14| No eres tus errores

—¡Oh, amor mío! Tanto tiempo he aguardado yo para volver a verte. Los años que pasaste ausente despiertan mi espíritu vehemente.

—¡Entonces bésam...! —Guardo silencio y releo la última línea del guion—. ¿Qué? ¡No, espera! ¡No me beses! ¿Qué te hace pensar que eres digna?

Enrosco las hojas y golpeo a Ivet en la cabeza, a lo cual me arrebata el libreto y ríe. Me la encontré al salir del pabellón de Artes Plásticas y me pidió que la ayudara a practicar una escena que interpretará mañana en clase. Así que nos dirigimos a la parte trasera de la loza deportiva, pues a esta hora se halla casi vacía. Por esa razón, ejerzo el papel de un hombre que retorna al campo tras una larga estadía en la ciudad y se reencuentra con el amor de su vida. Pensé que actuaría de oveja, igual que en la obra en que participé en el jardín de niños. Hasta me colocaron un cascabel en el cuello y, sin presumir, mis balidos fueron los mejores.

—¿Cómo crees que lo hice? ¿Fui muy expresiva o debería dramatizar más?

—Estuviste perfecta.

Me volteo a observar el lienzo que apoyé en el muro que nos separa la cancha de fútbol y examino los colores. Aún falta mucho por pintar, cuando llegue a casa me dedicaré a tiempo completo.

—Pero todavía no sé llorar, eso me resta puntos. Estoy considerando seriamente picar cebolla.

—¿Y qué tal si actúas de vampira?

—Pues me muero, supongo.

Abro la boca para responderle, mas la cierro al instante en que un aullido llama mi atención. Me giro en busca de su procedencia y creo observar a una diminuta sombra escabullirse entre el montículo de desechos. A unos metros se sitúa una pila de basura, conformada por pupitres oxidados y algunas cajas vacías. Agudizo mis sentidos, pero no percibo nada raro. Quizá haya sido mi imaginación.

—¿Qué sucede? —consulta Ivet, quien repasa el lugar con la mirada.

—Me pareció escuchar... —Freno mis palabras al oírlo de nuevo—. Ahí está de nuevo.

Avanzo hacia los trastos, dispuesta a averiguar lo que se esconde allí. No distingo por completo a la silueta que se desplaza entre la basura, pues yace detrás de los fierros. Solamente espero que no sea una rata. Analizo la figura y concluyo que ese bulto resulta demasiado grande. Los ratones son pequeños, por lo que me quedo tranquila. Levanto las cajas y aparto los cartones, topándome con unos ojos marrones.

—¡Es un perrito! —Lo alzo en brazos de inmediato, aunque este se aleja al principio.

—¿Cómo llegó ese cachorro ahí? —Ivet se posiciona junto a mí y le sonríe al animal.

—Tal vez le pertenezca a algún profesor. —Su nariz en mi cuello me produce cosquillas y le rasco la cabeza. Presiento que le agrado, ya que me mueve la cola y lame mi chaqueta.

—Los animales están prohibidos, ¿quién su sano juicio traería un perro a la universidad?

—Debió haber entrado solo —asumo y acaricio su pelaje marrón chocolate—. En ese caso, me lo quedo. Siempre quise uno.

—¿Y planeas llevártelo a casa? —Asiento y el perro emite un tenue ladrido, como si celebrara mi decisión—. Déjame ayudarte con el lienzo. Los taparé con el cuadro para que no los descubran.

Echamos a andar rumbo a la salida, con un cachorro oculto en mi chaqueta. Intento esconderlo como puedo para no despertar sospechas. Por suerte, la mayoría de estudiantes ya se ha ido y no llamamos la atención de nadie ni atraemos sospechas. Ivet me cubre con el cuadro y logramos sacarlo de las instalaciones sin que los guardias de seguridad nos descubran.

