Para mi sobrino.
Mi pequeño príncipe,
sé que no ha llegado aún tu hora.
Sé que no has podido estar en este mundo
suficiente tiempo para ver la aurora
de un nuevo día que nace,
ni el sol que besa las planicies
con el primer canto de las aves.
Mi pequeño caballero,
mi dulce, tierno y puro compañero,
que nadie te culpe por tu retraso.
Que nadie te ofenda, te entristezca;
que no te hiera el tener que dejarnos.
Un día, tu hora sí llegará.
Un día, tú sí nacerás.
Espíritu intrépido, indomable,
valiente y hábil,
vendrás a nuestro reencuentro
con una sonrisa en los labios,
y nosotros, jubilosos,
tendremos tanto amor que regalarte,
que esas perlas se volverán aún más blancas,
y más brillantes que los astros
en los que ahora te refugias,
y a los que llamas casas.
Sobrino adorado,
si no es ahora, que sea más tarde.
Que llegues volando aquí,
junto a nubes más claras,
cuando la tormenta se acabe.
Querido niño, serás extrañado.
Pero esa añoranza no será eterna.
Un pestañeo y estarás de vuelta en la tierra.
En los brazos de tu madre, de tu tía, de tu abuela,
e incluso de tu abuelo, que hasta ahora se niega,
en aceptar que está viejo, y prefiere referirse
a sí mismo como tu tío.
(Y sí, sabemos que eso es ridículo).
Espera, cariño. Espera.
Siempre el aire se calienta, luego de un período frío.
Siempre llega la primavera; siempre termina el sufrido
y largo invierno; ninguna tempestad es eterna.
¡Solo espera!
Aquí te aguardaremos,
con amor y con paciencia.
.............
Nota: Lo escribí para mi hermana, que tuvo un embarazo anembrionario. Y también para el alma de mi sobrino, que sé está dando vueltas por algún lado, esperando su momento de volver aquí a la tierra de nuevo.
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