29| Malos recuerdos
Recargo mi espalda en la puerta y cuando un chico abre su casillero, aprovecho para verme en el espejo de este. El moretón sobre mi mejilla se percibe más que ayer, pues el frasco de base que Logan me prestó estaba casi vacío. No es la primera vez que papá me golpea. Debería estar acostumbrado.
Anoche escribí el primer capítulo de mi nueva historia. Adoro teclear en mi portátil sin interrupciones. En mis inicios, escribía mis novelas en el borrador de Wattpad desde mi celular, luego abría la sesión en mi computadora y las pasaba a un archivo de Word copiando el texto. La adrenalina que me asaltaba me hacía temblar. Me asustaba que mis padres entraran en cualquier momento y me descubrieran, puesto que aquello me hubiera causado problemas. A ellos les habría parecido una pérdida de tiempo y me hubieran regañado por ello.
La puerta del aula se abre de repente y caigo de espaldas hacia atrás. Por fortuna, mis codos frenan mi caída antes de que mi cabeza choque contra el suelo. Mientras los demás estudiantes me esquivan, Kiara me mira con el ceño fruncido y temo haberla avergonzado delante de los demás, por lo cual me reincorporo en seguida.
—Lo siento, no pensé que fueran a abrir tan pronto. Y, por cierto, lindas gafas.
—Gracias, son nuevas —me sonríe y se reacomoda los anteojos—. Las antiguas eran negras, rectangulares y demasiado gruesas para mi gusto. Con estas me siento más cómoda al usarlas en clase.
—El dorado te queda bien. Resalta tus ojos.
Extrae un pequeño estuche de su mochila y guarda sus lentes allí. Las veo más de cerca en ese movimiento, así que noto la delgadez de las varillas y la forma circular de las lunas.
—Pero no me cambies de tema, ¿qué tienes en la mejilla? Eso no estaba ahí antes. —Me coloco en estado de alerta cuando se aproxima para examinar mi rostro—. ¿Desde hace cuánto traes esto?
La imagen imponente de papá vuelve a mi mente y bajo la mirada. Siento que sigo siendo el mismo niño asustadizo de siempre y que jamás lograré plantarle cara.
—Desde que me reuní con mis padres.
—¿Sucedió de nuevo? ¿Tu padre te...? —Asiento para evitar que complete la oración.
—¿Tienes un poco de base? A Logan se le acabó y me quedé sin maquillaje para cubrir el moretón. Aunque me da un toque rudo. Quizá la gente me vea y piense que soy como esos chicos malos de las películas —bromeo, en un intento de sobreponerme a lo sucedido.
—¿Desearías ser así?
—No, detesto esos estereotipos —niego de inmediato—. Además, me asustan las motocicletas, ¿qué tal si me estrello contra un árbol?
—Te caería encima un nido de pájaros, probablemente. —Posiciona su mano derecha en mi mejilla y la acaricia con suavidad. Sin embargo, se detiene cuando manifiesto dolor.
—Esa zona está un tanto sensible.
—Ahora entiendo por qué te dolió cuando besé tu mejilla ayer. Aprovecharé que la izquierda no sufrió rasguño alguno.
—Tú nunca perderás oportunidad, ¿no? —Percibo sus labios sobre mi piel y me estremezco como si me recorriera una corriente eléctrica. No creo que algún día deje de producirme tal efecto.
—Sé que llego tarde, pero si aún deseas desahogarte con alguien por la discusión que mantuviste la semana pasada con tus padres, puedes contármelo —me garantiza y entrelaza su brazo con el mío para obligarme a caminar—. Unas cuantas brochas bastarán para tapar el moretón por completo. Guardo maquillaje en mi taquilla, ¿vamos? No hay problema con que te rice las pestañas también, ¿cierto?
—Estaré conforme con tus servicios si no me arrancas ningún ojo. Solo el tres por ciento de la población mundial posee ojos verdes. Cuídame, soy especial.
