31| Cazadores de estrellas

No puedo creer que vi el video completo del ASMR de un conejo comiéndose una sandía.

Cierro el buscador para regresar a la ventana donde se encuentra abierto Wattpad. Leo y contesto los comentarios de mis lectores, entre los que me sorprende no hallar ninguno de Kiara. Aún no termina mi historia y su último voto fue a las dos de la mañana del miércoles. Al parecer mi protagonista es la razón de sus desvelos y no yo. No sé si sentirme desplazado por eso o halagado porque le gusten mis novelas.

Mi teléfono suena a un lado de la mesa y sonrío apenas descubro que se trata de ella. No hablamos desde que la dejé en casa anoche y me extraña que recién me escriba.

«Voy camino a la universidad. Necesito hablar contigo sobre un asunto importante».

Redacto y borro el mensaje mientras un nudo crece en mi estómago, ¿hice algo mal ayer? Quizás escuchó lo que la mesera de la cafetería me preguntó, pues casi repitió mis palabras cuando la señorita que ayudó a cortarle cabello nos consultó lo mismo, aunque no lucía incómoda. Sin embargo, como si Kiara percibiera mi inquietud, agrega:

«Perdón por no escribirte antes. No me sentía bien. Quiero contarte algo sobre mamá. Espérame en el comedor».

Mi preocupación no desaparece, solo cambia de dirección. Kiara detesta los veintiséis de noviembre desde que su madre falleció de leucemia. Por esa razón, intenté distraerla y pasamos la tarde patinando sobre hielo, comiendo bizcochos de calabaza y la dejé dibujarme en la plaza Michelangelo.

—¡Allí está! ¡A él!

Los fuertes gritos de Axel me sobresaltan, ¿y si reunió a una muchedumbre dispuesta a perseguirme con antorchas y rastrillos directo a una hoguera por matar a su personaje favorito?

—¡Sebastián! ¡Te traemos una oferta que no podrás rechazar! —anuncia Logan, quien lo acompaña con una sonrisa.

—No practicaré danza clásica contigo. Y mucho menos ballet. Si los tirantes no me quedan bien, probablemente las mallas tampoco. Además, no entiendo cómo los bailarines mantienen sus pies en punta tanto tiempo.

—Las zapatillas adecuadas ayudan, con el acolchonamiento indicado el dolor se reduce —explica, debido a las lecciones que recibe en su facultad—. Pero no vine a dictarte clases teóricas de baile. Axel y yo queremos mostrarte algo.

—¿Ya le enseñaste a bailar tap?

—No, me rendí contigo. Tu coordinación era tan nula que renuncié a ser instructor antes de empezar.

—¿Entonces me buscan para llevarme a comprar libros?

—Confórmate con mi tradicional regalo de Año Nuevo.

Axel enciende la pantalla de su tableta y desliza su índice sobre ella. Si desea sugerirme un nuevo estilo, lo tomaré en cuenta. Quizá sea momento de inaugurar la era de los overoles.

—Pensaba comentártelo esta mañana, pero saliste muy temprano y cuando desperté ya no estabas. —Voltea hacia la derecha, mas vuelve fijarse en su móvil—. Trasnoché leyendo una historia de calentura...

—¿Calentura?

—Dije aventura, enfermo.

—Basta de pensamientos impuros —me espeta Logan, a punto de rociarme con agua bendita.

Axel resopla con el ceño fruncido, aunque tal vez tras esa fachada se oculte un chico con biblioteca de Wattpad que albergue historias para mayores de veintiuno.

—Creí que dicha novela estaba incompleta porque solo contenía diez capítulos. Pero gracias a la nota de autor descubrí que yacía en físico y busqué su editorial para adquirir la obra. Así me enteré de que todos los años esta organiza un concurso y el premio que ofrecen es la publicación del libro ganador. —Me entrega el dispositivo, en cuya pantalla se muestra una llamativa página—. Pensamos que podrías probar suerte. Tus historias poseen muchísimo potencial y seguro te va de maravilla.

