7
Elliot devora las piezas de pollo en barbacoa sin hacer ni una sola pausa. Claire, al verlo, le vienen a la mente recuerdos de cuando él era un bebé y se manchaba las mejillas al comer por su cuenta en la silla alta.
—El tráfico se puso feo, ¿verdad?—dice la madre, sentándose frente a su hijo.
Elliot asiente mientras se limpia las comisuras de los labios con una servilleta.
—Moría de hambre. Muchas gracias, mami.
Claire sonríe.
—Por nada, bebé. Me alegra que te haya gustado. ¿Cómo te fue hoy?
—Fue un día tranquilo si hacemos de lado el tráfico infernal. Trabajé con el ritmo habitual. Martin, el más joven del grupo, nos dijo que abrieron un nuevo karaoke estilo japonés en plaza Akin y los cuatro nos pusimos de acuerdo para ir el próximo viernes.
—¿Cómo son los karaoke japoneses?
—Hay varios salones privados con una pantalla. Es algo más íntimo entre amigos.
—Suena divertido.
—Sí, creo que será una experiencia interesante—Elliot sonríe—. Aunque prefiero desafinar sobre un escenario y dar pena ajena a un montón de desconocidos.
La madre ríe.
—Siempre he dicho que tu extroversión es peligrosa.
—¿Y Autumn?
—Se fue a dormir temprano. Solo bajó a la hora de la comida y de la cena.
—¿Le pasó algo?
—No. Estaba muy concentrada dibujando cosas, ya sabes que le encanta.
Elliot sonríe.
Una futura artista en la familia. Qué genial.
—Dibuja demasiado bien para una niña de su edad. Apuesto a que es una de esas niñas genio como las que salen en A&E—dice.
—Es probable. Tú también eras muy listo cuando niño.
—Pero di un mordisco a un burrito de tierra.
Ambos ríen.
—Eres un genio excéntrico, Elliot.
Félix baja las escaleras al poco rato y se dirige al comedor. Se detiene a poca distancia de los pies de Elliot y alza la mirada.
—Oh, hola Félix.
Félix se balancea demasiado bien para solo tener las patas traseras. Eso siempre sorprende a Elliot sin importar cuántas veces lo vea ponerse de pie. El joven lo toma en brazos y le acaricia la cabeza.
—Iré a ver a la niña—le dice a su madre, para luego dirigirse a la habitación de su hija. Una vez llega esboza una sonrisa al ver que la lámpara de noche sigue encendida; su tenue luz da leves reflejos al cabello desordenado de Autumn, quien duerme abrazando su gato de peluche. Elliot deja a Félix a los pies de Autumn y después se acerca a ella para besarle la frente.
—Tuviste un día muy creativo, ¿eh?—susurra.
Cuidando el sonido de sus pisadas, el padre va al escritorio de la niña y se toma su tiempo para contemplar los dibujos; árboles enormes, gatos, hadas con alas multicolor, payasos cuyas pieles son de tonalidades imposibles. El último le causa un pinchazo en el lugar del corazón: En medio de la hoja aparece él usando su camiseta favorita—una con el logo de Nirvana—y Autumn a su lado, abrazando una de sus piernas. En la esquina superior izquierda se encuentra Summer con una gran sonrisa y un par de alas blancas.
Elliot se seca una lágrima incipiente con el dorso de la mano.
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Martes 18 de febrero
Summer nunca me daba la espalda cuando dormíamos. Eso cambió poco después de que nació Autumn. Yo, perplejo, solía abrazarla por detrás y ella respondía que estaba cansada y necesitaba dormir. No solía insistir, pues la entendía: necesitaba estar con la bebé casi todo el tiempo. Durante esa época nos distanciamos bastante y me pregunté en más de una ocasión si nuestra pequeña familia llegaría a su fin. Y sí, llegó a su fin, pero no de la manera que yo pensaba entonces.
