C10: El cumpleaños de Alex.

—Lo lamento, Leire—susurra unos minutos después cuándo el llanto finalmente ha cesado—Sé que dijiste que no querías contacto físico entre nosotros...no era mi intención.—agrega apartándose de mí.

—No te preocupes, que no pasa nada—le digo ofreciéndole un intento de sonrisa—Creo que deberías ir a tu casa de una vez, Zabdiel—anunció sonriéndole débilmente.

—No, voy a llevarte a tu casa—protesta de inmediato.

—Escucha, no es necesario. Puedo llamar a Selina para que pase por mí, su casa no está nada lejos de aquí...—niega.

—Lo digo en serio, Leire. —susurra limpiándose las lágrimas de las mejillas.

Por extraño que parezca siento la inminente necesidad de abrazarlo de nueva cuenta, de decirle que puede contar conmigo para todo lo que necesite y que creo que es el chico más valiente que he conocido en mi jodida vida. Que su padre es el tonto más grande del mundo por pensar que puede ir por la vida comprando la felicidad de los demás con su estúpido dinero cuándo una niña como Alexandra todo lo que necesita es amor. Suelto un pequeño suspiro y sus ojos se anclan en los míos un breve segundo.

—De acuerdo, tú ganas...como siempre—mascullo y una pequeña sonrisa se instala en sus labios.

—¿Te molesta que no me haya duchado primero?—pregunta admirándose a sí mismo aún enfundando con el uniforme del equipo.

—No. Es tu auto y tú sabes lo que haces—indago encogiéndome de hombros.

—Mañana es el cumpleaños de Alex...¿vas a venir?—cuestiona en un murmuro. Vuelvo a poner mis ojos en los suyos para darme cuenta que ya no parece tan vulnerable.

—Claro. Tu hermana es única y me cae muy bien incluso aunque trate de hacer que permanezcamos pegados todo el tiempo.—murmuro y él sonríe un poco.

El camino a casa es tranquilo. Ninguno de los dos décimos nada y dejamos que la voz de Demi Lovato llene el aire mientras canta uno de sus éxitos. Me concentro en observar todo a mí alrededor y en no mirar demasiado a Zabdiel. Le indico el camino a casa casi con voz monótona y me doy cuenta en el proceso que esto es realmente incómodo. Casi siento mi voz temblar y me odio a mí misma por ello porque lo menos que quiero que pase es que él se dé cuenta que me he quedado pensando que lo que pasó con su padre. Me concentro tanto en mis pensamientos que doy un respingo cuándo pone su mano encima de la mía para llamar mi atención.

Mis ojos la escudriñan atentamente y recorro su brazo hasta llegar a sus ojos que me observan con detenimiento como si estuviese librando una lucha interna tratando de decidir si hablar conmigo o simplemente dejarme ir.

—Leire...sobre lo que pasó allá...—comienza a decirme nerviosamente. Llevo mis ojos hasta él y niego rotundamente.

—No te preocupes no pasa nada y sí lo que te incómoda es que crees que voy a ir a contarle a media universidad, quédate tranquilo que de mi parte no van a saber nada.—hago una pausa—aunque la verdad es que no creo que sea necesario que alguien les diga algo, todo el club de fans del equipo que estuvo presente vieron que estabas discutiendo con tu padre, Zabdiel. Tal vez no escucharon todo lo que se dijeron el uno al otro pero es más que claro que estaban discutiendo y ya casi puedo ver el montón de especulaciones que estarán haciendo sobre ello—inquiero en voz baja sin apartar mis ojos.

—Gracias por comprenderme, chica periódico—le sonrío un poco y comienzo a tirar de la manija de la puerta para poder abrir

—Para eso estamos los amigos ¿no?—pregunto bobamente y cuando vuelvo a mirarlo cualquier indicio de alguna expresión facial ha desaparecido de su rostro.—¿Qué es lo que pasa?

—Eh, no nada. Es...me quede pensando únicamente en todo lo que pasó con mi padre.—murmura totalmente inexpresivo.—Te veré mañana para el cumpleaños de Alex ¿de acuerdo?—agrega apartando la mirada.

