Capítulo 13
Jimin, siempre lleno de buenas intenciones, decidió organizar una cita doble, con la esperanza de que Taehyung se distrajera un poco y quizás encontrara un nuevo comienzo. A pesar de sus esfuerzos, la atmósfera era un tanto tensa, y Taehyung se sentía un poco fuera de lugar. La conversación en la mesa rebosaba de risas y comentarios despreocupados, pero él apenas podía sumergirse en la dinámica.
—¿Así que, Taehyung, qué te parece este lugar? —preguntó Jimin, gesticulando hacia el colorido ambiente del restaurante, que estaba lleno de luces brillantes y música animada.
—Es genial. Me gusta la decoración —respondió Taehyung, intentando reflejar entusiasmo, aunque su voz sonara más apagada de lo que pretendía.
Taemin, el chico al que Jimin había invitado, trató de romper el hielo con un comentario divertido sobre los platos del menú.
—Tienen unas hamburguesas espectaculares aquí. ¡Tienes que probarlas! —dijo, sonriendo con confianza.
—Sí, he oído que son las mejores de la ciudad —contestó Taehyung, asintiendo con la cabeza. Aunque sonreía, su mente seguía divagando en un mar de pensamientos.
—¿Y qué tipo de música te gusta, Taehyung? —preguntó Taemin, animado. La música pop sonaba en el fondo, y la energía del lugar parecía contagiosa.
—Me gusta un poco de todo, depende del momento —respondió Taehyung, encontrando un pequeño destello de conexión en la conversación.
Jimin, siempre atento a su amigo, intentó mantener la conversación ligera.
—¡Perfecto! Así que, ¿quién es tu artista favorito en este momento? —preguntó con una sonrisa.
—Hmm, tal vez... no sé, hay tantos. Pero últimamente he estado escuchando a algunos nuevos —dijo Taehyung, sintiendo un leve alivio al desviarse del tema más personal.
La conversación continuó fluyendo, y poco a poco, Taehyung se sintió más cómodo. Las risas de Jimin y Taemin llenaban el aire, y aunque su mente vagaba, trató de centrarse en el momento presente.
—Tae, no te preocupes si no te sientes preparado para otra relación. Esto es solo una cita de amigos, así que solo relájate —le dijo Jimin en un tono comprensivo, asegurándose de que su amigo supiera que estaba allí para apoyarlo.
—Lo sé, gracias. Estoy intentando disfrutarlo —respondió Taehyung, con una genuina sonrisa que reflejaba su gratitud hacia Jimin.
Mientras la cena avanzaba, la atmósfera se llenó de chistes y anécdotas compartidas. Taehyung se dio cuenta de que, aunque todavía había un leve eco de melancolía en su interior, el momento era divertido. Se sintió arrastrado por la energía juvenil que lo rodeaba.
La velada culminó con postres que se compartieron entre risas, y cuando finalmente se despidieron, Taehyung sintió que había dado un paso hacia adelante, al menos por esa noche. Aunque la cita no resultó como Jimin había esperado, el apoyo inquebrantable de su amigo se convirtió en un faro de luz en su camino hacia la sanación.
Mientras tanto, Jungkook se sentó en su habitación, la luz tenue iluminando su rostro mientras las sombras danzaban en las paredes. Con un bolígrafo en mano, su corazón desbordaba emociones, y las palabras comenzaron a fluir en la hoja de papel como un torrente de arrepentimiento. Sabía que la carta no podían deshacer el daño que había causado, pero era un primer paso hacia la reconciliación que tanto deseaba.
"Querido Taehyung,"
Cada trazo de su pluma estaba cargado de sinceridad, impregnado de la tristeza que había crecido en su pecho desde el día en que Taehyung se alejó. Se detuvo un momento, su respiración temblando, antes de continuar.
"Es difícil encontrar las palabras adecuadas para expresar todo lo que siento en este momento. Sé que las cosas entre nosotros están lejos de ser perfectas, pero quiero que sepas que mi corazón está lleno de arrepentimiento y esperanza."
Cada línea era un intento de derribar las paredes que se habían levantado entre ellos. Se dejó llevar por los recuerdos: las risas compartidas, las miradas cómplices, el amor que parecía tan sólido. Pero todo eso se había desvanecido en un instante, y Jungkook se sintió impotente ante su propia torpeza.
