Guerrillero

Me enseñaron que el mundo debía vivir en paz. Y pensé que era cierto... Pero me engañaron.

Desde niño, como a todos los pequeños, me bombardearon con propaganda. Desde las religiones hasta los líderes políticos, cada uno con motivaciones claras y verdaderas. La televisión con las noticias, el cine con sus películas, los grandes pensadores con sus libros. Todos concordaban en que el fin último de la raza humana era la paz, que cuando la humanidad fuera culta, avanzada, sin desigualdades sociales o culturales, la paz sobrevendría como resultado de todo lo demás, porque era nuestro estado natural. Desde los cantantes hasta los propios soldados, todos luchaban por la armonía global. Una paz que reinaría en algún momento en el mundo, y que permitiría una felicidad absoluta para la humanidad entera.

Y así se hicieron enormes avances, por incontables generaciones, luchando por la paz. Sabemos que la violencia es algo intrínseco en el hombre, pero toda persona preparada, inteligente, y de buen corazón, desearía que no existiera. La nueva era lo exigía.

Con el tiempo, las armas fueron desapareciendo, se volvieron innecesarias. Después de la guerra atómica, que acabó con tantas vidas de un plumazo, después de las guerras con armas inteligentes, después de los vehículos sin tripulación y de los soldados robots, vivimos nuevamente las guerras con piedras y palos, y volver a empezar ¿Era realmente necesario matar para obtener la victoria?

Y yo, creyendo en las palabras de los grandes líderes, y siendo fruto de todo ese torbellino que hizo finalizar a las guerras, pensé que finalmente habíamos llegado a un nuevo estado de conciencia, donde la humanidad trasmutaría hacia otro lugar, hacia otra realidad, hacia una nueva vida.

Y lo repito, me mintieron.

Una vez que las guerras y el sufrimiento acabaron, una vez que no hubo muertes y que todos fuimos iguales a los ojos de la paz, empezó el verdadero desconsuelo. Se creó un falso equilibrio entre entes antagónicos. La igualdad asume que todos somos similares. Lo cual es una ilusión ¿Cómo es posible que un hombre del oriente, religioso, que cree en un orden del mundo y un camino a seguir pueda siquiera aceptar la vida descarriada de los occidentales? ¿Cómo pequeñas naciones pueden aceptar que otras se lleven sus recursos naturales, sin devolver nada? ¿Cómo un artista, un creador, puede ser comparado con cualquier otro ser humano? ¿Cómo alguien puede hacer la paz con su vecino, un señor obeso sin aspiraciones, que disfruta sentado frente al televisor viendo historias falsas y extranjeras, sin otro futuro que repetir ese ciclo día a día?

Actualmente el gobierno universal, dirigido por entidades privadas de gran poder, controla las escasas armas que existen, que son en general vehículos no tripulados, satélites y robots, junto a una milicia reducida pero bien entrenada y con tecnología del más alto nivel. Ellos velan por la paz, y aseguran nadie sufra ningún tipo de injusticia. El gobierno universal unificó al planeta, pero no como el comunismo... O más bien, como un comunismo pero sin limitaciones a la libertad. El que tiene capacidad puede producir más y vivir mejor, es su derecho, pero al que no posee recursos, siempre se les da, para que tenga asegurada la capacidad de progresar en la vida, dependiendo eso de él, y no de factores externos a sí mismo. En el fondo creo que es una especie de capitalismo socialista, si se le pudiera llamar de alguna forma a nuestro gobierno.

A los dieciocho años me di cuenta de lo falsa que era nuestra sociedad. En realidad esa vida igualitaria existía, pero la gente seguía sufriendo como antes, las mentiras eran las mismas, y el mundo avanzaba lacónico hacia un futuro siempre incierto, aunque bien dirigido; cada vez con menos libertad, cada vez más "moderno" e igualitario, pero arrasando con culturas y verdades milenarias. Todos vestíamos o comíamos lo que queríamos, pero siempre, en el fondo, era lo mismo. Podíamos leer, ver, o conocer lo que quisiéramos, y sin embargo todos los libros y películas eran iguales. En realidad todas las opciones estaban restringidas a millares de variedades de lo mismo, producidas por unas pocas empresas que controlaban al mundo. Hablábamos todos un único idioma universal, pero nunca entendimos lo que había en el corazón de los demás. Porque somos todos iguales, seres humanos, pero todos diferentes.

Ellos pensaron que al uniformizarnos en una única cultura, donde no hubiera diferencias de ningún tipo, las guerras perderían el sentido. No habría motivos económicos, políticos o culturales que generaran conflictos. Sería el paraíso en la tierra. Sin diferencias entre las personas, la paz sobrevendría.

Lastimosamente los hombres somos diferentes. Independientemente de la cultura en la que nos criamos, independiente del color de piel o de la religión. Dos latinos, cristianos, del mismo nivel social y con la misma preparación universitaria, somos diferentes. Y estoy cansado. La gente, en vez de avanzar, retrocede. Se uniformiza la moda, la tecnología, la alimentación, el aspecto, los intereses, el arte... Todos estamos a un pulso de todos, las vías electrónicas crean un mundo virtual acortando distancias y unificando culturas. Y, dentro de tanta libertad, no somos libres. Esta paz no es más que el dominio encubierto de los poderes de siempre, que prefieren el convencimiento a la fuerza bruta. Y no hay forma de argumentar o explicar lo que ocurre, lo mal que está el mundo actual, si las personas no están preparadas para entender. Deben ser liberadas aunque no tengan conciencia de la esclavitud en la que viven sumidas.

Por eso, con un grupo pensadores iguales a mí, empezamos una nueva guerra, para liberar a esta humanidad esclavizada por la paz y la uniformidad. Empezamos con piedras y palos inicialmente, pero poseemos mucho más ahora, no sólo en armamento, sino en propaganda. Porque no podemos permitir que se avasallen nuestros principios, que uniformicen nuestras vidas, que nos hagan iguales los unos a los otros... Mi madre me decía que ante Dios todos somos iguales, pero yo creo que no es verdad, que para él todos somos únicos e irrepetibles, y que si todos fuéramos realmente iguales, el mundo no tendría significado, la vida carecería de sentido, y la genética no tendría razón de ser. No nacimos para ser iguales, sino seres excepcionales.

Y soy un guerrillero. El primero de muchos. El elegido para desestabilizar la paz mundial que reina desde hace tanto tiempo; el que traerá la guerra, y la desigualdad. Y el que por fin hará que la felicidad retorne a este planeta.


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