Capítulo 6. Demonio y humana

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.

Cuenta hasta diez. Los nervios desaparecerán si lo haces. Oh, madre mía. Te estás preguntando si fue buena idea, pero ya no hay vuelta atrás.

Estás en un motel con Beelzemon. El Digimon te ha dado la oportunidad para que experimentes y tú a él también. Ninguno ha dicho nada y esto es una mala señal. Tal vez el Digimon se está planteando muchas cosas, o está esperando a que des el paso. Puede que sea un demonio, pero no obligaría a alguien a la fuerza.

Tú estabas sentada en la cama y él de pie con la espalda apoyada en la pared. Quieres decir algo, pero tu lengua te delata mucho. No has mirado al Digimon, quién esperaba alguna reacción tuya.

—B-Bueno… —balbuceas.

—Ya estamos aquí —especificó Beelzemon—. Estás nerviosa.

—¿Y no puedo estarlo? Sería… mi primera vez.

—Como para no darme cuenta —esbozó una sonrisa burlona—. Eres como un libro abierto.

Los comentarios del demonio no te ayudan mucho. De hecho, te pone más nerviosa de lo habitual. La cola de la criatura se movía de un lado a otro mostrando inquietud. Entonces Beelzemon movió sus piernas para caminar hasta ti y ponerse enfrente. No has alzado la mirada para verlo. Las manos de él se colocan en tus hombros y te empuja suavemente en la cama.

—No hagas eso.

—¿El qué?

—Ponerte tímida en cuestión de segundos —ronroneó. La voz de Beelzemon está surtiendo efecto en ti—. Es una cosa que me gusta mucho y me pone cachondo.

—N-No es mi culpa que… esté así —gimes sin querer a causa de la cola enroscada en tu muslo izquierdo.

—Solo debes relajarte, pequeña humana —te recomendó.

Lo intentas. No es fácil. Pensar que perderás tu virginidad con un Digimon con aspecto de chico malo no se ve todos los días. Un escalofrío recorre tu espina dorsal al sentir el dedo de Beelzemon, aún cubierto por el guante, tocar las venas de tu cuello. Gotas de sudor resbalan por tu sien hasta que tu garganta se secó por un instante. La respiración de aquella criatura choca en tu rostro.

Dios. Estás deseando que te bese porque la tentación es muy grande. Lentamente tú guías tus manos hacia el rostro de Beelzemon. Este se tensó porque no está acostumbrado. Ni siquiera de una persona atractiva como tú. El olor que desprendes lo está enloqueciendo poco a poco. Su instinto depredador le está suplicando arrancar tus ropas y hacerte de todo.

—B-Beelzemon… —tú susurras—. Por favor… hazlo…

—¿Me estás suplicando? —preguntó con voz ronca. Tú asientes levemente—. Entonces no me contendré más.

Y, finalmente, te besó. Sería tu primer beso con un Digimon. No es nada del otro mundo, pero todo tu cuerpo está experimentando muchas emociones. En referencia al sexo, obviamente. La lengua de Beelzemon lame tu labio inferior deseando que le dieras permiso para entrar; no lo niegas en absoluto porque antes ligeramente la boca. Aquel músculo exploraba con furia tu cavidad bucal y solo tú respondes con leves gemidos y agarrando sus ropas.

El Digimon ronronea con mucho gusto porque la excitación está creciendo más y más. Te tiene en su poder. Estás doblegada ante él. Aquella cola no paraba de restregar en tu muslo tentándose en subir y tocar tu fruta prohibida. Quiere que disfrutes todo lo posible. Beelzemon se separó, creando un hilo de saliva muy fino. Tú jadeas porque ese beso francés fue intenso. Tus pulmones no paran de reclamar oxígeno.

El dedo de Beelzemon se quedó en el escote de tu camisa y lo iba bajando, desabotonando los botones sin ninguna dificultad. Te muerdes el labio porque el Digimon no paraba de mirar tu pecho cubierto por el sostén. ¿Nunca vio una prenda así? Bueno, las hembras de su raza siempre están vestidas con esas prendas. El siguiente movimiento de Beelzemon fue un tanto brusco porque empezó a masajear tus pechos. Como se nota que estás suficientemente sensible. Solo por escuchar su voz o sus toqueteos.

Y la cola, al fin, está tocando tu intimidad por encima de tus bragas. Se nota que el Digimon está desesperado y está sacando su lado Alfa. Tus manos agarran con firmeza las sábanas y tu cuerpo se retuerce ante el placer. Beelzemon agudizó sus oídos porque tú no paraba de balbucear palabras difíciles de entender. Solo captó que él continuase.

