7| Bienvenido al lado oscuro
Tamborileo sobre el escritorio sin apartar la vista del ordenador, incluso creo dejar de parpadear. Los latidos de mi corazón se aceleran tanto que por un instante pienso que se me saldrá del pecho. Es increíble el cúmulo de emociones en las que te enfrasca un libro, aquellos sentimientos que te provoca con cada palabra. Sólo basta una para poner tu mundo de cabeza. No me equivoqué al buscar refugio aquí; entre páginas cargadas de cicatrices que se vuelven tuyas, de lágrimas que te rompen en pedazos y de risas robadas que te secuestran de la agria realidad.
Los libros me han salvado la vida.
Empecé a leer esta historia ayer por la noche y no tardé en amarla, debido a que la pluma de la escritora me atrapó desde el capítulo uno. De pronto, la atmósfera en que se hallaban inmersos los protagonistas cambia por completo. Justo cuando pienso que se confesarán sus sentimientos, ella cae al lago ubicado a sus espaldas y estallo en carcajadas. La historia inició con dos amigos colándose a una fiesta de disfraces, vestidos de cuaderno y crayón amarillo, para después ser descubiertos y fugarse por la ventana. Aquella novela se encuentra tan cargada de humor y de enseñanzas que me fascina.
Aunque esperaba su primer beso, no me olvido de presionar la estrellita para depositar un voto. Porque, ante todo, mis valores como lector. Continuaré leyendo luego.
Llegó la hora de corregir el próximo capítulo del tercer libro que escribo en Wattpad. Les prometí a mis lectores que actualizaría mañana y las promesas se cumplen.
Me acerco a la mesa de noche situada a un costado de mi cama y desconecto mi celular. Sin embargo, mis ojos se desvían a observar el folleto que abandoné ahí. Dándome por vencido ante mi curiosidad, vuelvo a leerlo. No he salido de la universidad desde que llegué a Florencia. Estuve demasiado preocupado porque todo marchara de maravilla que no disfruté la experiencia. No me vendría mal recorrer los alrededores. Italia tiene una cultura que me gustaría conocer.
Según el pequeño afiche, la exposición en la galería termina mañana. Así que, si quiero asistir, debo actuar rápido y comprar las entradas en el sitio web que indican. Pero antes, llamo a Logan para preguntarle si desea acompañarme. Me atemoriza un poco ir solo, no conozco la ciudad, ¿qué tal si me pierdo?
Uno. Dos. Tres. No atiende el teléfono. Empiezo a desanimarme, pues quizá se sienta cansado de nuevo y no deseo molestarlo. Aparto el móvil de mi oído, dispuesto a cortar la llamada, mas una voz me habla del otro lado.
—No sé si lo has olvidado, pero mi hora de la siesta es de cuatro a cinco treinta y acabas de despertarme. Estaba soñando...
—¿Conmigo?
—Ya no tengo pesadillas —puntualiza, somnoliento, y reprime un bostezo—. Soñé que regresaba a Machu Picchu y me escupía una llama.
Suelto una carcajada apenas aparece en mi mente aquella divertida escena. Logan viajó a Perú el año pasado y a tres países más de Latinoamérica, aquello fue suficiente para que lo maravillase su cultura. Me contó en particular de la civilización incaica, la cual fue sometida durante la época de la conquista de América y se llevaron gran cantidad de oro y plata.
Quisiera averiguar más acerca de esa historia. Pese a que mi madre nació en Perú y vivió allí hasta los dieciocho, no habla sobre ello. Solamente retornó cuando falleció el abuelo y se rehusó a llevarme consigo.
—Sigo ofendido porque no me trajiste ningún recuerdo. —Con el móvil pegado al oído, camino hacia la ventana para admirar el cielo encapotado—. Me conformaba con una camiseta de «Cusco: el ombligo del mundo».
—¿Qué te parece si la próxima vez te obsequio una botella de Pisco Sour?
Oigo el crujido de un colchón y conjeturo que recién se pone de pie. Además, arrastra las palabras al hablar producto del cansancio. Tal vez llamarlo a esta hora no fue lo más adecuado.
—No tomo alcohol, Logan.
Los doctores fueron muy claros conmigo cuando me indicaron que debía mantener una vida saludable. Ello implica evitar las bebidas alcohólicas, el tabaco, las drogas, procurar comer sano y realizar ejercicio todas las semanas.