Al poco tiempo, llegamos a mi humilde morada. Apenas entramos penetra en mis oídos una canción a todo volumen y como temo que si coloco al perro en el suelo este se asuste y salga corriendo, continúo sosteniéndolo y me encamino a la cocina. Diego baila simulando que la escoba consiste en una guitarra eléctrica y gira como si se encontrara tocando en un concierto. Sin embargo, me aclaro la garganta y deja caer la fregona, sobresaltado.

—¿Qué? Sólo limpiaba. No tienen nada que ver aquí. —Coge un trapo localizado encima de la mesa y limpia la superficie, fingiendo que nada ocurrió.

—¿Cómo se llama la canción? —le inquiero y cuando apaga la radio, deposito al cachorro en el piso.

Stay away de Nirvana. Deberían escuchar a Kurt Cobain, ese tipo era un genio que... ¿y ese perro?

Bien, me atrapó.

Se aproxima a nosotras, pero no luce enojado, sino sorprendido. El animal suelta un quejido de dolor ni bien intenta dar un paso hacia adelante y reconozco que le fastidia su pata izquierda. No obstante, se recompone rápido y avanza, vislumbrando su alrededor con curiosidad.

—Nos lo encontramos en la universidad.

—Emily piensa quedárselo —me delata mi amiga. Diego se voltea hacia mí de inmediato.

No puedo desecharlo como basura, porque entonces yo me convertiría justamente en ello. El destino acaba de otorgarme la oportunidad de permanecer a su lado y cambiar su vida, aunque de seguro él revolucionará la mía.

—Primero me aseguraré de que esté en buen estado.

—¿Quieres que llame al veterinario que atiende a mi gato? —me inquiere Ivet y asiento. Cuanto antes lo revisen, mejor.

Extrae su celular del bolsillo de sus vaqueros y abandona la cocina. Me quedo sola con Diego, quien por alguna razón no para de mirarme. El perro se mantiene a cierta distancia, no se atreve a acercarse a mi hermano y se limita a olfatear mis zapatos. Me gustaría que hubiese una forma de hacerle entender que no lo lastimaremos. Le cuesta coger confianza y no quisiera enterarme por qué.

—¿En serio deseas adoptarlo o sólo buscas a alguien a quien ponerle tu suéter de Piolín?

—Las dos cosas.

Deposito mi mochila sobre la encimera y reparo en que el cachorro nos mira con intriga. Pareciera que tratara de averiguar lo que planeamos hacer con él. Intento ganarme su confianza, así que me agacho para acariciarlo y palpo su suave pelaje bajo mis dedos. Diego se coloca de cuclillas y le ofrece su mano al perro para que este la huela antes de rascarle el lomo. Nos mueve la cola, lo cual recepciono como buena señal.

—¿Ya pensaste en un nombre? —me interroga, después de un rato.

—Lo llamaré Leo.

—Vaya, has mejorado mucho. Estoy orgulloso de ti.

Contengo la risa, pues comprendo los motivos por los cuales se siente así. Cuando jugaba en Club Penguin de niña, le puse Green a mi puffle verde y llamé White al blanco. Desbordaba imaginación y originalidad. Y sí, era socia. Envídienme.

—Si llegas primero mañana, ¿podrías cuidarlo hasta que vuelva? —Él asiente y me alegra que compartamos la misma ilusión.

—Le compraré croquetas de regreso a casa.

—¿Tendrá hambre ahora?

—Está muy delgado. —Borro mi sonrisa al fijarme en sus marcadas costillas, ¿desde hace cuánto no comer? Yo no aguantaría más de cinco horas—. Deberíamos alimentarlo.

—¿Puede comer de todo o necesita algo en específico?

—Me preguntas a mí como si supiera. Mi pez dorado murió a los tres días.

—Ojalá que con Leo seas responsable.

Escucho unas pisadas que se dirigen a la cocina y las reconozco como las de Ivet. Lleva una sonrisa que le ocupa todo el rostro y nos afirma que el veterinario vendrá en unos minutos. Marcadas las seis, el doctor toca el timbre y Diego sale a abrirle la puerta. Cargo a Leo para conducirlo a la sala de estar, lugar donde se realiza la consulta.

