Capítulo 16. Una nueva esperanza
Encadenada a un poste, lanzas miradas furtivas hacia la puerta. Te encuentras en una jaula de la que no puedes escapar. Las intenciones de Lucemon son un misterio, pero presientes que nada bueno se avecina. Ser la elegida para poner fin a esta situación es un arma de doble filo. Solo esperas que tus compañeros y tus abuelos estén a salvo.
Los lamentos de los Digimon resuenan desde el exterior, víctimas de castigos infligidos por los de su propia especie. Una gota de sudor recorre tu sien, reflejo de la ansiedad que te embarga. Exhalas un suspiro mientras intentas, en vano, liberarte de las cadenas que queman tus muñecas con su frío metal.
El sonido de pasos te alerta. Estás preparada para cualquier eventualidad. La puerta se abre, dando paso a un NeoDevimon. El temor se apodera de ti, incierta de lo que está por venir. Él agarra tus cadenas, arrancándote de tu cautiverio. Probablemente te lleve ante Lucemon o algún Pecado Capital.
Manos emergen de las celdas, provocando que te encojas, temerosa de ser tocada. El pasillo es amplio y ruegas porque este infierno termine pronto.
Tras cinco minutos eternos, llegas a una puerta que se abre a una sala imponente con un trono. Lucemon está allí, observando a través de una esfera de cristal. Sus ojos azules destilan aburrimiento e intriga; sin embargo, se desvían hacia ti.
NeoDevimon te deposita en el centro de la sala y asegura tus cadenas a un anillo en el suelo. La huida no es una opción.
—Me complace ver que eres una humana inteligente y has tomado la decisión correcta —susurra Lucemon, levantándose de su trono.
—¿Qué piensas hacer conmigo? —preguntas, invadida por el miedo.
—No te preocupes, estarás bien bajo mi cuidado. Solo deseo demostrar a nuestro venerado Dios que poseo su nuevo juguete.
—¿Crees que se dará por vencido?
—Eso está por verse.
Permaneces tensa en tu lugar, sintiendo la presencia del Digimon que se mueve cerca. Con la mirada lo sigues, decidida a no perderlo de vista. Te asombra cómo puede encarnar tanto a un ángel como a un demonio, con unas alas que desafían la imaginación.
—Durante mucho tiempo me he cuestionado el verdadero significado de esa profecía —continúa hablando—. Era solo un joven Lucemon, dedicado al estudio de cada línea, mientras salvaba vidas. Y entonces comprendí que mi reinado terminaría cuando apareciera el elegido de Yggdrasil.
—Lamento informarte que sigo con vida —respondes.
—Lo sé. Pero hay algo que todavía no logro entender.
—¿Qué es?
—En la profecía hay una palabra que parece indescifrable. No encuentro su traducción. —Con sus dedos, traza las letras en el aire—. Homeostasis.
La palabra "homeostasis" apareció en el diccionario, describiendo un estado de equilibrio vital entre todos los sistemas corporales. Pero, ¿cuál es su conexión con Yggdrasil? Desearías tener un tomo de conocimientos antiguos del Mundo Digimon para descifrarlo.
Lucemon, con la espalda hacia ti, muestra un semblante grave y reflexivo. Tú, con sutileza, intentas liberarte de las cadenas que te aprisionan, aunque sin éxito. El aleteo de las alas del Digimon te pone en alerta.
—No estoy seguro si es un nombre o algo vinculado al poder de Yggdrasil.
—¿Por qué sientes tanto rencor hacia tu creador? —indagas.
—¿Por qué? ¡¿Por qué?! —La ira de Lucemon estalla—. ¿Comprendes lo que implica ser perfecto y al mismo tiempo estar destinado a aniquilar a los inferiores? Fui creado con ese propósito. Soy el Digimon más poderoso y perfecto de ambos mundos, y mi destino es erradicar a los insectos. Eso incluye a aquel que se proclama mi dios.
—Pero eres como su hijo —susurras.
—Una abominación —corrige con desdén—. Por eso, mi objetivo es digievolucionar junto a mis camaradas y engendrar a una criatura indestructible. Sin embargo, tú has logrado que Beelzemon rechace unirse a nuestra causa.
Un suspiro de alivio se escapa de tus labios, aunque sabes que la tranquilidad es efímera. Un grito se te escapa cuando el Digimon aprieta tu cuello con fuerza.
