24| Choque contra la realidad

No paro de jugar con las manos a causa de los nervios que me produce la situación. No sé si acelerar el paso, detenerme en cualquier sitio o escaparme. Tras sopesar mis opciones, me inclino por la primera. Papá se enojaría si lo dejase plantado y huir no me servirá más que prolongar la ansiedad. Cuando era niño solía evitarlo, pues siempre terminaba menospreciándome de alguna manera. Ya sea por una mala calificación en la escuela, por el choque de nuestras ideologías o por la introversión de mi personalidad que me impedía hacer amigos con facilidad. Sin embargo, a estas alturas ya estoy cansado de esconderme. Iré a enfrentar el problema, rehuirlo solo lo provocará que crezca descomunalmente.

Logan se ofreció a acompañarme a la cafetería donde pactamos el encuentro, la cual queda a unas calles de la universidad. Me sentí mal por rechazar las galletas que quiso invitarme, pero de aceptarlas, seguro que mis náuseas hubieran aumentado. Me revuelven el estómago a tal punto de que, incluso mi comida favorita, me ocasiona asco en este momento.

—Tranquilo, todo saldrá bien. —Termina el paquete y lo guarda en su chaqueta para desecharlo luego—. Puedo esperarte afuera si quieres.

—Gracias, pero no hace falta. No sé cuánto tarde.

—Si deseas salir de allí y se te dificulta librarte, llámame para venir por ti —me ordena. Por la seriedad de su tono, parece hablar en serio—. Ahora repite después de mí: «No soy ningún inútil. Valgo más que lo que mis padres quieren hacerme creer y merezco cumplir todos mis sueños». —Obedezco entre risas. Agradezco que trate de calmarme—. «Le compraré un nuevo esmalte a Logan por ser el mejor amigo».

—Buen intento, pero aguarda a Navidad. No me queda mucho presupuesto para comprar dos regalos.

—Mis colores favoritos son el negro y el azul. No lo olvides.

—No lo haré —le aseguro. Suele combinar esos colores en su ropa muy a menudo—. Recuerdo hasta tu talla de bóxer.

—Volverás a obsequiarme ropa interior amarilla para la buena suerte en Año Nuevo, ¿no?

—Solo si me regalas otro USB.

—Sí que te gustó el de Elmo, ¿de qué quieres ahora? ¿Del Comegalletas?

—Cualquiera estará bien —desdeño, encogiéndome de hombros—. A caballo regalado no le miro el diente.

Nos acercamos cada vez más al lugar, por lo que introduzco las manos en mis bolsillos, inquieto. Probablemente mis padres ya se localicen allí, pese a que acordamos vernos a las cinco y aún faltan quince minutos. Mi amigo pestañea con desconcierto, pues no comprendió el refrán.

—No entendí lo último. Explícame, soy lento.

—Me conformo con lo que salga de tu corazón. Si es que tienes uno, claro.

—Todavía conservo el mío, pero pienso entregárselo a alguien cuando sea el momento.

—¿Y ya encontraste a esa persona? —Descubro que lo he tomado por sorpresa cuando se revuelve el cabello—. Tomaré tu silencio como un «sí».

—Ivet y yo solo somos amigos.

—Vaya, no fue necesario que la mencionara.

Alzo las cejas antes de codear su brazo. En consecuencia, él se rasca la nuca y desvía la mirada mientras retiene una sonrisa.

—Me agrada. Nos llevamos muy bien, pero hasta ahí. No ocurrirá nada más entre nosotros —afianza y enarco una ceja, no tan convencido—. Lamento destruir tus ilusiones.

—¿Seguro que no sientes algo por ella y temes que te rechace?

—Todavía no sabe que yo... —Se acerca a mí y baja la voz, aunque nos hallamos solos—. Lo más probable es que salga corriendo al enterarse.

—Eres mucho más que eso, Logan —le garantizo y levanto la vista para encararlo—. Eres mi mejor amigo, quien me apoyó ayer y me respalda hoy. Ahora me acompañas a reunirme con mis padres porque sabes que esto me resulta muy difícil. Contestas mis llamadas a mitad de la noche las veces que la ansiedad no me permite dormir. Me hiciste entender que encerrarme en mí mismo no servía de nada y jamás me arrepentiré de confiar en ti. No me importan tus errores ni los miedos o escenas que maquina tu mente. Serás el mejor actor de todos los tiempos, capaz de encarnar en cualquier piel y de interpretar infinitas historias.

