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Jueves 23 de enero

Supe que quería ser cineasta después de ver una película escrita y dirigida por Sofia Coppola. Era Lost in Translation, protagonizada por Scarlett Johansson y Bill Murray. Melissa, mi novia de entonces, me invitó a su casa para verla. Ambos teníamos quince años y las hormonas alborotadas. La película era una simple excusa para besarnos y manosearnos, pero no esperé que fuera tan buena. La primera escena me enganchó y entonces no pude apartar mis ojos de la pantalla. Conecté con ambos personajes, viajé a Tokio con ellos y sufrí por lo triste de su situación. Una amaba demasiado pronto, y el otro demasiado tarde.

Me fascinaron las locaciones, los diálogos y la música. Cuando la terminé me pregunté qué se sentiría crear una obra de arte tan bella como esa, y a las dos semanas me dispuse a ver blogs de escritura de guiones y empecé a escribir los míos.


Skye se acomoda las gafas con los ojos muy abiertos, como si en vez de escuchar un buen chisme lo estuviera por leer.

—¿Así acabó todo?—pregunta, decepcionada—. ¿No te dio una explicación?

Elliot niega con la cabeza y le muestra la pantalla de su teléfono: tiene abierto Instagram y la cuenta de Ruby no aparece en el buscador.

—Estoy bloqueado—dice Elliot—. De Insta, de Facebook, de todos lados.

Leela, Skye y hasta el callado de Martin intercambian miradas y después las clavan de nueva cuenta en la pantalla.

—¿Y cuándo te bloqueó?—pregunta Leela.

Elliot contiene un suspiro.

Debo saciar su curiosidad ahora, dice para sus adentros. Solo así me dejarán en paz.

—Me bloqueó la noche después de nuestra cita. Quise escribirle y no pude por ningún medio.

—¡Eso es ghosting!—exclama Skye, molesta.

—Qué perra—agrega Leela—. Si ya no quiere nada contigo debió decírtelo, no hacer esto. Es una cobarde.

—No importa—dice Elliot guardando su teléfono en un bolsillo de su abrigo—. Está bien.

—¡Claro que no está bien! ¡Es una perra!

—Muy perra—la apoya Martin.

—Es culpa mía por no decirle lo de Autumn antes—dice Elliot—. Además yo ya sabía lo de su manga gástrica emocional, debí alejarme.

—¿Manga qué?—pregunta Leela, perpleja.

—La situación es muy simple: Ruby ya no está interesada en mí, me ha bloqueado en todos lados (hasta lo hubiera hecho en Myspace, si la gente aún usara Myspace) y me evade cada vez que nos vemos por casualidad aquí o en el Seven. Tal vez es el tipo de chica que no sabe cómo rechazar a alguien, o quizá no le importo lo suficiente como para que me dé una explicación. Y eso está bien. No estoy molesto con ella.

Skye se pone seria.

—Puede que no estés molesto, pero sí triste. Tu tiempo y tus sentimientos son importantes, rojito.

—Claro que estoy un poco triste, pero se me pasará. Gracias por preocuparse, chicos—Elliot da la espalda a sus compañeros—. Iré al Seven por una rosquilla, ¿alguien quiere algo?

—Si te sientes muy mal ya sabes que puedes acudir a nosotros, Elliot, te queremos mucho—dice Leela.

Elliot abandona la sala de descanso sin decir algo más. Se va a uno de los elevadores y abre los ojos a toda su expresión al ver que dentro de él están Ruby y una señora viendo su teléfono.

¿Acaso esto es una puta comedia romántica? Maldita sea.

El joven se queda junto a la señora y saca su teléfono para jugar Tetris. La bajada le parece eterna.

—Elliot—le susurra Ruby—. Elliot...

Él alza la mirada.

—Hola, Ruby—dice, tratando de sonar tranquilo—. ¿Cómo estás?

—¿Vas al Seven? ¿Te...te puedo acompañar? Quisiera hablar contigo. Iba a llamarte esta noche...

Elliot aprieta los labios.

Mi orgullo dice que no, pero mi corazón de pollo dice que sí.

—Claro, puedes acompañarme.

Jodido corazón de pollo. Pío, pío, pío.

El joven la mira de soslayo mientras salen juntos del edificio y cruzan la calle.

No creo estar enamorado de ti, Ruby. ¿Entonces por qué me dolió tanto que me hicieras esto? Yo sabía que iba a pasar, estaba preparado, ¿por qué me dolió?

Entran al Seven Eleven. Elliot se embriaga con los olores habituales.

Quizá porque en el fondo deseaba estar equivocado. Quería que me sorprendieras, que aceptaras el combo Whopper. Muy dentro de mí, aunque lo niegue, veía el inicio de una historia. Nuestra historia. Me visualizaba enamorándome de ti poco a poco, y a Autumn en tus brazos, tomándonos una foto los tres...

Elliot va a la sección de pan y café por una rosquilla cubierta de chocolate y café americano. Ruby, por su parte, solo toma un refresco de fresa. Ambos se sientan en la barra.

—Primero que nada quiero disculparme contigo por bloquearte. Fue muy tonto e inmaduro de mi parte—dice Ruby—. Eres un chico genial y la pasé increíble contigo, no merecías que fuera tan grosera. Lo lamento tanto, de verdad. Me dio un ataque de pánico cuando llegué a casa después de nuestra cita y lo hice. Sentí tanta vergüenza, no sabía cómo enfrentarte.

El joven la mira a los ojos, estoico.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no me dijiste que quedáramos como amigos y seguimos hablando?

Elliot sabe que no hace falta preguntarle porqué, pero quiere hacerlo. Quiere que Ruby lo confirme aunque duela.