—Claro que sí. Deben ser muy pocas las personas en el mundo que no vieron Los Simpson durante su infancia y que prefieren el invierno en lugar del verano.
—¿De qué hablas? La mayoría adora el frío, ¿a qué clase de fenómeno le gustaría el calor? —Cuando no responde, me temo lo peor—. Espera, ¿a ti? ¿Todo bien en casa?
—Si tú eres especial, yo soy excepcional. No lo entenderías.
Frena en seco apenas llegamos a su casillero para sacar un pequeño frasco, una diminuta brocha y un rizador de pestañas que no me inspira confianza. Cierra su taquilla con una sonrisa, la cual se esfuma repentinamente. Echa a andar por el pasillo, arrastrándome consigo. Volteo en busca de algo fuera de lugar y aprieto la mandíbula al reconocer a Ethan. Nos escruta mientras ríe junto a sus amigos e instintivamente le tomo la mano a Kiara. No me faltan ganas de gritarle, pero el escándalo que armaría captaría la atención de todos. Avanzamos hasta que dejo de sentir las pupilas del degenerado sobre nosotros.
—Ya no están mirando, descuida. —Su vista continúa fija en el suelo, pues le asusta levantarla—. Caminemos por la parte trasera del patio, ¿sí? No muchos estudiantes circulan por allí.
Descendemos hacia el exterior por las escaleras situadas detrás del pabellón y cuando estamos ya bastante lejos, desacelera el paso. Aun así, gira para corroborar que nadie nos pise los talones.
—Perdón por causarte tantas molestias. Ayer me acompañaste a casa y de seguro tuviste que correr para retornar a la universidad.
—No es ninguna molestia. Me encanta estar contigo y no deseo que te suceda nada malo. Comprendo que sientas miedo. Si me hubiese ocurrido a mí, también lo sentiría.
—¿Y si se me acerca de nuevo? ¿Qué tal si la segunda vez no logro defenderme?
—Intenta que eso no te atormente. —Trago saliva y me aclaro la garganta para no titubear—. Te acompañaré hasta que vuelvas a sentirte segura. Me has otorgado la oportunidad de estar para ti y no voy a desperdiciarla. No eres ningún estorbo. Esto es lo menos que puedo hacer para devolverte cada minuto que permaneciste a mi lado cuando necesitaba mostrarme vulnerable sin sentirme expuesto.
—En realidad soy un fenómeno, según tú.
—Sí, el amor es un fenómeno químico producido con las endorfinas en el cerebro. Estas generan una sensación de bienestar y alegría, por lo que nos ayudan a disfrutar la vida.
Aquello le respondió Axel a Logan cuando este le preguntó por qué se enamoraba de personajes ficticios. «No me culpes a mí, culpa a mis neurotransmisores» fueron sus palabras. Según nos explicó, nuestro cerebro no separa la ficción de la realidad, de modo que la dopamina liberada es la misma.
—¿Qué quieres decir? ¿Podrías ser más específico?
—Para mí eres como ese tipo de fenómeno. No daré más declaraciones.
—Entonces lo interpretaré como un «gracias a ti expulsaré mayor cantidad de orina este mes». Diego me dio una larga charla sobre el tema, pero eso fue lo único que retuve.
—Intento número uno de ser romántico: fallido. —Pateo la primera piedra que encuentro tirada en el piso—. Audiencia complicada.
—¿Sonaría ofensivo confesarte que me gusta más el protagonista de tu libro que tú?
Me vuelvo a enfocarla y Kiara asiente, a lo cual elevo una ceja. Retengo una risa nerviosa cuando centra su atención en mí y fuerzo un semblante circunspecto.
—¿Qué tiene él que no tenga yo? ¡Ni siquiera existe!
—Controla esos celos tóxicos —me reprende—. No podré sacarlo de la historia, así que me conformaré contigo de todas formas.
—¿En qué capítulo vas?
—Veintiocho.
—¡Pero si ayer ibas por el uno!
De acuerdo, no debería sorprenderme. Yo leo novelas enteras en un sólo día. Juro no volver a subestimarla ni dudar de sus capacidades.
