La Muerte Eterna

—¿Adónde vas? —preguntó Sonia a su padre, Álvaro, que disponía a vestirse con una blanca túnica de luz, cerca de la esférica puerta ocre que lo transportaría fuera de esa burbuja dimensional a través del espacio infinito y hasta algún otro punto planetario donde hubiera concentradores de transposiciones.

—Voy a ir a una conferencia de un gurú extremo-espiritual que trae unas nuevas teorías muy interesantes a esta zona del cúmulo estelar —le respondió éste.

—¿"A esta zona"? —le preguntó ella, alejando el papel electrónico de su vista y prestando atención a su padre—. ¡Sabes bien que el costo de los viajes interestelares es proporcional al cuadrado de la distancia recorrida!... Espero que sea en un planeta cercano...

—Sí, es en Agnómida, querida. La transposición, ida y vuelta, no costará más de unos miles de neutones.

—Bueno, eso está bien... ¿Pero de qué tratará la conferencia? —quiso saber ella con curiosidad.

—Deberías venir conmigo —La invitó el padre—. Este gurú tiene la teoría de que existe una muerte definitiva, un punto final donde caemos en la nada por todos los tiempos y donde dejaremos simplemente de existir. Es un tema apasionante...

—¿"La muerte definitiva"? —preguntó ella extrañada—. ¿Algo así como las creencias primitivas de nuestra raza en los orígenes de la historia? ¡Que tontería!

—Parece una tontería pero quiero escucharlo. Aparentemente basa su teoría en nuevos descubrimientos científicos y corrientes metafísicas que tienen bastante coherencia.

—Papá —insistió ella sin tomarlo muy en serio—, en primer lugar, actualmente, entre los implantes cibernéticos, los reemplazos de órganos, las modificaciones genéticas, y los demás métodos de prolongación de vida, podemos existir por miles de años antes de tener una muerte física, sin contar con la preservación mental por software, en la cual no creo demasiado, pero que se dice que nos hace inmortales. Ya se ha discutido mucho sobre si el alma siempre permanece viva mientras la inteligencia y la mente lo hagan, y yo creo que sí es posible. Solo migramos de forma y de cuerpo. Además, hace millones de años que se ha demostrado científicamente la existencia de la reencarnación, así que siempre continuamos con la cadena de la vida, abandonando temporalmente el cuerpo para pasar a otro más avanzado. Gracias a los avances científicos sabemos con bastante precisión quienes hemos sido en el pasado, de dónde venimos, y cuál será nuestro futuro. Hasta las parejas felices normalmente se vuelven a casar entre sí en sus siguientes encarnaciones.

—¿Y si no fueron felices? ¿Si el hombre sólo esperaba morirse para no tener que escuchar más el parloteo de su esposa? ¿Lo condenarás eternamente al castigo de que ésta lo siga hasta el fin del mundo? —dijo el hombre sonriendo.

—No seas tonto. Sabes bien que en cada reencarnación naces con un entorno diferente y por lo tanto el carácter que se desarrolla puede ser distinto, así que a veces, en las posteriores reencarnaciones, los ex-esposos no son compatibles.

—Pero en ese caso no existirían las almas gemelas, otra de nuestras grandes creencias espirituales... ¿Acaso las almas gemelas no lo son desde siempre y para siempre?

—Y bueno, lamentablemente las almas están atrapadas por un entorno que las moldea y modifica, dentro de la eternidad... —se excusó ella—. Yo no creo en la historia de las almas gemelas, y no pienso buscar a un ex de otra vida que no recuerdo. La sucesión de parejas es parte de la evolución también. Las relaciones no deben ser duraderas, sólo lo suficientemente pasajeras para que ambos aprendan juntos hasta el punto donde uno frena al otro, y deben separarse. Eso puede ocurrir en una vida, o durar una expansión de varias vidas, pero al final terminarán separados, buscando una nueva pareja a su propio nivel y que les permita seguir creciendo.

—Y esa historia del Big Bang de las almas tampoco me cierra, por más que ya se ha comprobado la existencia de la energía original en nuestro universo —completó el padre los pensamientos de su hija—. Se afirma que todas las almas de nuestro universo se originaron de un único ser primigenio, en una explosión de energía que dividió su esencia en millones de fragmentos, y desde entonces estas almas progresan y habitan cuerpos cada vez más evolucionados y lo seguirán haciendo indefinidamente, hasta alcanzar la perfección absoluta y convertirse en dioses nuevamente, momento en el cual generarán un nuevo Big Bang y un nuevo universo, en un ciclo eterno... Es algo tan abstracto, una expansión infinita durante tantos millones de años... ¿Acaso realmente el universo y el tiempo son eternos? Yo creo que la charla de hoy aclarará muchas de esas dudas, o brindará nuevas teorías metafísicas al respecto, por eso deseo ir a escucharla. Justamente este gurú dice todo lo contrario a lo que sabemos. Él dice que existe una muerte definitiva, donde todo acaba, nuestra energía se agota, y no volvemos a nacer, nunca más. Él niega el Big Bang de las almas y cree que la esencia se esparce infinitamente, como el universo, hasta llegar a un fin donde todo se congelará y la materia dejará de existir, donde las almas ya no podrán reencarnar, y, como el universo es justo, las vidas se acabarán para no tener que soportar el fin de los tiempos en la eterna oscuridad... Yo creo que eso tiene sentido, por lo menos más sentido que lo otro. Pero bueno, nada impide escuchar lo que dice. En el fondo, siendo tan avanzados como somos, con la tecnología tan perfecta que tenemos, de todos modos seguimos sin conocer el significado último de las cosas, y cual será nuestro fin. Tal vez aceptar la muerte, y saber que no tenemos una oportunidad eterna de mejorar, pueda ayudarnos a valorar más la vida que tenemos y a hacer algo más útil con ella que vivir sin rumbo y sin realmente existir, pensando que siempre habrá otra oportunidad de progresar.

—Está bien papá. Ve a escuchar a tu gurú. Yo me voy a quedar aquí leyendo —le dijo ella sin realmente haber prestado suficiente atención a los divagues de su padre.

—¿No quieres venir conmigo? —la invitó nuevamente el padre.

—No, gracias. No creo en esas tonterías de la muerte, y no me van a convencer de lo contrario. Pero haz lo que quieras, no puedo prohibirte que gastes tu dinero en trivialidades. Yo seguiré viviendo, y reencarnando, de todos modos.

El hombre se mostró un poco triste y terminó deponerse la túnica de luz. Luego abrió la puerta que llevaba al universoinfinito y se dejó absorber por el agujero negro en miniatura que lotransportaría hasta el concentrador más cercano. Estaba seguro que laexistencia tenía algo más para ellos que la simple eternidad, y que tal vez lamuerte definitiva sí existía.


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