—El poder oculto en ti representa un peligro —gruñe con severidad.
—Qué lástima —replicas, sintiendo cómo tu respiración se entrecorta.
—Podría acabar contigo ahora mismo, pero prefiero utilizarte para atraer a él o a Yggdrasil.
—Entonces, hazlo. Mátame.
—Sería precipitado —declara—. Pero no te preocupes, tu anhelo se hará realidad más pronto de lo que imaginas.
—¿Acaso planeas torturarme? —preguntas, y ante tu cuestionamiento, él afloja el agarre permitiéndote respirar con normalidad.
—Quizás. Después de todo, los lamentos de los traidores tienen su propia melodía de tortura.
Con un chasquido de dedos, Lucemon convoca a NeoDevimon para que te escolte de vuelta a tu celda. Tus ojos se clavan en el Digimon, el ser más temible de ambos mundos, y el miedo a lo desconocido se apodera de ti.
De nuevo en tu jaula, encadenada, examinas las paredes que te rodean en busca de un resquicio de libertad. Pero es inútil. No hay salida. Estás atrapada entre esos muros implacables. Te acurrucas, abrazando tus piernas, mientras el frío se infiltra en tu ser. Las lágrimas brotan, y con un parpadeo, buscas consuelo en la oscuridad.
—Aunque nunca he sido devota, si puedes oírme, imploro que protejas a los tuyos. Por favor, Yggdrasil.
❌❌❌❌
—¡Tenemos que encontrarla! —exclamó Angewomon, quien luchaba por mantener la calma.
—Perder el control no nos ayudará —respondió Omegamon con serenidad.
—¡¿Cómo esperas que reaccione?! ¡Ustedes son los Caballeros Reales! ¡Deberían haber evitado esto!
—¡Exactamente! —secundó LadyDevimon—. ¡Ahora no tenemos idea de dónde está nuestra amiga!
La discusión sobre tu desaparición se intensifica. Algunos abogan por buscarte, mientras que otros insisten en que deben priorizar la salvación de otros Digimon. En silencio durante todo este tiempo, Meicoomon observa desde la azotea, buscándote a ti, su madre.
El alboroto de sus "amigos" poco le ayuda. Debe hacer caso omiso a sus otros sentidos y concentrarse únicamente en su olfato. Es su única esperanza.
—Lucemon no se detendrá ante nada para herirla —admitió Beelzemon con reluctancia, sus ojos ardían con furia.
—Entendemos vuestra ira y angustia, pero este no es el camino a seguir —intervino UlforceVeedramon con voz conciliadora.
Alphamon pasea inquieto, la tensión de la situación le resulta insoportable. Desearía que estuvieras en celo, pues así te localizaría sin esfuerzo. Se debate entre el autocontrol y la distracción de pensamientos que no deberían ocupar su mente en un momento tan crítico.
Lucemon, conocedor del oscuro augurio de la profecía, es consciente de que su única prevención es tu fin. Al gran ermitaño le repugna la idea. Te encuentras en peligro, a merced de ese ser desalmado y cruel. Alphamon cierra los ojos, anhelando una señal tuya que le guíe.
El maullido de Meicoomon agudiza sus sentidos. La cola del felino se balancea alegremente, presagiando buenas nuevas.
—¡La he hallado! ¡He encontrado a mi madre! —proclama con júbilo.
La noticia resonó entre ellos y, sin esperar a preguntar, Meicoomon se lanzó desde la azotea, siguiendo tu rastro. Angewomon y LadyDevimon, sin dudarlo, se precipitaron en su búsqueda, seguidas por el resto del grupo. ¿Cómo había logrado el pequeño tal hazaña? Quizás fuera el lazo especial que os une. Y es que su velocidad es asombrosa.
Meicoomon se detuvo brevemente para captar mejor tu esencia en el aire y luego prosiguió. Su misión es clara y vital: protegerte a toda costa. Avanzaba con cautela, evitando el encuentro con aquellos de su especie leales a los Pecados Capitales que patrullan las calles.
Tras minutos de ágil travesía de tejado en tejado, llegó a un edificio que parecía rozar el cielo. Meicoomon observó, boquiabierto y visiblemente impresionado.
—¿Es allí? —inquirió Angewomon.
