C22: Patito feo.
—Leire...—susurra Selina envolviendo su mano alrededor de mi antebrazo. Mis ojos vuelven a chocar con los suyos mientras mi cerebro lucha por encontrar una buena excusa para no terminar de entrar en el baño y comenzar a gritar como una loca desquiciada exigiendo una buena explicación.
—Vámonos de aquí—susurro apartando su mano de mi brazo. Ella no dice que si pero tampoco se opone así que me dejo conducir por ella lejos de los baños de chicas. Atravesamos los pasillos pero no soy cien por ciento consciente del lugar al que mi mejor amiga está conduciéndome.
—No puedes escucharlas, ni siquiera sabemos quiénes eran ese par de arpías que estaban haciendo ese tipo de comentarios, Leire—me dice y me doy cuenta que estamos en el patio trasero donde casi siempre está deshabitado.
—¿Escuchaste lo que dijeron?—cuestiono entre dientes. —Hablaron de una apuesta, Zabdiel también habló de una apuesta con sus amigos, Selina...—ella niega de inmediato.
—Puede ser cualquier cosa, Leire. No te lo tomes personal, mejor amiga...por dios, reacciona—exige sin apartar sus ojos de los míos.
—¿Qué pasa si la maldita apuesta de la que estaban hablando soy yo?—chillo mirándole detenidamente. Tratando de encontrar una buena respuesta que parezca por lo menos lo suficientemente lógica para no ir hasta la maldita cancha de fútbol americano y frenar la descendencia de mi novio.
—¿Te volviste loca? No creo que Zabdiel sea el tipo de chico que anda por la vida aceptando apuestas de sus amigos para jugar con los sentimientos de una persona, por Dios, Leire...—me espeta tratando de comprender que es lo que está pasando por mi cabeza en ese momento—Escucha, en una semana nos vamos de este infierno y cuándo eso pase entonces serás libre de todos y cada uno de los chismes de pasillo de los que a esta bola de descerebradas les gusta inventar, no caigas en sus juegos, Leire...tú misma las has visto la manera en la que los observan cuándo están juntos...están celosas y serían capaces de vender su alma al diablo con tal de que alguno de ellos les haga caso e incluso, separarte de Zabdiel para que vuelvan a tener el camino libre por decirlo de alguna manera...
—¿De verdad crees que eso sea posible?—pregunto en voz baja.
—Claro que sí, Leire. Estoy completamente segura que Zabdiel te adora, de otra forma jamás te hubiese pedido que fueras su novia de la manera tan linda en la que lo que hizo...vamos, amiga. Olvida lo que esas chicas que ni siquiera sabemos quiénes diablos son dijeron, ellas no te conocen, no lo conocen a él...—explica lentamente.
—Iré a buscarlo—anuncio poniéndome de pie.
—Leire... ¿escuchaste todo lo que te dije, verdad? ¿No vas a hacer nada tonto, cierto?—cuestiona observándome con una de sus cejas enarcadas.
—No, no haré nada tonto...
(...)
Me siento en la grada más alta observando detenidamente el entrenamiento de la escuadra de americano. Mi piel se estremece y siento mi corazón acelerarse cada vez que los ojos de Zabdiel van en dirección a mí. Mis nervios aumentan cada vez que reviso la hora en mi teléfono y me doy cuenta que la hora del entrenamiento está por terminar.
Se supone que yo debería estar sentada en una de las butacas escuchando atentamente –o por lo menos fingiendo que lo hago- al señor Enríquez, sin embargo estoy sentada en la grada más alta con mi cerebro zumbando dentro de mi cabeza a tal manera que casi puedo escucharlo. El sonido del silbato del coach penetra mis tímpanos y me doy cuenta que todos los chicos se dispersan por todos lados, luego veo a Zabdiel avanzando en dirección mi con una pequeña sonrisa y a unos metros más atrás a Fabricio observándonos detenidamente cruzado de brazos.
—¡Hola, cariño!—saluda ofreciéndome una amplia sonrisa.
—Hola—respondo en voz baja. Sus ojos me escudriñan un par de minutos en completo silencio y sus labios se posan en mi frente.
—¿Te pasa algo?—me pregunta sentándose junto a mí.
—No realmente—respondo en medio de un pequeño suspiro—Es sólo que...me duele un poco la cabeza, eso es todo—sus ojos se posan de nueva cuenta en los míos y entrelaza su mano con la mía provocando que mi cuerpo comience a vibrar en anticipación.
—Vamos, Leire. Soy tu novio y puedes confiar en mí—murmura y vuelvo a mirarlo a los ojos detenidamente.