—Gracias por aparecer en mi vida.

—Siempre estaré para recordarte quién eres en realidad.

Por un instante sus ojos pierden el brillo, mas lo recupera con rapidez. Nos situamos a pocas calles de la cafetería, por lo cual mis nervios se disparan y me repito en mis adentros: «No soy ningún inútil...». Debo prepararme para oír a papá despotricar contra la carrera que estudio y los sueños que persigo. Si me doy por vencido, mis estrellas morirán. Vuelvo a enfocar a Logan, quien me escudriña, dubitativo.

—En el hipotético caso de que estuviera interesado en ella, ¿piensas que debería contárselo? No, ¿cierto? Ambos podríamos gozar de una vida plena y feliz obviando ese detalle, ¿qué sería peor? ¿Un rechazo o arrepentirte de los sentimientos que callaste?

—Los rechazos se superan, pero el tiempo es irreversible. Si ocultas lo que sientes no podrás volver atrás para cambiarlo y tendrás que resignarte a vivir en el «qué hubiera sido».

—¿Hablas con experiencia?

—Lo digo en general.

—¿No lo dices por Emily?

De nada sirve rehuir el tema, así que me alisto para desenterrarlo de una vez por todas.

—Ha cambiado. Creí que seguía siendo la misma, pero... —No me apetece rememorar lo sucedido en el comedor, mas necesito desahogarme—. Se supone que hoy almorzaríamos juntos. Hubiese preferido que sea sincera y me respondiera que no quería venir. Me prometió que traería puesta su chaqueta y casi me niega delante de sus amigos. Ethan la trata mal y cuando intento defenderla, me pide que no exagere. No la entiendo.

—Me parece que los dos tienen una conversación pendiente.

—Dudo que charlar funcione si continúa mintiéndome. Ese chico no me inspira mucha confianza, y no quiero sacar conclusiones anticipadas, pero presiento que Kiara me oculta algo.

—Sea lo que sea, no creo que esté saliendo con Ethan. Ella misma lo rechazó delante de todos, ¿viste las fotografías que subieron a Instagram?

—No sigo la página de la universidad, Logan.

—Bueno, se estuvieron riendo de él porque no le funcionó la táctica de ejercer presión social sobre una chica para que acepte estar con él.

Aquello me saca una sonrisa. Kiara merece a alguien mucho mejor. Ojalá pronto se encuentre a sí misma.

—Me alegra escuchar eso.

Recorremos los últimos pasos para posicionarnos delante de la cafetería. Me abstengo de voltear para que la ansiedad no aumente al visualizar a papá. Lo imagino con aquel semblante circunspecto que lo caracteriza y el ceño fruncido. Siempre se ha mostrado así conmigo.

—Hemos llegado —anuncia Logan y suspiro, en un intento de recargar fuerzas—. ¿Te dejo aquí?

—Sí, graci... —Escucho sonar un teléfono y la voz de mi padre contestando la llamada al interior del lugar me sobresalta, pues le vocifera a la persona del otro lado—. Mejor me apresuro. Ojalá así cuelgue.

Me despido de Logan para adentrarme en la cafetería, con los latidos acelerados y procurando no captar su atención todavía. Mi amigo eleva los pulgares desde afuera, alentándome a continuar mi camino rumbo a la mesa. No obstante, freno en seco al percatarme de que yace acompañado. Mamá también vino.

Ninguno repara en mí por ubicarse de espaldas, así que pestañeo para asegurarme de que mi cabeza no me está jugando una mala pasada y en cierta parte, me alegro de no sufrir alucinaciones. Avanzo hacia ellos sin voltear, ya que de lo contrario saldré corriendo. Los gritos de papá cesan apenas entro en su campo de visión y, por tanto, corta la discusión telefónica de inmediato. Mi mamá se gira a observarme y parpadea como si le costara reconocerme.

