Capítulo I: Engañando al Olvido


Por un horrible momento, Tai creyó que el cachorro había muerto. Miro a su sobrina, sentada en el asiento del copiloto de su camioneta Ford. Su pelo teñido de un negro totalmente artificial, le caía como un velo y ocultaba su rostro. Estaba encogida, con los hombros echados hacia delante como protegiéndose de una explosión.

Aunque llevaba seis meses viviendo con ella, Taichi Yagami, soltero seguía sin comprender el misterioso mundo de las adolescentes. Le habían dicho que eran fuertes, pero su sobrina, volcada sobre aquel cachorro con las manos tensas entre su pelaje dorado, no parecía fuerte. De hecho la imagen viva de la fragilidad... al igual que lo fue su hermana. Aunque en esos momentos le llego el recuerdo de Kari vio como el cachorro tomaba aire y sintió que él también lo necesitaba, había estado conteniendo el aliento sin darse cuenta.

- ¿falta mucho? – murmuro Hana, por una vez sin usar ese tono de "todo me da igual" que solía emplear

- Tranquilízate, ya casi hemos llegado – contesto el castaño, deseando que fuera verdad

Esperaba haber tomado bien el desvío, había pasado tanto tiempo... Decirle a su sobrina que conocía a alguien que podría ayudarlos había sido un recurso estúpido y desesperado. Y ahora estaban allí, atravesando un frondoso bosque por un camino de tierra a las afueras de Tokio, De repente, los árboles a ambos lados del camino fueron sustituidos por arbustos de rosas, enormes plantas repletas de flores amarillas rosas y rojas. Tai no recordaba aquellas flores; además de que solo conocía a una persona capaz de tener tanto cuidado con las plantas, pero era imposible que se tratase de ella pensó el castaño. Pero a pesar de eso el aroma de las flores le daba a Tai un sentimiento peligroso: esperanza

El veterinario lo había dado por imposible. El cachorro no mejoraba, no viviría, les había recomendado un final compasivo. Hana se había dado la vuelta ante aquella sugerencia, con las lágrimas inundándole las mejillas y tiñéndoselas de negro, al corrérsele el rímel. Tai había intentado abrazarla y agarrar al cachorro, pero ella lo había envuelto con su cuerpo, rechazando tanto el desprenderse de él como recibir consuelo. Luego había salido corriendo y se había metido a la camioneta.

Taichi Yagami no era alguien que pidiera favores al universo. Pero en aquel momento, mientras contemplaba a su sobrina en la camioneta desde la ventana de la clínica veterinaria, se dio cuenta de que, con sus trece años, era todavía una niña y experimentó un sentimiento, ¿Acaso él no era la mejor persona para ser un tutor?, después de todo él siempre había fracasado en hacer felices a las mujer.

Él era policía y, aunque Odaiba no era un barrio muy grande se enfrentaba cada día a asuntos duros y a veces terribles. Ése era su trabajo, y se consideraba bueno en ello. Veía su falta de sensibilidad y su coraje como una ventaja...hasta aquel momento. Aunque a diario trataba con la tragedia y el caos. Se dio cuenta de que no tenía ni la menor idea de cómo actuar ante una jovencita con el corazón a punto de romperse. Él era un hombre que no tenía costumbre de ocuparse de nadie más que de él, seguramente no era un buen tutor. Pero seis meses antes cuando su hermana Kari y su cuñado Takeru, los padres de Hana habían muerto en un accidente , Matt no podía tener la custodia de ella por su trabajo que lo mantenía fuera la mayor parte del tiempo, así que él era la única persona con la que podía contar Hana así que se hizo cargo de ella, Ya no era la niñita que recordaba al verla al año por navidad, sino una mujercita llena de hostilidad e indiferencia tras haber perdido lo más querido, y valla que sabía perfectamente cómo se siente eso. Después de la muerte de su abuelo Tai cambio por completo su actitud y eso le causo muchos conflictos, incluso perder a su mejor amiga.

Desesperado Tai la había sorprendido con el cachorro dos semanas atrás, confiado en que la ayudaría a estar ocupada durante las vacaciones de verano que se acercaban rápidamente. En el fondo, esperaba que contribuyera a solucionar los problemas entre ellos. Y parecía que podía funcionar. Después de fingir indiferencia después de cinco minutos Hana había bautizado como Kerry al pequeño labrador y se habían hecho inseparables. El perro dormía junto a ella en la cama. Tai la sorprendió un día tratando de meterlo en su mochila para ir al colegio. A veces la oía reír, y le dolía en el alma que nunca lo hiciera cuando él estaba delante, como si ella se sintiera culpable por reírse.

¿Y ahora ese cachorrito, esa confianza en la vida que le había dado a su sobrina, también le iba a ser arrebatado?