—No importa si no ganas, te servirá para acumular experiencia —me asegura Logan, entreviendo mis dudas—. Varias novelas finalistas han conseguido su primera edición.

—Pero dudo que las mías alcancen la última ronda. —Intento devolverle la tableta, mas Axel la rechaza.

—¿Por qué esa actitud? Tus obras ya han ganado muchas competencias en la plataforma. Ha llegado el momento de avanzar, ¿no crees?

—Siempre que te inscribes en un concurso te acompaña ese pesimismo y aun así has ocupado los primeros puestos, callándote por completo a ti mismo. —Logan me obliga a girarme hacia mi portátil y abre en una segunda ventana el buscador—. Así que, ingresa al siguiente enlace y rellena el formulario. No te preocupes por los requisitos, ya verificamos que cumplieras todos.

—Si se va la señal de internet, vamos a la biblioteca. En ese sitio nunca hay problemas de conexión —me alienta Axel, expectante.

—No sé si esto sea buena idea.

Los certámenes de literatura que he ganado, hasta entonces, han sido organizados por la plataforma. La comunidad naranja me brinda seguridad y compartir mis historias con un público de mayor exigencia fuera de ella, me intimida. El corazón me martillea con fuerza y me paralizo ante las tantas de posibilidades que poseo de perder. Temo no ser lo suficientemente bueno en lo que me apasiona.

—¿Temes fracasar? —adivina Logan—. Sebas, la opinión de los jurados será solo ello. Su criterio no significará que tus libros sean malos. A ciertos jueces quizá les parezcan clichés, a otros les dejarán un gran mensaje, unos criticarán el desarrollo y algunos amarán tu pluma. Cada persona forjará un punto de vista distinto.

—Está bien tener complejos, es de humanos. Pero que no se interpongan entre tus sueños y tú. Mereces todo lo que ellos te prohíben bajo el pensamiento de que eres menos que otros.

—He soñado con publicar una historia en físico desde niño —confieso y Axel amplía su sonrisa.

Antes doblaba varias hojas de papel por la mitad y las unía con cinta adhesiva en el centro, simulando un libro. Allí escribía pequeños cuentos para los cuales improvisaba una portada en la parte delantera. Después me trasladé a un portátil. Disfruto de contar las páginas que llevo escritas en Word para tratar de calcular la cantidad de estas si mi obra saliese del medio digital. Me encanta fantasear con la idea.

El que me inscriba en aquel concurso no me garantiza la victoria. La contemplo bastante lejana, pero si no lo intento, mi derrota será segura. Por eso decido arriesgarme, apostar por mí y aferrarme a mis escasas probabilidades. No empecé a escribir para que me leyeran, lo hice porque me ahogaba. Cargaba tantos sentimientos dentro que necesitaba sacarlos de alguna u otra forma. Las letras me refugiaron. Se convirtieron en el aire que respiro y el motor de mi existencia. Mi vida cambió el día en que me creé Wattpad y publiqué mi primera novela. A mis escritos se les unieron unas luces brillantes llamadas lectores, pues mis historias abandonaron la sombra en que las ocultaba del mundo y salieron a explorar cada corazón que les permitiera el ingreso.

—¿Entonces qué esperas para llenar la solicitud? ¿Un cafecito, galletas?

—Yo quiero galletas —contesta Axel, con la mano alzada—. Iré a comprar unas, Martha ya debe haber llegado. ¿Alguno de ustedes...?

—Tráeme dos piononos y un café americano —lo interrumpe Logan. Extrae unas monedas de su bolsillo y se las entrega—. Perdón, pero si no satisfago mi apetito terminaré con gastritis.