Layla, una de las amigas de Summer, nos regaló un monitor para bebé con sonido integrado en la fiesta de bienvenida de Autumn. Me pareció algo estupendo, pues así podíamos echar un ojo a la bebé en su cuna. Además cuando lloraba la podíamos oír al instante. Aquella noche Autumn estaba llorando con más ímpetu de lo usual y Summer gruñó antes de ponerse de pie para ir a atenderla.
—Vuelve a la cama—le dije—. Si quieres voy y le doy formula.
—No, está bien—contestó tras un bostezo—. Mañana debes ir al trabajo, debes estar descansado.
Me hice ovillo en la cama y escuché sus pasos alejarse. Al poco tiempo Autumn dejó de llorar. Esbocé una leve sonrisa visualizando en mi mente a mi mujer sentada en el sillón de la sala, alimentando a la bebé. Se veía hermosa aunque tuviera el cabello revuelto y ojeras pronunciadas. Enternecido, me puse de pie con mucho cuidado y me dirigí a la sala, pero me detuve al escuchar un leve sollozo. Creí que lo había imaginado, pero al acercarme más a la sala supe que no era así; Summer, de espaldas a mí y acunando a Autumn en sus brazos mientras le daba pecho, lloraba despacio. Sus hombros temblaban ligeramente. Podía imaginar su rostro.
¿Qué tienes, mi amor?, pensé.
Consideré acercarme, pero no lo hice. Summer era una chica muy explosiva y lo más probable era que en vez de tranquilizarse me gritara. Lo mejor que podía hacer era volver a la cama y preguntarle cuando volviera del trabajo ya que estuviera tranquila. Además al día siguiente sus padres cuidarían de la bebé, por lo que tendríamos el resto de la noche para charlar.
La jornada laboral de aquel día me pareció eterna. Había leído por ahí que las mujeres que recién daban a luz y sobre todo las primerizas solían llorar muy seguido por cualquier cosa, pero ese no fue el caso de Summer. O quizá no me di cuenta.
¿Por qué me oculta su tristeza?, pensé. Ahora soy su compañero de vida, la persona en la que más debería confiar.
Volví a casa y me encontré a Summer frente al televisor viendo un reality viejo sobre un grupo de actrices que compiten por un papel en una película de SAW.
—Hola—dijo—. ¿Quieres que te sirva la cena ahora o prefieres ir a ducharte primero?
—No te preocupes, yo me serviré después. Pondré agua para un té. ¿Podemos hablar un momento?
Summer se puso de pie y fue a la mesa. Portaba uno de esos tracksuits de terciopelo que la hacían verse como una socialité de los años 2000s. Le daba mucha pena salir con ellos, así que siempre los usaba como ropa de casa. Para mí ella se veía bella y sofisticada con cualquier cosa que se ponía.
Preparé el té unos seis minutos después y nos sentamos en la mesa.
—¿Cómo te fue hoy?—me preguntó. Lucía bastante cansada.
Me encogí de hombros.
—Fue un día tranquilo. Estuve limpiando las freidoras y también me encargué de las fuentes de sodas—tomé la taza desde arriba y sonreí—. Mira, la tomo como ese soldado edgy de Attack On Titan.
—Levi.
—Sí, Levi. Recuerdo que te gustaba mucho Levi...
Summer no sonrió.
—Ajá—dijo.
Breve silencio.
—¿De qué quieres hablar?—me apremió—. Quiero irme a dormir.
Bebió del té sin mirarme a los ojos.
—Eh...pues...
Sé directo, pensé.
—Te escuché llorar anoche—dije.
—¿Eh?
—Estabas llorando anoche cuando fuiste a darle pecho a Autumn. Me preocupé mucho pero no quise molestarte. Quisiera...quisiera saber qué te pasa, tal vez podamos resolverlo juntos
Summer sonrió con sorna.
—Ja, no creo. Necesitaríamos una máquina del tiempo para eso.
—¿Qué?
Mi novia hizo la taza a un lado.
—Mírame y sé sincero: ¿te parezco tan bonita como antes?—me preguntó.
