C16: Pequeña reunión.

—De verdad que no tengo ni idea del porque tengo que usar todo este maquillaje, pareciera como si de repente un payaso de crucero hubiese violado mi rostro—me quejo mirándome a través del espejo mientras Selina pasa suavemente un fino pincel sobre mis labios.

—Porque es una fiesta importante donde vienen todos los miembros del equipo de fútbol americano, tu novio, encima es organizada por tu hermano y oh si, el factor más importante en toda esta variable, es en tu casa y tienes que dar una buena impresión como buena anfitriona—explica detalladamente sin perder un solo detalle de mi rostro.

—No sé si se te ha olvidado pero yo no soy la anfitriona de ninguna fiesta, me parece que te estás confundiendo, ese es Fabricio—repongo cruzándome de brazos.—Encima ¿por qué tengo que usar esta ropa? Me hace ver como una nenita—replico y mi mejor amiga suelta una risita divertida.

—¿Es en serio que la novia de Zabdiel va a parecer un niño en la fiesta de su hermano?—cuestiona tratando de sonar firme.

—Deja de ponerle etiquetas, por Dios—me quejo de nueva cuenta tratando de controlar las locas ganas que tengo de pegarle. Selina ríe en voz baja y continúa con su labor.

—Sé que no eres tanto de maquillarte y que te encanta parecer un niño la mayor parte del tiempo, Leire—me explica y la mato con mis ojos a través del espejo.

—Recuérdame por qué eres mi mejor amiga—pido entre dientes.

—Porque me amas y no sabrías que hacer sin mí, así de simple—responde.—pero ese no era el punto, la cosa es que esta noche tienes que lucir totalmente maravillosa, tienes que ser la chica más hermosa de la fiesta para que Zabdiel termine todavía más enamorado de ti—niego un poco.

—Seli, de verdad que a veces pienso que crees que estamos dentro de uno de esos libros digitales que sueles leer en tu aplicación que pasa más tiempo en mantenimiento que funcionando—me burlo.

—Se llama wattpad—me dice ofendida.

—Sí, lo que sea. No estamos dentro de esos libros, Seli...las cosas no van a pasar de esa manera porque eso es ficción, esto es la vida real que para ser sincera a veces sí parece ficción pero sigue siendo real—murmuro.

—Deja de debatir, tienes que estar linda y punto.—repite.

—Eres una demente, pero gracias por ser mi mejor amiga...no sé que haría sin ti—añado en voz baja.

—Probablemente morir de un ataque de ansiedad a la primera crisis de moda que se te presente—anuncia encogiéndose de hombros de manera despreocupada.

—Vaya, muchas gracias—reprocho y ambas reímos al tiempo que prácticamente el suelo de mi habitación comienza a temblar ligeramente.--¿Qué rayos fue eso?—cuestiono apartándome.

—Probablemente Fabricio tratando de hacer estallar todos los cristales de todas las casas a dos kilómetros de la redonda—responde mi mejor amiga—Dios, me muero por bajar, ya quiero ver la increíble fiesta que tu hermano organizó.

—Sí, ya no me parece tan buena idea...

—¿Bromeas? ¡Esta es la mejor idea que ha tenido en años!—exclama emocionada.

—Sí, claro. La mejor idea...

(...)

La peor idea del mudo.

Eso es lo primero que pienso apenas Selina y yo llegamos a las escaleras.

Gente por todas partes. Hay personas en cada uno de los centímetros cuadrados de mi casa. La música retumba en mis oídos y hace que mi corazón vibre conforme a las notas musicales de la música electrónica que no soy capaz de reconocer y soy incapaz de hacer otra cosa que no sea observarlos como toda una idiota.

La masa de cuerpos se mueve en sincronía bailando y disfrutando de la "pequeña reunión" de la que mi gemelo habló esta mañana mientras desayunábamos nuestros elaborados tazones de cereal con leche.

El humo –que no tengo idea sí se trata de polvo, humo de tabaco o artificial- nubla mi vista un momento y el olor a alcohol se cuela por mis fosas nasales.

