C17: Lado tierno.
Decir que no disfruté de la fiesta que Fabricio organizó sería mentir descaradamente. No de la manera en la que eres un chico irresponsable y te bebes hasta el agua de los floreros y terminas tan ebrio que no eres capaz de recordar sí quiera tu nombre, como la mayoría de mis compañeros de universidad lo hicieron. No. En su lugar me dediqué a disfrutar la fiesta sentada en el patio trasero acurrucada junto a Zabdiel, charlando de trivialidades y disfrutando de su compañía.
Y para ser sincera, me gustó así.
— ¿Te apetecería mañana ir a dar un paseo por ahí?—cuestiona el chico entrelazando nuestras manos de manera cariñosa.
—Espera un segundo... ¿Zabdiel De Jesús, el capitán del equipo de fútbol americano de la Miami West Coast, está invitándome a pasear con él?—bromeo y él deja escapar una pequeña risita.
—En realidad estoy pidiéndole una cita, bella señorita—comenta y siento mi corazón dar tumbos de lo que creo que es felicidad dentro de mi pecho.
—¿De verdad?—pregunto bobamente y él ríe divertido.
—Claro que si.—murmura acariciando el dorso de mi mano.—¿Entonces, Leire Durant? ¿Quieres tener una cita conmigo?
—Creo que debo estar en mi día de suerte—comento divertida. Su entrecejo se frunce de inmediato y se ríe provocando que mi corazón se acelere.
Lo observo fijamente de repente siento el impulso de besarlo. Otra sonrisa aparece en sus labios –una de esas que harían que la mismísima Antártida se derritiera en cuestión de un segundo- y sin apartar su mirada de la mía libera mi mano y acaricia mi mejilla de manera tan delicada que siento como mi cuerpo se eleva un poco, como si mi alma abandonara la solides que posee. Se acerca peligrosamente a mí hasta que su aliento choca contra mis mejillas. Automáticamente cierro mis ojos y le ofrezco una pequeña sonrisa que muere en sus labios cuándo cubre los míos en un pequeño y cálido beso.
—¿Vas a convencerme de tener una cita contigo a base de besos?—cuestiono de manera divertida en voz baja.
Zabdiel ríe totalmente divertido y vuelve a besarme. —No. Pero para ser sincero no me importaría hacerlo...podría besarte toda la noche hasta que te rindas y me digas que quieres tener una cita conmigo—inquiere sonriéndome brevemente.
—Eso no hace falta...—respondo con voz cantarina—porque acepto tener una cita contigo, Zab...—susurro depósitando un beso sobre sus labios.
—Te prometo que te va a encantar—anuncia él envolviéndome en un pequeño abrazo.
—¿Sabes que es lo que no me va a encantar, Zabdiel?—sus ojos color marrón se instalan en los míos y parpadea una par de veces como si estuviese despertando de un largo sueño.
—¿Qué cosa?
—El súper cero que nos va a poner la señora Harriet sino nos aplicamos con el proyecto final—inquiero y una risa brota de sus labios.
—Te digo algo—me dice apartándose un poco de mí, lo suficiente para que lo pueda mirar a los ojos pero no tanto como para experimentar la sensación de pérdida.—Acabas de arruinar un gran momento romántico—me rio.
—Lo lamento, creo que buscaré en YouTube algún curso de cómo ser romántica y esas cosas...no soy buena en esto—me quejo.
—Me gustas así—inquiere en voz baja—¿Sabes que es lo que me gusta de todo esto?—pregunta volviendo a acariciar mi mejilla detenidamente y yo niego inmediatamente. Lo observo fijamente y me vuelve a sonreír provocando un estremecimiento total de mi piel—Que nosotros, tú y yo vamos a pasar mucho tiempo juntos, mucho...
(...)
—¿En dónde estuviste toda la fiesta, eh?—cuestiona Selina apenas sale del cuarto de baño con su pijama puesta atando su cabello en un moño flojo. Me siento cruzando mis piernas encima de la cama y le ofrezco una pequeña sonrisa.
—¡Con Zabdiel!—respondo simplemente.
—Ah, súper casual—se burla y yo me rio.
—Mejor dime donde estuviste tú... ¿estuviste con Chris todo el tiempo?—pregunto jugueteando con las hebras del cojín de mi cama.—¿Sabes una cosa? Yo creo que ese chico es increíble—inquiero en voz baja.