—Sí, pero está repleto de Digimon —advirtió—. No sería prudente irrumpir con tantos enemigos al acecho.
Sí, es un riesgo considerable. No conviene lanzarse sin un plan sólido. Quizás los Caballeros Reales tengan una estrategia.
—Yo soy uno de ellos —declaró LadyDevimon—. Como bien sabéis, a los Digimon de tipo virus nos deleita la artimaña.
—¿Cuál es tu plan, LadyDevimon? —inquirió Angewomon.
—Si tanto desean a Beelzemon, se lo presentaré en bandeja.
—¡Jamás permitiré que hagas tal cosa! —exclamó Beelzy.
—Es un medio para acercarnos a ella —explicó LadyDevimon—. No se me ocurre otra alternativa.
—¡Me uno a la misión! —intervino Meicoomon con entusiasmo—. Soy pequeño y pasaré desapercibido.
Se intercambiaron miradas de entendimiento mutuo. El plan es temerario, pero no hay alternativa viable.
❌❌❌❌
—Es imperativo que la eliminemos, mi señor —sugirió Barbamon.
—Quizás pretenda utilizarla para su entretenimiento —especuló Daemon.
—Dejad que me la devore. El hambre me corroe —bromeó Leviamon con una carcajada.
Lucemon ignora sus comentarios, que se disipan como el viento. La profecía lo atormenta; sabe que si la elimina, no se cumplirá. Pero también es consciente de que surgirá otro humano Omega para llevarla a cabo. La única solución es la destrucción de Yggdrasil.
De repente, las puertas se abrieron de golpe, irrumpiendo en el salón. Los Pecados Capitales dirigieron su atención hacia la entrada, sorprendidos al ver a LadyDevimon arrastrando a un Beelzemon encadenado.
—¡Vaya! ¡Mi protegida ha capturado a nuestro camarada! —exclamó Lilithmon con regocijo—. Siempre supe que traicionarías a tus supuestos amigos.
A LadyDevimon no le agradó el comentario, pero optó por seguir adelante con el plan. Avanzaron hacia el corazón de la sala del trono, donde con un gesto brusco, LadyDevimon lanzó a Beelzemon al suelo. Lucemon soltó una carcajada y se aproximó a su camarada caído.
—Me sorprende que una criatura de menor rango lo haya capturado tan fácilmente.
—Fue un engaño —confesó LadyDevimon con una frialdad implacable.
—¡Traidora! —rugió Beelzemon, entrando en el papel—. ¡¿Cómo pudiste engañar a tu mejor amiga durante tanto tiempo?!
—Ella conoce mi naturaleza. Es el momento idóneo para demostrar mi valor para con mi especie y atributo.
—Por eso te he elegido como mi sucesora —se acercó Lilithmon—. Te concedo el derecho a mi códice, LadyDevimon.
—Yo... no me siento preparada.
—¡Vamos, claro que lo estás! Observa lo que has conseguido. Has traído la pieza final de este rompecabezas, y eso demuestra que eres digna de este honor —prosiguió Lilithmon—. Estás destinada a digievolucionar y convertirte en lo que hemos estado esperando. Elimíname, absorbe mis datos y verás cómo tus anhelos se hacen realidad.
LadyDevimon se encuentra en una encrucijada. Si acepta, se transformará en algo que nunca ha querido ser; si rechaza, levantará sospechas de traición.
En otro lugar, Meicoomon avanza con cautela, evitando ser detectado por los NeoDevimon. Pequeño y ágil, sigue tu rastro. Los lamentos de los Digimon, clamando por ayuda a su deidad o a un héroe, le infunden temor.
Al llegar a tu celda, Meicoomon usa sus garras para forzar el candado, alerta ante la posible llegada de algún NeoDevimon. Una vez dentro, ambos sonríen al reencontrarse.
—¡Meicoomon!
—¡Mami! —Ella corre a abrazarte.
—¿Cómo has conseguido entrar? —preguntas.
—Fue idea de LadyDevimon.
—... Por favor, dime que no es lo que estoy pensando.
—Es así, pero lo importante ahora es sacarte de aquí —afirma, mientras sus garras liberan las cadenas.
