11| Perro pulgoso

Por fortuna, la veterinaria examina al cachorro y nos indica que se recuperará pronto, pues no presenta ninguna fractura. Nos recomienda alimentarlo con comida balanceada cuando le aseguro que vamos a quedárnoslo, lo cual representa en realidad un problema, porque si los directivos de la universidad descubren que escondemos un perro en nuestra habitación, nos meteremos en aprietos.

Siempre quise una mascota, pero mis padres nunca me lo permitieron. Cuando les pedí un perro, me lo negaron, alegando que ya tenían suficiente conmigo.

Por eso me prometo disfrutarlo mientras dure. Quizá luego lo demos en adopción o logremos contactar con un refugio de animales para que le encuentre el hogar que merece. Sin embargo, me encantaría adoptarlo.

Cuando llegamos a la universidad, Logan se encarga de distraer al guardia de seguridad que cuida la entrada para que Axel y yo entremos con el cachorro sin ser vistos. Los pasillos yacen vacíos, así que no necesito meterlo en mi mochila, arriesgándome a que se ahogue y sufra una muerte inminente. Subimos las escaleras rumbo a la segunda planta con cuidado, pues ninguna luz ilumina las gradas. Le tapo la boca al cachorro cuando pienso que ladrará, pero retiro mi mano adolorido al sentir cómo sus dientes se entierran en mis dedos. Pude comprarle un bozal, pero no me atrevería a colocárselo. Él no se ha mostrado agresivo ni posee la culpa de que nosotros no contemos con un mejor lugar donde llevarlo.

—¿Qué nombre le ponemos? —pregunta Axel, acariciándole la cabeza.

—Llamémoslo Angus —sugiere mi mejor amigo.

—Hasta Logan es un nombre más bonito —rechazo y gesticulo una mueca de disgusto. El aludido rueda los ojos.

—¿Qué tal Edmundo? Para decirle inmundo de cariño.

—Tiene cara de Zeus —discrepa Axel, quien lo inspecciona detenidamente.

—Yo lo recogí, así que lo nombraré Nate —sentencio para cerrar la discusión. Logan tuerce los labios.

—Ese no será el nombre de ningún personaje de Wattpad, ¿o sí?

—Pues... —Me quedo callado y suelto una risa, ya que pertenece a uno de los primeros libros que leí en la plataforma.

—¿Y si le ponemos tu segundo nombre?

Oh, no. Eso sí que no.

Me giro hacia Logan casi de inmediato. Logan sube y baja las cejas, divertido, mientras que Axel me observa con intriga. Niego con la cabeza en señal de desaprobación.

—Una más y te fulmino con la mirada, hablo en serio.

Axel enciende la linterna de su móvil para que no tropecemos en la oscuridad del pasadizo. Caminamos hasta llegar a la puerta ubicada al final del pasillo, la cual corresponde al dormitorio que comparto con él. Logan se posiciona junto a mí y le rasca el lomo al perro. Por consiguiente, me inclino hacia el cachorro y le consulto:

—¿Qué nombre quieres, pulgoso?

—Yo no soy ningún pul...

—No te hablo a ti —me río de la expresión de mi amigo—. ¿O te sientes identificado?

—¿De qué hablas? Yo no tengo pulgas —responde a la defensiva—. Ni piojos, para que te quede claro.

—Más vale que ninguno de los dos tenga parásitos. Sobre todo, tú, Sebas —desea Axel, asqueado, y me apunta con el índice—. De lo contrario, pediré que fumiguen nuestra habitación.

Busca dentro de su bolsillo las llaves y apertura la puerta. Todo permanece justo como lo dejamos, mi libro de Lingüística continúa sobre mi mesa de noche y mi portátil, a un costado del escritorio. Coloco al perro en el suelo y este lo olfatea, aunque se queda inmóvil, sin saber a dónde dirigirse. Quizá porque no confía demasiado en nosotros o debido a que aún le duele la pata.

—¿Qué crees que suceda si alguien entra y lo ve? —Axel trata de no sonar preocupado.