Apunto los nombres de las vitaminas que el cachorro necesita y en poco tiempo, el amable hombre resuelve cada duda referente a su cuidado. Mi amiga acude a él cada que su gato Marduk se enferma o requiere alguna vacuna. Ese minino regordete que me araña siempre que intento acariciar su brillante pelaje y cuya vida consiste en dormir casi todo el día y jugar con una bola de lana.

Finalmente, el veterinario prosigue a retirarse y transcurrida media hora, oímos un ruido en la puerta y el sonido de unas llaves. Trago saliva, puesto que el que viene es mi padre.

—Buenas tardes, señor Rose —lo saluda Ivet. Escondo a Leo detrás de mí cuando mi papá se gira a vernos—. ¿Cómo ha estado? Espero que disfrutara de un bonito día en el trabajo, ¿sabe qué podría mejorarlo? Verá, allá afuera existen muchos animales sin hogar, ¿no le resultaría gratificante adoptar uno?

Papá pestañea y junta las cejas, confundido. Recorre los alrededores con la mirada, hasta que descubre a cierto cachorro camuflado entre mis piernas y suspiro, resignada. No servirá de nada ocultarlo.

—¿No te parece lindo? —Lo cargo para acercárselo y me siento igual que Mufasa presentando a Simba—. Es pequeño, no crecerá mucho. Le enseñaré a hacer del baño en el patio.

—Conocen la responsabilidad que representa, ¿verdad? Amerita bastante atención y dedicación. No es un juguete que puedan devolver a la tienda si ya no lo quieren con ustedes. Necesita que lo atiendan como corresponde y que le briden una buena calidad de vida.

—Y estamos dispuestos a dársela —le asegura mi hermano y deposito al Leo en el piso.

—Esta vez Diego no matará a nadie —afianzo y papá frunce el ceño.

—¿Mató a alguien?

—¡Fue sin querer! —objeta el aludido—. No quise truncarle la vida a Fliper.

El pobre pez murió en circunstancias extrañas cuando se hallaba bajo el cuidado de un niño de siete años. Mamá y papá nos prohibieron adquirir mascotas desde entonces. Pero ha transcurrido más de una década y ambos ya nos convertimos en dos personas adultas y funcionales. Sólo hace falta demostrárselo.

—Creí que había sido Emily —admite mi padre y me señala, a lo cual Ivet se ríe. Me ofende que piense eso de mí.

—Claramente tenemos problemas de confianza.

Leo lo observa con una pizca de temor, pese a que papá se aleja del perfil de alguien autoritario. Acomoda su maletín en el sillón y se rebaja a la altura del perrito para acariciarlo. Me hubiese quedado a contemplar la escena de no ser por el repentino sonido que emite mi móvil.

—¿Quién es? —interroga Ivet. Diego, quien se ubica a mi costado, se aproxima a leer el nombre que muestra la pantalla y rueda los ojos al develar el remitente.

—Ethan. Ahora vuelvo.

La mirada de mi padre me persigue hasta que desaparezco tras el umbral de la cocina. Me aparto un mechón de cabello del rostro y suspiro antes de atenderle.

—¿Hola?

—No te encontré a la hora de salida, ¿dónde estuviste?

No tengo muchas ganas de responder, pero tampoco quiero discutir, por lo que esta vez no evado su pregunta. Aunque empieza a incomodarme que desee conocer cada uno de mis movimientos.

—Terminando un trabajo en el salón de pintura.

El silencio se apodera de la llamada y distingo sus intenciones, pero aguardo a que él retome la plática y no le otorgo mayores detalles. No tiene que enterarse de cada actividad que realizo. Me molesta que ande detrás de mí todo el tiempo, así que me rehúso a proporcionarle explicaciones y me entretengo leyendo el titular de un periódico situado encima de la mesa.

«Toro se rascó el trasero contra un poste y dejó sin luz a ochocientos hogares». Justo cuando pensaba que lo había visto todo.

—¿Sólo eso?

