VIX


Con la ayuda de Dorugamon, Theo, Aina y Tokomon lograron alejarse de la escena antes de que la nube de polvo se disipara y más agentes llegaran a investigar lo que estaba pasando. Aunque no tuvieron una dirección exacta, el digimon se las arregló para llevarlos tras la bajada de un cerro de tierra seca que les serviría de escondite.

—Pero tú-... ¿cómo? —Aina no parecía encontrar las palabras para expresar su preocupación y alivio. Veía el rostro de Theo frente a ella, al lado de uno de los seres que su padre más resentía en todo lo que quedaba del mundo, y seguía sin poder creérselo.

Theo soltó una risa tranquila, entendiendo su confusión. Él mismo todavía no podía asimilar por completo todo lo que estaba pasando y le parecía una coincidencia tremenda que ella también justo tuviera un digimon ayudándola, por lo que solo pudo encogerse ligeramente de hombros justo cuando Dorugamon volvió a ser Dorumon.

—Todavía no sé cómo responder a eso —él contestó, poniendo una mano en la cabeza de Dorumon. Su sonrisa fue dulce, pero Aina pudo distinguir una clara determinación en su expresión —. Solo sé que gracias a él pude verte otra vez.

Aina dirigió su mirada a Dorumon y éste le devolvió una atención curiosa, pero recelosa, ocultándose tras las piernas de Theo, como si todavía estuviera evaluando la situación. Ella sonrió suavemente para mostrarle un poco de paz y se puso en cuclillas. El pequeño digimon a su lado también se acercó.

—Un gusto, Dorumon —saludó ella —. Me llamo Aina y este es Tokomon. Gracias por traer a Theo conmigo.

Dorumon inclinó la cabeza y volvió la mirada a Theo. Él asintió tratando de asegurarle que todo estaba bien y entonces, Dorumon también le mostró una enorme sonrisa, por fin saliendo de detrás de su compañero con la emoción de un niño que acababa de ser felicitado.

—¡No hay de qué! —contestó, ondeando la cola —. ¡Quería conocer a la persona importante de Theo!

Theo amplió los ojos y volteó rápidamente hacia el digimon. Si lo decía de esa forma...

—¡Hey, Dorumon! —le llamó la atención y el digimon rió inocentemente. Aina no pudo evitar sentir cierta sorpresa al verlos a ambos interactuar como si se conocieran desde hace años.

Ella tragó saliva y sonrió con los labios juntos.

Tokomon la observó con curiosidad.

—¿Pasa algo, Aina? —preguntó mientras Dorumon le daba vueltas a Theo en una pequeña persecución cómica.

Ella negó con la cabeza antes de levantarse.

—Solo... es la primera vez que veo a Theo sonreír así.

Al percibir el movimiento, Theo alzó la mirada hacia ella y aunque tenía ganas de sonreír por el simple hecho de verla sana y salva, caminando hacia él, todavía había algo que no le había preguntado.

—Por cierto, ¿qué estabas haciendo en la Cúpula II? Creí que te habían llevado directamente a la I —decidió no dar vueltas al asunto.

Ella se encogió de hombros.

—Hasta donde sé, hubo un cambio de planes —contestó, restándole importancia al asunto —. Pero eso no es relevante ahora. Quería verte, por eso decidí escapar y me encontré con esto —ella sacó su digivice del bolsillo de su suéter —. Y con Tukaimon... Tokomon —sacudió la cabeza y lo miró a los ojos —. ¿Qué me dices de ti? Oí lo que pasó en la V. ¿Tu padre...?

—Él está bien —Theo rápidamente la interrumpió, antes de que pudiera hacerse una idea equivocada —. Bueno, lo estaba la última vez que lo vi. Lo de Dorumon y cómo llegamos hasta aquí es toda otra historia...

Aina rió un poco. 

—Lo entiendo perfectamente.

Theo correspondió a la pequeña risa.