"Cada vez que pienso en ti, siento un remolino de emociones. Lamento profundamente el dolor que te he causado y desearía poder retroceder en el tiempo para corregir mis errores. Pero también tengo la esperanza de que podamos encontrar una manera de sanar juntos, de construir algo más fuerte a partir de los escombros de nuestro pasado."
La pluma se detuvo. ¿Era posible reconstruir lo que habían perdido? ¿Podría volver a hacer sonreír a Taehyung? Su mente se llenó de imágenes de los momentos felices que habían compartido, y la desesperación se intensificó.
"El tiempo contigo fue tan increíble. No he cambiado; sigo siendo el mismo yo. ¿Podemos volver a esos momentos otra vez? Recuerdas cómo solía hacerte reír. Déjame compensar todo el tiempo. Podemos empezar de nuevo..."
Las palabras estaban llenas de un anhelo casi palpable. Jungkook deseaba con todas sus fuerzas que Taehyung pudiera entender cuánto lo quería, cuánto estaba dispuesto a luchar por él. Pero también sabía que las palabras eran solo eso: palabras. Necesitaba demostrar que era sincero.
"Quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para ganarme tu perdón, para demostrarte con acciones, no solo con palabras, que soy digno de tu amor y confianza. Prometo estar ahí para ti, para apoyarte, para cuidarte, incluso si eso significa esperar el tiempo que sea necesario."
Cada palabra que escribía era un pedazo de su alma expuesta, un intento de redimir lo que había perdido. A medida que firmaba su nombre, una oleada de esperanza y temor lo invadió.
"Ojalá supiera encontrar el camino de regreso a ti."
Con un suspiro entrecortado, dobló la carta con cuidado y se dirigió hacia la casa de Taehyung. El corazón le latía con fuerza, la ansiedad se apoderaba de él a cada paso. Colocó la carta cuidadosamente bajo la puerta de Taehyung, como un pequeño gesto de esperanza en medio de la oscuridad que los separaba.
Cuando Taehyung finalmente encontró la carta, su corazón dio un vuelco. La sorpresa lo envolvió al ver el nombre de Jungkook en la parte superior. No esperaba un gesto así, y mientras sus dedos temblorosos desdoblaban el papel, una mezcla de emociones lo abrumó.
Las palabras de Jungkook resonaban en su mente mientras leía cada línea. Al principio, sintió un destello de alegría al recordar los momentos felices que habían compartido. Pero pronto, la tristeza lo invadió nuevamente. La carta evocaba imágenes de risas y caricias, de miradas cargadas de amor, y también del dolor desgarrador que había sentido al descubrir la verdad detrás de la apuesta.
Cada palabra de Jungkook era como un cuchillo, cortando a través de su corazón con recuerdos que preferiría olvidar. La tormenta de emociones que se desató dentro de él era casi insoportable. ¿Cómo podía alguien a quien había amado tanto hacerle esto? La mezcla de sorpresa, tristeza y un rayo de esperanza comenzó a formar un torbellino en su pecho.
—¿Podremos realmente sanar juntos? —susurró para sí mismo, su voz quebrada.
A medida que las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos, Taehyung se encontró atrapado en una red de sentimientos contradictorios. Quería creer en las palabras de Jungkook, pero el dolor del pasado lo mantenía encadenado. La lucha interna entre el remordimiento y la esperanza amenazaba con desbordarse, y se preguntó si podría permitirle a Jungkook volver a entrar en su vida.
Con el corazón agitado, Taehyung se preparó para el nuevo semestre, sintiendo una mezcla de nerviosismo y determinación. Cada paso que daba hacia la escuela estaba lleno de incertidumbre, pero su resolución por superar la situación lo impulsaba hacia adelante. Las miradas curiosas y los susurros que flotaban a su alrededor parecían amplificar su ansiedad, pero mantenía la cabeza en alto, decidido a enfrentar lo que fuera que estuviera por venir.
—¿Te enteraste de lo que le hicieron a Taehyung en la fiesta de fin de semestre? —mencionó una chica en tono conspirador mientras caminaba por el pasillo.