—¿Acaso no leíste mis comentarios? ¿Me puse tan intensa que cerraste tu sesión?
—No ingreso a mi cuenta desde anoche porque estuve organizando la trama de una novela y escribiendo el primer capítulo —le sonrío y su mirada se reaviva al escucharme—. Esta vez me adentraré en un género nuevo, así que armé un esquema con los sucesos claves de la historia. Después dejaré que las letras me guíen como de costumbre.
—¿Me dejarías diseñar la portada? Llevé cursos de diseño gráfico en verano. No soy la mejor, pero puedo efectuar un buen trabajo.
—Si prometes no reemplazarme por ningún personaje literario, estás contratada.
—¿Nunca te has enamorado de alguien que existe únicamente en las páginas de un libro?
—Sí, pero ya terminé con mis cinco novias literarias.
—En la vida real no tienes pretendientes, acéptalo.
Golpe duro para mi inestable autoestima.
—Tú sientes por mí todo lo que leí en los libros —le sonrío y apoyo mi frente contra la suya, de manera que nuestros labios se rozan—. No necesito a una chica hecha de letras, porque ya te encontré a ti en esta realidad. No eres parte de una historia ficticia ni de un sueño, aunque durante años fuiste uno para mí. Eres tan real como el hoyuelo en tu mejilla, tus abrazos, tu sonrisa y la forma en que me tomas de la mano. Me encantó conocerte. Estaba demasiado concentrado buscando entre páginas alguien que me llevara a conocer el amor que no vi que esa persona yacía delante de mis ojos. Perdón por darme cuenta tan tarde de que mi amor eras tú.
—Como sigas diciendo esas cosas vas a hacerme llorar. —Extiende los brazos antes de rodear mi cuello y por inercia, los míos se ciñen a su cintura—. Te quiero, Sebas.
—Yo más.
Deposito un beso en su frente y me acoplo al calor que desprende su cuerpo. El suspiro que deja escapar en mi nuca me estremece y apenas la escucho reír develo lo ha notado. Después de un rato nos separamos para continuar nuestro trayecto y nace entre nosotros un cómodo silencio. Reparo en que ha soltado mi mano cuando bajo la vista, mas avanza a mi par. Subimos las gradas directo a la planta en que se localiza la habitación que comparto con Axel y entramos.
Me gustaría poder presumir de los libros de distintos tamaños y colores que rebosan la estantería del fondo, pero estos le pertenecen a mi amigo y debo resistirme al impulso de robárselos. Kiara señala el libro y se dirige hacia allí para leer los títulos de semejantes bellezas.
—Bonita biblioteca.
—Envidio a Axel.
—¿Porque tiene dinero suficiente para comprar libros y tú no?
—¿Por qué otra cosa lo envidiaría? ¿Porque no le causan alergia los suéteres de lana? Sí, estás en lo cierto.
Cuando mis padres me dieron la espalda y se negaron a costear mis estudios de Literatura, decidí aferrarme a la beca que obtuve y taché de mi lista de necesidades los libros. Invierto lo que gano trabajando durante las vacaciones en materiales académicos que requeriré a lo largo del año y ahorro la otra parte.
Mi primer empleo como mesero en un restaurante fue todo un logro: no se me cayó la bandeja en ningún momento. El segundo sigue siendo mi favorito, ya que trabajé como ayudante en una biblioteca y me deleité con el aroma a libros que se colaba en mis fosas nasales ni bien llegaba. Con esos dos, recibía un sueldo que cubría los gastos de mis útiles de estudio. Dado que la universidad me brinda comida, luz y techo, guardo lo que sobra para adquirir ropa. El próximo verano me gustaría trabajar como cuidador de osos panda. Cuentan que es de los mejores remunerados.
—Yo quisiera ser alérgica a las arvejas para valerme de ese motivo y dejarlas en cada sopa que prepara papá.
—¿Tú también sabes cocinar? Yo aprendí a preparar pollo a la parrilla, chili picante con frijoles y verduras asadas gracias a tutoriales de YouTube.
