Disquisiciones sobre el Rapto y la clonación

Ayer era un día gris, una mañana para quedarse envuelto entre las frazadas y lejos de la fría llovizna a la cual nunca me he acostumbrado. Sin embargo, humano social y dependiente de la economía laboral como soy, debí emprender el viaje hacia el trabajo, acompañado de mi colega Martín, con quien comparto la oficina hace ya varios años.

Partimos desde casa rumbo a nuestro destino por los escondidos caminos que sólo nosotros conocíamos... Evitando semáforos, tomando atajos y paseando por tranquilos barrios poco acostumbrados al tránsito vehicular. De esta forma ahorrábamos preciosos minutos que nos permitían dormir media hora más que el resto de nuestros compañeros, y puesto que siempre nos acostábamos tarde, era un tiempo muy valioso para nuestra salud física y mental.

Poco antes de llegar al sitio que semana tras semana nos acogía durante las horas diurnas, el semáforo en una esquina cambió repentinamente a rojo, y el vehículo frente nuestro frenó sorpresivamente. Martín reaccionó rápido e hizo lo mismo, combinando un rebaje de cambio con el bombeo del pedal. Quedamos a pocos centímetros del otro carro y no nos incrustamos en él por mera suerte. Martín tocó la bocina con enojo al conductor de adelante, si bien no era su culpa, pero por lo menos sirvió para descargar la tensión del momento.

Ambos respiramos aliviados, pero no pudimos seguir discutiendo el trivial tema en el que estábamos imbuidos puesto que se borró de nuestras mentes. Por unos segundos se acumularon pequeñas gotas en el parabrisas, hasta que el limpiaparabrisas las eliminó por completo y permitió que viéramos adelante de nuevo con claridad.

—Qué calcomanía más ridícula —le dije a Martín intentando romper el silencio y terminar con el mal humor.

—¿Cuál? —me respondió él sin prestarme demasiada atención.

—Esa, la que está ahí —le señalé, indicando una en el vidrio trasero del automóvil—. Dice... "En caso del Rapto este vehículo quedará sin conductor".

—Que tontería. Es evidente que si raptan al conductor, el auto se quedará sin él... —fue el comentario de mi amigo.

—No, no entiendes nada... —le dije en forma burlona—. Habla del Rapto, el supuesto evento en el cual los cristianos serán alejados de la tierra para evitar su sufrimiento antes de que se sobrevenga la Tribulación, los tiempos de sufrimiento descritos en el Apocalipsis.

—Ah —asintió él mirándome de reojo, y esperando alguna broma. Pero no la hubo, porque se me dio por continuar hablando del tema seriamente. Ambos proveníamos de familias cristianas, pero éramos poco practicantes de los ritos eclesiales. De todos modos, toda discusión que amenizara el viaje era bienvenida, así que continuamos charlando del tema.

—El chiste de la calcomanía es, que como se asume que el Rapto es imprevisto e instantáneo, cuando suceda, su vehículo va a ser un peligro para los que se queden en este mundo, andando en la carretera sin chofer...

—Claro, porque vamos a estar muy preocupados por los accidentes que su automóvil pudieran causar en ese momento, cuando sobrevenga el Apocalipsis... —sugirió Martín sarcásticamente.

—Bueno, tal vez tú. Yo no me pienso quedar —sonreí—. En realidad no importa. Yo soy de los que creen que el Rapto sucederá luego de la Tribulación, y no antes. Ese período es una prueba, donde muchos caerán, y pocos sobrevivirán debido a su fe, del infierno, muerte y falsedad que será la tierra. El Rapto será sorpresivo, concuerdo con eso, pero sobrevendrá luego de mucho sufrir, luego de que seamos templados.

—¿Tú crees que no será antes? Es más, ¿Crees que va a suceder?

—No lo sé, pero tiene lógica que sea después. Allí los santos demostrarán su santidad, y los tibios serán vomitados. Los fríos, los descarriados, lo serán más aún. A veces pienso que el Apocalipsis es nuestro hoy, el cada día. Todo lo malo, lo más bajo, lo impensable, ya existe, y cada día es más evidente. Pero siempre existió, aunque no fuera claro. Quizás el Apocalipsis dura toda nuestra vida, y el Rapto sea la muerte, la sorpresa. El destino del Rapto es el que no podemos conocer en ese caso.

—Yo no creo tanto en esa teoría. Prefiero creer en una etapa decadente de la humanidad, inclusive más aún que la que vivimos actualmente, si eso pudiera existir... Donde todos los pecados parezcan normales, donde nadie se ponga en contra de lo que los demás hacen, por malo que fuera, donde el fuerte domine haciendo sufrir al débil.

—Tú hablas de que sobrevengan tiempos como esos... ¿Pero acaso no ves la televisión? ¡Todo es basura! No se puede empeorar...

—Oh, claro que se puede —aseguró mi amigo—. En todas las épocas se ha dicho "A esto hemos llegado, no podemos caer más bajo", y sin embargo encontramos cómo ahondar el pozo y hacer más profunda la caída, sin mucha dificultad. Pero bueno, sea como sea, prefiero creer en lo que dicen del Apocalipsis, y cómo todo terminará de forma grandilocuente. En ese caso, mi pregunta es: ¿A estos elegidos, los raptados, cómo los seleccionarán? ¿Crees que Dios conoce sus almas y podrá elegirlos uno a uno, hebra a hebra? Yo no leo la Biblia, pero los aptos deberán ser localizados por los ángeles o por quien sea que los busque. Y cada día creo más que Dios desconoce nuestras almas. Para él todos somos puros desde el punto de vista del espíritu, pero las almas pertenecen a la tierra, y nadie puede ver en su interior, salvo nosotros mismos.