—Sí, dicen que pasó algo bastante loco con Jeon Jungkook —murmuró otra, dejando caer las palabras como si fueran una bomba en el aire.
Taehyung sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar su nombre y el de Jungkook entrelazados en sus comentarios. Se sintió incómodo, consciente de las miradas curiosas y cuestionadoras de sus compañeros de clase al llegar al aula. La tensión en el aire era palpable, un cóctel de rumores y especulaciones que lo asfixiaba mientras se preguntaba qué habrían escuchado realmente sobre él y Jungkook.
Durante el resto del día, Taehyung intentó evitar a Jungkook, pero sus esfuerzos fueron en vano. En un cruce de pasillos, sus miradas se encontraron brevemente, un instante electrizante que pareció congelar el tiempo. El mundo a su alrededor se desvaneció, y todo lo que podía ver era la intensidad en los ojos de Jungkook.
—Taehyung —dijo Jungkook, su voz baja pero firme, como si estuviera tratando de anclarlo en la tormenta de emociones que lo envolvía.
—Jungkook... —respondió Taehyung, sintiendo cómo su corazón latía más rápido, resonando en su pecho como un tambor frenético.
—¿Podemos hablar? —preguntó Jungkook, dando un paso hacia él, su expresión seria pero vulnerable.
La cercanía de Jungkook lo hizo sentir una mezcla de deseo de acercarse y miedo a lo que podría suceder. Su pecho se sentía apretado, como si cada palabra no dicha colisionara dentro de él.
—No sé si eso es buena idea... —dijo Taehyung, apartando la mirada, como si así pudiera deshacer el momento, pero en el fondo deseando que las cosas fueran diferentes.
—No podemos seguir así —insistió Jungkook, dejando entrever su frustración—. Todos están hablando de nosotros.
—Eso ya lo sé —respondió Taehyung, su voz apenas un susurro—. Pero no quiero más rumores.
Ambos cayeron en un tenso silencio, un recordatorio constante de que lo que había sucedido no podía ser ignorado. Taehyung se dio la vuelta, apresurándose a seguir su camino, sintiendo el peso de la incomodidad entre ellos como una carga pesada sobre sus hombros.
Se perdió entre las multitudes, cada paso acelerado un intento de escapar de la confusión que lo atormentaba. Las risas y murmullos a su alrededor se convirtieron en un zumbido distante y ensordecedor, mientras su mente se aferraba a lo ocurrido la noche de la fiesta. ¿Cómo había llegado a ese punto? La conexión que había sentido con Jungkook era innegable, pero también lo eran las consecuencias que eso había traído.
El día avanzó lentamente; cada clase se sintió como una eternidad. Taehyung se sentó en su pupitre, mirando hacia la ventana, absorto en sus pensamientos. La visión de Jungkook apareció en su mente, su sonrisa encantadora y la forma en que lo miraba con intensidad.
De repente, el sonido de la puerta abriéndose interrumpió su trance. Era la hora de receso. Aunque no podían coincidir en la misma clase, la presencia de Jungkook lo llenaba de una ansiedad indescriptible. Mientras pasaba cerca de su aula, Taehyung sintió la mirada de Jungkook sobre él.
Cuando el timbre sonó, Taehyung decidió apresurarse a salir, pero no pudo evitar escuchar la voz de Jungkook llamándolo.
—Taehyung, espera —dijo Jungkook, su voz llena de urgencia.
Taehyung se detuvo, sintiendo el nudo en su estómago volverse más fuerte. Se dio la vuelta, pero su mirada se mantuvo fija en el suelo, evitando el contacto visual.
—No tengo nada que decirte —respondió, tratando de sonar firme, aunque su voz tembló un poco.
—Pero necesitamos hablar sobre lo que pasó —insistió Jungkook, acercándose un poco más—. No podemos ignorarlo.
—Eso es precisamente lo que quiero hacer —replicó Taehyung, sintiéndose abrumado por la intensidad de la situación.
—¿Por qué no puedes simplemente escucharlo? —preguntó Jungkook, frustración brotando en su tono—. No es justo que todos hablen de nosotros como si fuéramos una broma.
—No quiero ser parte de esto, Jungkook. Solo quiero que me dejes en paz —dijo Taehyung, sintiendo cómo su voz se quebraba ligeramente.