—Pasta, guisado de lentejas con chorizo y estofado de carne. —Devuelve un libro a la estantería y se voltea hacia mí—. Aunque prefiero sin lugar a dudas los postres. La panna cotta me encanta.
—Se oye como un pan redondo y grande con toneladas de harina.
—Es un dulce elaborado a base de leche y azúcar, parecido al flan —me corrige. Creía que se asemejaba a una interminable baguette—. Normalmente lo adorno con fresas y arándanos.
—Espero probarlo la próxima vez que vaya a tu casa.
—¿Te estás invitando solo? Sí que coges confianza rápido.
—Puedo ayudarte —me ofrezco para no sonar tan lanzado—. No conozco sobre repostería, pero la buena actitud manda, ¿no? Prometo no incendiar nada.
—De acuerdo, no rechazaré tu oferta solo porque con suerte se te derramará algo encima y recopilaré más razones para burlarte de ti.
—Lo mismo digo. Ojalá te salte una gota de aceite al freír.
Gira sobre sus talones antes de que replique. Saca el frasco con base y la brocha para después depositarlos sobre mi mesa de noche y la unta en el maquillaje. Mis ojos distinguen un símbolo en el envase que sostiene en su mano derecha. Recuerdo haberlo visto también en ese que me prestó Logan.
—No se necesita freír para preparar una panna cotta. —Avanza directo a donde me ubico y levanta la escobilla frente a mí—. Cierra los ojos si gustas, y avísame si te duele la mejilla para hacerlo más despacio.
—¿Qué significa ese dibujo?
—¿El conejo? —Asiento, con curiosidad, por lo que Kiara me explica—: Que la línea de maquillaje está libre de crueldad animal y que no experimenta con ellos. Cuesta un poco más, pero vale la pena.
Sonrío. Me alegra que ambos lo tengan presente.
—¿Alcanzará a cubrir todo?
—Recién compré este frasco el sábado. Tengo otro en casa, así que te lo dejaré aquí.
Permito que esconda bajo una capa de base la tonalidad verdosa que ha cobrado mi piel. Lo realiza con tanta delicadeza que apenas siento dolor. Suaves pinceladas me acarician y se extienden por mi sien, hasta que las cerdas cesan su contacto conmigo.
—Eres la mejor, ¿qué quieres a modo de recompensa?
—Me conformo con un abrazo tuyo y con que tu historia goce de un final feliz.
Enmudezco. Sin comentarios.
Cuando abro los ojos, retrocedo cual resorte al vislumbrar la extraña pieza de metal que me acerca y le ella también se sobresalta. Mi espalda casi choca con la pared.
—¡No me arranques el párpado! ¡A la protagonista de un libro que leí le hicieron eso y el daño fue irreversible!
No disimula la risa, por lo cual se le marca el hoyuelo. Niego con la cabeza y me fuerzo a apartar mi vista de allí, aunque esta se desvía sin querer hacia sus labios.
—Solo te rizaré las pestañas. Quédate quieto. Si te mueves, en serio te arrancaré uno. —Trago saliva y me acerco a ella con desconfianza. Me asombra no sentir ninguna dolencia. El objeto lucía capaz de arrancarme sin problemas los globos oculares.
—¿Ya terminaste?
En vez de recibir una respuesta, presiona sus labios sobre los míos y el corazón me da un vuelco. El contacto apenas dura, pero el nudo que se instala en mi estómago prevalece unos minutos.
—Listo. Estás lindo, aunque antes también lo estabas.
Voltea hacia el espejo y cuando se quita la bufanda, saltan a la vista las marcas en su cuello, por lo que vuelve a colocársela de inmediato. Me fijo en el calendario localizado en la esquina de mi habitación y me percato de la fecha de mañana: veintiséis de noviembre. La abrazo por detrás y beso su sien. Kiara entrelaza mis manos con las suyas en su cintura y clava la mirada en nuestro reflejo, mediante el que noto sus ojos cristalizados.
