Capítulo 8. El ermitaño

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.

La cercanía de Alphamon te está matando. Puedes sentir la respiración caliente que traspasa por su yelmo. Tus mejillas están más rojas que nunca. Y la frase que dijo el Digimon no está ayudando para nada. Tú percibes las miradas curiosas de la gente preguntándose de qué estaréis hablando entre ustedes. Ese Digimon no habrá dormido bien pensando que está teniendo una gran oportunidad.

Tú ibas a decir algo. Fue demasiado tarde. El Digimon se acercó a ti para usar su capa a modo de que nadie viese algo.

Tus ojos por un momento estaban cerrados porque no estabas segura lo que iba a pasar. Ya no escuchas los pasos de la gente. Los vuelves a abrir dándote cuenta que ya no estaban en el centro comercial. Más bien una especie de habitación con una cama grande. ¿Será la casa de Alphamon? Algo te empuja causando que cayeras sobre el colchón. Te ibas a levantar, pero las manos grandes de Alphamon atraparon tus muñecas impidiendo que te movieras.

Estás absolutamente atrapada.

—Veo que la pequeña humana se está dando cuenta de muchas cosas —murmuró cerca de tu oído. Su respiración está causando que pensaras mal.

—A-Alphamon… La otra vez estaba jugando… —dices, buscando la manera de huir.

—Un juego peligroso. Tu naturaleza es difícil de ignorar. —Con una mano libre iba tocando tu espalda con solo el toque de sus dedos—. Una criatura ermitaña como yo no puede ignorar sus instintos.

—U-Usted no lo desea…

Él te giró bruscamente. Parece que no le gustó esa respuesta porque sus ojos irradian de furia. No obstante, se relajó porque escuchas un movimiento peculiar de su armadura. Uno de sus dedos iba acariciando con curiosidad tu mejilla causando que te derritieras ante ella. Estás muy sensible. Alphamon lo notó. Su Alfa interno quiere reclamar aquello que le ha impresionado desde que te vio.

Esa magia se rompió. Alphamon aspiró tu aroma dándose cuenta de que tu esencia está mezclada con otro Digimon Alfa. Gruñó con molestia apartándose de ti.

—Veo que alguien se me adelantó —ronroneó la criatura.

—Y-Yo…

—Te divertiste, ¿eh? —Sus dedos toman un mechón de tu cabello. Un respingo—. Yo pensaba que me esperarías. ¿Acaso no querías probarlo conmigo?

—E-Era imposible ignorar la intriga… —suspiras.

—Que humana tan rebelde…

La gran mano de Alphamon agarró tu cuello para hacer presión en tu tráquea y tú reaccionaste agarrando su muñeca. No estás segura si te matará o no porque no tienes la capacidad de leer su mente. Él se aproximó a tu rostro para que notes su respiración caliente. Por un momento, pensaste que te desintegrarías con mucha facilidad.

—Tendré que remediar eso —volvió a ronronear la criatura—. Vas a ver qué suplicarás.

Eso te alertó muchísimo porque, por primera vez, te sintieras intimidada por el Digimon. Esas manos iban quitando toda tu ropa no con desesperación, pero sí ganas de averiguar qué hay detrás. Estás en un estado de sumisión absoluto. Realmente esa criatura mandaba en todos los sentidos del mundo. Tú dejas que Alphamon haga lo suyo. Tu vello corporal está erizado y eso le gustaba mucho. Te muerdes el labio inferior cuando él rozó con sus dedos tu pecho izquierdo.

Cada poro de tu cuerpo tiembla por sus toques. Alphamon se está controlando porque hace mucho tiempo que no prueba carne fresca. Volvió a girarte con brusquedad para que estuvieras acostada boca abajo. Gimes alto porque esos dedos están tocando tu intimidad mojada. Sí, definitivamente estás sensible. El Digimon oía tus sonidos lascivos y veía tu reacción. Esto es una maravilla para él. No paras de segregar mucho líquido vaginal.

—¡Alphamon! —gritas porque sientes un dedo entrar en tu cavidad. El metal frío chocar con tu vagina caliente es excitante.

—¿Vas a gemir mi nombre de esa manera? Es… gratificante.

Él mueve aquella falange para satisfacer tu gran necesidad. Tus gemidos son callados mordiendo con fuerza las sábanas. Estás ansiosa de ser penetrada por el ermitaño. Tú estás muy concentrada en la penetración, mientras sigues sintiendo la respiración caliente. Te estás imaginando el tamaño de su miembro. Debe ser un poco más grande que la de Beelzemon.