—¿Así que eso es todo? ¿Vas a seguir huyendo? —Jungkook lo miró con intensidad, intentando penetrar la barrera que Taehyung había levantado—. Te importa lo que piensen los demás, ¿verdad?
—No se trata solo de eso —dijo Taehyung, sintiendo la presión de la situación—. No puedo lidiar con esto ahora mismo.
Jungkook dio un paso hacia él, pero Taehyung retrocedió instintivamente.
—Por favor, Taehyung, solo necesito que entiendas que lo que pasó significó algo para mí —dijo Jungkook, su voz más suave, casi suplicante.
Taehyung sintió un tirón en su corazón, la lucha entre lo que deseaba y lo que temía. Sin embargo, no podía permitir que eso lo atrapara.
—No estoy listo para hablar de esto —respondió, apartando la mirada y acelerando el paso.
—¡Taehyung! —gritó Jungkook tras él, pero Taehyung no se detuvo. Cada paso que daba lo alejaba de la tensión que lo consumía, pero también lo separaba de la conexión que había sentido tan intensamente.
Al salir de la escuela, el aire fresco lo envolvió, un alivio temporal que no lograba deshacerse del peso de la incomodidad que llevaba consigo. La multitud de estudiantes reía y charlaba a su alrededor, ajenos a la tormenta emocional que se desataba en su interior. Sabía que Jungkook no se daría por vencido fácilmente, pero su decisión de evitar la conversación era firme, al menos por ahora.
Mientras tanto, en el campo de juego, el estado emocional de Jungkook se hacía evidente. Cada día, su desempeño parecía deteriorarse; los entrenamientos que solían estar llenos de energía y precisión ahora estaban marcados por una inquietante distracción. Se movía como una sombra de sí mismo, sus pensamientos atrapados en un laberinto de arrepentimiento y anhelo. La conexión con Taehyung, que había brillado con fuerza, ahora lo mantenía en un estado de confusión.
El entrenador, con la preocupación grabada en su rostro, observó a Jungkook mientras este fallaba en una jugada sencilla, su mente claramente lejos del campo.
—Jeon, ¿estás bien? —preguntó el entrenador, acercándose con una mezcla de compasión y curiosidad—. Tu rendimiento ha sido inconsistente últimamente. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
Jungkook se pasó la mano por el cabello, un gesto habitual cuando la frustración comenzaba a consumirlo. —Lo siento, entrenador. No sé qué me pasa últimamente. Mi mente está en todas partes menos en el juego —respondió, su voz cargada de una angustia que no podía ocultar.
El entrenador lo miró fijamente, tratando de ver más allá de la fachada. —Entiendo que todos pasamos por momentos difíciles, Jungkook. Si necesitas hablar o tomarte un tiempo para resolver tus cosas, estoy aquí para ayudarte en lo que necesites.
Jungkook sintió un leve alivio al escuchar esas palabras, pero la lucha en su interior seguía presente. —Gracias, entrenador. Solo... necesito aclarar algunas cosas.
Al entrar al camerino después de un agotador entrenamiento, la atmósfera se tornó densa, casi palpable. Los murmullos de sus compañeros flotaban en el aire, y Jungkook sintió cómo la presión lo oprimía. Cada mirada fija en él era un recordatorio de su reciente conflicto, y una oleada de ira comenzó a burbujear en su interior.
—Mira quién es —se burló Mingyu, con una sonrisa sarcástica—. El gran Jungkook. ¿Ya te perdonó el omega?
El corazón de Jungkook se aceleró, la provocación de Mingyu encendiendo una chispa en su pecho. Sin pensar, se acercó al alfa, manteniendo la mirada desafiante.
—¿Qué te importa eso? —respondió, su voz baja pero cargada de amenaza—. No deberían estar hablando de esto.
—Oh, vamos, no actúes como si no te importara —intervino Minho, riendo a carcajadas—. Todos sabemos que estás obsesionado con Taehyung. ¿Ya lo convenciste de que eres un buen chico después de la apuesta?
Las palabras de Minho le atravesaron como dagas. Jungkook apretó los puños, la furia ardiendo dentro de él. Cada risa, cada comentario, era un eco de su propia inseguridad.
