C09: Asesino serial.

Me basta un segundo darme cuenta que la peor cosa que hice en mi vida fue venir a un partido de fútbol americano con Zabdiel. Mi corazón se acelera apenas detecto a un puñado de chicas que nos observan descaradamente casi sin parpadear como si estuviesen tratando de adivinar en que momento comenzaré a intercambiar gérmenes y bacterias con él.

Él por su parte parece realmente divertido con la situación, es todo atenciones conmigo pero en el fondo sé que lo hace sólo para molestarlas y hacerlas que me odien todavía más de lo que supongo que ya lo hacen. Mi piel se eriza apenas su mano se posa en la mía para hacerme caminar junto a él hasta la grada más baja donde un montón de personas que no soy capaz de reconocer ocupan sus lugares.

—Esta es la zona donde las familias y las novias...y amigas, por supuesto, de los integrantes del equipo se quedan durante los juegos—me dice sonriéndome. Mi torpe cerebro que parece haberse ido de vacaciones se queda en blanco ante aquella nueva  información cuándo me doy cuenta que mi mano sigue enlazada con la suya lo suelto de golpe y asiento en silencio. —¡Deséame suerte, Leire!—pide mirándome a los ojos.

Me recuerdo a mí misma la razón número dos de mi lista y suspiro pausadamente. ¡Tus ojos o son lindos! ¡Tus ojos no son lindos!

—Oye, te he visto jugar y aunque no entiendo ni una sola cosa acerca del fútbol americano sé que eres bueno...según por lo que leí el otro día en internet una anotación así es excepcional, lo que quiero decir...—susurro apenas me percato que una sonrisa se instala en sus labios—es que no creo que sea cuestión de suerte, eres bueno en eso y van a volver a ganar, estoy muy segura—profeso y en menos de lo que soy capaz de comprender sus brazos están envolviéndome en un abrazo.

—¡Muchas gracias, Leire!—me dice al oído y mi piel vuelve a estremecerse. Parpadeo varias veces tratando de despertar del sueño en el que he caído pero la realidad me golpea de frente cuando caigo en cuenta que no estoy soñando. Esto de verdad está pasando. Está pasándome a mí.

Niego un poco y me aparto tan pronto como puedo para ofrecerle una mala mirada—Pensé que habíamos quedado que no tendríamos nada de contacto físico, Zabdiel.—me quejo cruzándome de brazos.

Una sonrisa socarrona aparece en sus labios y las ganas de matarlo de nueva cuenta se apoderan de mi.—Lo lamento, no pude evitarlo—susurra sonriéndome ampliamente.

Pongo mis ojos en blanco y niego un poco sin dejar de mirarlo. Soy testigo de cómo sus ojos color chocolate se desvían por encima de mi hombro y la sonrisa que portaba se esfuma de golpe dándole paso a su entrecejo fruncido y la unión de sus labios.

Quiero preguntar qué es lo que pasa pero su mano deshace mi cruce de brazos y tira de mí haciéndome casi tropezarme con mis propios pies en el proceso. Le suelto una mala palabra que seguro si alguna vez mi abuela me escucha repetirla querrá lavarme la boca con agua y jabón pero vamos...mi abuela no está aquí.

—¿Se puede saber qué es lo que pasa?—mascullo de mal humor apenas me suelta. Me tambaleo un poco pero su mirada vuelve a escudriñar la zona en la que estamos.

—¡Él está aquí!—murmura mirándome finalmente.

—¿De qué estamos hablando para empezar? ¿Quién está aquí?—pregunto bobamente—Espera un momento...¿estamos huyendo de un asesino serial o algo por el estilo? Digo porque es la única explicación razonable por la cual me hayas arrastrado desde allá—señalo el antiguo lugar que ocupamos un par de minutos antes—hasta acá—finalizo volviendo a cruzarme de brazos.

—No es un asesino serial, Leire. No estamos dentro de una película—me espeta.—Es mucho peor...—añade en voz baja.

—No estoy entendiendo nada y te lo agradecería toda la vida sí me lo dijeras—murmuro con una ceja enarcada.

—Mi padre. Mi padre está aquí—responde  en medio de una mueca de frustración.

—Yo...