Axel le acepta el dinero y se dirige al mostrador. Mi mejor amigo apenas durmió anoche debido al dolor de cabeza que lo torturó hasta las tres de la madrugada. No suele ocurrirle con mucha frecuencia, así que tengo la fe puesta en que no le sucederá de nuevo en un buen tiempo. Y en caso de que se repita hoy, no me moveré de su lado hasta que se sienta mejor.

Una llovizna repiquetea en los cristales del auto y me froto las manos para entrar en calor. En el interior rige un silencio imperturbable, que ninguno osa romper. Asocio el clima con ella, pues pareciera que también le duele. Quizá le produce la misma tristeza no estar conmigo, aunque después de todo, fue su decisión. Tal vez por ello me regaló una semana
antes de morir ese mono de peluche que conservo en mi habitación. P
Porque conocía la fecha y la hora de su último suspiro en este mundo.

No es que no sepa lo que siento, es que no sé qué sentir.

Una lágrima se desliza por mi mejilla y me la limpio de inmediato. Diego permanece callado y por cómo arruga la frente, reconozco que sigue enojado. La noticia le sentó cual puñalada en el estómago y en parte, me atormenta cierta culpa. Si no hubiera comenzado a gritar él no habría escuchado nada. pese a que también merecía conocer la verdadera historia de nuestra madre. Papá se detiene en un semáforo y voltea hacia nosotros. Percibo sus ojos centrados en mí, pero no me giro hasta que carraspea, exigiendo atención.

—Diego. —El aludido no le responde, así que prueba conmigo—. Emily.

—¿Por qué no nos lo contaste antes? —le increpo y en seguida me arrepiento de reprochárselo. Sin embargo, él guarda la calma y expulsa un suspiro, como si le pesara hablar.

—Su mamá me pidió que lo mantuviera en secreto. Temía que la juzgaran y se enfadaran. —Diego levanta la mirada, topándose con la endeble firmeza de nuestro padre—. Incluso a mí se me dificultó aceptar que ya quería partir. La amaba y continuaré haciéndolo por el resto de la eternidad. Por eso la dejé ir, porque no podía obligarla a alargar su sufrimiento. Les aseguro que sostuve su mano hasta el último latido de su corazón. Me dolía verla padecer día a día una enfermedad sin cura. Jamás proyecté un futuro lejos de ella. Quizá por esa razón me costó tanto reunir el valor para despedirme. Pero el amor que sentía resultó más fuerte. Anhelaba que fuera feliz, aunque no fuese conmigo. Intenté ponerme en su lugar y comprender sus motivos, espero que ustedes hagan lo mismo. No deseaba abandonarnos, sino que el cáncer parara de torturarla.

La realidad me golpea con ímpetu y se me escapa un sollozo, el cual acallo cubriendo mi boca. Se me instala un nudo en la garganta de tan sólo imaginar lo mucho que sufrió, lo terrible que debió sentirse para recurrir a la eutanasia. Su imagen resurge entre mis memorias y nuevas lágrimas me nublan la vista cuando vislumbro el gorro que casi todo el tiempo llevaba puesto.

«¿Te doy miedo?» me preguntó al quitárselo frente a mí cierta vez.

«Lo que me aterraba era perderte» contesto ahora, con la mirada clavada en el cielo.

Diego me abraza y me percato de que también llora. Mi padre nos tiende la mano y entrelazamos las nuestras con la suya. Lastimosamente, el semáforo cambia a verde y debe continuar.

—¿No pensabas decírnoslo nunca? —titubea mi hermano.

—Planeaba confesárselo este año. Así lo acordé con su madre un mes antes de que falleciera, que lo sabrían cuando crecieran. Por ese motivo viajamos a Alemania y los dejamos a ambos a cargo de su tía Ester, porque allí la eutanasia es legal. —Pestañeo al escucharlo. De pronto todo cobra sentido. No buscaban mejores médicos—. Justo de aquel tema conversaba con ella por teléfono cuando llegaste tú, Kiara. Lamento que te enteraras de ese modo.

