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Miércoles 15 de enero
No tengo idea de cómo empezar. Estoy decidido a hacer esto porque vi un artículo en el periodico de ayer donde se listan los beneficios de escribir un diario. Uno de ellos es que mejora la salud emocional y reduce el estrés. Eso suena bien. No tengo dinero ni energía para ir a terapia, y creo que esta es una buena alternativa.
Estoy algo oxidado. Solía escribir antes y escribía mucho, pero eran guiones de películas o cortometrajes. Dejé de hacerlo poco después de que nació Autumn (Autumn es mi hija, por cierto). No soy bueno en la prosa. Ni en el verso. Le escribí unos poemas a Summer cuando éramos novios y ella decía que eran lindos solo porque me quería. No debería hablar de Summer qué demonios, esto no ayuda a mi salud mental.
Supongo que debería iniciar por lo básico: Me llamo Elliot, como el de Tokyo Mew Mew (en su versión estadounidense, la que está ultra censurada). Tengo veintidós, los cumplí hace una semana. Soy auxiliar contable (porque la vida me odia) y padre soltero. Me gusta la pizza con piña y las películas de Quentin Tarantino (si le quitas las escenas innecesarias de pies). Creo que estoy exagerando con los paréntesis, trabajaré en eso. Puede que esto me ayude con mi ortografía también.
Vivo en una casa acogedora con mi madre y mi hija. Madre me ayuda con Autumn. Autumn es linda, se parece mucho a mí. Tenemos el mismo pelo rojo, y la nariz y las pestañas. Creo que
Elliot cierra el cuaderno en cuanto Leela, su compañera, entra a la sala de descanso.
—¿Qué haces?—pregunta ella, inclinándose a la mesa. El joven da una mordida a su sándwich de mortadela y le da un amago de sonrisa.
—Cosas.
—Cosas—reitera la mujer, alzando una ceja. Elliot le encuentra un gran parecido a Jasmine de Aladdin, hasta tienen el mismo delineado en sus ojos—. ¿Estás escribiendo guiones otra vez?
—Lo intento.
—Muy bien. Me alegra que no olvides tus pasiones—deja un vaso con café a su lado—. Toma, está como te gusta.
—Gracias, había olvidado hacerme uno.
—Siempre lo olvidas. Tres años aquí y eso no ha cambiado. Bébelo rápido, te quedan como diez minutos.
—¡Es verdad!
Elliot da pequeños sorbos sin detenerse.
—Por cierto, quería contarte algo. Es sobre Ruby Thomas—dice Leela.
—¿La secretaria del jefe? No me digas que se descubrió que andan juntos.
—¡No, tonto! Marissa me dijo que Johanne le dijo que Ruby cree que te ves sexy con la corbata gris, onda Christian Grey.
—Pero soy pelirrojo.
—Christian Grey pelirrojo.
—No me va lo sado.
—Christian Grey pelirrojo y vainilla como el carajo.
—Entonces no sería como Christian Grey.
Leela suspira.
—El punto es que quizá te pida que salgan juntos.
—¿Pero por qué? Solo hemos hablado como por cinco minutos en las fiestas de navidad.
—Quiere conocerte, ¿no se te hace linda?
—Muy linda. Sexy.
—¿Entonces?
—Apenas y tengo tiempo para mí. Ya sabes, todo es trabajo y Autumn. Y me gusta que así sea, no me quejo. Creo que...no necesito a alguien ahora.
—El amor paternal no lo es todo en la vida, nene.
Elliot apura el café. Ahora le sabe más amargo que de costumbre.
・:*:・゚★,。・:*:・゚☆
Jueves 16 de enero
Tengo los dedos más rápidos de toda la costa oeste. Estoy tan acostumbrado a teclear que ya puedo hacerlo en piloto automático. Hay veces en que me siento incluso más ligero que de costumbre, y otros en donde hay una roca imaginaria sobre mi espalda. Mi piedra de sísifo es colosal. Avanzo rápido, soy productivo, pero todo es gris. Mis jornadas laborales adquieren un poquito de color en mis treinta minutos de descanso cuando hablo con Leela, Skye y Martin, que son mis compañeros de trabajo. Leela es de ascendencia india y parece una princesa Disney. Skye es bajita, robusta y me trata como si fuera un niño. Martin lleva poco tiempo acá. No habla mucho, pero es amigable. Me recuerda a mí cuando recién ingresé.
Ayer, cuando llegué a casa, mamá me dijo que Autumn estaba molesta con ella porque no compró Lucky Charms sino Corn Flakes sin azúcar. Autumn consume mucha azúcar y quiere que coma más sano. Es una niña de solo cinco años, pero a veces es inmadura incluso para esa edad. Tiene el temperamento de su madre. Oh mierda aquí vamos de nuevo.