—Está bien no estar bien.
—Nueve malditos años, Sebastián. La extraño. Solo quiero abrazarla. Necesito que me haga creer que soy invencible. Mamá tenía ese poder.
—Si prefieres tomarte el día de mañana, no hay problema. Quizá te reconforte permanecer en casa.
—Por más que deteste toparme con Ethan, vendré. Papá se marcha al trabajo temprano, Diego asistirá a sus clases de la universidad y estando sola me sentiré peor —afianza y despega la vista del suelo—. No me apetece echarme a llorar hasta que las lágrimas se me acaben. A mamá no le agradaría verme así.
—Descuida, yo me aseguraré de que no vuelvas a encontrarte con ese imbécil.
—Nunca pensé que esto me pasaría a mí, ¿sabes? Fue cuando me besó contra mi voluntad que lo sentí tan cerca. Las piernas me temblaban y entré en pánico porque temía que acabara en algo más. —Una lágrima corre por su mejilla y me apresuro a limpiársela, aunque a esta le siguen otras dos—. Conseguí escapar y lo mío no pasó a mayores, pero muchas chicas no. A varias sí llegaron a arruinarles la vida o se la quitaron, directamente.
Me duele que tenga razón. Algunas ni siquiera vivieron para denunciar a sus agresores. Por eso me atemoriza que Ethan se le acerque otra vez con las mismas intenciones.
—Si deseas despejarte podemos salir por la tarde —le propongo—. Si quieres vamos a la biblioteca o al comedor por una dona. Lo que sea que mantenga tu mente ocupada.
—La Piazzale Michelangelo, mi lugar favorito de la ciudad y el mirador más conocido de Florencia. Solía sentarme a dibujar ahí, ¿me acompañas?
—Por supuesto que sí, ¿sería de mal gusto pedirte que me retrates de nuevo?
—Planeaba hacerlo de todos modos. —Se encoge de hombros y trata de recuperar un tono animado—. Deberíamos dirigirnos a la cafetería. El almuerzo terminará en media hora y aún no probamos bocado.
Como prometió, deja en mi mesa de noche el frasco de base. No me preocupa que Axel lo note, pues le conté la verdad apenas retorné a mi habitación ese día y agradecí que me escuchara. Debe estar almorzando con Logan en el comedor, a quien tampoco le he mencionado lo sucedido ayer. El chisme puede esperar.
Abandonamos el pabellón donde se ubican las habitaciones y salimos hacia el patio para dirigirnos al comedor principal de la universidad. No nos topamos con Ethan de nuevo, aunque ella anda a la defensiva todo el camino. Ya en nuestro destino, buscamos la mesa en que se encuentran los chicos y nos acercarnos allí. Axel me señala hacia su izquierda con la cabeza y descubro la presencia de Anthuanet. Mi amigo mastica rápido y ríe con nerviosismo. Kiara camina directo sus amigas y se sienta junto a Ivet mientras que yo me aproximo al mostrador para comprar unos aperitivos que llenen nuestros estómagos. Cuando regreso, me acomodo a su costado y deposito la bandeja en la mesa. Le entrego un plato de crepés con un tenedor al costado y uno de los cafés. Elegí lo mismo para mí, así que me deleito al saborear la masa.
—¿Esos no eran para el desayuno?
—Sí, pero era lo único que quedaba y el presupuesto no me alcanzaba para otra cosa —le respondo a Logan y miro de soslayo a Kiara—. Además, alguien olvidó su billetera en casa.
—Ni para libros alcanzan tus ahorros.
Un puñetazo dolía menos.
—Uh, golpe bajo. —Axel niega y rueda los ojos un instante—. Te invito a llorar frente a mi perfecta y repleta estantería de títulos autografiados con sus respectivas ediciones.
—Si alguno de tus libros desaparece de repente, ya sabremos quien fue —insinúa Logan.