Obviamente lo hará.

No resistiendo mucho arrancó el sujetador. No importa, tienes más en tu casa. Ese gesto demuestra que el demonio tiene su lado salvaje y su instinto de follarte hasta el final está creciendo. La forma en como masajea tus pechos es tosco. Aquellos dedos ágiles tomaban tus pezones para pellizcarlos. Eso no es suficiente. Beelzemon añadió mordidas en tu cuello a lo que reaccionas curvando un poco la espalda. Está siendo una tortura y te gustaba mucho.

Y tus bragas desaparecieron porque son un incordio. Estás casi desnuda. Vulnerable ante el tocamiento y el coqueteo del Digimon. Obviamente no sabes qué hacer. Solo dedicas tu tiempo en gemir y moverte de la cama. Él continuaba con las mordidas en tu cuello, pero continuando por la zona de la yugular casi marcando territorio. Esos dientes afilados pueden desgarrar la carne fácilmente.

—B-Beelzemon… —lo llamas.

No. Eso fue un error que cometiste. El demonio gruñó con lujuria y te giró bruscamente de la cama. Estás tan débil ante el placer que te es difícil moverte. Tus oídos se agudizan al escuchar algo metálico. El Digimon se está quitando las ropas para estar más cómodo. Tú miras atrás para verlo, no obstante, él agarró tu cabeza impidiéndole ese hecho.

Joder, sería la primera vez que vieses a un Digimon desnudo. Un gemido se te escapa porque las uñas del demonio van acariciando tu espalda, no con intención de arañarte. Son mortíferas por lo que leíste en el diccionario. Son capaces de dejarte una herida horrible o matarte al instante.

—Me estoy controlando demasiado y no debería —gimoteó él. Su cola no paraba de moverse por la excitación.

—¿P-Por qué soy novata?

—Es posible. Tú aroma corporal me está atrayendo demasiado. —La mano de él se coloca en tu nuca haciendo presión de tu cabeza al colchón.

—Q-Quiero sentirlo… —suplicas.

—Aún no… —jadeó.

—Pero…

—¿De verdad piensas sentir dolor? —preguntó—. Puede que sea agresivo por naturaleza, pero no quisiera dañar a una persona que me está poniendo a mil. Tengo la polla muy dura, ¿sabes?

Por esa razón, deseas que te posea ahora mismo. La excitación es muy grande y, en realidad, no puedes ignorar el deseo.

—Pero si insistes, cumpliré tu deseo.

Tú te muerdes el labio al escuchar eso. Él roza con atrevimiento su miembro en tu intimidad. Eso causó que una descarga recorriera tu columna vertebral. Y no eres la única. Beelzemon lo sintió también y, obviamente, no aguantó en poseerte con salvajismo. Chillas, pero no de dolor. Tus paredes vaginales se han acostumbrado con mucha rapidez a la invasión. Es como si tu sexo se haya dilatado de tal manera para no te sintieras incómoda. ¿Esa es la ventaja de los Omegas?

Es enorme y te complacía. Tu cuerpo tiembla. Es una sensación nueva y embriagadora. El vaivén comenzó. No uno suave, por supuesto. Es un poco más salvaje porque Beelzemon ya te lo ha dicho. Los machos no pueden contener su apetito sexual. La cama se movía, causando que el cabecera chocara con la pared. Cualquier vecino detrás de aquel miro escuchara tus gemidos.

Tus manos agarran con firmeza las sábanas de la cama porque las embestidas de esa criatura son muy profundas. La cola de Beelzemon está enroscada en tu cintura, pero con la punta rozaba tus pezones. Realmente la excitación va en aumento; más las mordidas del Digimon en tu nuca. Ahora estás entendiendo muchas cosas. El motivo de que las chicas no paran de hablar del sexo.

Siempre has tenido curiosidad.

Ahora lo estás comprobando con tus propias carnes.

Tienes el cuerpo acostado salvo tus caderas. En esa posición Beelzemon se puso de pie para embestir con más firmeza. Le encantaban tus gemidos. Lo están volviendo loco. Has sido una criatura interesante desde que te vio. Nunca se atrevió a sacar su lado dominante porque quería ignorarlo. Y averiguar qué eres una Omega, más se interesó y con ganas de poseerte.

—B-Beelzemon…

—Como sigas gimiendo mi nombre, te aseguro que te dejaré tiesa.