—¿No tienen nada mejor que hacer que hablar de mi vida? —dijo, su voz temblando de rabia, luchando por mantener la calma.
Los murmullos crecieron, y el ambiente se volvió más hostil, como si estuvieran disfrutando de su dolor.
—Si Taehyung no te quiere por lo que hiciste, es su decisión —dijo Mingyu, su desdén evidente—. Tal vez deberías dejarlo ir y buscar a alguien más que no esté en tu lista de apuestas.
Jungkook sintió cómo el aire se le cortaba en la garganta. Era como si cada palabra que decían se incrustara más hondo en su pecho. Se le estaba saliendo de control.
—¡Cállense todos! —gritó, su voz resonando en el camerino, imponente y llena de desespero—. Estoy harto de escuchar sus comentarios estúpidos. Si no quieren terminar como Bogum, es mejor que cierren la maldita boca.
El silencio que siguió fue ensordecedor. La tensión se volvió palpable, y Jungkook se dio la vuelta, saliendo del camerino con la furia ardiendo en su pecho. Las risas y los comentarios maliciosos resonaban en su mente, una cacofonía que no podía silenciar.
A medida que se alejaba, aunque había enfrentado a sus compañeros, una profunda sensación de soledad lo envolvía. El peso de su culpa lo seguía acechando.
La semana siguiente fue la más difícil. Cada encuentro entre Jungkook y Taehyung se volvía inevitable, y Jungkook parecía incapaz de apartar la vista de él, como si buscara desesperadamente algo que no podía alcanzar.
El martes, en la biblioteca, Taehyung intentaba encontrar un poco de paz entre las páginas de un libro. Sin embargo, su mente estaba demasiado inquieta. Sintió una presencia acercándose antes de levantar la mirada, y ahí estaba Jungkook, sus ojos oscuros fijos en él desde el otro lado de la mesa. Su presencia traía consigo un eco de todos esos momentos compartidos, pero ahora solo arrastraba un manto de incomodidad. Jungkook se veía desgastado; su rostro demacrado y los ojos hundidos sugerían que no había dormido en días. A Taehyung le invadió una punzada de compasión que rápidamente reprimió.
—Taehyung... —susurró Jungkook, su voz quebrada y casi inaudible, como si pronunciar su nombre fuera lo único que lo mantenía en pie.
Taehyung lo miró fijamente, sintiendo su corazón latir con fuerza. Quería mostrarse frío, indiferente, pero su pecho se agitaba, traicionando la barrera que tanto había intentado construir.
—¿Qué quieres? —preguntó al fin, con una firmeza que contrastaba con el caos en su interior. No quería mostrarse débil ante él.
Jungkook tragó saliva, sus ojos reflejando un torbellino de emociones. Quiso hablar, pero las palabras parecían eludirlo.
—No puedo seguir así —dijo finalmente, su voz llena de desesperación—. Ver cómo te alejas de mí me destroza. No puedo seguir viéndote de lejos, sin poder hablarte... sin poder arreglarlo.
Taehyung cerró el libro de golpe, el sonido resonando en la quietud de la biblioteca. Se inclinó hacia adelante, mirándolo a los ojos.
—¿Arreglarlo? —repitió con incredulidad—. Jungkook, no puedes simplemente aparecer y esperar que todo se solucione porque ahora lo quieres. ¡No funciona así!
Las palabras de Taehyung parecieron cortarlo, pero Jungkook no retrocedió. En su mirada había dolor, pero también una feroz determinación.
—Lo sé... lo sé. Pero necesito que me escuches. Te necesito, Taehyung. La vida sin ti es un vacío que no sé cómo llenar. —Jungkook hizo una pausa, su voz quebrándose—. Te echo tanto de menos.
Taehyung sintió que su corazón se rompía un poco más. El rencor se mezclaba con el deseo de acercarse a él, de perdonarlo. Pero también había miedo, y esa mezcla lo paralizaba.
—¿Y qué se supone que debo hacer con eso? —su voz temblaba, lleno de frustración—. ¿Cómo puedo volver a confiar en ti, Jungkook? Cada vez que miro tus ojos, recuerdo lo que hiciste y el dolor que sentí. No puedo simplemente ignorarlo.