—No existe nada que puedas contarme de mamá que me haga dejar de amarla —afianzo y papá sonríe, mas no voltea por andar pendiente de la carretera—. A los cinco años dije que de grande ansiaba ser como ella. Hoy, con diecinueve, lo repito.

—¿Eso significa que no están enojados con su madre?

Nos ve negar a través del espejo retrovisor y esboza una sonrisa con sabor a melancolía.

—Contigo tampoco —le garantiza Diego, arrepentido—. Perdón si ayer solté cosas que te hirieron. Era lo que menos esperaba oír y me alteré. Todavía no lo asimilo. Pero sé que mamá tenía derecho a una muerte digna. Se merecía el cielo, y lo alcanzó.

—A mí me prometió que ganaríamos la batalla juntas, que ambas saldríamos de esto. Al final consiguió la paz y el bienestar que buscaba. Cumplió con su palabra, porque las dos somos libres ahora y seguimos unidas. Se llevó parte de mi corazón consigo y me dejó una pieza del suyo.

—Les escribió una carta a cada uno. Las traigo justo aquí por si gustan leerlas.

Diego y yo nos miramos, coincidiendo en una respuesta afirmativa. Mi padre estaciona el vehículo frente a la universidad y bajo la ventanilla de mi lado del asiento. Saco una mano para corroborar que la pequeña llovizna haya cesado y reviso la hora en mi móvil mientras papá extrae dos sobres del bolsillo de su chaqueta. Verifica los nombres escritos con tinta negra en la parte frontal y nos entrega uno a cada uno.

—Lazos verdes porque eran su color favorito —se refiere a las cintas con que yacen atados, mas cambia de expresión al percatarse de algo—. Emily, ¿qué sucedió con tu cabello? No te queda mal, todo lo contrario, pero, ¿qué ocurrió allí? Cuando te vi ayer por la mañana te llegaba a la cintura.

—Ya comprendo lo que pasa —consolida Diego, justo cuando me preparaba para explicarle—. Querías mudar de estilo, renovarte a ti misma. Primero tu nuevo corte y después tu casaca con la pintura de Van Gogh. —Señala el dibujo de mi abrigo, el cual usaré más seguido—. Lo entiendo, descuida. Aunque si aceptas sugerencias, las mechas verdes combinarían mejor contigo.

La semana pasada Sebastián me pidió que la utilizara el mismo día que traería puesta la suya. Le prometí ponérmela y luego fingí olvidarla. Me centré más en las opiniones de Ethan y Thalia que en sus sentimientos cuando ambos se burlaron de él en el comedor. No sé si pueda perdonármelo. No negaré que todavía me importa el concepto que los demás tengan de mí, pero, ¿en serio dejaré de hacer lo que quiero solamente por la mirada del resto? Ya aparenté ser quien no soy y lastimé a quien siempre estuvo conmigo.

Mi madre amaba el arte, compartimos esa pasión y hoy más que nunca necesito sentirla a mi lado. Por eso tomé de mi armario mi casaca favorita. Me cansé de aparentar una identidad ajena. Sonrío y observo mi hoyuelo mediante el espejo retrovisor del auto de papá. De pequeña adoraba esa particularidad. Significa que estoy feliz y no tiene ningún sentido esconder mi felicidad.

—De camino a la Plaza Michelangelo me encontré con dos voluntarios de un hospital que solicitaban cortes de cabello a fin de confeccionar pelucas para personas con cáncer. Doné veinticinco centímetros del mío.

Ahora mi pelo apenas toca mis hombros, mas adoro su nueva longitud. Era justo lo que quería: arriesgarme a lucir y mostrarme diferente. Viene siendo hora de personalizar mi guardarropa y desenterrar mis zapatillas preferidas, aquellas que pinté de tonos rosas y celestes, mi blusa con diseño de notas musicales y los jeans en que dibujé olas de mar.

