Capítulo III: Reencuentro con el Pasado
Un maravilloso día, arruinado, pensó Sora mientras se dirigía a la casa con el cachorro pegado a su cuerpo y abría la puerta trasera del edificio con el hombro. Taichi Yagami su peor pesadilla se había vuelto a aparecer, ¿y cómo osaba estar más guapo que nunca?
Ahora era aún poco más sombrío. La temeridad juvenil había desaparecido de él. Y había perdido aquella delgadez adolescente, convirtiéndose en el hombre que ella creía que seria, tiempo atrás. Su pecho era amplio y poderoso, sus brazos eran musculosos. Tenía las piernas largas y duras, se apreciaba incluso a través de sus viejos vaqueros.
Un mechón de pelo castaño aun le caía obre un ojo y seguía habiendo un misterio en la mirada de aquellos ojos marrones como el chocolate, ahora insinuaban una profundidad que no existía cuando era más joven. Sora se negó a rendirse a la seducción de contemplar cómo se había materializado es profundidad más tarde en su vida.
Cuando lo conoció, sus labios se curvaban levemente hacia arriba, como si estuviera a punto de echarse a reír. Ahora la línea de su boca era más dura y esa curva había desaparecido. Había más líneas en su rostro: algunas arrugas alrededor de los ojos. Con todo era más atractivo que cuando era joven. Algo en aquellas arrugas sugería una enorme fuerza interior y carácter. Pero ella ya se había equivocado una vez creyendo que había visto esas cualidades en él antes.
Sora recorrió la cocina con la mirada y reprimió un suspiro. La casa era antigua y sus intentos de remodelarla pintando los armarios de azul claro y acuchillando y barnizando el suelo de madera, no lograban ocultar el hecho de que los armarios tenían grietas y el suelo se estaba levantando. Si una persona quiera dar una buena impresión, aquella habitación probablemente no la ayudaría, pensó Sora. Pero hacía mucho tiempo que ella ya no tenía la necesidad de ser otra cosa que ella misma.
- ¿Por qué has traído a Kerry aquí? – le pregunto a la niña, sin dejar que nada del resentimiento por la inesperada aparición de Tai se trasluciera en su voz
La niña le recordaba a un pájaro con un ala rota, con el dolor y el miedo traspasando la máscara que se había pintado en la cara
- Mi tío me dijo que una vez te vio hacer un milagro.
Su voz era más de la de una niña que aún cree en lo imposible, que la de una jovencita que ha perdido tanto en la vida.
¿Un milagro? ¿Cómo podía Tai llevar allí a aquella pobre niña tan vapuleada por la vida, con una expectativa así? A pesar de lo irritada que se sentía hacia él, Sora mantuvo el tono de voz suave.
- Si tuviera ese tipo de poderes hubiera convertido a tu tío en un sapo desde hace tiempo
- ¿quiere decir que no lo hiciste?
A pesar de la gravedad de la situación, o tal vez precisamente por eso, a Sora se le escapó una risita. Y después a Hana, Y al momento las dos estaban riendo abiertamente. Tai se hizo el ofendido, pero Sora estaba segura de que estaba encantada de oír reír a su sobrina. No le gustó el impulso de ternura que eso le hizo sentir hacia él. Todo sería más fácil se él siguiera siendo el chico más popular del instituto, aquel corazón de piedra que prometió estar junto a ella pase lo que pase y luego se arrepintió.
Pero en aquel momento parecía tan humano... sus ojos mostraban un profundo pesar. Y era evidente, por las miradas que lanzaba a su sobrina y al cachorro, cuál era la causa de las arrugas de su frente.
Había perdido a su hermana y a su cuñado y se había convertido en padre de una adolescente, de la noche a la mañana. En la vida todo se paga, pero de alguna forma Sora no encontró consuelo en el sufrimiento de él.
Sora hizo un hueco en la mesa para dejar al perro y lo arropó con una toalla vieja. Hana se le acercó.
- El veterinario me dijo que él no quería seguir viviendo – le susurró, acariciando al cachorro- tenia los hombros encogidos. Continuo con la voz rota- ¿Cómo es posible que no quiera seguir viviendo, con lo mucho que lo quiero?
Ojalá el amor tuviera el poder de hacer que se cumplieran nuestros deseos, pensó Sora mirando de reojo a Tai.
Años atrás, cuando ella estaba en el último año del instituto y recién había cortado con Matt, se había enamorado de su mejor amigo el cual era el chico más popular y maravilloso Taichi Yagami conocido en ese entonces como el chico Rompe Corazones, pero parece que Tai no pudo cumplir una pequeña promesa y hacer una simple llamada de teléfono.