—No te pido que lo ignores, solo quiero que me escuches —insistió Jungkook, su voz intensa—. Te amo, Taehyung. No sé cuándo sucedió, pero me di cuenta de que no puedo estar sin ti. Todo lo que hice fue un error terrible, pero no por falta de sentimientos. No supe manejar mis emociones ni lo que estaba pasando en mi vida. —Jungkook respiró hondo, su voz temblando—. Solo quiero que sepas que te quiero.
Taehyung sintió cómo sus defensas se tambaleaban. Quería gritarle, quería apartarlo de su vida, pero algo en la voz de Jungkook, en su manera de mirarlo, lo desarmaba. El enojo aún lo consumía, pero el dolor también le recordaba lo que sentía por él.
—¿Y qué hacemos con eso? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Cómo sanamos algo que se rompió? No sé si puedo volver a ser el mismo con respecto a ti. Cada vez que intento avanzar, las memorias vuelven y me hacen sentir como un tonto.
Jungkook dio un paso hacia adelante, como si quisiera acortar la distancia que los separaba, pero se detuvo, temeroso de cruzar un límite invisible.
—No te culpo por eso —susurró—. Pero quiero intentarlo. Quiero demostrarte que puedo ser mejor, para ti. Solo dame una oportunidad, por favor. —Sus ojos eran una súplica, llenos de lágrimas no derramadas—. No quiero perderte, Taehyung.
El silencio que siguió fue insoportable, cada segundo pareciendo durar una eternidad. Taehyung miró al suelo, luchando internamente. La idea de abrirse a Jungkook lo asustaba, pero también anhelaba lo que alguna vez tuvieron.
—No sé si estoy listo para darte eso —admitió con sinceridad dolorosa—. No sé si alguna vez lo estaré. Te quiero, pero el miedo me consume.
Jungkook asintió lentamente, tragando el nudo en su garganta. Sus ojos estaban húmedos, pero no dejó que las lágrimas cayeran.
—Te esperaré, el tiempo que necesites —respondió con suavidad, su voz resonando en el aire entre ellos—. No me iré. Solo quiero que sepas que estoy aquí, siempre estaré aquí.
Antes de que Taehyung pudiera responder, Jungkook se dio la vuelta, dejando atrás la biblioteca, el dolor de su ausencia ardiendo en su pecho. Taehyung lo observó alejarse, sintiendo una profunda tristeza mezclada con una chispa de esperanza que no sabía si era suficiente para curar las heridas que aún los separaban.
El miércoles, en un pasillo desierto, Taehyung se encontró cara a cara con Jungkook. El aire era denso, cargado de reproches y malentendidos. Sus miradas se cruzaron, intensas pero llenas de orgullo herido. Taehyung apretó los puños, sintiendo cómo la incomodidad crecía, a punto de estallar.
Jungkook, con una expresión seria, contenía una tormenta interna. Sus ojos, sin embargo, traicionaban su frustración y arrepentimiento. Ninguno de los dos estaba dispuesto a dar el primer paso.
Finalmente, el silencio se rompió.
—¿Podemos hablar... un momento? —dijo Jungkook, su voz temblorosa.
Taehyung desvió la mirada, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que debía enfrentar la conversación, pero el dolor lo abrumaba.
—Llego tarde a clase... —murmuró, intentando sonar casual mientras se daba la vuelta, acelerando el paso.
Las palabras de Jungkook resonaban en su mente, pero él luchaba por ahogarlas. Sabía que si se quedaba, las paredes que había construido caerían. Cada día era una batalla contra el vacío. Se mantenía ocupado, distrayéndose con las clases, pero cada noche, cuando la soledad lo envolvía, el peso del dolor regresaba con más fuerza.
Deseaba encontrar una salida, una luz que iluminara su camino, pero esa luz parecía cada vez más distante.
El jueves transcurrió envuelto en un silencio insoportable. Taehyung no vio a Jungkook en los pasillos ni en ningún rincón de la escuela. Caminaba con la mirada fija en el suelo, evitando cualquier contacto visual, mientras el murmullo de las conversaciones a su alrededor se convertía en un ruido asfixiante. Cada paso que daba parecía arrastrar un peso invisible, una carga de tensión que se hacía cada vez más abrumadora.