—Ni siquiera lo intentes. —Me apunta con su tenedor—. Te presto los que quieras y te regalo notas adhesivas para que marques las frases que te gustan. Comparto mi librero contigo, no traiciones mi confianza. Y como pierdas uno, te...
—Hey, yo podré perder hasta mi estabilidad emocional, pero libros jamás.
Axel me sometió a un riguroso análisis antes de entregarme su ejemplar de Oliver Twist. Primero husmeó en mis redes sociales para constatar si amaba tanto los libros como afirmaba y luego interrogó Logan en busca de referencias. Ya que él me calificó cual chico ordenado, sensato y responsable, Axel accedió a prestármelo.
—Déjame adivinar, tú eres de esos que lee clásicos, ¿no? —le sonríe Anthuanet.
—Es mi género preferido. A Sebastián le gustan las novelas románticas y la poesía.
—¿Has leído sus historias? —interviene Kiara y mi corazón casi se paraliza—. Ayer empecé a leer su segundo libro publicado y me enganché en seguida, voy por el capítulo... Axel, ¿estás bien?
Recarga ambos brazos en la mesa y entierra entre ellos su cabeza. Me muerdo el labio con una pizca de culpabilidad. Lo entiendo. Los días posteriores a la muerte de mi personaje estuve igual.
—¿Qué sucede? —inquiere Anthuanet, quien clava su vista en el afligido.
—Sí, Sebastián. —Logan se hace el desentendido—. ¿Puedes contarnos qué ocurre?
—No revelo adelantos de mis historias y mucho menos con una nueva lectora presente.
Kiara me matará cuando lea el final. Es un hecho. Mejor busco un búnker donde esconderme de su furia.
—¿Axel? ¿Por qué te sudan los ojos? ¿Gustas un pañuelo? —le ofrece Ivet. Saca uno del bolsillo de su chaqueta y se lo tiende. Mi amigo se reincorpora en el asiento y lo acepta.
—Lo lamento, ignórenme. —Inhala profundo y se lo cede a Kiara, quien lo recibe—. Consérvalo, lo necesitarás
—¿Pasa algo malo?
—Obvio que no, ¿cómo crees? —rechazo, aunque fingir se me da tan fatal como usar tirantes—. Los protagonistas terminan felices y contentos. No hay nada de lo que debas preocuparte. —Volteo hacia Axel e intento que mi mirada se torne amenazante—. No la asustes.
—Si no me espanta él, lo harán los comentarios de tus lectores que releen la novela. —Espero que no encuentre ningún spoiler allí. Algunas almas caritativas advierten al resto del peligro—. Colocan muchos emoticones de corazones rotos.
—Culmina tu lectura y después hablamos —apunta Axel.
—Sebastián escribe en Wattpad —le comenta Ivet a Anthuanet, quien parece confundida—. No te espantes si lo ves riéndose solo o sonriéndole a la pantalla de su celular como si su amor platónico acabara de enviarle un mensaje.
Si supiera. Antes sonreía al recibir la notificación de que mi historia favorita había sido actualizada. Ahora también por el segundo motivo.
—¿WhatsApp?
—No, Wattpad —le corrijo—. Es una red social para escritores. Arrastré a Axel y ya subió algunos relatos allí. Ganó tres desafíos del perfil oficial de novela juvenil.
—Suena interesante, aunque prefiero las series.
—Zayn Malik tiene cuenta verificada ahí y una obra publicada —le devela Kiara. Eso basta para que la chica coja su teléfono y escriba a toda velocidad en él.
—¿Cómo dices que se llama la aplicación? No la encuentro en PlayStore.
Ivet le repite el nombre y la ayuda a ubicarla. Mientras tanto, Logan palmea la espalda de Axel, pues permanece consternado y cuando sorbe su nariz, Kiara le devuelve el pañuelo.
—No sabía que ella también conducía mentes inocentes a un punto sin retorno —señala Logan.
—Ivan Yuen y Allen Lau crearon la plataforma para que los usuarios la disfruten. Así que arriba el imperio naranja. —Elevo mi vaso de café a la espera de un brindis, pero nadie choca mi bebida—. Vamos, no me hagan quedar mal. —Mi brazo continúa en el aire—. Por favor.