—Así que Ivet y tú pasaron la tarde en el mirador.

—En realidad no fui con ella. Salí con alguien que me gustaría presentarles después.

—Cuando quieras. Sabes que por mí no hay problema —asegura mi padre y desciende del coche.

Me sorprende la tranquilidad con que lo toma. Aguardaba que desconfiara un poco de la gente que me rodea después de lo sucedido con Ethan. Desde el lunes nos acompaña a mí y a Diego a nuestras respectivas universidades, aunque no me molesta en lo absoluto. Mi hermano guarda el sobre en su mochila y abro la puerta derecha para que salgamos. Yo me quedaré aquí, él continuará hasta su facultad y papá se detendrá recién en su trabajo.

—¿Llevas el gas pimienta? —me consulta Diego—. Recuerda darle a los ojos al imbécil si vuelve a cruzarse en tu camino.

Junto a papá, se encargó de prepararme la pequeña botella que cargo en mi bolsillo. Siguieron una receta de TikTok y me enseñaron a utilizarla. Diego insistió en que practicara con él, pero me negué y acabé rociándole agua en los ojos.

—Es lo primero que empaqué.

Una vez fuera del carro, me despido de ellos y les prometo llamar a alguno en mi primer receso para comunicarles si me encuentro bien. Sostengo en mis manos la carta de mi madre sin atreverme a abrirla. Necesito a Sebastián conmigo. No quiero hacer esto sola. Sé que derramaré más lágrimas, pero vale la pena llorarle mares enteros a ella. Corro hacia la cafetería y lo busco con la mirada. Cierra su portátil al verme y me invita a acercarme. Por consiguiente, avanzo con el corazón en la garganta. Camino directo hacia sus brazos y me refugio en ellos, los cuales rodean mi cintura. No le cuesta reconocer que algo anda mal conmigo. No solo por el mensaje que le envié, sino porque ambos leemos muy bien nuestros gestos.

Me resulta imposible no quebrarme de nuevo, pero él no me ataca con preguntas. Acaricia mi cabello en silencio y me recargo en su hombro. No me preocupa que alguien entre a la cafetería y nos vea de esta manera, mas considero separarme apenas noto que empapo su camiseta, aunque Sebastián no le toma importancia. Sin embargo, mi vista se detiene en el dibujo de su chaqueta: El viñedo rojo de Van Gogh. Esbozo una ligera sonrisa y me alejo para conectar mi mirada con la suya, en tanto sus dedos rozan mi piel al secar las lágrimas que corren cuesta abajo por mis mejillas

—No pensaba que volverías a usarla, ¿cómo sabías que llevaría puesta la mía?

—No tenía idea, pero cuando se trata de ti me gustan las casualidades.

Continúa abrazándome y la tensión acumulada en mí se reduce. Lo cual me recuerda por qué siempre que las paredes de mi realidad conminan con derrumbarse acudo a él. No me suelta hasta que un grupo de chicos pasa por nuestro costado y nos observan de soslayo, como si de pronto le avergonzara juntarse conmigo. No obstante, mi vista viaja de regreso a la carta antes de que pueda preguntarle qué ocurre. Quiero leerla ya, aunque me quiebre a mitad de la lectura.

—Necesito contarte algo. —Me aclaro la garganta, indispuesta a retrasarlo más—. Es acerca de mamá. Me enteré ayer después de que me acompañaras a casa. Ella me escribió una carta antes de fallecer y no sé si pueda leerla sola.

—¿Quieres que me quede contigo? —Asiento y coge mi mano para conducirme a la mesa en que yacía sentado.

—Si no debes irte a clase ya, te lo agradecería.

—Todavía faltan varios minutos. No te preocupes por ello —me sonríe. Me acomodo a su costado e intento desatar el nudo del lazo de la carta—. ¿Te ayudo? —Le tiendo el sobre y sonríe al percatarse del color de la cinta—. También adoraba el verde.