- Así que, si sabes que puedo hacer con él, muéstramelo por favor – había pedido

A continuación, había fruncido el ceño, ya que las palabras le sonaban demasiado a una oración. Frunció aún más el ceño al recordar nuevamente a aquella chica, mucho tiempo atrás volaba su memoria los recuerdos de esa chica.

Puede que ella no estuviera al final del camino. Habían pasado por lo menos quince años desde la última vez que la vio en ese entonces y ambos estaban en el instituto, pero desde aquel día que el hecho a perder todo no había tenido contacto con ella y la única información que tenía era que estaba viviendo con su padre en Kyoto.

El camino terminaba repentinamente en un claro, y Tai lo contemplo boquiabierto. Era el mismo lugar, pero transformado, no sabía bien si por la época de año o por el paso del tiempo, el claro estaba inundado de flores por todas partes, estaba tapizado de colores desde los más vistosos hasta los más suaves. Hasta Hana se olvidó por un momento de su preocupación por el perrito

- ¡oh dios mío! – comento ella- es espectacular

- Casi parece que en cualquier momento puedan aparecer hadas y duendes, ¿no crees? – pregunto el

Una vez más había utilizado las palabras equivocadas porque su sobrina le lanzo una de sus miradas de indiferencia, Tai pensó en ese momento como poder derrumbar el muro que Hana había levantado entre ellos cuando centro nuevamente su atención a Kerry. Una minúscula camioneta roja señalaba donde estaba el aparcamiento por lo cual Tai se estaciono al lado de ella.

- ¿es ella? - pregunto la adolescente

Tai volvió la cabeza hacia su sobrina y miro hacia donde ella tenía fija la vista, desgraciadamente sus suposiciones eran ciertas, ni ella ni su abuela se encontraban allí. Debería haber sabido que quince años era demasiado tiempo, La abuela probablemente haya fallecido hace tiempo y claro no había rastros de aquella chica con la que compartió la mayor parte de su infancia, solo estaba esa mujer.

Porque aquella mujer no podía ser Sora Takenouchi. Claro Sora era una chica hermosa, pero ella era un poco más baja que él, lo único que vio en común fue el color de su pelo, la diferencia era que aquella mujer lo tenía un poco más intenso que Sora además de que su pelo formaban varios rizos indomables y tenía su piel bronceada. Su camiseta blanca sin mangas se amoldaba a su pequeño, pero bien formado pecho y a su vientre plano. Llevaba unos pantalones vaqueros que dejaban ver unas hermosas pantorrillas.

La mujer se quitó el sombrero mientras se acercaba a ellos, y su cabello corto bailó sobre el aire en una danza de risos naranjas. Llevaba una cesta en la cintura llena de flores y hojas recién cortadas. En otras circunstancias Tai hubiera apreciado su encanto, pero lo único que acudía en su cabeza era que aquella mujer no era ella. Se bajó de la camioneta y ella se paró en seco, Abrió los ojos como platos y luego miró hacia atrás, como si fuera un venado que buscara un sitio seguro para esconderse, Tai era un tipo alto y musculoso, y sabía que su tamaño podía intimidar a la gente, en especial a una mujer que estaba lejos de la ciudad sin ningún vecino que la pudiera oír gritar.

- Siento molestarla – se disculpó apoyándose en la puerta abierta de la camioneta- espero pueda ayudarnos estoy buscando a una anciana que antes vivía aquí, probablemente vivía junto con...

Pero no le salían las palabras. Se quedó callado estudiándola y pudo ver la sorpresa en sus ojos. Eran color miel y de una mirada profunda, tan refrescante como bañarse en un lago en calma, era el tipo de ojos que él no podía olvidar nunca.

Tiempo atrás, cuando ambos estaban en el instituto, o incluso cuando la vio por primera vez cuando eran apenas unos niños pequeños, eran los mismos ojos que al mirarla les encantaban en su hechizo, un hechizo que desgraciadamente no pudo romper en todos estos años, un hechizo que lo había hecho prometer algo que jamás pudo cumplir.

"siempre estaré contigo"

Vio el recuerdo de aquella promesa rota reflejado en la transparencia de sus ojos, ahora entendía por qué ella quería salir corriendo, no era porque su apariencia intimidara o algo parecido. Era porque Sora lo había reconocido.

Aun así, se acercó y se detuvo cerca de ellos, Tai percibió su aroma a claveles y especias por encima de las demás flores. Ella cuadro los hombros, elevo la barbilla y anduvo unos cuantos pasos más. Su rostro era pequeño y delicado, dominado por sus inolvidables ojos, ¿y desde cuando tenía los labios tan rojos como una fresa madura?, peo lo que lo remato fue volver a escuchar aquella voz angelical:

- Hola Tai – saludo con una voz clara y melodiosa

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