—¿Por qué dices eso?—me pregunta cruzándose de brazos y ofreciéndome esa mirada de suficiencia que suele poner cuándo su cerebro comienza a maquinar ideas locas—No, no, no, espera un momento... ¿Quién eres tú? ¿Qué hiciste con mi Leire que odiaba a los futbolistas? Me he dado cuenta que de repente has comenzado a sufrir bipolaridad, eh... ¿Es eso o estás en tus días?—suelto una sonora carcajada y niego divertida.
—¿Puedes dejar de decir tonterías?—cuestiono con fingida indignación.—Lo digo en serio ¿sabes? Me di cuenta que en todo este tiempo he estado teniendo pensamientos erróneos de las personas que me rodean, juzgué a Zabdiel sólo por pertenecer al equipo de fútbol, y a sus amigos...no los conozco a todos y generalicé, Christopher está entre ellos y tuve la oportunidad de conocerlo un poco mejor...creo que es un buen chico aunque algunas veces le gusta actuar como un idiota...—Selina ríe y se sienta mi lado abrazando mi almohada y dejando escapar un suspiro digno de una chica enamorada.
—Nos besamos...—suelta de golpe como sí me estuviese diciendo que desayuno huevos revueltos con beicon.
—¿Ah?—murmuro como respuesta.
—¡Y después me invitó al cine mañana por la tarde!—me informa en medio de una risita nerviosa.
—¿No tendría que haber sido al revés? Primero te pide la cita y después comparten babas—pregunto en voz baja y ella se ríe.
—¡Estúpida!—se burla—¿No es lo mismo que pasa contigo y con Zab?—cuestiona sonriéndome con aire victorioso.
—Bien, punto para ti—mascullo.
—Espera un momento, dijiste que tuviste la oportunidad de conocer mejor a Christopher... ¿hay algo de lo que aun yo no me enteré? Porque de una vez te digo, Leire que si hay algo de que yo todavía no me enteré más vale que me lo comiences a contar—finaliza observándome con esos ojos de desquiciada que suele poner cuándo quiere conseguir algo.
—No en realidad—replico en voz baja.
—Leire...
—Bien, el día que tuvimos esa especie de pequeña y calurosa discusión en el patio de la universidad...en la clase de química compartí mesa con Christopher...estuvimos charlando y esas cosas pero nada fuera de lo común—le explico y aparto la mirada.
—¿Qué me estás ocultando?—cuestiona lentamente.
—No seas paranoica, no te estoy ocultando nada—replico de nuevo.
—Confiaré en ti—responde y luego suspira—¿Cómo te fue con Zabdiel?—mi pulso se acelera ante la mención de su nombre y siento ganas de pegarme a mí misma por ello. ¿En qué jodido momento comenzó a pasar?
—Mañana tenemos una cita—declaro y sus ojos se abren con sorpresa.
—Oh. Por. Dios. Así que mañana será el día de las citas—murmura risueña—¿será una cita doble?—me rio.
—No tengo idea—me encojo de hombros.—Y Selina, por favor...vamos a dormir, me muero de sueño—añado en voz baja. Vuelve a reír y me lanza una mirada fugaz.
—Buenas noches, Leire—susurra al tiempo que se pone de pie para ir a lado de la cama que le toca. Me estiro un poco tratando de alcanzar la lámpara y suelto un jadeo.—Mañana va a ser un gran día, tiene que serlo...—me rio en voz baja.
—Buenas noches, Sel...
(...)
El sonido del timbre perfora mis tímpanos mientras me encuentro recostada en el sofá de mi casa contemplando el televisor sin prestarle atención en absoluto mientras un hombre que cree que es gracioso cuenta chistes malos que me dan más lástima que risa. Me pongo de pie refunfuñando y camino lentamente hasta la entrada de mi casa.
Tiro del pomo de la puerta y frunzo el ceño cuándo encuentro a Zabdiel frente a mí sonriéndome ampliamente. Mi pulso se acelera de manera inmediata pero me quedo en silencio porque sé que sí abro la boca lo único que haré será decir algo patético así como es mi costumbre cuándo me pongo nerviosa.
—¿Estás lista?—cuestiona lentamente.
—¿Nuestra cita era a las doce, cierto?—pregunto en voz baja. Zabdiel ríe.
—Son las doce, Leire—mis ojos se abren con sorpresa.
—¿Qué? ¡No, Zabdiel!—replico.
—Son las doce, cariño. De verdad—mis ojos vuelan hasta el reloj de pared que descansa en una de las paredes y suelto un jadeo.—¿Te olvidaste de nuestra cita?—cuestiona amablemente.—Sí quieres podemos dejarlo para después, yo no tengo ningún tipo de problema—niego automáticamente y otra sonrisa se instala en sus labios.
