40| Vuelta a casa

Camino a paso presuroso a través del patio, con la respiración acelerada y el corazón en la garganta. Troto hasta llegar al comedor, ignorando las gotas de lluvia que empapan mi cabello. No me habría importado venir anoche, pero cuando Sebastián me contó lo sucedido eran más de las ocho y la universidad ya había cerrado. Si Logan no se hospedase aquí también, me las hubiera ingeniado para escabullirme en las instalaciones. No lo dejaré solo en uno de los peores momentos de su vida. Conozco esa sensación, la viví a los diez años y recuerdo a la perfección la fuerza con que las paredes de mi mundo se desplomaron, aplastándome por completo.

Abro la puerta de golpe y lo busco con la mirada. Una punzada se clava en mi pecho apenas observo su aspecto. Ni siquiera se ha peinado, el labio inferior le tiembla y trae los ojos rojos e hinchados con unas notables ojeras. Hace mucho no lo vislumbraba tan demacrado. Incluso parece costarle respirar y siento que caerá al suelo en cualquier instante, puesto que sus piernas tambalean.

No espero más y me acerco a Sebastián para envolverlo con mis brazos. Justo como si acabase de apretujar un vaso de vidrio, se rompe. Llora sobre mi hombro y oculta su rostro en mi cuello, por lo que me aferro a su abrigo y acaricio su espalda. No existen palabras que sirvan de consuelo o una fórmula mágica para que el dolor desaparezca. Nada funcionaría. Necesita quebrarse para repararse después, cuando se perciba listo, proceso que podría tardar muchísimos años.

—Quiero que todo esto sea una pesadilla. Mamá empezaba a leer mis historias, me prometió que pasaríamos juntos la próxima Navidad y que me apoyaría a cumplir mis sueños.

—Entiendo cómo te sientes. No busco consolarte, porque bien sé que ahora nada te calmará. Solo quiero acompañarte. No pienso dejarte solo.

—Debo conseguir un pasaje de avión para hoy. Mi papá me pidió que regrese a casa.

—Podemos un taxi hasta el aeropuerto antes de que la lluvia se intensifique —le sugiero, con un nudo instalado en la garganta y sin soltarlo—. Adquiriremos un boleto para el vuelo más próximo.

—Pero no estoy listo, Kiara. No soportaré verla dentro de un ataúd. No soy tan fuerte como para depositar flores en una maldita tumba y hablarle a un cemento. —Percibo como su pecho sube y baja, agitado. No descubro que también lloro hasta que algo frío se desliza por mi mejilla —. ¿Por qué no logro despertar?

—Porque esto no es una pesadilla, Sebas.

—La última vez que la vi charlamos con normalidad y no noté nada extraño. O quizá no quise hacerlo —repone, como si uniera las piezas de un puzle—. Parecía cansada y me contó que olvidó consumir su medicación, aunque me prometió que compraría sus pastillas. Estaba muy ajetreada por asuntos del trabajo, iba a reunirse con los nuevos socios de la empresa. Mi mamá dijo que me quería. Hacía años que no escuchaba eso y ahora no lo oiré nunca más.

—Tal vez no te lo repitiera a menudo, pero ella te adoraba. Pese a que a veces te demostrara lo contrario, te amaba a su manera. —Me esfuerzo por sonar firme. Sebastián requiere de un pilar que lo sostenga, no que se derrumbe consigo—. Y eso a ti te confundía, ¿cierto? Te lastimaba —Asiente, sin mirarme—. Te llamaba inútil y menospreciaba tus logros. Fue muy estricta contigo, mas era la primera en quedarse a tu lado en el hospital.

—Y justo cuando empezaba a cambiar su corazón dejó de latir.

Se separa de mí con lágrimas cayendo de sus ojos. Utilizo la manga de mi chaqueta para limpiarme las mías y le acomodo el flequillo que cae por su frente. Aprovecho para secarle las gotas de llanto que resbalan cuesta abajo y delineo sus pómulos con la yema del pulgar.