—Esto es....

—¡Impresionante!—masculla Selina alos gritos sobre el volumen altísimo de la música.

—No, esto es una locura. Una jodida locura—replico—esto no se parece en nada a la pequeña reunión de la que Fabricio me habló esta mañana, joder...según él sólo vendrían los futbolistas y a menos que toda la población estudiantil de la universidad formen parte del equipo de fútbol...esto no tiene sentido—agrego.

—Olvídate de esto y mejor piensa en todo lo que nos vamos a divertir...oh, mira...ahí está Christopher—me dice más que emocionada. La contemplo un par de segundos mientras ella a su vez lo contempla a él como toda una chica enamorada. Me rio mentalmente recordando la charla motivacional que tuve con Christopher y niego un poco.

Como la buena amiga que soy –para Christopher, no para Selina- me he mantenido en silencio respecto al tema y...oh joder, ¿soy una buena amiga para Christopher? El punto es que me he mantenido en silencio respecto a ella convencida que no tengo porque meter las narices en ese asunto, mucho menos contribuir a que Vélez le rompa el corazón a mi mejor amiga. Eso sí que sería ser una pésima amiga.

Los ojos del muchacho se conectan con los de Selina y casi puedo ver pequeños corazoncitos flotando a su alrededor tal cual los dibujos animados. Suelta un chillido de emoción que seguro alcanzan a escucharlo hasta los países vecinos y me ofrece una pequeña mirada juguetona.

—¿Qué pasa?—cuestiono haciéndome la tonta.

—Christopher está saludándome—chilla.

—Sí, eso es lo que parece—respondo encogiéndome de hombros.

—¿Te molestaría sí voy con él?—pregunta con voz soñadora.

—No, para nada—musito ofreciéndole una pequeña sonrisa.

—Gracias, Leire—masculla dándome un pequeño abrazo antes de comenzar a bajar las escaleras tan rápidamente que me sorprende un poco que no se caiga o se rompa una pierna en el proceso.

Me quedo quieta volviendo a observar a todo el mundo que se divierte en mi casa y me rio sola como la idiota que soy pensando en la cara que pondría mi madre sí pudiese ver el desastre en el que se ha convertido su casa esta noche hasta que mi piel se estremece por completo cuándo siento unos brazos rodearme y un cálido aliento sobre mi cuello.

Me giro de golpe y me relajo un segundo después cuándo mis ojos se encuentran con la cálida sonrisa y los amables y lindos globos oculares de Zabdiel. Una pequeña sonrisa se instala en sus labios antes de inclinarse sobre mí para besar mi mejilla.

—Hola—saluda sin perder la sonrisa.—Antes de que digas cualquier cosa tengo que decirte que el día de hoy te ves realmente bella, aunque bueno en realidad tú siempre te ves bella—comenta risueño y lo odio por hacer que mis malditas mejillas ardan de inmediato.

—Esto de las cursilerías creo que no se me dan—confieso y él ríe.

—No me importa, me gustaste siendo una despistada que ignoraba a todo el mundo y me sigues gustando así—le espetó sin apartar sus ojos un solo momento.—¿Te sientes bien? ¿O cómo por qué tienes esa cara de susto?—cuestiona sonriéndome.

—No, es que...bueno, las fiestas como que no son lo mío—inquiero y una increíble sonrisa se vuelve a instalar en sus avíos.

—Ven conmigo—indica entrelazando su mano con la mía.

—¿A dónde vamos?—pregunto comenzando a caminar junto a él.

—Bueno, me percaté que el patio trasero de tu casa todavía no está invadido de personas ebrias...creo que sería una buena idea pasar el rato ahí, después de todo...Selina te ha abandonó por Christopher—me explica girándose para mirarme de nuevo.

—Vaya, gracias por recordarme que mi mejor amiga me ha cambiado por tu mejor amigo—me quejo y él ríe de nueva cuenta.

—Pensándolo bien, creo que podríamos hacer una especie de trueque...intercambiamos de puestos—me rio y niego.