—Joder, me gusta —admites—. S-Si sigues así…

—Con qué te gustaría que te follara todo el tiempo, ¿eh? —rio por lo bajo—. No estaría mal.

La verdad es que no es mala idea, pero estás sintiéndote incómoda en esa posición. Ya tus caderas te están doliendo demasiado y las bajas lentamente. Beelzemon no ha dejado de moverse. De hecho, se acomodó mucho mejor colocando sus manos a los lados de tu cuerpo.

Pero el vaivén se está volviendo irregular. Un gemido largo se te escapó al sentir un líquido caliente llenarte por completo. Beelzemon ha eyaculado en tu interior. Dudas que te quedes embarazada porque sois dos razas diferentes. Te sientes un poco extraña porque todo pasó rápido.

Beelzemon tomó tu hombro para girarte y quedarte boca arriba. Un beso excitante recibes. La lengua del demonio se retorcía en tu cavidad bucal. Sin quererlo y beberlo, gimes porque los dedos del Digimon tocaron tu intimidad. Iba estimulando tu clítoris y tus labios mayores, incluso metía las falanges con mucho cuidado en tu sexo para simular embestidas. La criatura quería seguir jugando contigo. Desea satisfacerte todo lo posible porque esto no ha acabado aún.

Una mano descansa en su brazo. Te sonrojas de golpe por la gran musculación de sus bíceps. Es increíble que a ellos no les haga falta ir al gimnasio. El calor volvió. Tu sexo estaba suplicando más y más porque las paredes están apretando los dedos de este. La otra mano libre de Beelzemon juguetea con tus pezones efectos.

—B-Beelzemon —gimoteas su nombre en el beso.

—Está claro que te gusta esto. No paras de poner esa cara de perra en celo —habló de forma sucia.

—P-Pensé que había acabado…

—Al contrario. Esto es sólo el comienzo. Además, sería descortés de mi parte que yo haya llegado a mi límite y tú no.

Vaya, ese gesto no te lo esperabas para nada. Pensabas que él no tendría ese comportamiento y todo lo contrario.

—Tienes ganas de correrte. Estás apretando mis dedos de forma bestial.

—Y-Yo no lo sé… —te sinceras.

—¿Nunca te has masturbado? —preguntó. Esa cuestión hizo que ladees la cabeza con vergüenza—. Tienes que sentir un leve cosquilleo en tu bajo vientre.

—L-Lo noto…

—Eso es que estás a punto de llegar. Céntrate ahí. No lo aguantes.

Él te está aconsejando todo lo posible porque él conoce estas cosas. Tu mente solo está concentrado en ese cosquilleo que te mencionó Beelzemon e iba bajando lentamente hasta llegar a tu sexo. No tardas dos segundos en que explotas. Fue un momento exquisito y placentero. No paras de jadear y que unas cuantas lágrimas resbalen por tu rostro.

—Ya te sientes mejor, ¿no? —Mueves la cabeza a modo de afirmación—. Bien, ahora te irás recuperando poco a poco —dice, mientras se iba acostando a tu lado.

—... No me ha dolido.

—Es por tu naturaleza. Desconocía si las humanas Omegas sentiréis dolor al igual que los Beta, pero veo que todo lo contrario.

—Gracias —agradeces.

—¿Por qué?

—Por dejar que experimente esto.

—Sabes bien que es difícil resistirse —murmura el Digimon.

Sí, lo sabes. Tú aprovechas para mirar el cuerpo trabajado de la criatura hasta llegar a la entrepierna. Tus ojos se sobresaltan al ver el pene de Beelzemon erecto. ¿Eso significa que aún tiene ganas de jugar? Tú no estás segura. Él se da cuenta de ello.

—No estoy excitado, si es lo que piensas.

—¿Entonces…?

—Esto es un efecto secundario que tenemos los Digimon Alfa. Sí lo estuviera, mi polla sería un poco más grande y gruesa.

—¡Eso sobra decirlo! —gritas con vergüenza.

—No sería divertido si no te lo dijera.

Tú inflas los mofletes con cierta molestia ante el comportamiento pervertido de Beelzemon. Este solamente ríe ante las muecas que haces.

Sin embargo, afuera del motel les acechó un Digimon. Su mano manchada de su propia esencia a causa de tus gemidos. Nunca en su vida le ha pasado, pero esto se volvió una obsesión. Él es un caballero que no debe ser impuro, pero su categoría es virus. De su yelmo blanco salía humo desde su boca. Su respiración. Y su capa roja ondea por el viento.

—Esto no es bueno.

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