—¿Te abriga lo suficiente esa casaca? No quiero que cojas un resfriado con este clima.

—Estaré bien así, no te preocupes —desdeña y tuerzo los labios, no muy convencida. Aun así, me limito a acomodarle el cuello del abrigo—. Papá me transfirió dinero anoche. Tengo suficiente para pagar el pasaje. Él y mi prima me esperarán allá. Dejé mis maletas armadas en mi habitación. No he cerrado un ojo en toda la noche. Solo espero poder hacerlo en el avión.

—Si necesitas conversar con alguien o desahogarte, márcame a mí. Te contestaré a la hora que sea. Pero avísame si dormirás durante el vuelo para no llamarte y despertarte, ¿de acuerdo? —Vuelve a asentir y expulsa un suspiro, abatido.

—¿Te importaría hacerme un favor? No te tomará ni quince minutos.

—Claro que no. Cuentas conmigo para cualquier cosa.

—¿Puedes actualizar mi historia? Ya terminé de escribir el capítulo, lo guardé en borrador. —Suena como una súplica y le sonrío para que sepa que no me negaré. Haría cualquier cosa por verlo feliz o, en este caso, aligerarle el dolor—. Me falta añadirle una canción a multimedia, colocar los separadores de escenas y la revisión ortográfica. ¿Te importaría entrar a mi cuenta? Les prometí a mis lectores que lo publicaría hoy a la una y no creo que me dé tiempo para subirlo en el avión. Los párpados me pesan y trataré de dormir un poco.

—¿Cuál es tu contraseña?

—Tu fecha de cumpleaños. Veintiuno de mayo.

Me coloco de puntillas, acuno su rostro con mis manos y beso su frente.

—De acuerdo. Tú descansa, yo me encargo. Te quiero. —Apenas lo abrazo, lo escucho hipar y el corazón se me encoge. Detesto observarlo llorar, pero tiene que soltarlo todo. Reprimirse no servirá de nada—. Andaré pendiente al teléfono, escríbeme si sientes la necesidad de platicar sobre esto. Aunque también podemos cambiar de tema, si así lo prefieres. Me empeñaré en hacerte reír. Vale la pena esforzarse por tu sonrisa.

Empleo las mismas palabras que él usó conmigo hace unos meses y eso provoca una leve curvatura en sus labios. Desconozco cuánto tarde en reaparecer, mas lucharé porque una media luna se dibuje sobre estos cuanto antes, por más pequeña que sea.

—Voy a compensarte todo lo que haces por mí cuando regrese, lo prometo.

—No espero nada a cambio, Sebas. Solo que te encuentres mejor. Pero sin prisa, tómate los días que creas necesarios. Por la universidad no te agobies, Axel de seguro te pasará los apuntes. O puedo pedirle que me los envíe a mí para anotarlos y entregártelos después, hago bonitos títulos.

—Gracias por estar para mí siempre. —Me muerdo el labio inferior, pues todavía no olvido la vez que le fallé. Daria lo que fuera por cambiar esos momentos. Como si supiera, que empiezo a torturarme con ello de nuevo, agrega—: No te reproches más tus errores, Kiara. Ambos nos equivocamos y yo ya te perdoné. No eres mala persona, quita esa idea de tu mente.

Sus brazos continúan alrededor de mi cintura, mas noto sus músculos tensos. Trazo círculos imaginarios en su espalda hasta que poco a poco su respiración se ralentiza. No creo que desayunara esta mañana, así que insistiré en que coma algo en el aeropuerto, antes del vuelo.

—Ven, te acompaño a tu habitación.

No lo suelto, sino que permanezco abrazada a él mientras caminados, sumidos en completo silencio. No demoramos en llegar al pabellón de los dormitorios, subimos las escaleras directo al piso correspondiente y observo cómo Sebastián maniobra para sacarse las llaves del bolsillo. Las introduce en la cerradura con torpeza y sin éxito, por cual acabo abriendo la puerta yo.