—¿Qué tan interesante piensas que es mi vida? —bromeo para suavizar el entorno y oigo su respiración al teléfono. No le ha causado gracia.

—Thalia me contó que iría el sábado a tu casa para redactar un ensayo, ¿te importa si voy yo también?

—Claro que no —sonrío, aunque a Diego no le agradará en lo absoluto—. Puedes venir siempre que quieras.

—Genial, hablamos luego. Almorzarás con nosotros, ¿no?

—Como de costumbre, ¿por qué la pregunta?

—Porque desde el miércoles desapareces sin avisarnos y no sé qué te trae tan distraída.

Las mariposas en mi estómago mueren, cesan sus revoloteos al notar el tono hostil en su voz y mis deseos de conversar decaen. No entiendo por qué se comporta así.

—Perdón, prometo pasar más tiempo con ustedes mañana. Ahora debo colgar, estoy ocupada con un asunto importante.

Corto la llamada antes de que alcance a refutar y dejo el celular a un costado de la mesa. Giro sobre mis talones, dispuesta a regresar a la sala fingiendo que nada malo sucede, pero me encuentro a papá apoyado en el marco de la puerta. Me sorprende su seriedad, hace unos minutos lucía divertido.

—¿Ese era Ethan?

—¿Escuchaste? —Asiente, con la frente arrugada.

—Tú no tienes que explicarle nada a nadie. Puedes hacer con tu vida lo que te plazca. Estás en todo tu derecho y a él le compete respetarte.

—Lo sé, pero... ¿Y si sólo se preocupa por mí?

—No intentes justificarlo. No temas darte cuenta de que no es el indicado, lo único que debe asustarte es quedarte con los ojos vendados.

—¿Qué tal si me equivoco? ¿Te decepcionaré?

—Siempre serás mi orgullo. —Se planta delante de mí y me toma de la mano—. A tus trece años venciste por segunda vez al cáncer, estudias lo que amas en una de las universidades más prestigiosas del país y hoy le abriste espacio en tu corazón a un pequeño de cuatro patas. Esa es mi hija. No eres tus errores, sino lo que aprendes de ellos.

Sus palabras me calan en lo más profundo y callo para que mi voz no suene quebrada. Le sonrío y aparto cualquier pensamiento negativo. Necesitaba escuchar eso.

—El cachorro se llama Leo. Espero que los dos se lleven bien. Gracias por todo, papá. —Esboza una sonrisa. No me cabe duda de que siempre contaré con él.

La ventana nos ayuda a contemplar el cielo estrellado y nos asomamos para buscar un rostro. Sé que está ahí, no se ha ido. Prometió que jamás me dejaría sola. Una brisa se filtra por las rendijas de la ventana y mueve mi pelo. Mi madre irrumpe en mis pensamientos sin avisar y no me asombra lo vivo que permanece su recuerdo. Siento como si acabase de darle un abrazo y aún la sujetase fuerte de la mano.

Cuál de todas esas estrellas crees que sea mamá?

—Ella es el universo entero —asevero, con la vista fija en la infinidad del firmamento.

Papá asiente y no aparta sus pupilas de las nubes en ningún momento. Desearía cambiar el final de la historia de mi madre. Le faltaron varios capítulos. Poseo demasiadas cosas que contarle y me frustra no poder siquiera abrazarla. «Dime si me equivoco. Por favor» le suplico al cielo, conservando la ligera esperanza de que me escuche hasta allá arriba.

***
¡Hola!

¿Qué tal estuvo su semana? Espero que les haya ido bien ❤️

¿Creen que Emily sabrá cuidar del cachorro? ¿Volverá a extraviarse o ha caído en buenas manos? ¿Sebastián seguirá buscándolo?

La actualización de hoy coincide con la fecha del Día Mundial contra el Cáncer de Ovario, puesto que conmemora cada 8 de mayo con el fin de concientizar a la población sobre esta enfermedad. Les comparto aquí un post informativo 🎗️

Gracias por leer 💕 cuídense mucho. Hasta la próxima actualización 🤙🏻

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