—Cierto. Perdona, lo olvidé, ¿qué puedo hacer para compensarte?
—Puedes acompañarme a una exposición de arte mañana por la tarde. Pero no pasa nada si no puedes, lo entenderé —le aclaro, en tanto tamborileo sobre la cornisa, expectante.
—Déjame ver si me queda tiempo libre en mi agenda.
—¿Cuál agenda? Perdiste la que te regalé.
—Sí... —se lamenta. La única explicación que me ofreció fue que se le cayó en un taxi—. ¿Me regalas otra? Ya se acerca mi cumpleaños.
Frunzo el ceño, ¡faltan diez meses!
Cumplió años en julio y como yo aún no llegaba a Florencia, se me ocurrió enviarle un paquete a la universidad. Le regalé una toalla personalizada de microfibra con el dibujo de su película favorita: Avengers End Game. Ojalá que ahora sí se bañe.
—No esperaré que sea tu cumpleaños para darte un regalo. Si quiero demostrarte mi afecto de esa manera, lo haré sea el día que sea.
—Sebas, por favor, me conmueves. —Lo imagino limpiándose una lágrima imaginaria—. Iré contigo sólo para impedir que termines en la otra punta de la ciudad.
—¿No hay problema con...?
—No, tranquilo. Puedo manejarlo. También me apetece salir a dar una vuelta.
—Gracias. Mi próximo regalo será un cojín para glúteos, aunque primero necesitarías tener glúteos... ¿Hola? ¿Sigues ahí?
Descubro que me colgó ni bien me interrumpe un pitido.
Justo cuando me dispongo a marcarle de nuevo para soltarle el abecedario completo, un entusiasmado Axel ingresa a la habitación. Me cuestiono seriamente si no le duelen las mejillas de tanto sonreír. Según me comentó, algunas tardes se escabulle en la facultad de Artes Plásticas. Desde hace un tiempo quiere hablarle a una chica que estudia ahí, pero todavía no se anima.
—¿Qué tal te fue con tu crush?
—¡Me miró!
—¿Y la miraste?
—Volví a salir corriendo... —titubea, rascándose la nuca, y me llevo una mano a la frente—. ¡Es que me pone nervioso! No quiero balbucear delante de ella.
Axel cierra detrás de sí para recargar en ella su espalda y cruzarse de brazos.
—¿Nunca has probado hablarle?
—No es tan fácil, ¿de acuerdo? Me dolería mucho que se burlara de mí —suspira y despeina su cabello.
Avanza hacia el escritorio situado a la derecha de la puerta de entrada y toma asiento en la silla. En un movimiento brusco, gira la cabeza hacia la derecha y mueve las pupilas en dirección contraria. Pero pronto las clava en mí de nuevo.
—¿Te pasa algo?
—Disculpa si te incomodan esos gestos. No los hago con esa intención. Sólo ignóralos, por favor. —Quizá no la sea, mas suena como una súplica—. A veces ni siquiera se notan. Intento disimularlos lo más que puedo, pero no los controlo y ocurren muy a menudo.
—Descuida, a veces ni siquiera me percato de ellos —desdeño, debido a que salta a la vista su nerviosismo—. Si posees algún problema, estoy para entenderte y ayudarte, no para juzgarte y ridiculizarte. Lo único que me molestaría es hacerte sentir incómodo. Además, ¿qué hay de malo en ti? —Lo señalo y continúo antes de que me responda—. ¡Exacto! Sólo un suéter de lana con cuello de tortuga.
—¿Traes algo en contra de los suéteres?
—Yo no, ellos me odian a mí —me apresuro a aclarar—. Mi madre me obligaba a ponerme de esos cuando era niño y me causaban sarpullido. A ti te sientan bien, no lo malinterpretes, te hacen lucir elegante. Pero la lana y yo somos incompatibles. Por eso en invierno uso bufandas de algodón.
Lo escucho expulsar una carcajada a mi lado y sonrío, pues logré que se sintiera mejor. Ya no se muestra inquieto, sino más relajado.
—Ya entiendo, son como el cielo y el infierno.
Vaya comparación. Yo pido ser el cielo. De pequeño pensaba que, si me portaba bien, un anillo de luz aparecería sobre mi cabeza como los querubines.