—Logan me ayudó a empacar mis pertenencias anoche. Solo me faltan algunas cosas.

Camina hacia la valija abierta sobre su cama y acomoda las camisetas ubicadas en su interior. Al costado, reposa el peluche de sapo que le regalé ayer y me sorprendo cuando lo coge para guardarlo dentro.

—¿Te llevarás a Flappy?

—No planeaba abandonarlo aquí —intenta sonreírme, aunque el gesto le sale forzado.

—Si necesitas que haga algo por ti, avísame, ¿sí? —Me aproximo para rodear su cuello y sus músculos se destensan un poco—. Actualizaré tu historia luego de que emprendas el vuelo.

Sebastián no alcanza a responder, puesto que Logan se asoma a la habitación con su teléfono en mano y apoya su espalda en el umbral de la puerta.

—¿Van a irse ya para el aeropuerto? Si requieren un taxi puedo pedirles uno por el aplicativo —nos ofrece él, quien después se voltea hacia su mejor amigo—. Y si no te molesta, Sebas, te acompañaré a tomar el avión.

—No me disgusta que vengas. —Cierra la cremallera de su valija y la deposita sobre el suelo, aunque el peso por poco le vence—. Ve solicitando al Uber, por favor. Acordé con papá llegar a Londres antes de las seis de la tarde. Mis tíos pasarán por mí cuando aterrice en la ciudad.

—De acuerdo, los esperaré abajo —informa, antes de desaparecer por el pasillo.

—Empaca chaquetas gruesas, bufandas y guantes. Allá también te encontrarás en pleno invierno y en Inglaterra llueve más seguido que aquí.

—Sí, descuida. Solo me queda revisar los bolsillos para que... Aguarda, olvidé mi dentífrico en el cuarto de baño.

—Anda a buscarlo. Te espero afuera. —Beso su mejilla y fuerza una sonrisa, mas parece dolerle incluso esbozar ese gesto.

—Pronto regresaré a la normalidad, lo prometo —me susurra en un hilo de voz.

Lo abrazo por última vez y pese al corto contacto, siento sus manos frías apenas estas se detienen en mi cintura. Salgo de la habitación a buscar a Logan y lo encuentro recostado en la pared. Teclea en su móvil y levanta la mirada apenas me observa de pie frente a sí. No luce tan animado como de costumbre y sé que sus motivos son los mismos que los míos: detesta ver sufrir a Sebastián.

—¿Tienes un minuto? —Dejo entreabierta la puerta y avanzo unos pasos directo hacia él—. ¿Estabas con Sebas cuando lo llamaron?

De inmediato, comprende a qué me refiero.

—Justo regresábamos a los dormitorios. Al principio se negó a creerle a su padre, pero le marcó más de cincuenta veces a su mamá y al no obtener respuesta, concluyó que era verdad. Habló con su papá después y pactaron verse en Londres para el funeral.

—Cuando viajamos allí para Navidad nos cruzamos con la señora Relish. Ambos platicaron en un café y ella parecía empezar a apoyarlo. Pensé que su relación mejoraría, no que terminaría de esta manera. Se siente horrible perder a la mujer que te dio la vida y guió tus primeros pasos. Yo estuve igual que Sebas a los diez años, por eso me preocupa tanto la forma en que esto le afectará, porque a mí me devastó completamente. Mi mamá falleció en el mes de noviembre, solicitó la eutanasia porque la leucemia que sufría era demasiado agresiva. —Entrecierro los ojos, ya que todavía me cuesta tocar el tema—. Fue su decisión, no la cuestiono. Ya vuela libre y dejó de sufrir.

—Ha de ser muy duro. A mí se me caería el mundo encima si algo le sucediera a mi madre, a mi hermana o a mis tíos. Son de las personas más importantes que conozco.

—¿Y tu papá? —inquiero, pero en seguida me arrepiento de preguntar.