—Síp. Siempre lo haces —él concedió, antes de suspirar.De pronto, Aina sintió que el ambiente se tornaba ligeramente más serio —. Como sea, Aina, tenemos que buscar un refugio. Creo que ya lo notaste, pero hay algo raro en-...

Lo que sea que estuviera por decir, no pudo terminarlo porque de pronto algo lo jaló de la capucha con tanta fuerza que lo hizo caer de espaldas. 

—¡Ugh!

—¡¿Acaso eres un imbécil?! —y ese algo en realidad resultó ser un alguien: T, cuya voz pareció hacer eco en la nada mientras se alzaba frente a Theo con todo tipo de aura nada amistosa —. Te dije que esperaras, ¡¿qué diablos te pasa?!

Dorumon se interpuso entre ambos al mismo tiempo que Aina exclamaba un "¡hey!", lista para saltar a defender a Theo, cuando sintió que alguien la sujetaba por el brazo.

—Déjalo —dijo la chica con la que había salido de ese subterráneo. Tenía una sonrisa confiada, como si ya estuviera acostumbrada a ese tipo de acto —. Si se metió sólo en ese lío, sólo va a salir.

Aina frunció el ceño. No recordaba haberle dado ese tipo de confianza, así que de un solo tirón se soltó del agarre y dio un par de pasos hacia atrás.

—No me toques —espetó —. En ningún momento acepté ir contigo.

Nesta estuvo genuinamente confundida.

—¿Eh?

A solo un par de metros de ellos, Myah y Ren observaron la escena, ella más preocupada que él.

—¿No vas a hacer algo? —preguntó, mirando de un lado al otro, tapando los ojos de Lopmon .

Ren, de brazos cruzados, se encogió de hombros.

—¿Cómo qué?

Myah alzó ambas cejas, incrédula.

—No sé, ¡¿detenerlos?!

Ren la miró como si estuviera preguntando si hablaba en serio, pero Myah no pudo aclararle que efectivamente, hablaba en serio, cuando Theo volvió a hablar:

—Está bien —él dijo, llamando la atención de todos antes de levantarse y alzar las manos en señal de paz —. Me lo merezco.

Aina frunció el ceño.

—Theo...

—Pero —él continuó rápidamente, manteniéndole firmemente la mirada al recién llegado —. No iba a quedarme ahí sentado, esperando a que todo pasara. Si puedo hacer algo, lo voy a hacer.

Sobre todo si se trataba de alguien tan preciado para él, pero eso no era algo que fuera a decir en ese momento. Sus palabras se quedaron flotando en el aire por un rato, logrando una pausa en la que Aina parpadeó, ligeramente desconcertada por su decidida actitud y notando rápidamente que conocía a todas esas personas de alguna manera, quienes a su vez estaban cada uno acompañados por un digimon diferente. 

—¿Realmente crees que es así de sencillo? —T, con su mirada penetrante, preguntó de regreso. La indignación en su tono y expresión facial más clara que el agua.

Theo no bajó la cabeza.

—No, pero prefiero eso a no hacer nada.

Otra vez, agregó en su mente.

El silencio los rodeó por unos segundos y luego Ren por fin decidió intervenir.

—Esto podemos discutirlo luego —él comentó con calma, como si ya hubiera evaluado objetivamente la situación —. No es un secreto que aquí estamos demasiado expuestos.

—Cierto. Tenemos que irnos —Nesta secundó, por fin logrando que T exhalara en resignación.

—Pero, ¿a dónde? —Myah preguntó, participando por primera vez en la conversación grupal.

La rubia le guiñó un ojo como si fuera lo más entretenido del mundo y contestó simplemente:

—Ya verás.

Dicho eso, Nesta se acercó a T y Ren, y los tres empezaron a revisar uno de los digivice. Theo suspiró aliviado por haber logrado evitar más caos. No es como que confiara ciegamente en ellos, pero al menos había sido testigo de que tenían más idea que él respecto a todo lo que estaba relacionado al exterior.

Por otro lado...