Abandonan sus asientos y les sonrío, creyendo que me darán un abrazo. La realidad me golpea cuando mis padres me detienen al inclinarme y se limitan a extenderme la mano. Su frialdad me duele hasta que recuerdo la mentira que me tragué todo este tiempo y entonces una sensación de impotencia me aborda. Nunca les reclamé nada ni me atreví a levantarles la voz. Tampoco contesté a sus insultos, mas en estos instantes siento la necesidad de hacerlo. Ya no quiero cerrar la boca, bajar la mirada y darles la razón. Pudieron respaldarme y convertirse en los amigos que siempre soñé que fueran. Pero ellos decidieron ocupar este papel en mi historia.

Mi padre se arregla el cuello de la camisa y trago grueso. Su aspecto me intimida, al igual que el de mi madre. Ella mantiene los labios aplanados en un semblante apático mientras que el cabello le cae por los hombros perfectamente ordenado.

—Buenas tardes —los saludo, con los nervios revolviéndose en mi estómago.

—Siéntate, queremos conversar contigo. —Mamá y apunta la silla de su costado.

Obedezco y me recargo en el respaldar. Paseo mi vista por los alrededores, intentando concentrarme en la escenografía y no en el nudo que obstruye mi garganta. Logan ya se ha marchado y la cafetería está casi vacía, a excepción de las dos mesas ocupadas en una esquina y los meseros que conversan junto a la caja registradora.

—Llegamos hace un par de días y todavía no entendemos qué te gusta exactamente de estudiar aquí. —El tono hostil que emplea papá hace que suene como un reproche—. Las calles del centro lucen demasiado anticuadas y hay museos de arte por todos lados.

—Esa es la mejor parte —murmuro para mí, mas ellos alcanzan a escucharme.

—Recuérdame no volver a aceptar viajes de negocios a esta ciudad—concuerda mi madre.

No aguanto mucho tiempo callado. Percibo las manos frías, pese a tenerlas dentro de mis bolsillos. Apoyo los codos en la mesa y lucho por recuperar las palabras, hasta que estas brotan y acaban con el tenso silencio.

—¿Vinieron para confesarme de quién fue la idea?

—¿De estudiar acá? Tuya —me señala mi madre y tenso mi mandíbula—. Si fuera por mí estarías cursando Economía y Gestión en Oxford. Queríamos averiguar si ya reaccionaste o si sigues con el capricho de ser escritor.

—No me refería a mi carrera.

—¿Carrera? Lo que estudias ni siquiera debería llamarse así. —Papá suelta una risa burlona—. Pero seguro estás feliz de reencontrarte con esa chica que no te conviene. Desde ya te adelanto que no te llevará por buen camino.

—Nada justifica que me mintieran durante seis años. —Un ardor en los ojos me detiene, mas no demoro en reponerme—. No pensé que fueran capaces de jugar con un tema tan delicado, ¿saben cuánto sufrí? ¡Creí que ella había muerto! La psicóloga me diagnosticó depresión.

Mis padres intercambian fugaces vistazos que no descifro y entrecierro los párpados para repeler las lágrimas. Él parece perder los estribos y algunas personas voltean hacia nuestra mesa.

—¿Puedes callarte? Vas a armar un escándalo.

—¿Qué tú no estabas gritando antes? Lo que hablabas se escuchaba hasta la calle —le recrimino—. No pueden pretender que me olvide de esto como si nada.

—Fue tu "depresión" la que te llevó a conocer a tu mejor amigo en terapia. Cualquiera estaría agradecido. —Mi madre dibuja comillas con las manos al pronunciar la tercera palabra—. Apuesto a que también nos creerías si te contáramos que Logan acaba de tirarse de un edificio, ¿cuánto piensas que tarde en hacerlo?

Ambos se ríen y agradezco haberle pedido que retornara a la universidad. No me espera afuera, así que no los ha oído.

—Nos hubiésemos ahorrado mucho dinero de no ser por el drama innecesario que creaste. Si tu amiga moría, dejaba de sufrir. —La indiferencia de mi padre me eriza la piel—. ¿No querías eso? ¿Que se curara?