—¡Todos reunidos, ya!—grita el entrenador del equipo. Escucho un leve coro de gemidos y suspiros cuándo todo el equipo se levanta de golpe para acercarse al hombre rubio con una papeleta en la mano y el ceño fruncido.

—Escucha, tengo que irme...no te muevas de aquí por favor, apenas el partido termine estaré contigo ¿de acuerdo?—señala en medio del bullicio de los aficionados en las gradas. Asiento a modo de respuesta porque mi cerebro sigue pensando en lo que dijo. Su padre está aquí y él parece estar huyendo de un asesino serial. Me devano el cerebro tratando de entender lo que realmente pasó para que Zabdiel huya de él.

Otra razón además del hecho de que él los abandonó, quiero decir. Suelto un pequeño suspiro y me concentro en el puñado de chicos que permanecen reunidos alrededor del entrenador supongo recibiendo instrucciones. Los observo hacer un saludo raro, golpear los cascos unos con otros como si fuese una especie de ritual y luego correr a la cancha donde el otro equipo ya los espera en posiciones.

Pierdo la noción del tiempo escuchando las porras de los aficionados y tratando de entender que es lo que está pasando en el campo de juego porque además de ver a un montón de niños sudorosos y llenos de tierra no veo nada especial. Mi visión para el deporte es la misma que tendría si fuese una dibujante y porque no, tengo que resaltar que mis dibujos se basan en personas hechas a base de líneas y círculos con pequeños puntos representando los ojos.

Arrugo la nariz cuándo algo digno de admirar pasa dentro del campo de juego y el público estalla en ovaciones, gritos eufóricos y aplausos. Mi piel se pone en modo gallina y sin comprender que es lo que está pasando me uno a la alegría del público. Un silbatazo basta para darme cuenta que el partido ha terminado, luego los chicos de la MWC University chocan palmas con el otro equipo y comienzan a acercarse a las gradas sacándose los cascos.

Cuándo mis ojos detectan a Zabdiel acercándose a mí con el casco bajo el brazo y portando una sonrisa, me es imposible evitarlo y mi corazón se acelera repentinamente.

—¡Te preguntaría si disfrutaste el partido pero basta ver tu rostro para darme cuenta que no tienes ni idea lo que pasó allá!—se burla el muchacho.

—¡Oye! Tú dijiste que te acompañara como tu amiga, no que tenía que analizarlo y mucho menos entenderlo—me mofo cruzándome de brazos.

Zabdiel suelta un risita y niega de manera divertida antes de comenzar a escudriñar las gradas en busca de su padre.

—¿Zabdiel?—la voz grave lo hace darse media vuelta y cuándo soy capaz de comprender estoy frente a un hombre alto, fornido de cabello castaño y ojos idénticos a los de mi compañero de clases. Se retan con la mirada el uno al otro y es entonces que me doy cuenta que comparten ciertos rasgos físicos.

—¿Qué es lo que estás haciendo aquí?—pregunta el chico entre dientes.

—Me enteré que el día de hoy había un partido importante y también que eres el capitán del equipo de americano...la verdad es que no esperaba menos de ti—responde orgullosamente.

—¿Es en serio que precisamente tú estás diciéndome esto?—inquiere el chico con sorna.

—Sé que la relación que tenemos no es buena, pero...

—¡Pero nada! En realidad no tenías porque haber venido al partido. No sé porque lo hiciste pero no era tu obligación—le espeta el castaño.

—¡Eres mi hijo!—apela el hombre.

—¿Lo acabas de recordar, cierto?—masculla el chico irónicamente.—No te necesito aquí ¿entiendes?

—¿Esta señorita es tu novia?—pregunta señalándome a mí.

—¡Eso no es de tu incumbencia!—declara  mordazmente el número trece. Siento la incómodidad envolverme salvajemente y aparto la mirada de golpe.

—Es muy linda, en los buenos gustos definitivamente te pareces a mí—alardea y automáticamente vuelvo a llevar mi mirada hasta él tratando de controlarme porque todo lo que quiero hacer es caminar hasta él y arrancarle la cabeza.

—Eso es lo menos que quiero hacer ¿sabes? No quiero parecerme a ti, en nada.—niego un poco.—Y me parece de muy mal gusto que estés diciéndome esto frente a Leire, ella no tiene por qué saber que eres un desgraciado al que no le importó su familia en absoluto.—se queja entre dientes.