—Murió en un accidente de tránsito cuando yo tenía tres años. Me frustra apenas recordarlo, que solo aparezcan en mi cabeza momentos clave. No paro de imaginarme nuestras vidas si él siguiese aquí. Las experiencias que habríamos compartido y lo unidos que hubiésemos sido. Pero aún me acuerdo de su voz, tan mala memoria no tengo. Él me llevó al cine por primera vez. Vimos Los increíbles, mi película animada favorita. Me prometió que si salía la secuela volveríamos juntos.

—Así que de él heredaste el gusto por el teatro. Se habrían llevado bastante bien. Le alegraría mucho verte estudiando Artes Escénicas.

—Espero que esté orgulloso de mí.

—Seguro que sí. No hay nada de malo en ti. Eres el tipo de persona que a la mayoría le agradaría conocer.

—Lamento mucho haber montado una escena en el centro comercial aquella vez —farfulla y por cómo desvía la vista, denoto que llevaba tiempo reprochándoselo—. Me alteré demasiado. Ya me disculpé con Ivet por hablarle así.

—Y ella también pidió perdón por soltar esa clase de comentarios, ¿no? —consulto y sonrío cuando asiente. Me alegra que mi amiga comprendiera que no debe bromear con un tema tan delicado.

—Sí, lo hizo —recuerda y guarda silencio, como si retorciera en su mente sus próximas palabras—. Hace un mes le conté acerca del proceso de rehabilitación que tuve que atravesar y trató de entenderme. Creía que me daría el típico discurso de que todo se soluciona con fuerza de voluntad y le restaría importancia a lo que me sucedió y sigue ocurriéndome.

—Pues a mí me detectaron leucemia de niña y ninguna persona afirmó que lo superaría echándole ganas. Era mi cuerpo el que producía células cancerígenas, pero yo no lo controlaba —apunto, sin apartar la mirada de Logan—. Lo mismo pasa con una enfermedad mental. Un «no estés triste, la vida es hermosa» no arreglará nada. Se necesita ayuda profesional. Así como nadie escoge padecer cáncer, nadie elige sufrir depresión, algún trastorno o sufrir un problema de salud mental.

—En definitiva, no deseé sentirme de esta manera. Espero que en el futuro mi estabilidad emocional no dependa de una pastilla. Me asusta que esto me impida cumplir mis sueños.

—Algo me dice que eres más fuerte que tu mente.

Distingo una sombra detrás de mí justo cuando un brazo rodea mi cintura y giro, topándome con los ojos de Sebastián. Logan también repara en que sus ojos yacen cristalizados, pero ninguno le comenta nada. Arrastra su maleta con ruedas y la detiene a su costado. No ha empacado muchas cosas, quizá porque no piensa quedarse con su padre por más de una semana.

—Estoy seguro de que podrás con todo. Tal vez no solo, pero nos tienes a nosotros. Y si quieres retroceder para tomar impulso, saltaré contigo.

—Gracias por no juzgarme y aceptarme como soy, con mi cabeza hecha líos y mi incapacidad para inflar globos. —Se acerca para abrazarnos, lo cual en un inicio me toma desprevenida. Sin embargo, el contacto con ambos, por muy breve que sea, me restaura cierta calma.

Uno nunca sabe lo que se esconde tras una sonrisa. Logan bromea casi todo el tiempo, luce animado y lleno de energía. Su compañía resulta bastante cómoda y no se le complica relacionarse con los demás. Probablemente, si él no me lo hubiera contado instantes atrás jamás me hubiese enterado de su historia. Con esto concluyo que, en definitiva, lo mejor que podemos hacer es tratar bien a las personas que encontramos en nuestro camino. No conocemos el dolor que ocultan ni las inseguridades que los atormentan. Varios lo camuflan a la perfección. Sonríen durante el día para después llegar a casa y sumirse en el martirio de su propia mente.