—Eres una Omega muy sucia —recalcó—. Si te hubiera cogido en aquel momento, te puedo asegurar que te hubiera mordido para que no seas de nadie más.

Las palabras obscenas del Digimon están causando más excitación en tu cuerpo. Lo deseas. Lo necesitas sentirlo con tus propias carnes.

Entonces tus oídos se agudizan ante un tono de llamada de un móvil. Es el tuyo. Una gota de sudor iba resbalando por tu sien porque no estás segura de quién puede ser. Alphamon, con sus poderes, tomó aquel aparato electrónico para dejarlo enfrente de ti.

Es Beelzemon quién te está llamando.

—¿Por qué no lo coges? —preguntó con voz autoritaria y molesta.

—... Puede esperar.

—Responde a la llamada.

La voz de Alphamon inunda tus tímpanos y solo acatas la orden. Presionas el botón verde con los dedos temblorosos.

—H-Hola…

—Pensaba que me ibas a ignorar.

—Yo… ¡Ah! —gimes muy alto porque no esperabas que Alphamon entrase por completo en ti.

—¿Estás bien? —preguntó desde el otro lado del móvil.

—S-Sí… Solo me di con la mesa de mi c-cuarto…

El ermitaño inició el vaivén con cierto salvajismo y tú simplemente debes aguantar en no gemir tan fuerte porque llamaría la atención del otro. De alguna manera, te excita el simple hecho de que te estén escuchando siendo dominada y follada al mismo tiempo.

—Oye, lo de la otra vez… Quisiera repetirlo, pero tal vez podamos quedar —dijo Beelzemon. En su voz se notaba nerviosismo.

—T-Tú no eres de quedar o eso veo. No eres un Digimon… que le interese mucho.

—En este caso, sí.

El silencio se hace presente, pero no es motivo para que Alphamon detuviera los movimientos. Te dan ganas de gemir. Debes aguantar por todos los medios posibles. Las embestidas están golpeando tu cérvix que te vuelven loca.

—Mira, ___. Eres diferente. Yo soy odiado por todos los Digimon de diferentes atributos por ser lo que soy —seguía hablando, buscando las palabras adecuadas—. Yo no quiero ser como mis antepasados. Creo que contigo puedo cambiar.

Esa confesión te sorprendió bastante. Él es la representación de los Siete Pecados Capitales con el símbolo de la gula. Y tú solo eres una humana normal y corriente, y siendo una Omega que atrae a cualquier macho presente. Beelzemon piensa que tú lo puedes ayudar. ¿No está exagerando demasiado? Tú ahogas un grito cuando sientes tus pezones torturados por las grandes manos del ermitaño. Este está buscando por todos los medios que gomas, pero tú tienes fuerza de voluntad para hacerlo.

—... ¿Te interesa volver a quedar conmigo?

—S-Sí… sí quiero —gimoteas porque la respiración de Alphamon choca en tu cuello.

—¡Genial! —Aunque no se veía, el Digimon agitaba su cola con mucha felicidad—. Ya te iré escribiendo para quedar.

—L-Lo estaré esperando…

—Y… también te quiero pedir un favor, pero te lo escribiré mejor. No vaya a ser que alguien esté escuchando esta conversación.

Tú tartamudeas, afirmando esa petición. Beelzemon colgó la llamada a lo cual tus sonidos se vuelven sonoros y fuertes ante las embestidas salvajes de Alphamon. El Digimon es muy dominante. Mucho tiempo sin probar una carne tan adictiva como tú. Estás al límite. Tus paredes se iban apretando poco a poco alarmándote de que estás a punto de venirte.

Y eso pasó. Alphamon te llenó con su semen a lo que jadeas porque es demasiado caliente. Todo tu cuerpo está temblando y no estás segura si es posible retener tanto líquido en tu vagina. No. No es posible porque el semen iba resbalando por tus muslos. Tú ladeas la cabeza para ver al mayor. Este se colocaba su armadura protegiendo su hombría; algo que no te dio tiempo de verlo.

—Veo que él siente un interés real en ti —habló el Digimon—. Eres una Omega especial.

—Casi me destroza —suspiras, mientras te ibas incorporando.

—Esas son las consecuencias del instinto Alfa de un Digimon. —La criatura se acercó a ti para acariciar tu mejilla—. Espero que no te haya dolido.

Al menos te ha preguntado por tu estado.

—Fue… un poco rápido —comentas. Alphamon no evitó reír por lo bajo.

—Siento que fuese así. Este viejo Digimon ya está en sus últimas.