—Sí—respondí con sinceridad.
—¿Aunque apesto a leche, tengo una horrible marca bajo el abdomen, estoy flácida, cansada, malhumorada y con el cabello hecho un desastre?
—Summer...
—Me gustaría verme como tú me ves. Pero yo no me siento tan bonita como antes. Soy una mierda.
—Eso no es verdad.
Ella frunció los labios. Sus ojos brillaban por las incipientes lágrimas.
—Deja de decirme lo que crees que quiero oír—gimió—. Dime la verdad, dime que soy una mierda, dime que me entiendes.
—Es normal que te sientas así, pero...
—Me estoy marchitando, Elliot. No tengo ganas de hacer absolutamente nada. Estoy harta.
—Es que estás cansada.
Me esforcé en mantener la calma. Summer me necesita tranquilo, pensé, acercando mi mano a la suya. Summer la apartó en cuanto la toqué, como si la hubiera quemado.
—¡Estoy más que cansada, Elliot, estoy muerta en vida!
—No es verdad.
—¡Creí que había tomado la decisión correcta al tener a la bebé, pero no fue así! ¡Debimos darla en adopción!
Sentí como si me hubiera apuñalado.
—Summer...no digas eso, la bebé te ama, y tú la amas a ella—respondí en un hilo de voz.
—¿Quieres saber por qué lloro, Elliot? ¿Quieres saberlo?—espetó—. Lloro porque mi vida se fue al carajo, lloro porque soy un cascarón de mí misma. Mi identidad, tiempo y esfuerzo se resume a ser la madre de Autumn y eso me vuelve loca. Lloro porque los días pasan y pasan y ya no los siento míos. Son solo días perdidos, Elliot. Lloro por mis días perdidos.
Summer se llevó las manos al rostro.
—Tenía una vida que me hacía feliz—dijo—. Iba a estudiar cine, iba a convertirme en alguien exitoso, pero eso se acabó. Intenté ser buena persona, pero no lo soy y nunca lo seré. Lo que me hizo tener a la bebé contigo no fue amor sino remordimiento. Por mucho que intenté creer que amaba a Autumn, la verdad es que no. No la amo más de lo que me amo a mí misma.
No dijo nada más. Sentí el regusto salado de mis lágrimas mientras procesaba sus palabras. Yo sabía que Summer era una joven testaruda y un tanto arrogante, pero en serio creí que Autumn la había cambiado, que estaba feliz con la decisión que habíamos tomado.
—Lo peor es que el remordimiento me tiene atada a Autumn—dijo—. Quisiera que esa sensación tan horrible desapareciera.
—Lamento que te sientas así, pero lo hecho hecho está—respondí, sintiéndome molesto y herido en partes iguales—. Yo también perdí la vida que conocía, pero doy lo mejor de mí porque tengo otras prioridades. Somos adultos ahora, Summer, aunque tengamos diecisiete. No nos queda mas que seguir adelante.
—No creo poder seguir adelante.
—Sí podrás. Eres más fuerte de lo que piensas, solo necesitas ayuda. Y yo voy a ayudarte. Te amo Summer, saldremos de esto.
Me puse de pie y fui con ella. Summer hundió su rostro en mí pecho y me abrazó con fuerza. Sollozó con ganas, como si hubiera muerto alguien muy cercano a ella. La dejé desahogarse sin decir nada.
Summer se quitó la vida cuatro días después.
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Martin canta una versión desafinada y más enérgica de Makes Me Wonder. Elliot, sentado en el sillón entre Skye y Leela, lo acompaña en los coros. La instrumental ya los incluye, pero él los canta de todos modos.
—Give me something to believe in 'cause I don't believe in you...
—Anymore, anymoooore—canta Elliot con más pasión de la necesaria.
Sostiene su tercera (¿o cuarta?) botella de cerveza con una mano y el micrófono con la otra. La sala es más pequeña de lo que esperaba, pero aún así le gusta bastante; hay una bola de discoteca en medio que dispara luces de varios colores por todo el lugar y la pantalla es enorme. Hay un par de posters de una muñequita japonesa cantando. Elliot la ha visto antes, pero no recuerda dónde.
