Un puñado de chiflados
Aterrada como vivo de la rutina,
nada alegra mas mis días que un destello de singularidad,
aquellos disturbios que interrumpen la repetición del día a día.
Un hombre mayor meneando la cabeza,
rompiendo los mitos de la edad, del cansancio y la vergüenza,
dejando fluir el balanceo que la melodía le ofrece.
Un músico que decide interrumpir la barahúnda citadina
para sugerir un nuevo ritmo a los transeúntes,
quienes sin darse acallan sus voces internas para escuchar.
Una persona riendo con un libro, olvidándose del aquí y el ahora,
sintiendo por cada personaje de la entramada historia,
observarla estremecerse con cada coma, reírse del punto.
Estas ínfimas casualidades hacen mi vida mas llevadera,
evitan mi desesperación ante lo cotidiano,
me instan a soportar una hora mas, un día mas.
Centelleos de estrellas que permiten mi supervivencia.
Por estos inesperados accidentes puedo respirar,
me regalan un soplo de oxigeno dentro de un cuarto opresivo.
Vivo para estos instantes, contemplandolos hasta absorberlos,
acechando a sus actores con la misma devoción con la que otros buscan a Dios,
deleitándome con su simple ocurrencia.
Periodos en los que otros parecen tener tan poca cordura como yo,
me mantienen esperanzada de que un día encontrare el sentido,
tal vez hay algo mas que la reproducción de la misma escena.
Un breve segundo que aleja todos mis temores,
que me hace sentir que no estoy sola,
que somos un puñado los chiflados.
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