Entonces fui a su habitación y le dije que su abuela solo lo hacía por su bien, porque el azúcar la hará gordita y la enfermará.
"Pero yo no me pongo gorda, papi" respondió "He estado flaquita toda mi vida".
"Bueno eso es verdad, pero a veces aunque uno esté bien por fuera no significa que lo está por dentro. Debemos cuidar lo que hay dentro de nosotros".
"¿Como mi corazón?"
"Exacto".
"¿Abue me cuida el corazón?"
"Sí".
Autumn me miró con los ojos muy abiertos. Las comisuras de sus labios bajaron y empezó a sollozar. No era un llanto escandaloso. En cambio, era muy suave.
"Abue es tan buena y yo tan mala..." dijo.
Entonces fue a la sala para abrazarla y pedirle perdón.
Es verdad que tiene el temperamento de su madre, pero el corazón de pollo se lo heredé yo (y lo de ser llorona también).
Elliot abandona la empresa para ir a la tienda de autoservicio que está cruzando la calle. Planea quedarse ahí el resto de su descanso para poder continuar con su diario sin que lo molesten. Una parte de él se siente culpable porque sabe que tanto Skye como Leela adoran pasar tiempo con él, pero últimamente la sala de descanso lo asfixia.
Entra y se dirige a la sección de café. El ambiente huele a salchicha frita, latte de vainilla y queso para nachos. Le gusta estar ahí, pues el aroma y los sonidos de las cajas registradoras lo relajan. Toma un vaso mediano para servirse un capuchino regular.
—¿Grant?—dice una suave voz de mujer a su derecha. Él voltea para encontrarse con el bonito rostro de Ruby—. Hola, ¿cómo te va?
Ruby Thomas, dice Elliot para sus adentros, recordando el chisme de Leela. Ruby Thomas, Ruby Thomas...
—Me...me va bien, gracias. ¿Y a ti?
Ruby termina de servirse un capuccino mocha y se dispone a buscar una tapa.
—Hoy está siendo un día especialmente duro pero creo que lo estoy sobrellevando bien—dice.
—Me alegro.
Elliot no es del tipo tímido. De hecho, cuando iba a preparatoria, era de lo más populares. Pero Ruby es muy bonita, le recuerda a Jessica Rabbit pero con proporciones humanas y cabello oscuro. Una mujer así intimidaría a cualquiera.
—Me gusta tu corbata—dice ella—. Queda bien con tu tono de piel.
Elliot, quién no recuerda cuál se puso, baja la mirada. Es la corbata gris.
Oh.
Su rostro arde. No puede apagarlo.
—Lo digo de buena manera, en serio, no era mi intención incomodarte—dice Ruby.
—No, no, está bien. Gracias. Es de las corbatas que más me gustan. Puedes comprar una igual en Target si quieres uh...digo, sí, me gusta esta corbata—aprieta los labios—¿Qué estoy diciendo?
Ruby ríe.
—¿Vas de vuelta a la oficina?
—No, de hecho voy a comprar un sándwich de pollo y quedarme en las barras de aquí.
—Mi favorito es el de tres carnes. Puedo acompañarte si quieres.
Ocupan la barra tras elegir sus sándwiches y hacer fila para pagar. Ruby le cuenta sobre su trabajo, lo pesado que a veces es el señor White y algunos de sus pasatiempos, como la jardinería y el arte abstracto.
—Mira, hice este la semana pasada—dice Ruby mostrándole una foto en su teléfono; es un lienzo con manchas rojas, amarillas y negras—. ¿No es hermoso? Lo titulo "El centro de mi ser".
Es feo, piensa Elliot. Feo y kitsch.
—Vaya, qué profundo—dice—. Creo que aquí desnudaste tu personalidad: brillante, persistente y juvenil.
—¡Qué maravillosa interpretación!
Ruby no es tan arrogante como aparenta. Es una chica sencilla y agradable. Elliot se siente mal por juzgar sus gustos y aficiones, después de todo él fue—y sigue siendo—un pretencioso de mierda.
—¿Y tú qué haces cuando no estás en el trabajo?—pregunta Ruby.
—Veo películas. Muchas películas. Cuando era adolescente solía escribir guiones para cortometrajes. Mis compañeros y yo nos divertíamos mucho haciéndolos.
—Así que también eres un alma creativa. Eso nos hace aún más compatibles.
—Sí, eso creo...
La mujer se pone seria.
—Mira, sé que eres un poco más joven que yo y puede que esto te incomode, lo entiendo perfectamente, pero igual quisiera que saliéramos alguna vez.
—Solo eres como uno o dos años mayor, eso no es nada—dice Elliot, preguntándose por qué no está buscando una excusa para declinar—. A mí también me gustaría que saliéramos.
¿Estoy diciendo todo esto por compromiso?, piensa. Sí, eso creo. O quizá en el fondo yo...