—Abrirá los ojos como platos.

—Tengo una épica imagen mental ahora y me resulta un tanto perturbadora. —Sus pupilas se desvían por una fracción de segundos, mas vuelve a centrarse en mí.

Escucho unas pisadas a mis espaldas y las reconozco como las de Logan, por lo que me giro al instante. Le sonrío al perrito, puesto que ha avanzado unos pasos, demostrándome que se encuentra mejor. Logan saca de su mochila el paquete de galletas para cachorros que compramos en la doctora y la agita delante de él.

—Si me das la patita, te regalo una croqueta.

El perrito ladea su cabeza, confundido, y se acerca al paquete en busca de comida. Debe estar famélico. Tal vez no prueba bocado en días. No realiza ningún truco, pero Logan no se resiste y le obsequia la galleta de todas formas.

—¿Tenemos un plato en que alimentarlo? —me pregunta Axel y recién entonces recuerdo que nos faltó comprar uno.

—Puedo pedir prestado alguno en la cafetería. Faltan veinte minutos para que cierre. —Señalo el reloj, el cual marca las siete con cuarenta—. Si encuentro, traeré también un poco de leche.

—No le dará gases, ¿verdad? Mi olfato es muy sensible a las flatulencias.

—Lo dudo —expongo, a pesar de conocer poco sobre animales, y me encamino hacia la puerta—. Ya regreso.

—¡Si vas al comedor, cómprame más galletas Oreo!

—No le podemos dar eso, Logan. —Arrugo la frente, extrañado. Ambos sabemos que los perros no deben ingerir chocolate.

—Para el perro no, para mí.

Así que no le bastó con las que comió en el museo.

Asiento y giro la manija de la puerta para abandonar el lugar. Los solitarios pasillos me rodean una vez afuera, pero me siento cómodo caminando entre ellos. Hoy fue uno de esos días en que suceden tantas cosas, que no te proporciona tiempo para sentarte a reflexionar. Siento que hice algo bien, que quizá no soy tan mala persona como pensaba y que, si mas no podré cambiar el mundo, he aportado, aunque sea un pequeño grano de arena. Tal vez esa se haya convertido en mi forma de atenuar las cicatrices que perduran en mi memoria y devolverle a la vida la bondad con que no me acogió cuando era niño.

Siempre he pensado que el dolor es como una bomba capaz de explotar en cualquier momento, por eso no quería compartir mis tristezas con nadie, para no lastimar a otros con algo que debía herirme sólo a mí. Pero descubrí que dos personas podían apagar esa bomba antes de que estalle, y así, menguar cualquier dolencia y volver una pena más llevadera.

Me encerré en mí mismo durante mucho tiempo y varias bombas que cargaba explotaron en historias que hoy no temo contar. Se convirtieron en letras, palabras que arden en llamas. Y son quienes me leen, los que me ayudan a apagar el fuego con su simple y complejo sentir. Cogiendo mi dolor como si fuera suyo, extinguen el fuego.

No podía más. Debían estallar. Y a veces, eso es bueno.

La cafetería del pabellón se hallaba cerrada, así que crucé el patio y acudí al comedor principal. Aquel está a cargo de Martha, una señora bastante amigable que conocí ayer por la mañana, cuando asistí en busca de silencio para escribir. Deduzco que sigue ahí, porque contemplo las luces encendidas desde fuera y las puertas yacen abiertas. Sin dudarlo, me adentro en las instalaciones y me acerco al mostrador.

—¿Martha?

Oigo pasos acercándose a mí y por un momento, me dedico a admirar la luna llena a través de una ventana. El cielo despejado les permite a las estrellas lucir su resplandor y adornar el firmamento, plagándolo con su brillo.

—¿Sí? —Asoma su cabeza por la puerta que separa la cafetería de la cocina y recae en mi presencia—. ¿Sebastián? ¿Pasó algo? Estoy a punto de cerrar.