—Porque...pues...eh...yo no estoy acostumbrada a las relaciones serias. Para mí es algo normal dejar de hablarle a un hombre después de nuestros encuentros o bloquearlo si es muy insistente. Hay algunos con los que sigo en contacto unos meses más si me gustan lo suficiente. Pero tú, desde que te vi, me gustaste mucho. Y no para un encuentro casual, fue de las pocas veces en las que me...enamoré. Por eso consideré algo duradero contigo.

—Pero a fin de cuentas me bloqueaste de todos lados, como a tus amantes locos de una noche—Elliot sonríe con sorna—. Y eso que ni siquiera nos acostamos.

—No es que quiera excusarme, eh...es que no estoy acostumbrada a los conflictos tampoco, a encarar a las personas aunque sea consciente de que no hice las cosas bien. Para mí es más sencillo hacer eso. Y no, tú no eres como esos hombres, tú eres mucho mejor, es solo que...no habías mencionado lo de tu hija, y yo no quisiera...

—No quieres tener nada conmigo porque soy padre.

—Suena horrible si lo dices de esa manera...

—Es la verdad—Elliot se encoge de hombros—. Y está bien. Tienes tus condiciones a la hora de buscar pareja.

—Es que soy muy needy, Elliot. Quiero que mi novio o novia me dedique mucho tiempo, que hagamos varias cosas juntos, y tú ya tienes prioridades. Yo no sería una de ellas.

—Sé que cometí un error al no decirte lo de mi hija desde el principio, pero tal y como tú dijiste, nada justifica tus groserías.

—Elliot...

—Tienes que trabajar en tu empatía y miedo a la confrontación, Ruby. No todo se soluciona desapareciendo de la vida de las personas. Tienes que pensar en los sentimientos de los demás también.

Ruby aprieta los labios. Sus ojos brillan por las incipientes lágrimas.

—Lo siento tanto...

—Acepto tus disculpas. Me imagino lo mucho que te costó acercarte a mí después de lo que sucedió, pero lo hiciste, y ese es el primer paso—Elliot sonríe—. Podemos seguir siendo amigos, si eso te parece bien.

La mujer toma su mano por encima de la mesa. Está temblando.

—Me...me encantaría.

・:*:・゚★,。・:*:・゚☆ 

Autumn mira fijamente las manos del barista. Este, con total destreza, sirve una montaña de crema batida sobre el tazón de cereal, para después agregar chispas de chocolate y finalmente una cereza.

—Aquí tienes, pequeña—dice, dejando el tazón frente a Autumn, quien lo toma con los ojos muy abiertos y una sonrisa.

—Muchas gracias.

—Yo solo quiero unos Cheerios clásicos con leche de almendra—pide Elliot.

Ya con sus órdenes listas, padre e hija toman asiento en una de las mesas en el centro del bar. Por lo regular suelen comer su cereal en la barra, pero Autumn dijo que quiere contar algo ultra secreto y no quiere que nadie más escuche. El Aria's cereal bar es su lugar favorito, y no solo por la gran variedad de cereales nacionales e importados que hay para elegir; es un lugar colorido, de ambiente familiar y que siempre pone películas de Pixar o anime para niños en sus enormes pantallas. Tiene todo lo que a Autumn le fascina.

—No le vayas a decir a tu abuela que te traje—dice Elliot, mirando los Lucky Charms de su hija—. Me matará si se entera.

—No, papi. Te lo prometo—responde Autumn, ofreciéndole su meñique—. Gracias por traerme.

Elliot sonríe y entrelaza su meñique con el de ella.

—Entonces...eh...¿qué es ese asunto ultra secreto que quieres contarme?

Autumn baja la mirada. Se toma unos segundos antes de responder:

—¿Recuerdas cuando te dije que la señorita Lee estaba decepcionada de mí?

—Sí, ¿qué pasó con la señorita Lee?

—Le pegué a Miranda. Es una niña de mi salón.

—¿Le...le pegaste?

La niña asiente y da una bofetada al aire.

—Así lo hice. Dos veces. Ella se puso a llorar.

—¿Y por qué lo hiciste?

—Pues...

Autumn toma la cereza en su cereal y se la come. No mira a su padre a los ojos.

—Lo hice porque dijo mentiras para ponerme triste.

—¿Qué te dijo?

—Yo eh...estaba en los columpios con Bradley. Luego Miranda se me acercó y me preguntó por qué mi mamá nunca viene a recogerme. Yo le dije que mi mamá es un ángel en el cielo y ella respondió que es mentira porque Dios y los ángeles no existen. Yo le dije que sí existen y ella dijo que no y me enfadé y lo hice.

—Wow, qué niña más cruel.

—Y mentirosa. Y sus padres también. Miranda me dijo que son arterios.

—¿Ar...qué?

—Arterios, significa que saben la verdad de todo.

Elliot se rasca detrás de la oreja, asimilando todo lo que acaba de oír.

—Creo que lo que quiso decir es "ateos", Autumn. Esas personas...ellos...bueno, no creen en Dios.

—¿Por qué?

—Cada uno tiene sus razones.

—Eso es triste porque se creen mentiras. Mamá sí es un ángel, ¿verdad papá?

—¡Oh, por supuesto! Y uno de los más bonitos que existen. Princesa, no está bien lastimar a los demás...

—Lo sé, no me gusta lastimar a la gente. Pero Miranda me lastimó a mí—señala el lugar de corazón—. Y creo que esto duele más.

—Miranda solo te dijo lo que ella cree, tal vez no quiso ser mala contigo.

—Mmm...puede ser. Miranda no me hizo daño hasta ese día.

—Tú eres una niña buena, Autumn. Sé que puedes perdonar esto.

Autumn sonríe a su padre. Hay alivio en sus bellos ojos.

—Sí, creo que puedo hacerlo.

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