—Porque significa esperanza —murmuro y recibo el papel que ya ningún nudillo me impide abrir. Percibo el calor de la hoja bajo mi piel de tanto sostenerla y lo abro, pero no saco la carta—. Mi madre debió perderla por completo.

—¿Por qué lo piensas?

—Les pidió a los médicos que le practicaran la eutanasia. Ella conocía cuándo moriría. Por eso dejó escritas dos cartas, una para mí y otra para Diego.

Entreabre los labios y pasa una mano por su cabello, atónito. Parpadea varias veces y asiento para confirmárselo, pues de seguro piensa por un momento que ha escuchado mal. Lo abrazo en seguida y aunque no hace ruido, descubro que llora por cómo su pecho sube y baja, agitado. Deposito el sobre en la mesa y me aferro con fuerza a Sebastián. Siento sus músculos tensos y el dolor en mi interior se agudiza. Me gustaría poder abrazar también a mamá. Cuando él por fin habla tras sumirse en silencio unos segundos que me parecen eternos, la voz le brota en un hilo.

—¿Esa fue su decisión?

—Mi padre la acompañó hasta su último aliento.

—El cáncer debió someterla en una agonía demasiado lenta y dolorosa como para aguantarla íntegra —masculla y trago grueso, producto de la grieta que se ha reabierto en mi alma—. Estoy seguro de que su intención no era abandonarte. Solo no deseaba seguir sufriendo y obligarte a contemplar cómo la enfermedad la consumía día a día.

—Aún me cuesta procesarlo —admito, respirando entrecortadamente—. Pero sé que lo hizo por su bienestar. Encontró la paz que buscaba y merecía.

Sebastián larga un suspiro y se separa para enfocar mis ojos llorosos. Esta última semana es la imagen que más ha tenido de mí.

—A cada persona le tocará partir en algún momento. Todos atravesaremos un largo pasillo negro en que no escucharemos más que el crepitar de un silencio y nos envolverá el gélido aire de la muerte. Después del recorrido nos cegará el fervor de un destello, siempre habrá uno aguardando nuestra llegada, ¿quién crees que sea tu luz al final del túnel? Aquella que te espere al término de la oscuridad.

—Mi madre. Y si me voy antes que tú, seré la tuya.

Fuerza una sonrisa, con rastros de melancolía aún presentes en su rostro. No me contengo más y tomo la carta. La letra de mamá me impacta. Jamás olvidé su caligrafía. Parecía dibujar cada palabra y alargaba sus mayúsculas hacia arriba. Sebastián me abraza por la cintura sin fijar la mirada en la hoja todavía. Inhalo profundo para armarme de valor e inicio la lectura.

«Si estás leyendo esto, significa que ya conoces la verdad y que mi tiempo en el mundo terrenal se terminó hace mucho. Te viste obligada a continuar librando la batalla sin mí. Te sentiste perdida en un laberinto con aroma a muerte. Pero no te he dejado sola. Desde el veintiséis de noviembre me convertiré en aquella brisa que mueva tu cabello y me encargaré de que el sol brille para ti y alumbre tus pasos.

Lamento bastante haber solicitado la eutanasia. Perdóname. Ya no podía más. Me di por vencida. No soy tan fuerte como crees, Kiara. Sálvate tú. Yo ya viví. Merecías a una madre sana y repleta de energía para perseguirte a cada esquina del planeta que quisieras explorar, mas el cáncer me lo prohíbe. Con tu padre acordamos que él sería quien te donaría la médula ósea en caso de que la necesitaras. Me ha prometido que te abrazará a ti y a Diego con todas sus fuerzas cuando mi corazón ya no lata. Jamás permitirá que nadie los lastime y yo tampoco.