—¿Estoy bien así?—cuestiono y sus ojos vagan por mi cuerpo. Un escalofrió recorre mi espina dorsal y me arrepiento de haber hecho esa pregunta tan tonta.—¿O debo cambiarme?—susurro avergonzada.
—Tú podrías ponerte encima un costal de papas y seguiría luciendo realmente preciosa—me dice y mis mejillas arden de vergüenza.
—Basta, eso sólo lo dices porque eres demasiado amable—protesto cruzándome de brazos. Zabdiel vuelve a reír y da un paso al frente. Como la boba que soy me quedo observándolo fijamente hasta que me doy cuenta que va a besarme. Toma mi rostro entre sus manos y en menos de lo que soy capaz de comprender sus labios se mueven delicadamente sobre los míos.
—Te miras hermosa y no lo digo porque soy amable. Lo digo porque es la verdad, cualquier sujeto que te viera pensaría lo mismo...—murmura una vez que se aparta de mí y me observa a los ojos.
—Basta, me haces sonrojar—replico en voz baja.
—Ven, vámonos de una vez que la comida se enfría—anuncia tomando mi mano y tirando de mi suavemente.
El viaje no es tan largo después de todo, me gusta de hecho. Me encuentro a mí misma comparando la primera vez que viajé con Zabdiel hasta su casa. Es cómodo. Es lindo. ¿Qué tanto has cambiado, Leire? Me pregunto mentalmente aun sabiendo la respuesta a esa pregunta.
—¿A dónde vamos?—cuestiono tratando de alejar esos pensamientos de mi cabeza.
—Ah, es una sorpresa—responde simplemente.
—¡Pero Zabdiel! No me gustan las sorpresas—me quejo cruzándome de brazos.
—Bueno, pero sí te lo digo deja de ser sorpresa, encima puede que a ti no te gusten pero a mi si.—comenta sin apartar sus ojos de la carretera. Suelto un suspiro y llevo mis ojos hasta la ventanilla donde los árboles pasan delante de mí como si fuese una proyección o algo parecido.—Oye, de verdad va gustarte, Leire. Lo prometo.—llevo mis ojos de nueva cuenta.—Por cierto, Alex te envió un par de dibujos...están en la guantera—me dice señalando brevemente el lugar en el tablero del auto.
Es inevitable no sonreír cuándo se trata del pequeño y adorable demonio castaño. Me inclino sobre la guantera y la abro con cuidado. Tres hojas blancas dobladas quedan a mi vista. Me rio en voz baja y Zabdiel imita mi acto.
—Tu hermana es realmente tierna—comento en voz baja.
—Parece que le has caído muy bien—me dice en medio de una sonrisa.
—Y el sentimiento es mutuo—respondo extendiendo la primera hoja donde encuentro a lo que creo que son tres personas, una castaña con una flecha que la identifica como "Alex", un chico con un número trece en el pecho que identifica como "Zabdiel" y otra chica de cabello negro como "Leire". Me rio de nuevo—Es totalmente adorable, Zabdiel. Eres realmente muy afortunado por tener una hermana como la que tienes ¿Sabes?—susurro.
—Hey, lo estás haciendo—comenta divertido.
—¿Qué? ¿Qué se supone que estoy haciendo?—cuestiono con algo de confusión.
—Estás siendo tierna, hablas de Alex y te vuelves tierna—me rio de nuevo.
—Supongo que eso significa que tu hermana saca la parte buena de mi—Zabdiel me observa brevemente y niega divertido.
—¿Sólo mi hermana?—pregunta con fingida indignación.
—Sí. Tú todavía no lo logras—me burlo y ambos reímos.
—Recuerda esto—pide una vez que el para el auto. Observo a todos lados tratando de comprender que es lo que hacemos a la mitad de la carretera.
—¿Qué cosa?
—Te quiero....—murmura sonriéndome. Se acerca a mí y acaricia mi mejilla lentamente.
—También te quiero, Zabdiel...más de lo que admito, en realidad...
_ _ _
¡Hola! Vaya que extraño se siente estar por acá. En fin, mil perdones por no haber actualizado en tanto tiempo pero he tenido algunos problemillas con mi cerebro. Se me fue de vacaciones pero bueno, ya volvió.
Espero les gusten los capítulos de la maratón. Que los disfruten.
Mucho amor, Gloria. xx.
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