Con urgencia, corres hacia la sala del trono para socorrer a Beelzemon, con Meicoomon pisándote los talones. Es imperativo que detengas este proceso. Debes evitar que la bestia nacida de los Siete Pecados Capitales vea la luz. Las puertas se abren de par en par, capturando la atención de todos.
—¡Dejen de molestarlo! —exclamas con fuerza.
—Oh, parece que una rata se ha infiltrado —masculló Daemon, en referencia a Meicoomon.
—Soy un gato, ignorante.
—¡LadyDevimon! ¡No deberías haber hecho esto! —le reprochas.
—No me quedaba otra alternativa —respondió ella con serenidad—. Lamento si… no se me ocurrió otra solución.
—¿Qué? ¿Acaso tu heredera nos ha traicionado? —inquirió Leviamon a Lilithmon.
La expresión de Lilithmon se tornó sombría al procesar la noticia. No podía asimilar que LadyDevimon, a quien había criado y entrenado como su propia descendencia, optara por el camino de la luz. Consumida por un furor incontenible, su guante dorado se convirtió en una garra que rasgó el vientre de LadyDevimon.
El grito de LadyDevimon, lleno de agonía, resonó mientras caía al suelo. Sus datos comenzaron a desvanecerse, y tú, impulsada por la urgencia, corriste hacia ella.
—¡LadyDevimon!
—Parece que... cometí un error —dijo entre risas y toses.
Tu ira era palpable.
—No te perdonaré por lastimarla.
—Ha traicionado mi confianza —respondió Lilithmon con frialdad—. Detesto la traición. Que sufra y perezca lentamente por el veneno que corre ahora en sus circuitos. Y tú, humana Omega, también debes ser erradicada.
Meicoomon se puso en guardia, desafiante.
—¡No permitiré que le hagas daño a mi madre!
—Eres solo un gato de nivel campeón.
—Pero tengo una misión: ¡proteger a mi madre a toda costa! —sus ojos se encendieron con determinación frente a la amenaza.
—¿Tu madre? No me hagas reír. No hay comparación posible entre vosotros.
Una explosión retumbó desde el techo, anunciando la llegada del equipo de rescate Digimon ante una amenaza aún mayor. Beelzemon, liberándose fácilmente de sus ligaduras, empuñó su imponente arma y la apuntó hacia el peligro.
Angewomon se precipitó hacia LadyDevimon, tendida en el suelo, y la acogió entre sus brazos, intentando sanar sus heridas con desesperación.
—No… déjame aquí —rogó LadyDevimon con debilidad.
—¡Qué insensatez! —exclamó Angewomon—. ¡¿Cómo has podido arriesgarte así?!
—Porque ella es mi amiga del alma, y sé que tú harías lo mismo por mí. No puedo aceptar el destino que me han impuesto. ¿Por qué debemos los Digimon cumplir con un destino preescrito? ¿Por qué debo ser yo la heredera de Lilithmon?
—... Me encuentro en la misma disyuntiva que tú, enfrentada a Ophanimon. Nos entrenaron para ser adversarias y, sin embargo... —Angewomon luchaba por encontrar las palabras—, hemos terminado forjando una amistad.
—Es extraño, ¿no es así? —indagó LadyDevimon.
—Verdaderamente lo es. A veces... creo que ambas estamos destinadas a trascender esos roles impuestos.
Atentamente escuchabas el intercambio entre tus mejores amigas. A pesar de la rivalidad histórica, su cariño mutuo era innegable, y el abrazo de Angewomon lo confirmaba.
—Angewomon —la llamó LadyDevimon con voz débil—, prométeme que cuidarás de…
—Juntas la cuidaremos. Es nuestra amiga. Tú eres mi amiga —las lágrimas surcaban su rostro—. No concibo la vida sin tus ocurrencias.
—Ni yo sin tus consejos y tu seriedad —respondió LadyDevimon con una risa tenue, entrelazando su mano con la de Angewomon—. Quizás tú y yo... seamos el balance entre la luz y la oscuridad.
—¡Qué idea más absurda! Pero, ¿y si fuera posible?
Mientras conversaban, una luz celestial las envolvía. Era como si sus esencias se fusionaran para dar vida a una nueva evolución. Y así sucedió. Ante la unión de dos Digimon de atributos opuestos, nacía una nueva entidad. Un ángel destinado a ser tu protector.
—¡Soy Mastemon! ¡Seré la guardiana de ___!
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