—Kiara me contó que ustedes llamaron a su papá para decirle que yo también había fallecido. —Esquivo la pregunta, pues reconozco que intentan que me sienta culpable. Mamá enarca las cejas y resopla.

—¿Le vas a creer?

—Por supuesto que sí. A diferencia de ustedes ella siempre me apoyó.

No me mentiría con un tema así. Estoy seguro que planeaba volver después de recuperarse del trasplante de médula ósea. El imaginarla sufriendo de la misma forma que yo me instala una presión en el pecho. Nuestra historia debería ser diferente.

—Una vez que fracases se irá. Nadie quiere rodearse de gente así —asegura con un adusto matiz—. ¿Piensas que Emily no se cansaba de que la buscaras? Estaba enferma y no parabas de perseguirla. No me quedó otra opción.

—¿Me engañaste por eso o porque según tú era una pésima influencia para mí? —Procuro no titubear. Las fuerzas amenazan con abandonarme—. Kiara te pidió que me avisaras que regresaría pronto y preferiste decirme que acababa de morir, ¿por qué lo hiciste? ¿Qué ganabas? No lo comprendo. Ya sé que jamás te agradó, pero... —Ahogo un sollozo. Me rindo. Bajo la mirada—. ¿En qué te afectaba que fuésemos amigos?

—No llores, ¿acaso eres mujer? —increpa mi padre, cuya indiferencia me apuñala—. Planeaba revelártelo hoy de todas formas. El día en que tu amiga deje de contestar tus mensajes y se aburra de estar con alguien como tú nos entenderás. Allí sabrás nuestros motivos.

—No debí molestarme en venir. —Alzo la vista, a pesar de la rojez de mis ojos.

—Te cité porque pensé que habías madurado y que charlaríamos como personas civilizadas. Ya veo cuánto me equivoqué.

—Yo pensé que deseaban saber cómo me iba, que me preguntarían por la universidad y que por fin aceptarían que no compartimos el mismo camino.

—Maldita sea, Sebastián. —Golpea la mesa tan fuerte que me sobresalto y el florero vibra. Mi madre ni se altera—. ¿En qué mierda planeas desperdiciar tu vida? Te ofrezco el mando de mis empresas, dinero y reconocimiento. Apuesto a que mucha gente te conocerá y recurrirá a tus servicios. Saldrás en entrevistas televisivas, portadas de revistas e incluso en el periódico —detalla sin detenerse a respirar—. ¿No te parece suficiente? ¿Tan soberbio eres que exiges más?

—Yo no escribo para ser famoso ni ganar dinero. Escribo para ser feliz.

—¡Me tienes harto con esas estupideces!

Su puño impacta contra mi mejilla y de nuevo, las miradas de los demás se posan en nosotros. No obstante, nadie hace nada. Permanecen inmóviles en sus asientos y por un momento temo que comiencen a grabar.

—Ojalá que así se te alinee el cerebro —retruca mamá. No es la primera vez que papá me golpea, y ella lo sabe.

—¡Te lo he dado todo! Buena educación, atención médica de primera, ¡viviste bajo mi techo! Debí haber dejado que te murieras —vocifera él. No realiza esfuerzos por esconder su enojo, sino que lo saca a flote—. ¿Qué has conseguido hasta ahora? ¿Libros publicados? ¿Premios importantes? ¿Reportajes? ¿Contratos exclusivos? ¿Adaptaciones cinematográficas?

—No lograrás nada —sentencia mi madre—. Pisa tierra.

—Perdón, será mejor que me vaya —articulo, en un hilo de voz—. Creo que no llegaremos a ningún acuerdo. Que tengan una linda tarde. Espero que disfruten su estadía. —Me giro hacia mi madre antes de retirarme—. Por favor, no olvides tomar tus pastillas.

Me levanto de la silla y casi corro directo a la puerta de salida, abandonando a mis padres. Como no me siguen, aquella tensión que almacenada en mí merma cuando salgo de dicha cafetería. El ardor del golpe propinado se expande sobre la superficie derecha de mi rostro y gesticulo un mohín de dolor. Supongo mañana esa zona cobrará una tonalidad verdosa. Acelero mi paso dispuesto a alejarme del lugar lo antes posible y no puedo evitar sentirme cobarde por huir. Volví a escapar por no poseer la valentía para enfrentarlos. Juro que lo intenté, pero mis miedos ganaron otra batalla.

