiendo una oleada de calidez en su pecho.
—Gracias por ser tan genial con él. Se necesita un poco de alegría en este lugar —dijo Jungkook, sintiéndose agradecido.
Taehyung sonrió, tocando suavemente la mano de Jungkook y luego inclinándose para darle un delicado beso en los labios, un gesto cargado de ternura.
—Y gracias a ti por seguir luchando y permitirme estar aquí —respondió Taehyung, su voz suave y sincera, resonando con un profundo afecto.
Poco después, el pequeño regresó con una caja de lápices de colores en la mano y un bloc de dibujo en la otra, sus ojos brillando con pura alegría.
—¡Mira! —exclamó, levantando el material como si fuera un tesoro recién descubierto.
Jungkook y Taehyung compartieron una mirada, la emoción iluminando sus rostros mientras se acomodaban, listos para participar en esa burbuja de diversión y creatividad.
Cuando la tarde comenzó a desvanecerse, Taehyung se despidió del hermanito de Jungkook con un abrazo cálido, sintiendo la suavidad de su cabello y la inocente alegría que emanaba del pequeño. Luego se volvió hacia Jungkook, inclinándose ligeramente hacia él. Sus labios se encontraron en un suave beso, un instante suspendido en el tiempo que contenía todo su amor y apoyo. Con ternura, frotó su mejilla, dejando una sutil marca de sus feromonas, un gesto que simbolizaba no solo cariño, sino también promesas silenciosas de estar siempre a su lado, sin importar los obstáculos que pudieran surgir.
—Nos vemos pronto —susurró Taehyung, dejando que su voz se entrelazara con la esperanza mientras salía del cuarto.
Con determinación, Taehyung se acercó a la sala, donde los padres de Jungkook lo aguardaban con miradas ansiosas, la tensión palpable en el aire como una tormenta a punto de estallar.
—¿Cómo está Jungkook? —preguntó su madre, su voz temblorosa, traicionando la preocupación que la consumía.
—Está un poco mejor; logré que se comiera toda la sopa —respondió Taehyung, esforzándose por mantener un semblante optimista, aunque su corazón se apretaba al recordar la fragilidad de su alfa—. Pero necesitamos buscar la ayuda de un terapeuta para fortalecer su vínculo con su lobo.
La madre de Jungkook asintió, su expresión reflejando una mezcla de preocupación y alivio. Las palabras de Taehyung parecían ofrecer un rayo de esperanza en medio de la tormenta.
—Lamento que te hayas enterado tan tarde del estado de mi hijo —dijo ella, su voz quebrada, los ojos llenos de lágrimas reprimidas—. Jungkook se negaba a contarte sobre la decisión de su lobo. Lo siento mucho. No pensé en que también te afectaría.
El peso de su confesión hizo que Taehyung sintiera un nudo en la garganta.
—No tienes que disculparte. Solo quiero ayudarlo —respondió Taehyung, su voz resonando con sinceridad—. Él es importante para mí, y ver cómo sufre me duele más de lo que puedo expresar.
Gracias por estar a su lado en estos momentos difíciles. Te necesitamos tanto como él te necesita —dijo, su voz apenas un susurro mientras la angustia y la esperanza se entrelazaban en el aire. La tensión era palpable, como un hilo tenso a punto de romperse—. Estoy preocupada por el futuro de mi hijo, especialmente ahora que se acercan fechas importantes. No quiero que lo que está pasando afecte sus oportunidades —admitió, su voz llena de temor, los ojos brillantes de lágrimas que amenazaban con derramarse.
Con un suspiro tembloroso, ella continuó, revelando un dolor profundo que Taehyung no había imaginado.
—Jungkook siempre soñó con llegar a las grandes ligas. Era algo que quería compartir con mi hermano... su tío, quien fue su mayor inspiración. Él siempre estaba ahí, motivándolo, impulsándolo a alcanzar sus sueños —dijo, la tristeza atrapando su voz y haciendo que cada palabra sonara como un eco de su pérdida—. Pero un trágico accidente se lo llevó. Desde entonces, Jungkook ha llevado el peso de esa pérdida y la responsabilidad de cumplir el sueño de ambos.
El corazón de Taehyung se encogió al comprender la carga emocional que Jungkook llevaba. Un nudo se formó en su garganta, y la angustia se entrelazó con su deseo de protegerlo.
—No sabía... lo lamento mucho —murmuró, cada palabra resonando en su interior como un eco de la tristeza que ahora entendía. La revelación le atravesó como un rayo, iluminando la oscuridad que había nublado su comprensión de la lucha de Jungkook.
Taehyung comprendió por qué Jungkook le resultaba tan difícil confrontar a su equipo.
Con el corazón agitado, Taehyung se despidió de la familia de Jungkook, sintiendo el peso de la responsabilidad aplastando su pecho. Antes de salir, se volvió una última vez hacia la madre de Jungkook, quien lo miraba con ojos llenos de esperanza y gratitud.
—Prometo que haré todo lo posible para apoyarlo —dijo Taehyung, su voz firme a pesar del caos de emociones que lo envolvía. En ese momento, supo que su amor por Jungkook era más fuerte que cualquier desafío que pudieran enfrentar.
Al salir de la casa, la brisa fresca le golpeó el rostro, pero no logró despejar el torbellino de pensamientos y sentimientos que lo acosaban. Con cada paso, su determinación crecía; estaba decidido a ser la luz que Jungkook necesitaba en su vida, dispuesto a luchar por ambos y el futuro que merecían.
No podía permitir que el miedo y el daño que Bogum había instaurado continuaran controlándolo. La idea de denunciarlo crecía en su interior como una llama de esperanza. Tenía que poner fin a ese ciclo de abuso que no solo lo había lastimado a él, sino también a Jungkook.
—Esto es por nosotros —susurró para sí mismo, sintiendo el poder de sus palabras. Con cada paso hacia el mostrador, estaba decidido a poner fin a su sufrimiento y demostrar que el acoso no tenía lugar en su vida.
...
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