—¡La próxima vez que haga eso, tendrá una bola de metal en lugar de cabeza! —Dorumon amenazó a Vorvomon.

—¿Sí? ¡Inténtalo y serás parte de la tierra! —replicó el otro dragón de lava.

—A la cuenta de tres podrán empezar —el que parecía tapir estaba listo para dar inicio a una pelea de box mientras que Tokomon animaba y Lopmon se interponía con sus patitas estiradas, buscando evitar que siquiera se tocaran. 

Theo sonrió ante la interacción. El único que no parecía interesado en lo absoluto era Jazamon, que solo observaba como él, pero no parecía fastidiado ni aburrido, por lo que supuso que como su elegido, simplemente tenía una mentalidad más tranquila. Y así, más pronto que tarde, todos empezaron a caminar con dirección al suroeste.

—Sí que lo hiciste bien ahí, campeón —Myah entonces apareció a su lado, casi dándole un infarto al chocar su hombro con el suyo en un gesto de camaradería en medio del silencio que amenazaba con consumirlos.

Theo respondió con una risa contenida.

—No sé a qué te refieres.

—Mentiroso —ella acusó.

—¡Lo digo en serio! —y él se defendió, siendo genuino.

Myah rodó los ojos con una sonrisa cómplice. La dinámica entre ellos era conocida y apreciada. Sin embargo, en medio de ese intercambio ligero, ninguno de los dos percibió la mirada de Aina que se mantenía fija en sus espaldas. Ella, siendo la última del grupo en aceptar ir, observaba con una expresión difícil de descifrar, incluso para sí misma.

En su mente se formaba una amalgama de pensamientos y sentimientos.

Sí, ella nunca había visto ese tipo de sonrisa en Theo.

Caminaron sin una dirección aparente durante un buen rato. A lo lejos, aún se distinguía la tenue iluminación de las Cúpulas, pero el cielo ahora brillaba con mayor intensidad que cuando estaban cerca de ellas.

A medida que avanzaban, Theo notó algo peculiar: la vegetación se volvía más exuberante. Las enseñanzas que les habían inculcado sostenían que el mundo estaba muriendo debido a los Digimon, y los alrededores de las cúpulas parecían respaldar esa afirmación. Sin embargo, al llegar al borde de un barranco que marcaba el límite del horizonte conocido, Theo no pudo evitar entreabrir los labios, sorprendido por la abundancia de árboles y colores que se extendían ante él.

Oyó exclamar a Myah a su derecha y luego vio a Aina con una expresión entre maravillada y agotada, captando la magnitud de la naturaleza que se desplegaba ante sus ojos. Las hojas de los árboles se mecían suavemente con la brisa, por más enormes que fueran, los colores del follaje bailaban en armonía, y la densa vegetación extraña parecía respirar vida en cada rincón por más de que los 0s y 1s parpadeaban de vez en cuando.

El susurro del viento llevaba consigo un aroma fresco y natural, mezcla de hierbas y flores silvestres, algunas extravagantes y otras discretas. A medida que se asomaban al borde del barranco, la vastedad del paisaje desconocido se desplegaba ante ellos. Una extensión de tierra repleta de flora y fauna, muy diferente de la imagen desolada que se les había pintado. Si todavía quedaban construcciones humanas, estas probablemente ya habían sido consumidas tanto por el tiempo como por esa peculiar naturaleza que brotaba por doquier.

Con cuidado, bajaron por un camino de tierra que algún grupo de digimon silvestres habían creado en su momento. Gracias a la iluminación del cielo, que todavía brillaba en distintos colores, a diferencia de la proyección de las barreras, no tuvieron problemas ni tropezones, pero fue cuando llegaron a los inicios del bosque en sí que T, Ren y Nesta los detuvieron.

—Sígannos de cerca —T dijo, manteniendo los ojos fruncidos hacia Theo por un segundo extra, quien solo rodó los ojos —. A menos que quieran ser atacados. En cuyo caso, hagan lo que quieran.