Su mente estaba atrapada en un torbellino de confusión. ¿Por qué se sentía así? La ausencia de Jungkook lo afectaba de una manera que no podía entender. Su pecho apretado era un recordatorio constante de que, aunque el alfa no estuviera allí, el eco de lo que había sucedido —o lo que no había sucedido— lo consumía por dentro.
Al doblar una esquina, escuchó un murmullo entre algunos estudiantes que se acercaban.
—¿Has visto a Jungkook hoy? —preguntó un chico, mirando a su alrededor como si esperara verlo aparecer en cualquier momento.
—No, creo que no ha venido —respondió una chica con desdén.
Un alivio leve se deslizó por Taehyung al escuchar que Jungkook no estaba presente, como si su ausencia le ofreciera un respiro temporal. Sin embargo, esa sensación se desvaneció rápidamente. Sabía que su falta no solucionaría nada; el conflicto seguía ahí, latente, listo para resurgir en el momento menos esperado.
El viernes amaneció con un dolor profundo incrustado en el pecho de Taehyung, una carga emocional que lo mantenía inmóvil en la cama. La tristeza lo envolvía con tal intensidad que cada intento de movimiento se convertía en un desafío titánico. Los pensamientos oscuros lo arrastraban hacia una desesperación cada vez más profunda; ni los rayos del sol que se colaban por las cortinas podían disipar la nube de pesadumbre que lo envolvía.
Cada pequeño gesto, desde estirarse hasta levantarse, se sentía como si pesara toneladas. El cansancio lo rodeaba como una manta espesa, asfixiante, y, con cada minuto que pasaba, parecía hundirse más en su propia miseria. Intentó reunir la energía para enfrentar el día, pero la tristeza, mezclada con frustración y confusión, lo consumía por completo.
A pesar de todo, Taehyung luchaba por sobreponerse, empujándose a sí mismo hacia adelante. Sabía que tenía que ir a la escuela, aunque cada paso hacia su preparación se sintiera como una batalla perdida. Arrastrando los pies, se obligó a asearse; sin embargo, al mirarse en el espejo solo vio un reflejo vacío. La desconexión con su lobo interior lo desgarraba. En un momento en que más necesitaba esa guía instintiva, lo que encontraba era un abismo. ¿Dónde estaba esa parte de él que debía protegerlo? Sin ella, solo quedaba el silencio abrumador de su mente.
En la escuela, la noticia de que Jungkook seguía ausente lo golpeó directo en el pecho. No era sorprendente, pero esa ausencia repetida no traía el alivio que esperaba. En lugar de eso, despertaba una preocupación latente, un malestar que se sumaba a su carga de ansiedad. ¿Por qué no estaba aquí? Aunque no lo admitiera, la falta del alfa removía aún más sus emociones, haciendo brotar preguntas que no quería enfrentar.
Deambulando por los pasillos, Taehyung se sentía atrapado en su propio mundo, incapaz de apartar la creciente incertidumbre. El peso de todo lo no dicho entre él y Jungkook comenzaba a aplastarlo. Durante las clases, intentó concentrarse, fingiendo que todo estaba bien. Pero la presión acumulada se volvía insoportable. El estrés, la confusión y el dolor se combinaron en una tormenta que su cuerpo ya no pudo contener.
En un instante, las palabras del profesor se volvieron un murmullo distante. La visión de Taehyung se nubló y el mundo giró a su alrededor. Sintió cómo sus fuerzas lo abandonaban, y antes de poder reaccionar, colapsó, cayendo inconsciente. El aula se llenó de murmullos y caos, pero él solo percibía el vacío oscuro que lo envolvía, la sombra de la batalla emocional que libraba en silencio.
La pesadilla se intensificó cuando su padre fue notificado de su desmayo. El hombre, con el rostro demudado por la preocupación, no tardó ni un segundo en dirigirse a la escuela. La urgencia en su andar reflejaba el profundo temor de que algo grave hubiera ocurrido. Al llegar, tomó a su hijo en brazos, sintiendo el peso no solo del cuerpo agotado de Taehyung, sino de las emociones no dichas que lo estaban destruyendo lentamente.