—Claro, te veré mañana...

(...)

—¿Se puede saber en dónde demonios te metiste toda la tarde?—se queja Selina entrando en mi habitación de golpe. Me incorporo en mi cama y la observo un momento todavía siendo incapaz de dejar de pensar en Zabdiel y en su padre.

—En el partido de fútbol...—susurro. Sus ojos se abren con sorpresa y avanza hasta mi para dejarse caer al pie de la cama contemplándome fijamente como sí de repente hubiese olvidado quién soy y no me conociera.

—¿Disculpa? De verdad quiero saber quién demonios eres tú y que le hiciste a mi Leire. ¿Dónde está mi mejor amiga, intrusa?—se burla cruzándose de brazos.

—¡Selina!—me quejo lanzándole el cojín de mi cama.

—Es que por más que lo pienso y lo pienso no puedo encontrar ninguna razón aparente para que tú hayas ido a un partido de fútbol—murmura—espera un momento ¿el señor Enríquez volvió a castigarte?—me rio en voz baja.

—No. No le he dado ninguna razón para castigarme—hago una pausa y la observo fijamente pensando muy bien en lo que diré a continuación. Bien podría costarme un berrinche de mejor amiga ofendida por no haberle contado o peor, su inminente muerte ocasionada por un ataque fulminante de efusividad.

—¿Entonces que hacías ahí...?—pregunta con impaciencia.

—No te vuelvas loca ¿de acuerdo? Zabdiel me pidió que fuésemos...

—¿Novios?—masculla emocionada llevándose ambas manos a sus mejillas. Puedo ver sus ojos marrones vibrar efusivamente y frunzo el ceño de inmediato.

—¡No! No era eso lo que iba a decir—me quejo—...me pidió que fuésemos amigos.—agrego en medio de un pequeño suspiro.

—¡Oh por dios! Desde aquí ya los puedo ver en el altar, tú vestida como una verdadera niña portando un esponjoso vestido algo así como el de una princesa, con un peinado lindo y un maquillaje que te haga resaltar toda esa lindura que debes de tener por ahí escondida detrás tu cara—la miro ofendida pero ella ríe divertida—...y él siendo todavía más sexi envuelto en un traje negro portando esa linda sonrisa que me hace derretir como el burro de Shrek, ¿no sería eso lindo, Leire?—me rio en voz baja.—¡Me derrito! ¡Me derrito!

—¡Tonta! El caso es que me pidió que lo acompañara al partido de americano y pues...decidí ir, de hecho hace un rato me trajo a casa—añado e inmediatamente suelta un chillido emocionado.

—¡JODER! Ya los veo con tres hijos y un perro como mascota—niego un poco y ríe con entusiasmo.—¿Cuándo finalmente vas a admitir que ese chico está enamorado de ti? ¿Es que no lo ves, Leire? ¡Eres la única chica con la que ha mantenido contacto en público en dos años! Te llevó a su casa, te presentó ante su madre y hermana como su novia y ahora quiere ser tu amigo. Y no conforme con todo lo anterior, todavía te llevó a uno de los partidos de la universidad donde todo el mundo los vio y para colmo te trajo a tu casa—enumera.—No hay peor ciego que el que no quiere ver, Leire.—se mofa observándome con sus expresivos ojos.

—¡Estás loca!—murmuro.

—Los locos y los borrachos siempre decimos la verdad—replica cruzándose de brazos.

—¿No eran los niños?—pregunto divertida.

—Si; como sea, los niños también...

(...)

Me rio apenas el auto de Zabdiel para frente a su casa a lado de un par de autos más. En la distancia puedo ver a Alex con la nariz pegada a la ventana observando el exterior del terreno, puedo ver una sonrisa en sus labios y luego desaparece de mi vista.

—Creo que está demasiado entusiasta el día de hoy—comenta Zabdiel desabrochando el cinturón de seguridad. Imito su acto en medio de una risita divertida y abro la puerta para poder salir del auto.

—¡Leire!—grita la niña emocionada corriendo hasta mí con su lindo perrito detrás de ella que apenas me mira comienza a mostrarme sus pequeños colmillos. Niego un poco y me inclino sosteniendo mi peso en una rodilla para poder quedar a su altura y envolverla en un gran abrazo.—¡Viniste!