Naciste destinada a ser la mejor artista y seguramente leas esta carta en una universidad de Florencia, ciudad en la que sueñas con estudiar. Llevas incontables matices en la sangre, los colores más bonitos que contemplé son los tuyos. Felicidades por ingresar a la carrera de Artes Plásticas, recorre las instalaciones con una sonrisa.

Nunca estarás sola. Tienes a Diego, a tu padre y a Sebastián. Tal vez él esté contigo mientras bajas por estas líneas. Apuesto a que ya ninguna enfermedad los atormenta. Kiara, quiero que te dejes crecer el cabello hasta la cintura, como siempre anhelaste. Decora tu habitación con tus dibujos, haz amigos, personaliza tu ropa, rellena de arte cada rincón grisáceo del mundo.

A Sebastián pídele que no crea nada de lo que le aseguren sus padres. Si lee esto, me gustaría felicitar a ese futuro escritor en potencia porque posiblemente ya escribió su primer libro. Sé que se animará a compartir sus historias y estudiará Literatura. Su amor por las letras lo incitará a romper cualquier regla impuesta.

Ambos son maravillosos. Gracias por regalarme tantos momentos felices y enseñarme a mí a ser valiente. No se asusten si algo más surge entre ustedes. Serán la perfecta compañía del otro.

Luchen por sus sueños, cazadores de estrellas».

Me tiemblan tanto las manos que pienso que soltaré la hoja, mas la aferro contra mi pecho. No sé cómo he logrado leer la carta completa. Las lágrimas se agolpan en mis ojos cuando llego a la última línea, como si todo el dolor que almaceno explotase de repente.

—No se equivocaba. Finalmente lo logramos. Le ganamos al cáncer, lo vencimos.

—Y conseguiremos muchas cosas más. —Una inesperada sonrisa se apodera de mis labios. Mi madre no predecía el futuro, solo confiaba en nosotros—. Los límites no existen. El cielo es infinito. No permitas que el temor a fallar te impida triunfar. Hay riesgos en la vida que vale la pena correr.

—Quizá no sea el mejor momento para contártelo, pero... —Sebastián toma una bocanada de aire y espero a que su respiración se ralentice—. Logan y Axel me alentaron a anotarme al concurso de una editorial. El premio consiste en un libro en físico. Registré la historia que estás leyendo en Wattpad. Quiero ganar experiencia, aunque tal vez no supere la primera ronda.

—Aparta esas dudas. Mamá y yo creemos en ti. Tus lectores también —le aseguro y entrelazo nuestras manos—. Si no fuera así no gastarían su tiempo escribiéndote mensajes en tu muro. Iba por el quinto capítulo de tu novela y era increíble lo que tus letras me habían enseñado hasta entonces. Sé que lo conseguirás.

Y con las palabras de ella resonando en mi mente, vuelvo a sentirme invencible. Jamás olvidé que aquel era el súper poder de mamá. Ayudarme a descubrir la fortaleza que atesoro dentro.

***
Bueno, empecé a sudar por los ojos mientras corregía el capítulo por la carta de la madre de Kiara 🤧 Me fue inevitable, ¿qué les ha parecido? ¿Esperaban algo así? ¿Lo veían venir?

¿Qué opinan del flashback? Si no me equivoco, es el más largo hasta el momento 😅

¿Cómo creen que le irá a Sebastián en el concurso?

Espero que les haya ido bien durante la semana ❤️ No sé cómo sea la situación en sus países respecto a la inseguridad ciudadana, pero hace unos días subieron a asaltar a la combi en la que iba y se llevaron un celular (el mío no, poe suerte). Aun así, tengan bastante cuidado 🙏🏻 recuerden que su vida vale más que cualquier dispositivo y no compren celulares robados :(

Les deseo lo mejor y nos estaremos leyendo el próximo domingo, ¡hasta pronto! 🤙🏻

Mientras tanto, les dejo el video del ASMR de un conejo comiéndose una sandía (sí, el mismo que vio Sebas).

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