—Ahora no, estamos buscando a Zayn. —Anthuanet no aparta su mirada del móvil.
Considero bajar la mano hasta que Kiara junta su vaso conmigo. Genial, ya me sentía solo. Suficiente tuve con que Axel se burlara de mí esta mañana por que la tira de papel higiénico se atascara en mi zapato.
—Iré por servilletas —comenta ella y se pone de pie.
Aguardo a que se marche directo a la barra, pero antes deposita un corto beso en mis labios. La mandíbula de Ivet se abre en grande, Logan tose como si le llegara un ataque de asma, Anthuanet intercala vistazos entre nosotros y Axel escupe el jugo de naranja que tomaba.
Una tonalidad rojiza colorea mis mejillas y me encojo en el asiento sin brindarles explicaciones. Bebo un sorbo de café y produzco un sonido con la cañita mientras espero que la persona que me exhibió de tal forma regrese. Segundos después, ella retorna hacia nuestro sitio y mi corazón estalla cuando vuelve a besarme delante de todos y toma asiento a mi lado. Algunas personas de la cafetería voltean en nuestra dirección, así que me aparto con rapidez y me arrimo unos centímetros lejos de ella. Kiara arruga la frente y regresa su vista hacia la mesa. Tal vez le moleste que nos vean juntos.
—¿Qué? Aquí no ha pasado nada, amigos.
—Ya oyeron, sigan con lo suyo. —Me uno a la iniciativa de Kiara de actuar con normalidad y engullo un pedazo de crepés.
—¿Desde cuándo ustedes dos...? —tartamudea Logan—. ¡Alguien explíqueme!
—¿Planeabas que fuéramos las últimas en enterarnos? Primero debe superar con éxito mi control de aprobación. Solo así sabremos si es el indicado para ti y confiaremos en él —bromea Ivet, quien apoya sus codos en la mesa y se alza a sí misma. Anthuanet ya no mira el teléfono, quizá porque hace rato encontró el perfil de Zayn o ya que le interesa más nuestra plática.
—Yo no soy tan exigente. Quédatelo si quieres. No me armo problemas. —Logan se limpia una lágrima imaginaria de la mejilla.
—Por fin te animaste a dar el primer paso, ¡estamos muy orgullosos de ti! —confiesa Axel, entusiasmado—. Luego de tantos años te animaste a confesar tus sentimientos y mírate ahora... —Baja su mirada a mi camiseta—. Ups, te saltó un poco del jugo que escupí. Mil perdones.
—En realidad fue ella —admito y sus amigas se vuelven a enfocarla. Kiara les sonríe—. Me mandó varias indirectas que demoré en captar.
—¿No lo vieron regresar a su habitación ayer más feliz de lo normal? —les increpa.
—Creí que era lo de siempre. Que se había enamorado de la protagonista de otro libro y... —Axel se detiene de golpe—. Disculpa, no debí decir eso. Olvídalo. Eres la única para Sebas. Por favor no termines con él.
—Descuida, yo me enamoré del personaje principal de su historia. Lo reemplazaré en cuanto me aburra.
—Recuerda que no podrás sacarlo de la ficción.
—Déjame soñar en grande.
—¿Mata tus ilusiones? Mala señal —Ivet tuerce los labios y niega—. Le quitaré dos puntos por eso. Mejora esa actitud.
—Qué considerada, yo le restaría cinco —afirma Anthuanet.
—Es el mejor amigo de Logan. No puedo ser tan drástica con Sebastián como me gustaría.
—Les juro que es un buen chico —les garantiza el aludido—. Lo suficientemente torpe como para lanzar un balde de pintura por la ventana, pero vale la pena.
—Pues si ese incidente se repite, gritaré su segundo nombre a todo pulmón y no me importará la cantidad de personas que me escuchen —condiciona Kiara e intento no mostrarme amedrentado.