—¡Feliz cumpleaños, Alex!—murmuro besando su mejilla. Una risita escapa automáticamente de sus labios y sus pequeños brazos me rodean con tanta fuerza como una niña de seis años –ahora siete- puede tener—¿Estás divirtiéndote?—pregunto apenas nos separamos.

—¡Sí! Mi mamá me dejó decorar la tarta—exclama orgullosa y llena de efusividad.

—¿De verdad? ¡Eso suena muy cool!—cuestiono sonriéndole.

—¡Sí! ¡Y es de chocolate!—agrega mirándome. Ambas nos reímos.

—¡Qué bien!—inquiero poniéndome de pie.—Oye, te traje un regalo que sé que va a encantarte muchísimo—sus ojos se iluminan y entro en el auto de Zabdiel para tomar mi obsequio. Los escucho charlar a ambos y una sonrisa involuntaria se instala en mis labios.

¿Por qué Fabricio y yo nunca fuimos así?

Supongo que algo tiene que ver el hecho de que hayamos nacido el mismo día y que él sea cinco minutos más grande que yo. Nuestra relación de hermandad siempre se ha basado en pleitos absurdos a causa de cualquier tontería. Por supuesto que tuvimos pequeños lapsos de tiempo en los que nos llevábamos bien y nos uníamos como verdaderos hermanos...por ejemplo cuándo mi madre nos amenazaba con regalarnos con el ropavejero, el famoso hombre del costal. Como los niños inocentes que éramos pasábamos horas escondidos en el armario de abrigos hasta que finalmente ambos comprendimos que dicho hombre no existía. Y abrimos los ojos al mundo.

Saco de mi mochila la caja envuelta en papel de regalo morado y cuándo me giro para entregársela a la niña del cumpleaños la encuentro en los brazos de Zabdiel abrazándolo por el cuello. Zabdiel se ríe mientras le habla al oído y ella ríe en voz baja. Mi corazón se encoje ante el tierno cuadro que estoy presenciando y vuelvo a recordar la manera en la que ese mismo chico lloró en mi hombro el día de ayer.

Es imposible pensar que él sufra por su padre.

—Espero que te guste mucho, Alex—inquiero en voz baja acercándome a ellos. Le tiendo el regalo a la niña del cumpleaños y su sonrisa vuelve a aparecer.

—¡Gracias, Leire! ¿Ya puedo abrirlo?—pregunta inocentemente. Zabdiel se ríe y niega divertido.

—Claro que sí, cariño—murmuro e incluso antes de que pueda parpadear ya está rasgando el papel desesperadamente como toda una niña de su edad. Deja escapar un gemido de sorpresa y sus ojos marrones se abren con tal sorpresa que por un segundo creo que van a salírsele de su lugar.

— ¡Es una muñeca que tiene un perito!—exclama emocionada. — ¡Y se parece a mí!—agrega risueña. Zabdiel ríe por lo bajo y su mirada llena de gratitud me hace temblar cuándo sus ojos se posan encima de los míos. Le sonrió débilmente y luego me acercó a Alex que entiendo su brazo derecho en dirección a mí. Me abraza fuertemente pero también en el proceso me hace acercarme más a Zabdiel. —¡Gracias, Leire!—repite nuevamente.

Debería decir que el contacto físico me sigue pareciendo una falta de respeto pero dado los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas el maldito contacto físico es lo menos que me interesa.

—No tienes nada que agradecerme, cariño. Cuando la vi en el centro comercial pensé de inmediato en ti.—la niña ríe y luego besa mi mejilla amorosamente.

—¡Yo también te traje un regalo, Alex!—anuncia Zabdiel y los ojos del pequeño y amoroso demonio castaño se posan en él.

—¡Ustedes son mis dos personas favoritas en el mundo!

_ _ _

¡Hola! ¿Alguien por acá? ¿No? ¿Nadie? Al cabo que ni quería.

JAJAJA nah, muchos besos y nos seguimos leyendo pronto, chicas.

Gloria.xx.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top