—¿Huh? —a Myah se le escapó y Aina evitó decir a tiempo que preferiría no seguirlo si eso significaba que no volvería a oírlo, pues Nesta se adelantó.

—Lo que quiere decir es que los digimon tienden a atacar si no somos cuidadosos, especialmente los que son territoriales.

—¿Como animales? —Aina preguntó.

—Más o menos —y fue Ren quien contestó —. A ellos no los atacan, sin embargo. Por alguna razón los humanos les fastidiamos más.

A medida que avanzaban, la distancia entre los seis se acortó lo suficiente como para que solo dos de ellos tuvieran que encender las linternas de sus digivices. La penumbra de la noche se cernía sobre ellos más por las sombras provocadas por las copas gruesas de los árboles que porque se hubiese oscurecido.

Frente a esto, Nesta tomó la iniciativa de poner al día a todos con los nombres tanto de los digimon como de los humanos.

—Bien, creo que es hora de que todos nos conozcamos un poco mejor —anunció Nesta con un tono ligero, tratando de aliviar la tensión que aún flotaba en el aire—. Aina, te presento a T y Ren, los amigos de los que te hablé. Ellos fueron a buscar a Myah y Theo a quienes, uh, creo que ya conocías y... ¡Oh, esos son Vorvomon y Jazamon, sus compañeros, respectivamente! Mi compañero es Bakumon, por cierto.

Theo, aunque sonriente, sintió una punzada de nerviosismo ante la posibilidad de que Aina no estuviera completamente convencida con la nueva compañía. Más bien, no era una posibilidad. Su expresión totalmente insatisfecha y escéptica no pasó desapercibida y denotaba claramente que todavía seguía recelosa debido a la pésima primera impresión que tanto Nesta como T le habían dejado, y eso era decir mucho pues de entre los dos, Aina siempre era la que terminaba siendo bastante popular no solo por su apariencia sino también por su personalidad agradable y educada.

Con cuidado, le dio un pequeño empujón para llamar su atención y su mirada se suavizó fácilmente cuando sus ojos se encontraron.

—No te preocupes, si hay algo sospechoso, te protegeré —él prometió sin dudarlo, como si no la hubiese visto escapar prácticamente sola de la Cúpula II.

Aina fue tomada desprevenida, pero se le escapó una sonrisa.

—Todavía es muy pronto para ti —le bromeó de regreso y Theo casi suspiró aliviado al verla relajar los hombros.

Siguieron caminando en silencio por un buen tramo, bastante tiempo de hecho en el que de vez en cuando Dorumon se ofrecía a llevarlos, hasta que por fin, entre los arbustos y demás, se empezó a colar luz que contrastaba claramente con el resto del oscuro entorno. Myah, Theo y Aina intercambiaron una mirada cuando los otros tres se adelantaron, pero no tardaron en seguirlos y entonces, frente a ellos, se abrió camino algo casi tan igual de impresionante como ese tremendo bosque: un campamento.

No era ni de cerca de la magnitud de las cúpulas. Quizá máximo unas 30 personas en los alrededores, con carpas esparcidas y un par de pequeñas cabañas de madera que parecían haber sobrevivido mucho tiempo ahí. Todos, o la mayoría se les quedaron viendo, nada sorprendidos por los digimon, pero sí curiosos por los tres nuevos rostros.

Fue como si todo se detuviera por un par de segundos, hasta que tres voces gritaron al mismo tiempo: 

—¡Nesta! —y tres niños en edades de 5 a 9 años corrieron directamente a abrazar a la chica rubia.

Ella les devolvió el abrazo y luego dio media vuelta sobre su eje junto a Ren y T.

—¡Bienvenidos al Cuartel! —ella exclamó con una gran sonrisa.

Un lugar lejos de cualquier zona de vigilancia o reconocimiento alguna vez llegada por la Resistencia. 

Theo tragó saliva, probablemente Myah estaba boquiabierta mientras que Aina parecía más aturdida, y lo único que pudo decir fue:

—Increíble...

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