Inicio una caminata y me sumerjo entre las calles. Esta ciudad no se encuentra repleta de edificios como Londres, la conforman viviendas sencillas que no sobrepasan tres pisos. Varios árboles que adornan los jardines delanteros se agitan con el viento y agudizo mi oído para escuchar aquel sonido. Expulso la tensión contenida en mis pulmones a fin de que las ventiscas que soplan con fuerza se lleven mis preocupaciones lejos. Ya menos conmocionado, saco mi teléfono e ingreso a mis contactos, sin decidirme a quién marcar. Necesito conversar con alguien y el número de Kiara aparece en pantalla, así que opto por enviarle un mensaje.

«Kiara, ¿podemos hablar?».

Lo lee en seguida, pues las palomitas se tiñen de celeste. Pero borra y escribe tantas veces que pierdo la cuenta.

«Ahora no puedo, Sebas. Lo lamento. Estoy ocupada».

Pienso disculparme, mas elijo no teclear una respuesta para no incomodarla y continúo mi trayecto. Detestaría transformarme en un fastidio. Logan debe hallarse en plena hora de la siesta y no quiero molestarlo a él también, ya que debe descansar. Los efectos de sus pastillas lo dejan agotado. Además, por la noche saldrá con Ivet al teatro y debe contar con buena energía. Llego a las instalaciones de la universidad y cruzo unas palabras con el portero. Conforme me adentro en el campus, diviso a Kiara platicando con Ethan en la cafetería y una punzada asalta mi pecho. Ella no me ve, pero yo sí. Esperaba que estuviese en su casa o estudiando en la biblioteca.

Con una sonrisa forzada, rodeo el comedor y camino hacia unas bancas a la sombra de un roble. Allí les permito a mis pensamientos tomar posesión de mi mente y repaso lo sucedido. Con tan solo palparme la mejilla, el dolor regresa, y no me refiero exclusivamente al físico. Existen heridas que no duelen en la piel, sino en el alma. Reprimo otro sollozo por miedo a que alguien me oiga, aunque acabo rindiéndome y las lágrimas caen de mis ojos.

—¿Sebastián? ¿Qué sucede? —Levanto la mirada y aprieto los labios al encontrarla frente a mí. En seguida me limpio las mejillas con la manga de mi camiseta.

—Creí que estabas ocupada.

—Ya terminé de estudiar en la biblioteca —vuelve a mentir—. ¿Quieres contarme qué ocurre?

—No tienes que fingir interés. Prefiero que me digas la verdad. —Pestañea, confundida por mi cambio de tono—. Te faltó muy poco para afirmar que no me conocías.

—¿Estás enojado conmigo por lo del almuerzo?

—No te entiendo, Kiara. Te juro que intento comprenderte, pero no puedo. —No luce sorprendida. Al contrario, me mira como si hubiese estado esperando que reaccionara así—. ¿Por qué te cuesta tanto ser sincera?

—Lo soy.

—Acabas de mentirme diciendo que vienes de la biblioteca cuando te vi con Ethan en la cafetería apenas llegué. Me aseguraste que traerías la chaqueta que pintaste y no lo hiciste. En su lugar dejaste que tus amigos se burlaran de mí en el receso —le recuerdo, consciente de que no la olvidó en casa—. Negaste haberla pintado, negaste tu arte, negaste una parte de ti. Prometiste que estarías cada que te necesito y aun sabiendo que hoy iría reunirme con mis padres, optaste por irte con un chico que no te muestra ni el más mínimo respeto. Y no estoy exagerando, porque tú también te das cuenta de que no para de controlarte.

—¿Me estás reclamando porque me fui con alguien que no eras tú?

Se cruza de brazos, fastidiada. Quizá mamá tenía razón. La estoy cansando.

—Porque parezco avergonzarte, y si es así, dímelo ahora para alejarme de ti y no humillarte delante de todos —le espeto, pese a que en el fondo deseo que no lo haga—. No me prometas cosas que nunca vas a cumplir, porque soy lo suficientemente estúpido como para creerte.