—Estupendo. ¿Puedes este sábado? Conozco un restaurante sushi & lounge muy bueno en el centro de la ciudad.
—Sí. Yo podría recogerte si quieres eh...¿Me darías tu dirección? Si no te parece está bien, no me molestaré si no me la das, en serio.
Ruby ríe.
—Eres adorable. ¿Tienes donde anotar?
Elliot saca su ticket de compra de su bolsillo y Ruby un bolígrafo de su delicado bolso. El hombre la mira anotar varias cosas además del número al reverso del ticket.
—Listo.
En el ticket aparece el número, dirección, Instagram y Facebook de Ruby.
—Te veré a las dos de la tarde—dice ella, para después dar un sorbo a su capuchino.
・:*:・゚★,。・:*:・゚☆
Elliot revisa su colección de CDs.
¿Black Veil Brides? No. ¿Natasha Blume? No. ¿Far Caspian? Mmm...tal vez.
El joven reproduce el primer EP de Far Caspian con una mueca de disgusto. Sabe que ningún soundtrack, por bueno que sea, hará más llevadero el tráfico. Son horas muertas, tiempo que jamás recuperará.
Tengo hambre. Mamá dijo que hoy haría espaguetis con queso para cenar...
Mira el Instagram de Ruby. Es muy admirada ahí también. Tres mil likes en una sola foto.
—Soy un bastardo con suerte—musita con una leve sonrisa, pero después vuelve a fruncir el ceño.
No, no lo soy. Sé exactamente cómo terminará esa cita. No sé por qué me metí en este lío en primer lugar.
Su teléfono suena. Es Skye.
—¿Cómo está mi rojito favorito?—dice ella con voz cantarina.
—Hambriento y atascado en el tráfico. ¿Y tú?
—Ya estoy en casa. Espero a que mi esposo llegue para cenar. Oye, quería preguntarte algo.
—Claro, dime.
—¿Es cierto que saldrás con la secretaria del señor White el sábado?
Elliot se estremece.
—¿Cómo demonios sabes eso?
—Martha de Recursos Humanos le dijo a Jenny que Anna le contó que Ruby te invitó a salir y aceptaste. El rumor fue confirmado por Paul de Informática, dijo que los escuchó cuando fue al Seven Eleven por unos Cheetos.
—La privacidad ya no existe—contesta Elliot, perplejo—. Sí, acepté, pero ya estoy pensando en una excusa para no ir. Se me ocurrirá una buena, estoy seguro.
—¿Estás loco? ¡Es la chica más guapa de toda la empresa!
—Tal vez no lo es. Sinceramente no he tenido chance de estudiar a las otras, si no ya hubiera armado mi top ten.
—Ella estaría en el número uno de tu lista. No seas tonto y aprovecha, muchos quisieran tener tu oportunidad.
—Mmm...No lo sé...
—¿Qué es lo que te hace dudar?
Elliot contiene un suspiro.
—Autumn—dice, como si fuera obvio.
—¿Qué tiene que ver tu nena con Ruby?
—Míralo de esta manera: la mayoría de las mujeres tienen una manga gástrica emocional.
—¿Manga qué?
—Manga gástrica. Esa operación en la que te extirpan casi todo el estómago para que comas poquito y así bajes de peso.
—No te entiendo.
—Las mujeres tienen una manga gástrica emocional y los hombres solteros y sin hijos son una Whopper con queso. Los padres solteros como yo somos un combo: Whopper, papas y soda. Autumn es papas y soda. Las mujeres tienen manga, así que solo pueden consumir una Whopper, no quieren papas ni soda.
—Elliot, creo que...
—Ruby me rechazará en cuanto sepa que soy un combo Whopper.
—¡Tonterías! ¡Te estás rindiendo sin intentarlo!
—Solo estoy siendo realista.
—Además dijiste "la mayoría de las mujeres", y Ruby podría ser una excepción.
—Ohh, por supuesto—responde Elliot con sorna—. La mujer fuerte e independiente de veinticuatro años va a ser la excepción.
Elliot no puede ver a Skye, pero está seguro de que acaba de fruncir el ceño.
—Si no sales con Ruby me voy a enojar contigo. Y Leela también. Y todo el departamento de contabilidad—dice.
—Deberían hacer algo más productivo con su tiempo libre que armar telenovelas en la vida real.
—Esto no se trata de entretenernos con una telenovela en la oficina...bueno, un poco, sí, pero también se trata de tu felicidad.
—¡Vas a decirme lo mismo que Leela!
—¿Qué te dijo Leela?
—Que "el amor paternal no es suficiente". Escucha, estoy bien así. No necesito una mujer para sentirme completo. Agradezco mucho que se preocupen por mí, pero hablo muy en serio cuando les digo que me gustan las cosas tal y como están ahora.
—Elliot...
—Hasta luego, Skye.
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