Logan se encarga de pedir un taxi para los tres, por lo que pasados unos minutos abordamos el vehículo amarillo que se estaciona en la entrada de la universidad. Sostengo la mano de Sebastián durante todo el trayecto y noto que tiembla, no sé si a causa del frío o de sus nervios mezclados con impaciencia. Por fortuna, no nos atacamos en el tráfico y arribamos al aeropuerto sin inconvenientes. Conseguimos un boleto de avión para el mediodía, así que aguardamos hasta que llaman a los pasajeros mediante la megafonía y el avión despega.

Después de tantos años sin pisar mi habitación, la siento extraña. Como si ya no fuera el mismo de antes y alguien distinto a mí hubiera habitado tras estas cuatro paredes. El silencio me resulta inquietante, aunque lo prefiero en lugar de los gritos de papá, quien se muestra más callado que de costumbre. Solo habla para realizar las llamadas correspondientes para el funeral y apenas intercambiamos palabras.

Mis tíos vinieron a quedarse en casa durante unos días para ayudarnos con los preparativos. Ocupan el cuarto de huéspedes disponible en la segunda planta y tratan de distraer a mi padre, pero sus esfuerzos no dan resultado. El hermano de papá es completamente diferente a él. Nunca trata mal a nadie ni le grita a su hija delante de todos, tampoco lo veo capaz de golpearla. De niño, iban a visitarme a menudo al hospital. Un año se sumaron al evento navideño. Los echaba de menos.

Busco mi teléfono en mi escritorio y enciendo la pantalla, estoy a punto de entrar a Wattpad cuando mi prima Diane toca la puerta, así que vuelvo a depositarlo sobre la mesa para prestarle atención. Hacía mucho que no la veía.

—¿Cómo te sientes? Mañana por la tarde partiremos al cementerio para enterrar a tu mamá. —Un nudo vuelve a instalarse en mi garganta y se me nubla la vista, por lo que entrecierro los ojos para rehuir las lágrimas—. ¿Ya la extrañas?

—Sé que su trato conmigo no fue el mejor y que tuvimos nuestros problemas, pero la quería. Aunque me repitiera hasta el cansancio que era un inútil. Ella comenzaba a leer mis historias. En su último mensaje escribió que estaba orgullosa de mí. Pensé que dentro de unos años seríamos los mejores amigos.

—Sabes que trabajo en la empresa de tu papá desde hace dos años para hacer mis prácticas de administración. Yo estuve allí cuando todo ocurrió. —Lamento que tuviera que presenciar esa escena. A mí me destroza totalmente tan solo imaginarla—. Ambos discutían a gritos. Ella parecía muy alterada, le recriminaba a tu padre acerca de algo que tenía que ver contigo. No supe bien a qué se refería. Quise acercarme, mas entonces mi tía cayó al suelo y tu padre salió de su oficina para pedir auxilio. Llamé a una ambulancia tan rápido como pude, pero no... —Aparta unos mechones de su rostro, consternada—. No la salvamos, Sebas, lo siento.

—Me gustaría averiguar lo que sucedió, pero dudo que a papá le apetezca contarme al respecto. Siempre ha sido bastante cerrado.

—¿No conversaron cuando llegaste?

—Atendía una llamada telefónica del trabajo y opté por no interrumpirlo.

—Ha estado demasiado callado. Supongo que no se presentará al trabajo hasta dentro de unas semanas. —Me encojo de hombros. Con mi padre nunca se sabe—. ¿Tu mamá te comentó que venía sintiéndose mal?

—Nos encontramos con mi madre cuando regresamos a Londres para Navidad y me contó que sus pastillas se habían terminado. No lucía bien... —Tomo una bocanada de aire, abrumado—. Debí prestarle atención.

—¿Tú y quién más? ¿Logan viajó contigo?

—Kiara, mi novia —le corrijo. La llamé por teléfono hace una hora para informarle que me hallaba en casa. No platicamos mucho, puesto que no dormí durante el vuelo y llegué bastante cansado—. Estudiamos en la misma universidad y hace un tiempo me confesó que sentía algo por mí. Sabes que me gusta desde que éramos niños.