Dado que el ambiente se ha sumido en una atmósfera amena, opto por abordar de nuevo el tema anterior con delicadeza, dispuesto a zanjarlo por completo.
—Deberías animarte a hablarle a esa chica. De repente da comienzo a una linda historia. Si quieres conocerla, adelante. Sin miedo al éxito.
Centra su mirada en el suelo, como si sus inseguridades fueran algo de lo que avergonzarse cuando ellas las que nos convierten en humanos. Una presión asalta mi pecho cuando la recuerdo sin proponérmelo. Gracias a ella aprendí que, ante los ojos de la persona correcta, somos perfectos a nuestra manera. Kiara carecía de pestañas ni cejas, su cabello se había caído y cubría su cabeza con un pañuelo. Solía quedarse dormida porque las quimioterapias consumían su energía. Le permitía recargarse en mi hombro y ella hacía lo mismo cuando yo ya no aguantaba el cansancio. Pero, aun así, seguía pareciéndome la más hermosa de todas.
A pesar de que tenerla alojada en mi mente me trae amenos recuerdos, estas memorias saben también cómo estrujar mi corazón hasta destrozarlo por completo. Jamás pensé que extrañaría de esta forma a alguien. Para mí, Kiara fue un ángel que llegó justo cuando lo necesitaba.
—Temo descubrir que ella no sea la indicada —confiesa y alza la vista del piso—. Pero nunca lo averiguaré si no me arriesgo, ¿no? Iré de a poco, primero me acercaré a preguntarle la hora. Me tomaré un tiempo para prepararme psicológicamente. Perdón si te aburro con mis problemas.
—¿Aburrirme? Seré yo quien te aburra hablándote de libros.
—Créame cuenta de Wattpad, quiero entrar al lado oscuro. —Casi canto victoria al escucharlo. Él me apunta con el índice antes de celebrar—: Pobre de ti que sea una página de videos no aptos para nuestra edad.
—Ahí no hay más que libros sanos con bonitos mensajes —afianzo, llevándome una mano al corazón. Después farfullo—: Y un fanfic de rayita y el cepillo Colgate tres sesenta, limpiador de lengua y mejillas. Pero eso no es lo importante.
—¿¡Un fanfic de qué!?
Doy vuelta la silla giratoria en que yace sentado, de modo que acaba mirando hacia el escritorio. Axel enciende su portátil y jalo una silla para sentarme a su costado. Cuando me cede el ratón, abro el buscador e ingreso a la plataforma naranjada. Entonces aparece en la pantalla el logo, el cual cambiaron hace unos años. Selecciono el botón de crear cuenta y le devuelvo el mando para que coloque su información personal.
No sé qué género buscará en Wattpad, pero aquella comunidad alberga novelas de todo tipo. Yo acostumbro a leer romance, porque soy un masoquista que adora torturarse leyendo cosas que nunca le ocurrirán.
—¿Qué nombre le coloco a mi usuario?
—¿Anonymus?
—¿Y si piensan que quiero hackear Wattpad y me cierran la cuenta?
Al final decide su nombre real: Axel Stewart. Luego se dirige al espacio que exige una contraseña y me pide que me voltee para no fijarme en lo que escribe. Rellena los demás datos, como la fecha de nacimiento y nacionalidad. Después viene mi parte favorita.
—Ahora me piden que agregar algunas historias a mi biblioteca, ¿cuál me recomiendas? —Ojea las portadas de las sugerencias que le lanzó la plataforma—. Esta de aquí luce interesante...
Mierda. Esa es mía.
—¡No la leas! —Salto de mi sitio y me interpongo entre él y la pantalla.
—¿Por qué no?
No planeaba recomendarle mis historias, pues apenas nos conocemos y me intimida la idea de oír una crítica destructiva de su parte, aunque no parece esa clase de persona. Con mis lectores sucede diferente. Quizá parezca extraño, pero que al principio quienes me lean sean desconocidos ayuda a que no me aterre tanto la idea de expresarme. Que no sepan mucho sobre mí y que no vislumbren nada más allá del camino de letras que dejo al andar disminuye parte de mis inseguridades. Prefiero escribir porque soy demasiado cobarde como para gritar.
—Porque lloré cuando la leí y no quiero que termines con el corazón roto.