—¿De verdad puedo confiar en ti, Zabdiel?—cuestiono en voz baja.
—¿Por qué me estás preguntando esto, Leire? Claro que puedes confiar en mí, eres mi novia, y si te pedí que lo fueras es porque realmente te quiero y estoy enamorado de ti—anuncia en voz baja y mi corazón vuelve a encogerse.—Yo nunca haría nada para lastimarte... ¿siguen los problemas con Fabricio?
—Algo así...pero no quiero hablar de eso...
—¿Entonces de que quieres hablar?—pregunta lentamente acariciando el dorso de mi mano.
—No quiero hablar de nada, sólo quiero quedarme aquí...—inquiero apoyando mi cabeza en su hombro. Lo escucho soltar una pequeña risita y luego siento su brazo rodearme cariñosamente en un acto de protección.
—Entonces quédate aquí pero conmigo, Leire...—susurra acariciando mi espalda. Abro los ojos lentamente y es entonces que me doy cuenta que los cerré, observo detenidamente sin apartarme un solo centímetro y mi corazón vuelve a acelerarse apenas me percato de la presencia de algunas chicas en la cancha de fútbol. Nos observan descaradamente como si estuviesen esperando una reacción.
Cuarenta y cinco minutos después me aparto de Zabdiel que me observa con media sonrisa. Vuelve a besar mi frente amorosamente y entrelaza nuestras manos una vez màs.
—De verdad, quiero saber qué es lo que te pasa.—proclama de manera linda sin apartar sus ojos de los míos.
—Está bien, te lo voy a decir—decido finalmente e inspiro profundamente llenando de aire limpio mis pulmones. Zabdiel me mira casi sin parpadear pero se queda en silencio haciendo que mis nervios aumenten todavía más.
Odio ser una chica nerviosa. Regularmente no lo soy pero me he dado cuenta que de un tiempo para acá estar cerca de él, me pone nerviosa. El hecho de que él me mire de la manera en la que lo está haciendo ahora, me pone nerviosa. Todo lo que tenga que ver con él me pone nerviosa. Y odio esa sensación de impotencia que invade mi cuerpo y me hace la mujer más vulnerable sobre todo el jodido país.
—Sé de la apuesta que tienes con tus amigos—murmuro y sus ojos se desenfocan un segundo. Mentalmente le ruego a Dios para que me diga que soy una idiota y que no hay tal apuesta, que no es más que una estupidez pero soy testigo de cómo sus mejillas adquieren un poco de color, aparta la mirada nerviosamente.
—¿Cómo sabes de eso?—cuestiona lentamente.
Alguna vez leí en un artículo de internet que cuándo sientes que se te rompe el corazón no es más que cuestión de mentalidad. Porque vamos a ser sinceros, un corazón no se puede romper. Lo cierto es que en este preciso momento con cuatro palabras que acaban de salir de sus labios mi cabeza siente que mi corazón se ha roto en millones de pedazos. Y una pequeña pero molesta sensación se instala en mi pecho, sea cuestión de mentalidad o no, duele. Y duele mucho.
—¿Entonces es cierto?—pregunto apartándome un poco.
—La verdad es que no sé como es que te enteraste de eso, pero no es lo que tú...—comienza a decir pero yo lo interrumpo.
—¿Qué no es lo que yo pienso?—me mofo lanzándole una mirada furibunda tratando de reprimir las incontrolables ganas que tengo de partirle la cara.
—Leire...
—¿Es la estúpida apuesta del típico patito feo, cierto? Esa donde la estúpida nerd fea que todo el estúpido mundo ignora. Tú eres el estúpido futbolista popular estúpidamente guapo que se cree un estúpido Dios del Olimpo...claro, el estúpido futbolista la tiene que enamorar y después todo explota...—me burlo evitando echarme a llorar. Sus ojos me escudriñan un segundo.
—Leire...
—¡¿Por qué confié en ti?!—cuestiono poniéndome de pie para marcharme.
—¡Haber eso no es cierto!—me dice envolviendo su mano alrededor de mi muñeca derecha impidiéndome en paso y haciendo que mi estúpida piel se estremezca de golpe.—Si tengo una apuesta con mis amigos pero no es lo que estás pensando...
—Esa excusa ya me la sé...—replico soltándome de su agarre para poder seguir con mi camino.
Avanzo de manera decidida por los pasillos de la universidad ignorando las miradas curiosas que no se apartan de mí, evitando comenzar a gritarles y dejarles ver que soy una maldita desquiciada hasta que llego a mi locker.
Mi corazón se acelera de manera inmediata cuándo encuentro pegada en la puerta una hoja blanca con una peculiar frase que hace que la ira estalle en mí.