—No —corriges con las mejillas sonrojadas—. Aún tiene mucha energía.

—Agradezco tu sinceridad. Creo que es hora de que vuelvas a tu casa. —Alphamon hace un gesto con su capa.

—Deje primero que me vista, ¿no? —dices, mientras ibas cogiendo tu ropa.

—Uhm, demasiado tarde.

Tú ibas a reclamar. Esa capa te rodeó de nuevo regresando aquella oscuridad que te desagrada. Por unos instantes, volviste a tu casa, a tu habitación. Un escalofrío recorre tu columna vertebral pensando que ese Digimon sabe dónde vives. O tal vez usa magia para saber exactamente cuál es tu casa. No. Es mejor no pensar en ello porque te volverás una loca.

Un suspiro sueltas, mientras te ibas vistiendo adecuadamente. Solo esperabas que tus abuelos estuviesen dormidos, así tendrías una excusa perfecta.

¡El huevo!

Aceleras tus pasos hacia el armario y te das cuenta que está la puerta medio abierta. Tu temor creció, pensando que tu abuela lo había encontrado y lo había cocinado. Pobre huevo. Cuando abres la puerta el cascarón se abrió, como si el Digimon hubiera nacido sin tu presencia.

¿Dónde puede estar?

Giras tus talones y, sin esperarlo, algo se lanzó sobre tu cara. Tus manos se colocan en aquella criatura para quitártelo de encima porque te estaba asfixiando y te era imposible respirar. Un último esfuerzo y lo conseguiste. Das bocanadas de aire, mientras miras al bebé que sostienes en tus palmas.

Un SnowBotamon, como dijo Angewomon.

—Oye, no debes atacar así a la gente. Es de mala educación —le riñes con suavidad.

El pequeño Digimon solo emitió un ruido a modo de disculpa porque se cohibió un poco. Y un pequeño sonido te alertó. Eso es señal de que tiene hambre a lo que ríes bajito.

—Te traeré algo de comer, ¿vale? —dices para dejar a SnowBotamon en la cama—. No hagas ninguna travesura, ¿entendido?

Tu instinto te dice que la criatura te entendió porque se quedó muy quieto en su sitio. Con una sonrisa de oreja a oreja decides salir de tu cuarto para ir a la cocina. Las escaleras no están lejos, pero hacen un ruido escandaloso cuando hay silencio absoluto. Tu cabeza se asoma para saber si había alguien en el salón. Solo una persona: tu abuelo.

Él está dormido como un tronco con la televisión encendida. Es tu oportunidad para ir a la cocina. Con mucho cuidado y en puntillas ibas bajando por las dichosas escaleras del demonio. Son mayores, pero tienen un oído muy fino para percatarse de los sonidos. Das un pequeño suspiro al superar la prueba. Vuelves a asomar la cabeza hacia la puerta de la cocina. Tú abuela no está, salvo una cesta de galletas horneadas.

¡Perfecto! Buen manjar para el pequeño SnowBotamon.

También decides tomar el caldero de la nevera porque sobró comida del mediodía. Un plato es suficiente, aunque tomas unos cubiertos en caso de que el bebé manchara las sábanas. Ya todo listo vuelves a la habitación. Cabe notar que estás teniendo mucha suerte.

SnowBotamon ha cumplido su palabra. No se ha movido de su sitio. Su instinto de bebé se activó al oler la comida porque empezó a mover su pequeño cuerpo redondo.

—Lo sé, lo sé —murmuras con suma suavidad, mientras te vas sentando en la cama—. Espero que te guste lo que te traje.

SnowBotamon olisquea con curiosidad para luego empezar a comer con desesperación. Verlo te enternece muchísimo. Es un recién nacido en proceso de crecimiento. Tú aproximas la mano a su cabeza para acariciar una de sus orejas. Él no lo rechazó, más bien ronroneaba con mucho gusto.

—Snow… —musita.

—Aún tengo dudas de cómo llegaste aquí. En los libros dicen que los digihuevos nacen y se crían en un Árbol Sagrado. ¿Te habrás perdido?

El Digimon solo inclinó la cabeza a modo de no entender un poco tus palabras.

—No puede ser que seas mi hijo —ríes nerviosa—. Soy humana… Y las humanas no pueden quedarse embarazadas de los Digimon, y más aún si soy una Omega.

El pequeño saltó en tus piernas para recibir más atención de tu parte y no se lo niegas. Ahora te ve como su madre y no puedes hacer nada al respecto.

Quizá sea bueno que tus amigas vean al bebé.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top