—Los libros son los únicos con ese derecho. Varios me han sacado lágrimas y me alegra haber gozado de semejante privilegio.
Escribo bajo un seudónimo en Wattpad y, pese a que mis lectores saben mi nombre, puede que Axel tarde más en descubrir que soy yo. Él agrega la historia a su biblioteca, junto con otras que le llaman la atención. Se detiene a leer las sinopsis de otras cuantas y las guarda, como si estuviera de compras en el supermercado y agregara artículos al carrito de compras cada cinco minutos. Supongo que eso forma parte de todo lector, tener tantos libros pendientes y seguir sin saber qué leer.
En cierto modo se asemeja a la vida. Pueden haberte ocurrido miles de cosas y seguirás desconociendo lo que se avecina. A mí me resulta inciertamente emocionante. Estoy tan ensimismado con mis cavilaciones que casi me sobresalto cuando oigo hablar a Axel:
—¿Y qué lees en Wattpad?
—Todo lo que tenga letras, pero en especial novelas juveniles, románticas e historias cortas.
—Yo leo libros de terror y clásicos. Me encantan.
Rememoro la frase «eres lo que lees» y trago saliva. Que lea terror no significa que sea una especie de criatura de la oscuridad. O eso espero. Porque leo novelas románticas y carezco de vida amorosa.
Axel estanca su vista en la pantalla de nuevo y se entretiene navegando en la plataforma, por lo que me volteo hacia la ventana entreabierta y percibo la tenue luz de la Luna que se cuela por entre las cortinas. El firmamento ostenta tantas estrellas que pienso que tal vez estas quieren comunicarme algo. Que tratan de revelarme un secreto, que intentan sacar a flote una verdad a punto de hundirse. Después de un rato, me giro de vuelta hacia mi compañero de habitación.
—¿Ya empezaste a leer? —me inclino a visualizar la pantalla del portátil y abro en grande los ojos—. ¡Te dije que esa no!
—Es tuya, ¿cierto? ¿Por eso no quieres que la lea?
—Sí, pero hazlo si deseas —me resigno, pues presiento que no desistirá—. No te lo impediré. Ojalá te guste y te diviertas con los personajes.
—Con la sinopsis ya me atrapaste, aunque me asusta un poco el tema —revela con una sonrisa.
—¿A qué le temes? —le increpo, debido a que mi curiosidad salta de repente—. Dejando de lado el libro, ¿cuál es tu mayor temor?
—La muerte. Nada la soluciona.
Antes a mí también me aterraba, pero la vida se encargó de enseñarme que existen destinos peores. Infiernos terrenales que arden más que ese averno en el subsuelo del que tanto nos hablan. Lo sabes cuándo mil dagas se clavan en tu pecho y al final del túnel no ves ninguna luz, sino infinita oscuridad y desolación. Por eso escogí vivir esta vida como si fuera la última que tendré, porque no sé cuántas le sigan, o si reencarnaré luego de morir. Tal vez me haga polvo y mis cenizas sean echadas al mar. Quizá nunca lo averigüe, por esa razón elijo vivir como si mañana fuera hoy y hoy hubiese sido ayer.
Vivir no significa estar vivo. Vivir implica saltar al abismo sin importar si alguien toma tu mano o no, atreverte a sentir y salir magullado. Estar vivo consiste en esperar tu muerte sin preocuparte por abandonar en este mundo dejando una huella o un legado capaz de inmortalizarte.
—¿Qué te gustaría hacer antes de morir?
—Cumplir mis sueños, ¿y a ti?
—Ser feliz.
***
¡Hola!
Respecto a la parte anterior, (subida en el transcurso de la semana) se trata de un flashback, escenas en las que se conocerá un poco más a los protagonistas y cómo ellos crecieron en el hospital. Las publicaré cada determinados capítulos los días miércoles 🎗️
¿Qué historias le recomendarían a Axel, quien está recién adentrándose en la plataforma?
¿Qué libro les ha hecho llorar?
Por si desean saber el nombre del libro que leía Sebastián, este se llama "De una fuga y otros desastres". Pueden encontrar la novela en mi primera lista de lectura. Forma parte del programa de historias pagadas y se las recomiendo muchísimo ❤️
Hasta la próxima 🤙🏻
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