—¿Acaso no estuve a tu lado durante años? ¿Acaso no te acompañé en tus peores momentos? ¿Acaso no me quedé contigo cuando te sentías mal? —Levanta su volumen y no me asombra lo firme que suena—. ¿Todo aquello no te significó nada?

—La persona que conocí hace años jamás cambiaría para obtener la aprobación de otros —pronuncio sin titubear—. Ya no te reconozco.

—Sigo siendo la misma. Que me veas diferente no es problema mío.

—Quiero a Kiara, no a una copia barata de lo que los demás quieren que sea.

—¿Y si he cambiado qué? ¿Está mal? —retruca, cediendo ante mi posición—. No seré como quieres. Si ya no te agrado, vete y no haré nada por detenerte. No necesito a nadie.

—¿Entonces por qué finges ser otra para agradarle al resto? —le cuestiono. Ella entreabre los labios, mas no articula respuesta—. Solo buscas su aceptación. Tú misma te rebajas.

—El que hayamos sido amigos no te da derecho a opinar sobre mi vida. —Noto que habla en pasado y mi corazón se encoge—. No lo sabes todo de mí.

—Y nunca lo sabré si no me cuentas qué te sucede, pero no voy a insistirte más —declaro, dispuesto a marcharme—. Puedes hacer lo que quieras.

—¿Entonces te vas?

—Ya estuve contigo mucho tiempo. Cuando recaíste en la leucemia, cuando no podías dormir y cuando permanecías internada en el hospital —enumero aquellos episodios, temiendo que la nostalgia me invada—. Espero que abras los ojos antes de que choques contra la realidad.

Apenas volteo, me sobresalto al observar a su amiga detrás de nosotros. Nos escanea, perpleja, por lo cual conjeturo que nos ha escuchado discutir. Sus pupilas se centran en Kiara, quien palidece y me visualiza de reojo.

—Emily, ¿sufriste cáncer?

—Claro que no, Thalia —rechaza y me muerdo el labio. Sigue mintiendo—. Debiste oír mal. Yo nunca...

—Se lo diagnosticaron a los ocho años —la interrumpo y de inmediato me arrepiento, pero no hay vuelta atrás. Así que empiezo a caminar en dirección contraria a ellas.

—¡Sebastián! —Kiara sujeta mi mano con fuerza. Aunque no esperaba que me retuviera, lo que menos me apetece es quedarme.

—Suéltame. —Me zafo de su agarre y doy media vuelta.

Me alejo del lugar tan rápido como mis piernas me lo permiten. Si antes logré liberar parte de la tensión acumulada durante el encuentro con mis padres, esta se halla de regreso. Detesto sentirme así, sentir que mi madre estaba en lo cierto cuando insinuó que no soy más que una carga de la que todos ansían deshacerse.

—Déjame explicarte. No es lo que piensas. —Kiara intenta excusarse con Thalia mientras me distancio—. No saques conclusiones apresuradas.

—¿Eso significa que no podrás quedar embarazada? Tu enfermedad volverá tarde o temprano, ¿y querías salir con Ethan? Ni siquiera eres capaz de tener hijos. Estás siendo egoísta.

Sus palabras me provocan una completa repulsión. Me giro levemente y conecto con la mirada de Kiara apenas unos segundos, debido a que continúo mi paso. Evito voltear de nuevo a toda costa, porque bien sé que, de hacerlo, regresaría a su lado cuando los gritos de la chica se intensificasen. Lo he arruinado.

***
Bueno, este capítulo estuvo un poco feo. Así que dejaré por aquí el GIF de un osito panda que me dio ternura 😌

¿Qué opinan de la actitud de los personajes? ¿Por qué Kiara le habrá mentido a Sebastián? ¿Ambos se reconciliarán? ¿Los padres de él lo convencerán de cambiarse de carrera?

Durante esta semana subiré un flashback para que puedan conocer más acerca de la vida de Sebas y Kiara cuando eran niños 💕 espero que hayan tenido una bella semana. Cuídense mucho.

Nos leemos pronto, ¡adiós! 🤙🏻

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