Ella estaba segura de que si hubiera actuado a tiempo en lugar de haberse cegado por Matt Tai ahora estuviera junto a ella, pero en vez de eso él estaba saliendo con su mejor amiga Mimi Tachikawa, o al menos eso parecía cuando los vio comiéndose a besos junto a la máquina de bebidas del vestíbulo, eso la destrozo por completo y todavía después de lo que paso aquel día que llevaron aquel perro con su abuela y le dio un significado a su apodo.
En realidad, él le había dado la mejor de las oportunidades: había aprendido muy joven que era ella misma quien tenía que quererse. No existían príncipes montados en corceles que fueran a hacer maravillosa su vida, era ella quien tenía que ocuparse de ellos. Y eso había hecho.
Y ahora tenía que compartir parte de esa maravillosa con aquella jovencita preocupada y olvidarse del hombre que la había traído hasta ella.
- EL veterinario se equivoca – afirmó- Toda criatura desea vivir. Hasta el bicho más pequeño
- Eso creo yo – dijo Hana, con voz un poco más firme.
Sora cerró los ojos y trató de dejar la mente en blanco. Era una tarea más difícil de lo habitual. Su cocina parecía mucho más diminuta con Tai y su enorme cuerpo en ella. Por encima de los poderosos aromas de la menta y la salvia, percibía su inquietud, sentía su presencia: poderosa y masculina.
Abrió los ojos y le vio paseándose agitado, contemplando las plantas y los frascos con el ceño fruncido.
- Tai, ¿puedes esperar afuera unos minutos?
En vez de sentirse insultado se sintió aliviado. Sora notó como su energía abandonaba la habitación con él. Volvió a concentrarse a través de respiraciones profundas. Coloco las manos sobre el pequeño y moribundo cuerpo del perrito. Lentamente, su mente se vació de todo pensamiento y se llenó de una luz brillante, todo desapareció salvo la energía que se movía entre ella y el cachorro. Por fin abrió los ojos y contemplo al animalito. Lo acaricio con gran afecto.
- ¿va a vivir? – pregunto Hana
- No lo sé- contesto ella, reticente a crearle falsas esperanzas-, pero quiero intentar algunas cosas. Voy a darle un poco de esto.
Saco un frasco de una estantería y derramó unas cuantas gotas en su boca
- ¿es una medicina?
- Algo parecido. Buscaremos algunas hierbas de jardín y le haremos su propio remedio
- ¿En verdad sabes hacer eso? – pregunto la pequeña sorprendida
- Bueno a mi abuela le gustaba mucho la herbolaria y me enseño varios de sus conocimientos.
Tai estaba fuera, sentado en el banco favorito de ella, se sorprendió Sora. Algún día habría un pequeño estanque junto a él. Los materiales esperaban ahí a que ella tuviera el tiempo y la energía para emprender un proyecto tan ambicioso.
El no pareció notar su presencia, así que Sora hizo que Hana la acompañara al jardín de hierbas y comenzó a seleccionarlas, explico minuciosamente sus propiedades a aquella chica sorprendentemente interesada en el tema.
- ¿y bien? – pregunto el castaño apareciendo en el jardín con una agilidad rara en un hombre tan grande, aunque no era de sorprenderse ya que él era el mejor jugador de Soccer de la escuela
- Aún es pronto para decir nada – contesto Sora encogiéndose de hombros-. Me gustaría quedármelo un par de días.
- ¿Cuál es el problema? ¿Qué puedes hacer tú por el que no pudo el veterinario?
- Hay muchas posibilidades – respondió el a fríamente
"¿Por qué ha venido aquí para burlarse y ser sínico?" Pensó ella
- Claro eres libre de sacarlo de aquí y llevarlo de nuevo al veterinario si quieres
- ¡NO! – interrumpió Hana, lanzando una mirada fulminante a Tai-. El veterinario quería sacrificarlo.
Tai miró a las dos mujeres y Sora tuvo la sensación de que estaba decidiendo si las dos formaban una combinación peligrosa. Su sospecha se confirmó al momento:
- Hana, ¿y si dejamos a Kerry con Sora? Podemos volver en un par de días y ver qué tal está. Por supuesto telefonearemos antes.
Estaba escrito en su cara lo arrepentido que estaba de haber ido allí, un sentimiento que Sora compartía. Y justo cuando había logrado que su vida fura tan agradable, tan predecible, tan estable...
Un hombre como Taichi Yagami lo pondría todo patas arriba sin ni siquiera intentarlo. Estaba esperando que agarrara a su sobria y se marcharan pero, para su desconcierto, Hana se cruzó de brazos y se plantó ante se tío con una presencia sorprendente.
- Yo no me voy.
Él se pasó la mano por el pelo y miro el reloj
- Mira Hana, tengo que estar en el trabajo dentro de una hora, ¿de acuerdo?
- Yo no me voy a ningún sitio – repitió ella, mirándolo fijamente-. Me quedo aquí con Kerry. Y con Sora
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