Ha corrido a mi encuentro y su voz suena agitada. Apuesto a que no esperaba verme por aquí a esta hora. Casi todos se han ido y, los que se hospedan acá, prefieren quedarse en sus habitaciones hasta el día siguiente.

—Perdón, no quise molestarte —me disculpo, aunque ella no le toma importancia—. Sólo vine por un plato de leche.

—¿Leche?

Deja encima del mostrador un trapo que traía consigo y me escruta con la mirada. Asiento y fuerzo una sonrisa. Quiero soltar alguna excusa creíble, pero mi cerebro no localiza ninguna. Así que le permito a Martha sacar sus propias conclusiones.

—Oh, ya entiendo. —Retoma la palabra y se pasa una mano por el cabello—. Quieres prepararte una mascarilla facial para cerrar tus poros.

—¿Qué?

Parpadeo, desconcertado, y ladeo la cabeza. Pensé que nadie los notaba, ¿en serio son tan visibles? Creí que estaba siendo demasiado minucioso con mis defectos. Tal vez sí necesite colocarme esa máscara después de todo.

—Estamos en confianza, no tienes por qué avergonzarte.

—Sí, justamente... —Me resigno a aceptar y trago saliva antes de otorgarle la total razón—. Eso deseaba hacer.

—¿Gustas también unos pepinillos? —ofrece amigablemente y en cierto modo, me sorprende que aún exhausta, siga de buen humor. Mis padres solían desquitarse conmigo.

—No es necesario que...

—Descuida, no te cobraré nada. Ahora vuelvo.

No me brinda tiempo para objetar al respecto y desaparece tras cruzar la puerta que conecta con la cocina. Escucho algunos cajones cerrarse y abrirse, por lo que deduzco que debe estar sacando muchas cosas. El pensamiento de que tal vez no le quede leche llega a mí, mas me esfuerzo por no ser tan pesimista y espero a que regrese.

—Déjala reposar durante veinte minutos y asegúrate de cubrir toda tu nariz, allí se te notan más los poros. —Señala su rostro, indicándome la zona en que debo poner énfasis—. Luego, límpiate con agua fría.

—Lo tomaré en cuenta. —Recibo el tazón de leche y los pepinillos que me entrega en una bolsa transparente de cierre fácil—. Gracias, Martha.

Me alejo del mostrador y avanzo hacia la puerta de salida. No obstante, cuando paso por allí, me detengo a observar mi reflejo y aproximo mi rostro al cristal en que se ve reflejado para examinarlo mejor. Busco esos poros abiertos de los que habló y, por desgracia, no tardo en hallarlos. Tiene razón, debería ocuparme de ellos. Arruinan mi inexistente belleza.

Sin percatarme, termino aproximándome demasiado, de manera que choco contra el vidrio y me golpeo la nariz y como cada que algo impacta contra ella, estornudo. Soy bastante raro, lo sé. Pero no es mi culpa que mi nariz funcione cual botón de estornudos.

—¡Y una cosa más, antes de que te vayas! —Freno en seco y me volteo hacia Martha. Quiero contestar, mas un segundo estornudo me lo impide—. Si ves a una chica vestida de blanco con largo cabello negro en el patio, acelera el paso y evita mirarla a los ojos.

—¿Por qué?

—No preguntes, sólo corre.

—¿Qué sucede con ella? —insisto, creyendo que se refiere a una alumna.

—Siempre aparece a estas horas deambulando por el campus, cuentan que se te acerca y te pregunta tu nombre y después se esfuma sin que la veas. —Trago grueso. En definitiva, no habla sobre una estudiante—. Pareciera que buscara a alguien.

De acuerdo. Esta noche no duermo.

—Mejor me apresuro —finalizo, pese al extraño presentimiento de que olvido algo. Ah, ¡ya sé! Persignarme.

Recorro tan rápido como puedo el trayecto de vuelta a mi habitación. Esta vez mis cavilaciones no logran atraparme, ya que estoy muy concentrado en no derramar la leche. Procuro no apartar la vista del tazón, pues temo levantar la mirada y encontrarme con esa chica fantasma frente a mí, ¿qué tal si le tiro el plato encima, víctima del susto, y se enoja conmigo? El cachorro se quedaría sin comer y yo, sin mascarilla facial. Porque he decidido que utilizaré lo que sobre para deshacerme de mis horrendos poros.