—No te atreverías. —Le sostengo la mirada pese a que un remolino surge en mi interior y arrasando con todo a su paso apenas mis ojos conectan con los suyos. Una sonrisa se dibuja en mis labios finalmente, porque no soy capaz de mirarla sin sonreír.
—Perdonen, aún me cuesta asimilar esto. Durante años creía que Kiara y yo terminaríamos solteras con siete gatos y ocho perros en una casa con vista a la playa —admite Ivet, sacándole una carcajada a su amiga—. Ahora la he perdido y el chico que me interesa no me registra.
—Déjalo, él se lo pierde —desdeña el ciego de Logan—. Aunque podrías presentármelo algún día.
Atrae el cuaderno situado a su derecha hacia sí y para escribir. Ivet frunce el ceño y me propongo conversar seriamente con Logan después. Quizás esté demasiado entusiasmado por retomar las líneas que abandonó a la mitad como para percatarse.
—¿Qué escribes? ¿Una declaración de amor? ¿Un testamento? ¿Tu carta suicida?
Al oír esto último, se tensa. Aprieta su lapicero y aunque sus comisuras tiemblan no borra su sonrisa. Desconozco si la intención de Ivet era que sonara como un chiste, mas ninguno se ríe. Kiara baja la mirada e ingiere otro bocado de crepés, incómoda. Axel carraspea y observa la hora en su celular mientras que Anthuanet teclea en su móvil.
—Son guiones de teatro para mi futuro como dramaturgo.
—¿Volviste a redactar escenas teatrales? —Me lo mencionó con anterioridad, pero no se me ocurre nada más para sacarlo de aprietos.
—Uno siempre regresa a donde fue feliz —asegura y me apunta con su lápiz—. Y en mis guiones no sufre nadie. Deberías aprender de mi bondad. No sé qué esperan para concederme el Nobel de la Paz, me lo merezco.
—Pues yo iba día tras día a la escuela y no era feliz allí en lo absoluto —afianza Kiara—. Los logaritmos algebraicos me daban dolor de cabeza. Jamás entendí ese tema.
—Tampoco yo, ¿por qué alguien habrá inventado algo así? —se cuestiona Anthuanet, tras levantar la vista de su móvil—. ¿Tanto odiaba a la humanidad?
—Porque disfrutaba de estresar y torturar a almas jóvenes, quizás —bromeo, para luego de beber un sorbo de jugo.
—Descuiden, yo nunca descubrí el nombre de la capital de Tanga y mírenme ahora. —Logan se señala a sí mismo, pausando un momento su escritura—. Gozo de una vida plena, alegre, tranquila y exitosa.
—¿Tanga? —repite Ivet, confundida—. ¿Qué clase de país se llama así?
—Tonga, el país en Oceanía es Tonga. Su capital es Nukualofa —aclara Axel. Sus labios se fruncen y luego se curvan en una sonrisa—. En cuanto al tema del estrés, este altera las proteínas de la piel y reduce su elasticidad. Así que adelante, culpen a sus maestros de sus arrugas.
—Yo no tengo ninguna —garantiza Logan y se palmea las mejillas—. Mi piel es tan suave como la de un bebé.
Durante un segundo, nuestras miradas se cruzan y distingo en sus ojos el alivio que le produce que el ambiente se haya suavizado. Desearía atesorar el poder de borrar de su memoria cualquier recuerdo angustiante estancado en su mente. Mi mejor amigo centra sus pupilas en sus apuntes y continúa con su labor hasta llegada la hora de retornar a las aulas. Se le hace tan fácil simular una sonrisa.
***
¡Hola!
¿Qué tal estuvo el capítulo? Quedó más largo de lo esperado, pero a mí me gustó 😌 ¿qué opinan sobre la relación que están construyendo Sebastián y Kiara?
¿Qué creen que le ocurra a Logan? ¿Qué piensan acerca del "chiste" de Ivet?
Les deseo lo mejor durante esta semana ❤️ que la pasen muy bien, nos estaremos leyendo el próximo domingo 🤙🏻
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