—No lo sé... Dios es omnipotente, puede todo, conoce todo. Desde ese punto de vista, puede conocer nuestros corazones.

—Yo creo que no, o aún peor, puede ser que conozca nuestros corazones, pero ¿Cómo sería capaz de calificarlos? ¿Es Dios capaz de hacerlo? Sería como un test en el colegio, donde si haces 50% del examen no pasas el curso, pero si haces 51% sí lo apruebas. Yo no creo que sea posible. Tal vez haya otra explicación.

—Bueno, hay otras explicaciones... —dije en voz alta—. Pero son menos creíbles que el Rapto.

—¿Como cuáles? —inquirió Martín mientras doblaba en la esquina del edificio donde estaba nuestra oficina. Lastimosamente toda la cuadra estaba llena de vehículos; supuse que debido a la lluvia la afluencia de automóviles era mayor a la habitual. Deberíamos dar unas cuantas vueltas para estacionar en un lugar de la cuadra anterior, así que continuamos la charla. El sentido de las calles en algunas zonas de la ciudad es tan incómodo...

—Esteee... —Dudé, a la vez que reordenaba mis ideas—. Nunca olvidaré un folleto que me entregaron una vez mientras comía algo en un panchero. Contaba con imágenes a todo color cómo sucedería el Apocalipsis, de una manera resumida pero muy interesante, bastante fiel a las escrituras... Hasta que en la última página, justamente al mencionar el Rapto, la coherencia desaparecía al mostrar unas naves extraterrestres con forma de pirámide egipcia que venían a "rescatar" a ciento cuarenta y cuatro mil humanos para preservar la especie de la hecatombe mundial.

Martín se rió de una manera que no sabría describir. Era un siseo mezclado con ruidosas bocanadas de aire.

—¡Pienso igual que tú! —le dije.

—Creo que Alberto forma parte de una de esas sectas —mencionó él con una sonrisa—. No sé si son los Raelianos u otros parecidos, pero creen que somos experimentos de unos extraterrestres y que los que mejoremos genéticamente respecto al resto, seremos elegidos para una repoblación de este planeta o de otros planetas. El resto será eliminado por no cumplir con los requisitos que ellos buscan.

—Y ese podría ser el Apocalipsis, elegir a unos pocos y eliminar al resto.

—Algo así —aseguró mi compañero.

—Y los Raelianos son los que apoyan la clonación, ya que al ser nosotros clones de ellos mismos, no habría problemas éticos para clonarnos entre nosotros también. Para mí es una secta creada únicamente por los grandes laboratorios para tener gente con la que practicar clonaciones y lograr que se establezcan leyes al respecto, como todas las leyes de libertad de culto donde cada uno puede hacer lo que le parece si está permitido por su moral.

—No hay nadie que haga cumplir la moral...

—Es que la moral no es única. Justamente en eso se basan. Cada cultura tiene sus normas morales que, teóricamente, no pueden ser discutidas. En ese principio ellos se escudan.

—¿Y si tienen algún tipo de razón? —me comentó Martín—. Imagínate que la selección de los elegidos no sea por su alma, por su cristiandad, sino que fuera un mero hecho genético. Quienes tuvieran la marca podrían salvarse. O al revés, quienes no la tuvieran. Y por eso se dedican a la clonación. Para crear a los individuos salvos, o a sus pares oscuros... Tal vez fuera una cuestión de linaje, de cruza de genes. Tal vez los elegidos estuvieran descritos por un código genético que viene desde los principios del mundo. En ese caso sí sería fácil saber quién es quién, a quién llevarse y a quién no, puesto que las marcas serían claras.

—Y tal vez, en ese caso, estén adelantando el Apocalipsis. Creando antes de tiempo a los elegidos mediante la clonación, acumulándolos hasta llegar a la cantidad requerida para que el Rapto acontezca.

—¿Tú crees que eso podría suceder? —me preguntó Martín mientras estacionaba a cuadra y media de la oficina. Salimos del vehículo, cerramos las puertas, y empezamos a caminar por la mojada vereda.

—¿Qué cosa? —le pregunté—. ¿Que se adelanten los acontecimientos bíblicos por causa de ciertos humanos? ¿Acaso esos acontecimientos, de hecho, no se darán por causa humana? Nosotros causaremos el Apocalipsis, y no fuerzas exteriores. Por supuesto que depende de nosotros que sobrevenga, y en qué momento sobrevenga.

—Entonces ellos pueden ser los culpables —mencionó mi amigo mientras sus zapatos golpeaban sonoramente una tapa de metal en la calle.

—Ellos o cualquier otro, o todos juntos —aseguré.

Ambos llegamos hasta las puertas del edificio. La fina llovizna caía sobre nosotros como un manto de frescura, un manto mágico. Miré hacia arriba, a las nubes que deseaban transparentarse, pero no podían. Sólo nos brindaban el agua de su corazón. No había sonidos, no había nada. Sólo nosotros dos, los edificios callados, los árboles quietos...

—Quisiera que el Rapto fuera ahora, y no tener que entrar a este edificio para encerrarme a trabajar en algo que detesto —le dije.

Él sonrió.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top