Subo las escaleras con un miedo descomunal a derramar la leche y armar un desastre en las gradas. Por suerte, eso no ocurre y llego aliviado a mi destino. Me planto delante de la puerta del dormitorio que comparto con Axel y giro el picaporte con la mano que poseo disponible. Recién al observar a Logan, recuerdo que no compré las galletas para el otro perro y me reprocho internamente.

Deposito el recipiente encima del escritorio y coloco a su costado la bolsa de pepinillos. Sin embargo, por algún motivo el ambiente se ha tornado tan tenso que lo percibo con facilidad. Ambos guardan silencio y ello me preocupa. Intento buscar algo fuera de su lugar, pero todo luce en perfecto orden. El perro se rasca la oreja, nada está roto ni rasguñado y tampoco ha hecho del baño en el piso.

—¿Qué pasa? ¿Están mirando mis poros?

No entiendo lo que sucede hasta que vislumbro el dibujo que Axel sostiene entre sus manos. Desde allí me mira ella: Kiara. La chica a la que le entregué todo de mí.

Su mirada traspasa la simple hoja de papel y remueve cada pieza de mi ser. De repente me convierto en un reloj oxidado, cuyos engranajes se mueven para rebobinar tiempo atrás. Cuando éramos sólo nosotros contra el mundo y no existía nadie más allá de nuestros ojos. Aunque quizá nunca habitamos en el mejor contexto, reviviría sin dudar la historia que construimos juntos, volvería a leer ese libro tantas veces como sea posible con el fin de rescatar siquiera una mínima parte de ella y atesorarla dentro de mi corazón cual rayo de luz que se cuela en las tinieblas.

Me trago las lágrimas y le arrebato el dibujo a Axel con una brusquedad que lo hace retroceder y de la cual me arrepiento. Respiro de forma entrecortada. No puedo pronunciar palabra, mi voz me abandona y un ardor se intensifica en mi garganta.

—Perdón. —Inclina su cabeza hacia un lado y frunce los labios en un veloz movimiento—. Sólo quería guardar lo que compramos en el cajón de tu escritorio y encontré eso ahí.

Me limito a asentir, incapaz de articular una respuesta. Visualizo el dibujo y acaricio el rostro de Kiara, le sonrío y expulso un suspiro. Abro la gaveta de mi escritorio y lo introduzco dentro de una pequeña caja de metal.

—No pasa nada, no te preocupes —me las apaño para contestar—. Es mi dibujo favorito.

—¿Estás bien? —me consulta Logan. Trato de sonreírle, pero me canso de ser fuerte.

—No —farfullo su mano posarse sobre mi hombro—. Lo lamento, olvidé traer las galletas que me encargaste.

Detesto que me observen con lástima, pero por desgracia, de esa forma están viéndome ahora. El cachorro se acerca a mí y lo alzo en brazos de inmediato, permitiéndole transmitirme un poco de su calor corporal.

¿Por qué es tan complicado dejar ir?

***
¡Hola!

Espero que les haya ido bien esta semana 😌 En mi país hubo feriado largo, así que tuve tiempo para descansar y adelantar trabajos.

¿Cuándo creen que Sebastián descubra la verdad? ¿El dibujo ayudará en algo?

¿Qué piensan que harán los chicos con el perro? ¿Los descubrirán los directivos?

En otras noticias, me creé TikTok :D
No pude recuperar mi cuenta anterior, así que abrí una nueva. Pueden encontrarme como @roxylovecraft. Subí un aesthetic de esta historia, por si gustan visualizarlo 🤙🏻

Estaré publicando contenido cada que pueda. No conozco muchas cuentas de BookTok así que si pueden recomendarme alguna, se los agradezco.



Nos leemos la semana entrante :)


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