C04: Diez razones para no amarte.
—¿Tú estás bromeando, verdad?—inquiero ofendida.
—No. Y no me lo puedes negar, Leire. No es normal que lo odies, que odies a cada uno de ellos...en realidad creo que dices que lo haces porque no eres capaz de aceptar que te gustan....—niego.
—¡Selina! ¿Por qué actúas como sí no me conocieses?—me indigno.
—Escucha, cualquier otra chica a la que le hubiese tocado trabajar con él todavía estaría brincando de la felicidad sin podérselo creer...o probablemente en este momento estaría siendo sacada por un par de paramédicos buenísimos totalmente desmayada por la emoción que experimentó al saber que sería su pareja, pero te tocó a ti y todo lo que hiciste fue hacer el ridículo en el salón frente a la señora Harriet y todos nuestros compañeros....—explica la chica.
—¡Eres la mejor amiga que cualquier chica quisiera tener, en serio!—repongo poniendo mis ojos en blanco—¡No soy como el resto de las chicas! No sé sí lo olvidaste o sólo te empeñas en decirlo para molestarme—me quejo de nuevo.
—¿Por qué no aceptas de una buena vez que te gusta? ¡Míralo bien! Ojos hermosos, cabello de envidia, trasero al estilo Nicky Minaj...bueno, casi...el de Zabdiel me gusta más....—me rio—...su rostro parece el de un verdadero ángel con esa sonrisa preciosa que haría derretir todos y cada uno de los benditos icebergs en la Antártida... ¡y sus hoyuelos! Encima tiene un cuerpo escultural que parece tallado por los mismísimos dioses griegos—suelto una carcajada.
—¡Pareces una psicópata!—me burlo con diversión.
—Vamos, Leire. ¿No te gusta ni tantito?—inquiere observándome detenidamente.
—No, Selina...no me gusta. ¿Cómo puedes gustarte alguien que ni siquiera te voltea a ver cuándo va caminando por los pasillos de la universidad? ¿En serio?—farfullo mirándole también.
—De acuerdo, entendí tu punto.—hace una pausa—Y puedes decirme todo lo que quieras pero nada me quita de la cabeza que te encanta Zabdiel, aún aunque te empeñes en negarlo, te conozco como la palma de mi mano y esa cara de idiota que tenías hace un rato definitivamente no es la que pones cuándo piensas en el buenazo de Shawn Peter Raul—me rio de nueva cuenta.
—Oh, cállate tonta...
Para cuándo vuelvo a casa todo lo que quiero es dormir y despertar hasta el siguiente siglo. Mi cabeza está a punto de explotar de dolor y estoy tan cansada como sí hubiese participado en una caminata olímpica. Fabricio no está afortunadamente y mis padres trabajan todo el bendito día, por lo cual la casa está en un sepulcral silencio que disfruto y agradezco.
En calcetines y con un tazón de cereal de chocolate con leche en la mano me dejo caer en el sofá y enciendo la televisión de la sala donde de inmediato un partido de fútbol americano comienza a reproducirse, lo reconozco como uno de los partidos grabados que mi padre y Fabricio suelen ver los sábados por la tarde cuándo no tiene nada mejor que hacer.
Cambio de canal con el control remoto y doy un respingo haciendo que la leche del cereal se derrame sobre mí cuando una serie de golpes desesperados amenazan con tirar la puerta de mi casa.
Suelto una mala palabra digna de una lavada de boca con petróleo y me dirijo a la puerta sin dejar de refunfuñar por el incidente. Abro sin percatarme y cuándo los ojos de Selina se posan en mí y la mancha de leche con chocolate del cereal en mi blusa blanca suelta una risita divertida.
—¿Qué te ha pasado?—pregunta totalmente divertida.
—¿Qué haces aquí?—inquiero ignorando su pregunta.
—¡Tarde de investigación con Christopher!—exclama emocionada.
—Vaya, que suerte la tuya—me burlo pero ella está tan emocionada que no se percata de la ironía que hay en mi voz.—Espera un segundo... ¿viniste solamente para decirme esto?—pregunto en voz baja.
—No.