—¿Y tú para que rayos quieres a Selina? No sabes lo fan obsesionada que puede llegar a ser, se puede convertir en tu peor pesadilla—niega un poco.

—No me refería a eso. Ella se va con Christopher y yo me quedo contigo—siento esa sensación humillante de cuándo mis mejillas se tiñen de color rojo otra vez y suelto un pequeño jadeo.

—Suena bien—finalizo antes de seguir con nuestro camino.

El patio trasero de la casa está iluminado con pequeñas lucecitas navideñas color blanco, me siento junto a Zabdiel en la mecedora que parece columpio en la que mi madre se solía sentar conmigo y con Fabricio los domingos por las tardes para contarnos cuentos cuándo éramos pequeños y apoyo mi cabeza en su hombro.

Escucho una pequeña risita por su parte y le da un apretón de manos a mi mano que sigue entrelazada con la suya, sus labios se posan de manera breve en mi frente y de repente tengo la sensación de que estoy dentro de un sueño. Debo estar soñando.

—Me gusta esto, creo que podría sentarme aquí todo el día—comenta divertido y yo me rio.

—Aquí solíamos pasar el rato con mi mamá y Fabricio mientras ella nos leía cuentos para entretenernos.—inquiero en medio de un suspiro.

—Pues es un lugar muy lindo—agrega.—Sabes Leire, cuándo te vi por primera vez en la universidad me sentí un completo cobarde porque desde que te vi avanzando por el pasillo ignorando a todo el mundo me gustaste, tenías...no, tienes algo especial. Y yo no sabía que hacer si te soy sincero, no sabía como acercarme sin que me mandaras a freír espárragos y ahora que estamos acá, sigo sin saber que hacer...nunca me imaginé que cabía la posibilidad de que estuviésemos compartiendo este momento. Pero estamos haciéndolo...—susurra y me aparto un poco para poder observarlo a los ojos.

—De verdad que me gustaría decirte algo lindo pero como ya te dije antes, esto de ser cursi no es lo mío...siento la necesidad de hacerlo pero por más que me estoy devanando el cerebro de verdad que no sé como hacerlo, Zabdiel—confieso en voz baja.

—Está bien, cariño. No estoy reprochándote nada en realidad—argumenta soltando mi mano para poder acariciar mi mejilla.

Como sí de un interruptor interno que alguien presiona, mi piel automáticamente se estremece por completo haciéndome temblar ligeramente. Mi corazón comienza a latir a un ritmo casi frenético y mi pulso se va de viaje a la luna sin necesidad de la nasa mientras mi cerebro no puede dejar de pensar que esto debe de ser un sueño. Otra vez.

Zabdiel se acerca sigilosamente hasta mí y roza sus labios con los míos suavemente y siento un intenso hormigueo en la boca de mi estómago. Acuna mi rostro entre sus manos y envuelvo las mías en sus muñecas correspondiendo a su beso. Lento. Dulce. Suave.

Me hace delirar.

Nota mental, agregar dos puntos importantes más a mi lista.

Razón número cuatro; tus besos no son lindos.

Razón número cinco; das los peores discursos de amor.

¿A quién engañas, Leire?

Leire 0-1 Zabdiel.

Cierro mis ojos olvidándome de todo y lanzándome por completo a disfrutar del momento y las sensaciones embriagadores que me provocan sus labios. Lo siento sonreír pero no se aparta ni un solo centímetro de mí.

—Leire...—susurra con voz ronca.

—¿Si?

—Te quiero.—mi corazón explota dentro de mi pecho y me aparto de golpe para poder mirarlo a los ojos un breve –pero eterno- segundo.

Mi cerebro trabaja rápidamente que casi lo escucho zumbar mientras mis ojos siguen estáticos en los suyos.

Vamos, Leire. Admítelo de una vez. Me regaño mentalmente, le ofrezco una pequeña sonrisa y paso mis brazos alrededor de su cuello para acercarlo más a mí.

—También te quiero, Zabdiel...—inquiero...y luego lo beso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top