Descenso

"El Uno, el que era todos, pero aún no poseía nombres, cayó sobre el tibio mundo cual rayo zigzagueante, opacando el aullido silencioso de la nada.

Era la hora de dar vida a la vida, y que la muerte pudiera recorrer esos mismos recodos, aunque ni él mismo aún lo supiera o decidiera.

La inteligencia universal todavía estaba acumulada en su totalidad en un único punto, pero pronto se desperdigaría en las múltiples existencias del mundo, y de la galaxia entera.

Él ya era desde el principio lo que de sí mismo había descubierto en ese preciso instante, y todo el universo era similar a lo que él ahora conocía, en un momento estático donde los segmentos de las fracciones de las unidades temporales no inventadas aún no cobraban movimiento ni se deshacían en secuencias irrepetibles.

Tenía que aplicar toda su energía, de una sola vez, en la creación. Luego expiraría, formando parte del todo, pero nunca siendo él mismo de nuevo, salvo, tal vez, cuando el proceso finalizara y él volviera a ser la totalidad una vez más.

Y si bien todo sucedió en un estático instante previo al tiempo, su propia inteligencia, tal vez, fue la que ideó ese concepto. Si hubiera sido otra energía, otra situación, otro ser, tal vez el universo hubiera sido completamente diferente, sin tiempo, sin espacio, o sin inteligencia. Pero eso no era lo que él quería. Él quería acompañarse a sí mismo, porque era uno, pero era muchos. Y quería que la energía fluyera, no que permaneciera estática, carente de dinamismo.

Entonces notó que el flujo se había iniciado, emanando desde su propia mente y vertiéndose en el mundo. Y ya no estaba todo detenido como una imagen inmóvil, sino que se había desatado una nueva dimensión nunca antes creada ni pensada.

Y se ubicó a sí mismo habitando tibios y frágiles cuerpos, por miles, para sentirse acompañado por su propia esencia, para no estar nunca más solo. Y les quiso transmitir el tesoro más preciado... La capacidad de cambiar ellos mismos la creación según lo desearan. Así, aunque su propia energía se agotara, como ya estaba sucediendo, ellos seguirían con la construcción monumental de la existencia, y lo reconstruirían a él nuevamente en el final de las eras.

¿Pero en qué momento temporal podrían realizar dicha tarea? ¿Qué podrían cambiar? ¿El espacio?, seguro, ¿pero cuándo? No les podía permitir modelar el pasado, porque entonces el mundo sería diferente cada día, si pudieran volver a corregir, cada uno, según su parecer, lo ya construido, lo hecho por ellos mismos, o por otros. Inclusive, en un caso extremo, podrían regresar al punto de la propia creación del universo y detenerlo, o modificarlo, y ese instante no debía tener interferencias.

No, el pasado era muy peligroso, debía quedarse tal cual estaba y se daba. Y aún peor sería darles poder sobre el futuro. Si pudieran cambiar el futuro (lo cual parece ilógico en primera instancia, puesto que es algo que aún no existe), crearían el destino. Al crear el destino, una fuerza infranqueable predefinida, estarían sellando definitivamente sus vidas, perdiendo la valiosa libertad que se les otorgó. Es más, crear el futuro antes de saber todo lo que sucederá antes de llegar a dicho punto, los destruiría, puesto que sólo la experiencia alimenta los verdaderos sueños a lograrse. Sueños que cambian día a día, cuando sabemos construir, y sueños que al hacerse realidad se vuelven pequeños, cuando descubrimos que se puede llegar mucho más lejos de lo inicialmente planeado...

No. Ni pasado, ni futuro. Sólo se les daría libertad continua en ese pequeñísimo momento indefinible donde el pasado se convierte en futuro, donde no se está en ninguno de los dos únicos tiempos verdaderos, donde el pasado está atrás, pero el futuro adelante y aún no llega. A ese momento le llamó presente, pero en realidad es un nombre equivocado, porque el presente inmediatamente se relaciona con la inmovilidad originaria, aunque en realidad el presente es puro dinamismo, va mucho más allá de la propia creación original, regresa a este punto que está sucediendo en este preciso instante, donde todo comienza pero nada existe aún..."

—Ese es el origen del mundo, y de lo que somos —le dijo el arrugado anciano a su bisnieto, que lo observaba con ojos bien abiertos, incrédulo, escudriñando los confines y orígenes del universo—. Debes tenerlo siempre presente, puesto que es lo que dicta aquello en lo que nos convertiremos. Tenemos una inmensa libertad en un único momento permanente y eterno. Construimos todo en un instante que nunca acaba, y que no somos capaces de definir o comprender.

—Yo voy a construir mucho, en cada instante —aseguró el niño, creyendo entender. Y tal vez vislumbraba lo que ocurría, puesto que a su edad es mucho más fácil llegar a una verdad profunda que cuando se es adulto y las barreras de la propia y engañosa existencia se imponen en la mente.

—Estoy seguro que lo harás, querido —le respondió el viejo, respirando con profunda solemnidad y entrecerrando los ojos.

—Sólo hay algo que no comprendo —le dijo el pequeño luego de unos instantes de silencio.

—¿Qué cosa? —le preguntó curioso el anciano.

—Dijiste que la inteligencia, el todo, se distribuyó entre la gente que empezó a vivir en este mundo...

—Y en muchos otros mundos —afirmó el bisabuelo.

—Entonces... ¿Por qué hay personas más inteligentes que otras? ¿Acaso no se distribuyó por igual entre todos los hombres? Es una injusticia...

El anciano sonrió:

—Pues, hijo, también hay sabiduría en eso, como en todas las cosas de la creación. Yo te pregunto: ¿Qué es mejor, que todos seamos iguales, un mundo de eternos mediocres similares, o que la inteligencia se distribuya arbitrariamente, permitiendo crear personas sobresalientes, genios, artistas y magos, pero, para compensar, tuviéramos que convivir con otros incapaces, brutos e ignorantes? La energía intelectual no era infinita, estaba limitada, y debía conservarse en cantidad, así que no ocurrió una distribución igualitaria, porque eso sólo hubiera significado volver a la inmovilidad del equilibrio. Para que ocurra el flujo de la energía, y del tiempo, deben existir diferentes niveles de energía entre los cuales moverse, en todos los ámbitos, desde el interior del átomo hasta la metafísica.

El niño volvió a quedarse pensativo por unos instantes, hasta arremeter con un nuevo pensamiento recién descubierto:

—Y, en ese caso... —dijo—. ¿Podría ser que nuestro Dios fuera más inteligente que otros dioses, perteneciendo a otra inteligencia de inteligencias donde también existen diferencias, y por eso fue capaz de crear nuestro universo y el tiempo como lo conocemos, y no de otra manera? ¿Otros dioses más o menos inteligentes, más o menos poderosos en energía, hubieran creado universos diferentes?

El anciano sonrió, satisfecho.

—Quien sabe, hijo mío. Tal vez así fue.


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