—¿Entonces qué es lo que pasa? Además de la efusión por pasar horas con Christopher, quiero decir....—una risita divertida brota de sus labios pintados de rosa y suelta un largo suspiro digno de una chica enamorada.
—¡Es que no sé qué ponerme! ¡Ayúdame, por favor!
—¡Que me jodan!—exclamo frustrada.
—¡Leire!—masculla cruzándose de brazos.
—¿Por qué me pides ayuda a mí? ¿Y porque estás preocupada por verte bien en primer lugar? ¡Vas a hacer un trabajo escolar! ¡No vas a tener una cita con él!—le recuerdo y sus ojos castaños me observan con vehemencia.—...lo siento...
—Tú sólo tienes que decir sí o decir no ¿de acuerdo?—inquiere sonriéndome un poco.
—¿De qué estamos hablando ahora, Selina?—pegunto cruzándome de brazos, totalmente rendida porque mi día en serio no puede ir peor.
Ella no responde, simplemente camina en dirección a la puerta y me limito a quedarme quieta en mi lugar todavía en calcetines sintiendo como mis pies enfundados por la delgada tela se van enfriando. Lo que pasa a continuación me hace querer salir huyendo, cambiarme de ciudad y de nombre para no ser encontrada jamás.
Mi mejor amiga entra con todo su guardarropa en las manos. Una montaña más alta que el Everest descansa en sus brazos y mi corazón se agita apenas me doy cuenta de lo que quiere hacer. No. No hay manera de que haga de una de las juezas de Fashion Police.
—No. Olvídalo.—le espeto cuándo deja caer toda la ropa en el sofá.
—Hazlo por tu mejor amiga...yo haría cualquier cosa por ti—pongo mis manos en mis caderas y le lanzo una mirada mordaz.
—¿Segura?
—Bueno, casi todo...
(...)
—Hola—cierro de golpe la puerta de mi casillero y largo un suspiro cuándo la voz de Zabdiel penetra mis tímpanos.
—¡Me asustaste!—protesto fulminándolo con mis ojos.
—¡Así tendrás la conciencia—se burla.
—¡Idiota!
—Lo lamento, no era mi intención ¿sí?—se encoge de hombros y una sonrisa se instala en sus labios.—¿Qué clase tienes?—cuestiona caminando detrás de mí cuando yo comienzo a hacerlo.
Y puedes decirme todo lo que quieras pero nada me quita de la cabeza que te encanta Zabdiel, aún aunque te empeñes en negarlo...
—Lectura y redacción—susurro tratando de apartar las palabras de Selina de mi cabeza.
—¿Enserio? ¡Qué casualidad!—ríe—¡Me toca la misma clase!—niego un poco.
—¡Qué casualidad!—ironizo.
—Oye ¿quieres ir a mi casa después de la escuela?—mis ojos se posan en los suyos un momento mientras mi cerebro comienza a trabajar de inmediato.
—¿Disculpa?—inquiero con confusión.
—¡¿Quedamos de comenzar con la investigación él día de hoy, chica periódico?! ¿Lo olvidaste?—pregunta a toda prisa ignorando las miradas de un puñado de chicas que están pasando a nuestro lado y que de inmediato nos observan con curiosidad.
—Un poco, sí—respondo encogiéndome de hombros.
—¿Tienes algún problema con comenzar hoy?—cuestiona sin apartar sus ojos de mi rostro. Evito a toda costa mirarlo porque mi estúpido corazón es débil y no quiero parecer torpe, no más de lo que ya soy.
—No, ninguno—susurro a modo de respuesta con la incomodidad envolviéndome.
Reprimo la necesidad de girarme para gritarles a todas y cada una de las chicas que nos observan que no lo hagan. Que dejen de susurrarse entre sí. Que me incomodan. Que las odio con todas mis fuerzas.
—Escucha, esta tarde tengo entrenamiento con el equipo de fútbol, es solamente una hora...espérame en las gradas y apenas termine te prometo que pasamos por algo de comer y luego vamos a casa para comenzar ¿de acuerdo?—interroga mirándome a los ojos.