El hospital, con sus paredes frías y estériles, solo intensificaba la sensación de fragilidad. Mientras Taehyung permanecía en una camilla, su padre observaba en silencio, sus manos temblorosas delatando el miedo que sentía por perderlo, como había perdido antes a su esposa. La doctora entró con calma, pero la gravedad en su rostro no pasó desapercibida. Con suavidad, comenzó a examinar a Taehyung, tomando nota no solo de su condición física, sino también del profundo cansancio emocional que se dibujaba en su mirada. Ella sabía que lo que aquejaba a este joven iba mucho más allá de lo visible.
—Taehyung —comenzó la doctora con voz baja—, ¿ha sucedido algo recientemente que pueda haber alterado tu estado emocional?
El omega, sintiéndose pequeño y vulnerable, apenas pudo articular sus palabras.
—Fui traicionado... por alguien a quien confié mi corazón.
Su voz era un susurro quebrado, cargado de dolor, como si al decirlo en voz alta, el peso de la realidad se hiciera aún más insoportable. Cada palabra que pronunciaba parecía liberar una parte del dolor, pero al mismo tiempo, dejaba al descubierto el vacío que sentía por dentro.
La doctora lo escuchó con atención y luego, tras una serie de pruebas, se sentó a su lado, adoptando una postura de empatía y firmeza.
—Taehyung —dijo con un tono sereno pero lleno de preocupación—, creo que lo que estás experimentando es un lazo roto. Tu lobo interior está sufriendo por esa traición.
El joven, todavía confuso, levantó la vista, con el ceño fruncido.
—Pero... Jungkook nunca me marcó como su omega. ¿Cómo puede haber un lazo roto si no tengo su marca?
La doctora esbozó una sonrisa triste.
—Taehyung, los lazos entre un omega y su alfa no siempre son físicos. Los lazos emocionales, aquellos que se construyen en base a la confianza, el respeto, y sí, el amor, también son poderosos. Aunque él no te haya marcado físicamente, el vínculo emocional que compartían era lo suficientemente profundo para que tu lobo lo reconociera. Y ahora, al sentir esa traición, tu lobo reacciona como si ese lazo invisible se hubiera roto.
Las palabras de la doctora resonaron en Taehyung, haciéndolo sentir más desolado que nunca. ¿Un lazo roto? Era un concepto que no había comprendido hasta ahora, y el peso de lo que significaba lo oprimía con fuerza. ¿Cómo era posible sanar algo tan intangible, tan devastador?
—Entiendo... —murmuró, mirando al suelo—. Pero... ¿cómo puedo sanar algo que ni siquiera sabía que existía?
La doctora, con el tono paciente de quien comprende el dolor del otro, respondió:
—Hablar con tu alfa podría ser el primer paso. Tal vez al entender su perspectiva y compartir la tuya, puedan encontrar una forma de sanar, juntos o separados. Lo más importante ahora es que cuides de ti mismo y de tu lobo. Si ese lazo roto no se repara, el daño emocional solo crecerá.
Taehyung asintió, aunque en su interior sentía que enfrentarse a Jungkook sería como abrir una herida que aún no había terminado de sangrar.
—Gracias, doctora. Hablaré con él... cuando me sienta listo.
Pero dentro de sí, sabía que necesitaba tiempo, espacio para procesar todo lo que estaba ocurriendo, todo lo que había sentido.
Antes de salir del hospital, la doctora le tomó la mano.
—Recuerda, Taehyung, no estás solo. Estoy aquí para ti, en cada paso del camino.
El omega salió del hospital con pasos vacilantes, el corazón oprimido por un miedo abrumador. El eco de las palabras de la doctora resonaba en su mente, pero también lo hacía el recuerdo de su madre, postrada en una cama de hospital, incapaz de levantarse después de que su propio lazo se rompió. El terror de seguir ese mismo destino lo consumía, y el temblor en sus manos no se debía solo a la ansiedad de enfrentarse a Jungkook, sino al pánico de ser arrastrado por la misma oscuridad que había devorado a su madre.
Con cada paso que daba, el peso de la situación lo sofocaba más. ¿Podría sanar? La duda lo acechaba, y el miedo a enfrentar una realidad que preferiría evadir crecía con cada pensamiento.
...
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