—Tu papá no está enterado, ¿cierto?

—Solo se lo dije a mamá. Si no le ha mencionado nada, no sabe que nosotros estamos juntos.

—Espero que ya no se entrometa entre ustedes. Mi papá se enojó mucho con él cuando lo descubrió. Meses atrás oyó que discutía con tu mamá sobre que tú ahora conocías la verdad y luego nos lo contó a mi madre y a mí. Tampoco pudimos creerlo al principio. No pensábamos que fueran capaces engañarlos así.

—Sufrimos durante años por algo que nunca ocurrió. Llegué a asociar el cáncer con muerte cuando no son sinónimos. Algunas personas lo vencen, ojalá en el futuro sean todos quienes lo superen. Viví para escribir y construir realidades con letras.

—Por eso escogiste la carrera de Literatura. —Asiento, esbozando una tenue sonrisa—. Deberías publicar tus historias en internet. Me parece que hay páginas para ello.

—Subí tres novelas a Wattpad, una red social para escritores. —Cojo mi móvil y entro a la aplicación, pero evito revisar mis notificaciones, pues no me apetece leer ciertos comentarios—. Este es mi perfil. Mamá comenzó a seguirme hace unos meses.

—Tienes más de trescientos mil seguidores. —Me arrebata el celular, sorprendida. Desliza su índice por la pantalla para revisar las vistas y votos de mis novelas—. No he leído tus libros, pero jamás dejes de hacer esto. Se nota de lejos que talento te sobra y si algún día tus obras salen en físico sería bien merecido, porque...

—No pasará, Diane —sentencia una voz gruesa a nuestras espaldas. La reconozco de inmediato—. Tu papá te está buscando. Necesita que le devuelvas la agenda de contactos que te prestó, realizará un par de llamadas.

—Ahora voy. —Se gira hacia mí para devolverme el móvil—. Hablamos luego, Sebas.

En su rostro distingo ganas de continuar con la conversación, mas las palabras de papá gritan «vete» y sale de mi habitación sin rechistar. Al instante la escucho bajar por las escaleras hasta la sala, donde descansa el féretro de mamá. Solo pasé por ahí cuando llegué a casa y me quebré en seguida. No pude contemplar esa imagen. Mi mandíbula se tensa al recordarlo. No sé de dónde sacaré fuerzas para el entierro de mañana.

—¿Cuándo vas a darte cuenta de que te equivocas? De Literatura no obtendrás dinero —asevera, mirándome por encima del hombro—. Yo te ofrezco un puesto fijo en la empresa que te generará numerosas ganancias.

—No sueño con ser empresario, sino con convertirme en escritor. Quiero aportar con libros al mundo y me haría muy feliz que me apoyaras.

—Se que publicas historias en una plataforma, tu madre me lo comentó y me mostró tu perfil. —El corazón me late con prisa y siento las manos recubiertas de hielo, de modo que juego con ellas dentro de mis bolsillos en un intento de calentarlas. Presiento que no reaccionará igual que mi mamá—. ¿En serio piensas que toda esa gente te apoya? ¿Que a tus seguidores les gusta lo que escribes? No son más que tonterías, Sebastián. Madura de una vez. Si fueses el próximo Premio Nobel no recibirías mensajes de odio. Te falta muchísimo para llegar a un nivel decente. Despierta o acabarás chocándote contra la pared. Aquellos que depositan críticas en tu tablero están en lo cierto. Ni ellos ni yo te vemos futuro.

Retrocedo sobre mis pasos y entreabro los labios, reteniendo el quejido de dolor que ansía salir de mi boca dada la estaca que me ha clavado en el pecho. Al inicio no le presté atención a las críticas, ya que venían de un único usuario. Pero ahora no hay una sola persona, sino varias. Muchos creen que mis historias son una mierda, que no merecía ganar concursos ni la estrella que decora mi perfil. Que no nací para esto y que lo mejor sería abandonar una meta que jamás alcanzaré.