El peor error que he cometido en mi vida es mirarlo a los ojos. ¿Cómo lo llamó, Selina? Ojos hermosos.... Sus ojos color chocolate parecen un laberinto sin salida, es inevitable no mirarlos y perderte en ellos.
—¿Leire?—susurra agitando su mano frente a mis ojos.
Parpadeo varias veces saliendo del trance y volviendo a la realidad para darme cuenta que estaba teniendo una actitud tonta, patética e irracional. Y es entonces cuándo comienzo a replantearme todas y cada una de las palabras de mi mejor amiga ¿Y sí tiene razón? ¿Y sí termino siendo una más de las tapete humano de mis compañeras de universidad?
—Sí, me parece bien—respondo finalmente.—ahora por favor, vamos a clases...
El resto del día lo paso tratando de huir de Zabdiel y su repentina compañía que parece que ahora me lo encuentro hasta en la sopa y evitando hablar más de cinco minutos con Selina que para mí mala suerte sigue totalmente emocionada por haber pasado la tarde entera en casa de Christopher Vélez, durante la clase de ciencias sociales la chica no dejó de hablar ni un solo segundo acerca de lo lindo que el futbolista fue con ella, del inmenso número de cantidad de veces que le sonrió e incluso de las veces que sus manos se rozaron accidentalmente como en los clichés de las comedias románticas, provocando casi que el profesor nos echara de la clase.
Para cuándo me doy cuenta de lo que estoy haciendo me encuentro a mí misma sentada en la grada más alta de la cancha de fútbol américano contemplando al puñado de chicos sudados y llenos de tierra que trotan alrededor del campo de juego. Evito la mirada que Zabdiel me lanza y conecto los auriculares a mi teléfono para no tener que escuchar los jadeos y gemidos que sueltan las espectadoras molestas que están haciéndome compañía.
Tomo mi libreta donde normalmente suelo dibujar cualquier tontería que se me ocurra y la abro en una hoja en limpio mientras vuelvo a concentrarme en los muchachos sudorosos a varios metros de mí. Entre más los observo menos comprendo porque todas las chicas parecen amarlos con locura.
Te gusta Zabdiel.
El chico es guapo, tengo que admitirlo. Realmente las personas deberían estar ciegas para no verlo o mal de la cabeza para no aceptarlo. Tomo uno de mis lápices y comienzo a trazar una línea recta que después se curva un poco en la parte inferior, la remarco varias veces y luego agrego un ovalo, pero la cosa no termina ahí y para cuándo me doy cuenta de lo que estoy haciendo ya tengo el rostro de un chico bastante familiar plasmado en mi libreta.
Lo observo detenidamente y niego un poco. Doy la vuelta a la hoja para volver a hacer apuntes sin sentido al mismo tiempo que me percato de las miradas soñadoras de las espectadoras de los futbolistas. Todas parecen realmente enamoradas de ellos y ellos disfrutan de la atención que les dan porque de vez en cuando las saludan provocando sonrisas socarronas en los labios de las chicas y aunque la voz de Ellie Goulding no me permite escucharlas, sé que han suspirado. Por qué siempre lo hacen.
¿Por qué los aman?
Llevo mi mirada hasta el número trece que permanece haciendo ejercicios ignorando a sus admiradoras y mi corazón se acelera de inmediato. Las chicas parecen no darse cuenta que él las ignora...o tal vez lo que en realidad hacen es ignorar el hecho de que él las está ignorando. ¿Y por qué lo siguen amando? ¿Cómo puedes amar a una persona que te ignora? ¿Qué es lo que él tiene de especial para que toda la población femenina de la universidad quiera estar con él? Una loca idea se cruza por mi cabeza en mi afán por entender la lógica de mis compañeras y sonrío bobamente. Voy hasta la última hoja de mi libreta y comienzo a escribir en el borde superior.
DIEZ RAZONES PARA NO AMARTE (ZD) POR LEIRE.
Número uno; tu sonrisa no es tan linda.
_ _ _
Wuuuu, ¿están de acuerdo con Leire?
Buenas madrugadas, chicas.
Gloria, xx.
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