"Patito feo y futbolista sexy por una apuesta nunca fueron felices juntos"
La arranco llena de furia y justo cuándo me doy media vuelta para comenzar a parlotear en contra del club de admiradoras de Zabdiel que tengan o no la culpa, me encuentro con la mirada amable de Christopher. Niega un poco y se aferra más al tirante de su mochila.
—¿Sabes que eso es sólo una broma, verdad? No eres un patito feo, Zabdiel no es sexy y lo que él siente por ti no es una apuesta—me explica lentamente como sí estuviese tratando de hacer que yo comprenda su mensaje.
—Zabdiel me dijo que tiene una apuesta con sus amigos—me quejo arrugando entre mis manos la hoja impresa.
—¿De verdad?—lo fulmino con mis ojos y Christopher niega un poco—¿Por qué me miras así?—se queja en voz baja.
—¿De verdad me vas a venir a decir que tú no sabías nada acerca de eso?—me mofo girándome de nuevo. Busco en mi mochila la llave del locker furiosamente y luego Christopher se apoya en el locker contiguo observándome un poco.
—La verdad es que no, al contrario de lo que puedas estar pensando—me informa.—Leire...me encontrè a Zabdiel cuándo venía para acá y me dijo que tiene problemas pero no me dijo nada más, ahora tú me dices que Zabdiel tiene una apuesta con sus amigos y no sólo es, me incluyes cuándo realmente no tengo ni la más remota idea de lo que me estás hablando...—mis ojos se posan en los suyos y suelta un largo suspiro—Lo digo en serio, Leire. Escúchame, eres la novia de mi mejor amigo y la mejor amiga de la chica que me encanta ¿por qué querría tener problemas contigo o lastimarte de esa manera tan ruin? No entiendo a que apuesta se refiere Zabdiel pero no creo que tenga nada que ver contigo...
—¿Por qué estás diciéndome esto?—pregunto en voz baja.
—Ya te lo dije, además yo creo que eres una chica auténtica, única y divertida. En caso de que la apuesta en cuestión se tratase de ti, mi deber de mejor amigo sería partirle la cara a Zabdiel hasta que reaccione—me ofrece una pequeña sonrisa y yo niego automáticamente—Vamos, Leire...no actúes por impulsos. Ahora, la hoja esa que tienes hecha una bolita en la mano no tiene sentido...ni siquiera tiene una firma y déjame decirte que dejar un anónimo pegado en la puerta del locker de una persona es de mala educación. No sé de donde salió o quién rayos la puso ahí pero te prometo como que me llamo Christopher Vélez a que eso es falso...—niego de nuevo.—Confía en mí, por favor...
—¡Eres un futbolista!—le espeto.
—El mejor pero eso no me convierte en una mala persona...yo voy a averiguar de qué se trata todo esto, te lo prometo. Y cuándo encuentre al responsable te juro voy a hacer que te bese los pies si es necesario...—promete ofreciéndome otra sonrisa confiada.
—Christopher...—susurro y él niega de inmediato.—Escúchame...—reprocho sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿Qué pasa?—cuestiona de nuevo.
—Supongo que las cosas están mejor así—inquiero.
—¿Te volviste loca, Leire? ¿Cómo es que las cosas van a estar mejor así?—murmura ofendido.
—Prométeme que no se lo vas a decir a Zabdiel—imploro mirándolo a los ojos. Su entrecejo se frunce pero no aparta la mirada, la sonrisa se borra de su rostro y se pone derecho.
—¿Qué es lo que pasa?—cuestiona lleno de intriga.
—Las relaciones a distancia no funcionan, nunca han funcionado...no son sanas...—informo lentamente.
—¿Qué estás tratando de decir, Leire?—pregunta cruzando sus brazos por encima de su pecho.
—Hace un par de meses solicité una plaza para hacer el último semestre de intercambio, no había dicho nada antes porque nada era seguro pero hace unos días me llegó la respuesta de la universidad en cuestión, Christopher—inquiero tratando de que mi voz suene neutra—En tres semanas tengo que estar en Nueva York...
—¿Qué?—susurra sin pestañear.
—No sabía como decírselo a Zabdiel, Christopher...no tenía ni idea pero creo que todo esto me ha servido de coartada—explico y él niega de inmediato.
—¿Te vas?—inquiere en un hilo de voz.
—Me voy...
_ _ _
Holiloli :3
¿Cómo están? Vieron que he estado desaparecida unos días, bueno, pues estoy pasando por una mala racha de escritora pero también estoy tratando de hacer algo lindo. Después sabrán.
Besos, Gloria. xx
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