Cuando inicié en Wattpad, desconocía la calidad de mi escritura. Sin embargo, me guié de los comentarios positivos que afirmaban que albergaba talento y no me detuve. Antes casi nadie me leía, por lo que pocos señalaban mis errores. Puede que ahora, al llegar mis escritos a un mayor público, los demás no tarden en descubrir que no pertenezco a ese lugar, plagado de novelas maravillosas. Las mías se quedan cortas.

Tal vez mis primeros lectores se equivocaban. Confiaron demasiado en alguien que recién empezaba y me llenaron de esperanzas. No me sorprendería que dejaran de leerme, aquello sucedería tarde o temprano porque nunca satisfaré sus expectativas.

—Puedo mejorar —farfullo en un intento de hacerlo cambiar de opinión—. Estoy corrigiendo mis capítulos. Estudiaré más y me esforzaré por no cometer errores. Solo quiero que creas en mí.

—Si en verdad tuvieses talento, tus libros ya serían best sellers. —Bajo la mirada. Quizá tiene razón. Los grandes escritores a mi edad han logrado mucho más—. ¿Acaso los observas en librerías o en adaptaciones cinematográficas? ¿No? Yo menos. Quítate esa mierda de la cabeza cuanto antes, porque no planeo cederle mi empresa a una mujer. Tu prima Diane la mandará a la quiebra.

Dicho esto, azota con fuerza la puerta para después echar a andar por el pasillo y dejarme solo. Sostengo mi móvil entre mis manos y lo coloco en silencio. Las notificaciones del capítulo que publicó Kiara no cesan y por primera vez, me atemoriza leer los comentarios de mis lectores. Siempre he temido que papá esté en lo correcto y que mi futuro como escritor no sea más que una tonta fantasía del niño que aún vive en mi interior. No me siento listo para despertar y afrontar la realidad.

Ni siquiera me veo capaz de adaptarme a ella, porque a mi mundo le hace falta una pieza. Una que me generaba dolor tener ahí, pero cuya ausencia, lejos de aliviarme, me produce lo mismo. No estaba preparado. Todos sabemos que no somos eternos, mas no creemos que mañana le tocará a un ser tan querido le tocará cerrar los ojos para siempre. Es mucho más fácil pretender que nos queda tiempo de sobra.

Sin embargo, yo ya no puedo engañarme. El de mamá se ha terminado y, aunque deseo que esto se trate de una pesadilla, el ataúd que debemos trasladar al cementerio a la mañana siguiente me confirma lo contrario. Las lágrimas me salan las mejillas y las piernas me flaquean, haciéndome perder el equilibrio, por lo que necesito sentarme. Todos los pilares que me sostienen parecen derrumbarse, pero una fuerza externa los reconstruye casi tan rápido como estos se desmoronan.

Aun con la visión borrosa, la reconozco en seguida. Kiara se sienta a mi costado en el porche de casa y, como si supiese que es justo lo que necesito, me abraza.

—Ya estoy aquí, Sebas. Enfrentaremos esto juntos.

***
¡Hola!

Creo que este es uno de los capítulos más tristes que he escrito durante toda la historia, así que mejor le quito los signos de exclamación al saludo. Empecemos de nuevo.

Hola, ¿qué tal ha estado el capítulo?

En este tuvimos a dos narradores y conocimos un poco más sobre la historia de Logan, ¿qué opiniones tienen sobre el personaje? ¿Cuánto tiempo le tomará a Sebastián asimilar lo sucedido? ¿Kiara logrará que se sienta mejor en un tiempo?

Espero que hayan tenido una linda semana ❤️ y si no, que en esta les vaya mejor. Ya estamos acercándonos a Navidad 🎅🏻

Hasta la próxima semana, me despido 👋🏻

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