—Disculpe que me entrometa en su amena charla...pero déjeme decirle que no soy un maldito objeto como para que alguien pueda venir a elegirme y jactarse sobre sus buenos gustos sobre mí, soy una persona por si no lo ha notado—mascullo mirándole retadoramente.

Escucho un risita por parte de Zabdiel y luego su mano rozando la mía. Mi piel se eriza otra vez y en menos de lo que soy capaz de comprender su mano se encuentra enlazada con la mía.

—Ya la escuchaste—se burla el chico en dirección a su padre.

—Sé que mañana es el cumpleaños de Alex...sólo...quería que le entregaras esto—murmura introduciendo su mano en la solapa de su saco. Mis ojos lo estudian un segundo para darme cuenta que definitivamente ese hombre apesta como persona.

Le tiende a Zabdiel un papel blanco que él por supuesto no toma. Vuelven a retarse con los ojos y en un acto de pura confusión aprieto más su mano provocando que una corriente eléctrica indescifrable recorra toda mi espalda cuándo siento su pulgar acariciando el dorso de mi mano.

—¿Sí recuerdas que Alex es una niña de seis años, verdad? ¡No necesita tu dinero!—protesta.

—Por favor dáselo a tu madre, ella sabrá que hacer con él...es...un regalo para Alex, no puedes negarte a llevárselo porque para comenzar no es para ti—Zabdiel suelta mi mano y avanza hasta él.

Por un segundo creo que va a pegarle y aunque sé que se lo merece no me parece correcto. Pero eso no es lo que pasa. En su lugar, Zabdiel toma el rectángulo blanco, lo observa con curiosidad mientras ríe y niega lentamente un par de veces. ¡Y luego lo convierte en cientos de pedazos!

—¡Mi hermana no necesita nada de ti!—anuncia mordazmente.—Y hazme el favor de marcharte y no volver a aparecerte por acá nunca más...sino te necesitamos antes, claramente no te necesitamos ahora—escupe furiosamente.

Llevo mis ojos hasta las gradas superiores donde de inmediato me doy cuenta que un montón de miradas están fijas en nuestra dirección. Siento el enojo y la ira recorrer cada centímetro de mi cuerpo, quiero reclamarles por no darles un poco de privacidad pero sé que no puedo hacer eso porque al final de cuentas yo también he sido una intrusa que ha escuchado una conversación entre un padre irresponsable y algo idiota que se piensa que puede comprar al mundo entero con dinero y un hijo resentido que todo lo que quiere hacer es echarse a huir cada vez que lo tiene de frente como si de un asesino serial se tratase.

La mano de Zabdiel toma la mía y tira de mí para hacerme caminar rápidamente, ni siquiera le importa que esté sudoroso y lleno de tierra. Avanzamos casi a trompicones hasta el estacionamiento, yo por mi parte lo sigo en silencio cuidando si quiera respirar en voz alta. Sólo se detiene hasta que llegamos a su auto. Mi corazón se estremece apenas me doy cuenta que sus ojos están cristalizados. Lo observó un par de segundos sin saber que hacer o que decir exactamente.

—Lamento lo que viste allá—murmura sin apartar sus ojos.

—No te preocupes, está todo bien—inquiero en medio de un suspiro frustrado.

Da un paso al frente y me envuelve en un gran abrazo. Sólo que este es un abrazo diferente al resto de los que hemos compartido. Lo escucho sollozar y mi corazón se parte en dos, igual que hace con cada persona que veo llorar.

Y sin importante un carajo que este sudoroso y lleno de tierra lo abrazo tan fuerte como me es posible.

Y entonces pasa...

Zabdiel De Jesús, se quiebra en mis brazos.

_ _ _

¡H O L I L O L I! ¡Bienvenidas al maratón del Finde!

De verdad que todavía no termino de comprender quién de los dos está enamorado del otro. A veces como que Leire lo demuestra pero luego como que se arrepiente, otra veces como que Zabdiel lo hace... ¿ustedes que creen?

Estaré subiendo caps desde hoy hasta el domingo por la tarde, así que nada...disfrútenlos. Se vienen cosas interesantes por acá *inserte lunita negra* JAJAJA

Muchos besos desde México, Gloria. xx

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top