¿Cuál es su nombre?, piensa, dándole un sorbo a su bebida. ¿Miki Hakachune? Sí, algo así...
Esboza una sonrisa tonta. La está pasando de maravilla. Sus compañeros y él solo necesitaron cinco minutos para crear una buena fiesta de cuatro personas; el ambiente era idéntico—si no es que mejor—al de sus noches de discoteca cuando iba a preparatoria. Recuerda que para entonces le dibujaban a él y a Summer una "x" en el dorso de la mano antes de entrar para que no les vendieran alcohol.
Esos días se acabaron, ja, ja, piensa, dando un largo trago. Siente el cuerpo ligero, la lengua entumecida y la piel ardiendo.
—And you told me how you're feeling, but I don't believe it's true anymore, anymooooreee...
Debí traer a Winnie, se la pasaría genial. Apuesto a que Skye y Leela morirían de ternura al verla.
Da otro trago.
Es una chica adorable.
—¡Es tu turno, Elliot!—exclama Skye—. Elige una canción. Ya sabes las reglas.
Ah, cierto. No puede ser cualquier canción, tiene que ser un guilty pleasure.
Elliot se pone de pie y toma el control de la mesita. Martin ocupa su lugar.
—Te haré los coros si conozco la letra—dice, sonriente.
Un guilty pleasure, dice Elliot en su mente. Está sonrojado. Le viene a su mente las tardes en las que esperaba a que Summer volviera de sus clases de piano (las cuales detestaba). Le gustaba ponerse a bailar junto a Winter en la habitación de esta, la mayoría de las canciones eran música disco.
—Aquí voy—dice, y empiezan a escucharse el hipnótico bajo de Daddy Cool. Skye y Leela se ríen con ganas. Elliot canta lo mejor que puede mientras baila como Rick Astley en su época dorada. La cabeza le da vueltas, por un momento siente que vive una vida que no es la suya. Bueno, sí es la suya, pero en otra línea temporal: una en la que Autumn no nació, Summer no murió y él siguió con sus estudios. Una vida como la de cualquier joven promedio: un estudiante de universidad que se divierte por las noches con sus amigos.
Imaginarse en esa situación lo pone de buenas, pero solo por un rato. La canción avanza y no solo Martin le hace los coros, sino también Skye y Leela.
¿Un mundo sin Autumn? No podría soportarlo.
Pero el Elliot de esa línea temporal no sabría que el Elliot de esta tiene una hija llamada Autumn. No podría extrañar lo desconocido.
Y Summer...
Summer. ¿Qué sería de Summer?
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Sábado 22 de febrero
2:32 am
Summer y yo nunca fuimos al baile de primavera en preparatoria. Yo tenía ganas de ir pero ella no. "Los bailes no son muy de mi estilo" solía decir. Nunca protesté, pues me parecía egoísta obligarla. Yo sería el único en pasarla bien.
En vez de ir a los bailes nos quedábamos en su casa viendo películas muy largas y comiendo Rocky Roads. Aquella vez vimos de una sola sentada las dos partes de Nymphomaniac, de Lars Von Trier. Cualquier otra pareja de adolescentes se hubiera calentado con la primera escena porno y follado en el sillón, pero nosotros no. Nosotros nos maravillamos y comentamos otras cosas: las asombrosas actuaciones, el realismo del CGI de los genitales, los colores que se utilizaron para ciertos flashback y la vibra melancólica de la protagonista al rememorar a su padre. Mi novia solía pausar la película cuando cierto frame le llamaba la atención. Lo señalaba como una niña pequeña en un zoológico.
"Mira qué belleza" me decía con emoción. Yo sonreía, enternecido.
Esa era Summer antes de Autumn. Qué diferente era Summer antes de Autumn.
Verano antes del otoño. Su otoño.
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