Sueño Lúcido
"Esto es un sueño", me dije en ese momento, mientras sobrevolaba con los brazos extendidos una amplia casona, y luego un estadio enorme. Di una vuelta alrededor del campo, planeando, hasta que descendí suavemente y puse los pies en su césped. La ciudad estaba callada, dormida, y las estrellas iluminaban el lugar creando un juego de luces y sombras extraordinario. Antes de descender me había cruzado con otras personas, cuando recién empezaba a descubrir que estaba dentro de mi propio soñar, pero ahora bien despierto, aunque bien dormido, ya me encontraba completamente solo.
"Esto es un sueño, pero no debo despertar", me dije nuevamente. Estaba consciente de lo difícil que era eso, puesto que normalmente el momento en que descubrimos la recursividad del sueño, y la destruimos, cobramos conciencia y despertamos. Y yo no deseaba despertar, sino doblegar a mi propia mente, y descubrir los secretos que ella guardaba. También deseaba descubrir los secretos del cosmos, ya que explorándonos en lo más profundo y escondido de nuestro ser, exploramos el universo y la esencia divina que hay en él. Al fin y al cabo, somos mucho más que materia, y experiencias como ésta lo demuestran.
Por un lado, deseaba fervientemente disfrutar de ese momento, observar cada detalle del mundo que me rodeaba, un mundo creado por mí mismo, y que se extendía en todas las direcciones ¿Qué habría allí arriba, o volteando en aquel pasillo? ¿Qué habría afuera? Es más, ¿Existía un afuera desde antes, o desde ahora, o mi mente lo crearía en el exacto momento de abrir la puerta?
Por otro lado quería andar, lejos, rápido, y ver hasta dónde podía llegar antes de despertar. Inicialmente ganó el primer deseo: curiosear. Me acerqué lentamente a un ventanuco pequeño, y me asomé por él. Físicamente era imposible que mi cabeza cupiera por el escaso espacio que tenía, pero de todos modos estaba mirando el interior del lugar, que era un pequeño baño con azulejos blancos, un inodoro y un espejo. El cuarto estaba completamente a oscuras, pero de todos modos yo podía ver lo que había en su interior con sólo desearlo. Me pregunté si realmente el sueño era una creación de mi mente, instrumento tan poderoso como para inventar imágenes, experiencias, historias, mundos y personas sin mayor esfuerzo (dejo constar que, como escritor, cuando estoy consciente debo afanarme mucho para componer o crear historias de ficción que mi mente por sí misma parece ser capaz de generar durante el sueño sin esfuerzo alguno), o si en realidad, como tantos filósofos han dicho, el sueño no es más que un escape del espíritu del cuerpo material para recorrer otros planos, lugares, y encontrarse con otros espíritus en el mismo estado. Yo no sabría decirlo. Simplemente observé a mi alrededor extasiado, mirando el estadio desde las gradas, y sus detalles, y las estrellas...
El momento mágico se prolongaba, y notando que era capaz de dominar las ansias corporales de despertar, que luchaban contra las ansias espirituales de descubrir los secretos últimos del universo, di un salto y me elevé en el aire con un rumbo desconocido, pero alejándome de la ciudad. Las luces se fueron apagando, y un bosque de pinos enorme se mostró ante mí. Era de noche, pero yo veía todo, cada detalle, como si fuera de día. Los sentidos estaban aumentados, o no eran necesarios, puesto que sentía todo lo que me rodeaba como si fuera mío propio, parte de mi ser.
Poco tiempo después de estar sobrevolando el bosque los árboles se fueron abriendo para mostrar un gran lago totalmente calmo rodeado de follaje. La luna apareció allí, gigantesca, sonriéndome en tonos marrones, y por un instante quedé anonadado ante el formidable espectáculo que se presentaba ante mí. Luego, recuperado de tan bello panorama, me deslicé hasta el agua, siempre flotando sobre ella. Poco a poco fui descendiendo, hasta que un pie se introdujo unos centímetros en el líquido, y debido a la gran velocidad que llevaba, al tocar el agua ésta se partía y elevaba olas rompiendo la tranquilidad del paradisíaco lugar. Por un buen tiempo estuve disfrutando de ese experimento, de ese dominio del mundo completamente maleable por mis deseos, hasta que llegué al centro del lago, donde una estatua solitaria se alzaba sobre unas rocas. Fui planeando hasta ella, disminuyendo la velocidad del vuelo, y me detuve pisando sus pies y tomándome de su cabeza, en un abrazo fraternal. Observé sus rasgos, que miraban extasiados a las estrellas, y me di cuenta que era yo mismo, inmortalizado en la piedra, en un lugar tan hermoso y solitario. "Ojalá algún día me honren de esta manera en el mundo real", pensé. Por ahora, yo apenas me ensalzaba a mí mismo en el medio de un paisaje imaginado.
Instintivamente tuve la intención de observar mi reloj de pulsera. Mi esposa una vez me comentó que una buena forma de descubrir si estábamos viviendo la realidad o un sueño era observar el reloj, el cual se comporta de manera totalmente descontrolada cuando estamos soñando. Pero como en mi último sueño lúcido intenté eso, y me desilusioné al ver que el reloj se comportaba de forma completamente normal, causando que me despertara, decidí no hacerlo. De todos modos sabía que estaba soñando y recorriendo los caminos que yo mismo proponía.
Luego, al igual que mi par marmóreo, observé el cielo, tan perfecto como el real, o tan perfectamente recordado como el real. Y pensé en qué bueno sería poder aprender a dominar esta situación, esta técnica, y siempre tener sueños lúcidos. Como soy una persona muy utilitarista respecto al uso del tiempo, y a lo corta que es la vida, empecé a analizar las posibilidades que brindaría algo así. "Podría aprovechar las ocho horas de sueño para leer", me dije, culpándome del poco tiempo que puedo dedicarle a ese placer en la vida agitada que llevo. Eso sería genial. En vez de utilizar las horas diurnas, más aptas para compartir con los que uno ama, podría utilizar las horas nocturnas, el dormir, para leer todo aquello que no tengo tiempo de hojear durante el día.
"Aunque si leyera un libro que no conozco, alguna obra de Shakespeare, probablemente sería un invento de mi propia mente, y no la obra real", supuse. "Pero si en realidad estoy conectado con la totalidad, lo que mi mente crearía sería el verdadero libro, que fluye entre los hilos del pensamiento universal..." volví a suponer. "Podría leer primero 'El Nombre de la Rosa', de Humberto Eco, el cual disfruté hace tantos años que ya no recuerdo casi nada, a modo de experimento, en una especie de autohipnosis, y luego leer libros que nunca haya tenido entre mis manos".
Habían pasado horas, o tal vez minutos, de sueño maleable. Recordando el incidente del reloj, supuse que fueron horas, o sea, que lograba pasar la misma cantidad de tiempo real que de tiempo soñado en una relación uno a uno. Normalmente no es así, sueños que parecen interminables apenas duran minutos reales, el tiempo de distorsiona, y por eso los relojes marchan aceleradamente... ¿Significaría algo especial eso en mí, esta percepción extraordinaria del tiempo?
Tuve que empezar a buscar esa respuesta de formaconsciente, porque ya no podía detener más a mi propio cuerpo en su lucha pordespertar. Respiré hondo, observé al techo, y luego a mi esposa, tambiéndormida. Me hallaba totalmente en paz.
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