× 17 × Cambio ×
(Continuación de Personalidad)
Nombre: Bridgette Dupong-Cheng.
Edad: 27 años.
Ocupación: Licenciada en recursos humanos.
Antigua ocupación: Heroína de París, Ladybug.
Características: Mujer alegre y dinámica. Residente de China, trabajadora y emprendedora.
Amor platónico: Félix Agreste.
Nombre: Félix Agreste.
Edad: 28 años.
Ocupación: Licenciado en administración de empresas.
Antigua ocupación: Héroe de París, Chat Noir.
Características: Hombre errático, iracundo, de pocas palabras, adicto a la cafeína y la nicotina. Residente de Inglaterra, serio y autoritario.
Amor platónico: Desconocido.
×××
Han pasado diez años desde que mi vida dio un giro de 360°.
Cambié mi actitud frente al curso, me volví alegre, hablaba con mis compañeros y todos los rumores que se habían disipado sobre mi se esfumaron.
Félix me trajo a China, volví a ver a mis antiguos compañeros.
Le di mi primer beso...
Al volver a París, sus padres lo mandaron a Inglaterra... Todos lloramos en su partida. Dejó de ser Chat Noir...
Me mudé a China a las pocas semanas. Entregue mi Miraculous nuevamente a Fu, al igual que Félix, el maestro dijo que vería cual sería su nuevo proceder.
Luego supe que se desarmó el Quanti Kids y fueron nombrados dos nuevos súper héroes, pero esta vez, sólo Ladybug y Chat Noir.
Hablaba con él por teléfono una vez por semana, pero un día no contestó más. Llamé varias semanas pero nunca atendió...
Pasaron diez años... Me surgió una transferencia a Inglaterra. Nunca pude imaginar con quien me encontraría... El mismísimo Félix Agreste... Pero ya no era él... Era otra persona, alguien opuesto a él... Ya no era el mismo chico alegre que me enseñó a cambiar y ser feliz... Era alguien amargado.
No me reconoció cuando llegué a la empresa... No quise decirle que era yo, ya me dolía que no me reconociera. Tuvimos algunas discusiones, soy la única que le hace frente, pero siempre me voy a llorar a un baño... No puedo creer en lo que se convirtió Félix... La persona que me enseñó a cambiar para bien... Cambió para mal...
Pero está noche, es diferente.
×××
Hoy Félix no fue a trabajar, tuve que hacerme cargo de su parte.
Fue extraño, casi nunca falta a su trabajo, menos sin avisar a donde estará.
Debido a esto, soy la última en irme. Me dejaron las llaves para que deje cerrando todo. Hoy entramos a trabajar a las dos de la tarde y salíamos a las ocho, pero terminé saliendo a las once y media culpa de Félix...
Quiero odiarlo pero no puedo...
Al salir, agarro mi auto y me dirijo a mi casa.
Paso por un nuevo resto-bar, no estaba camino a casa.
Decido entrar y pediré un trajo suave para pasar el rato y despertarme un poco.
Debido a que ya no hay abasto en la zona sin humo, me toca ir a la sala de fumadores.
Me dirijo allí y me siento en la barra, llevo puesta la falta negra del trabajo y una camisa blanca, estoy muy uniformada. Por suerte, dejé la chaqueta en el auto.
Mi cabello está recogido en un rodete, decido soltarlo.
Mi maquillaje no está tan mal, labios intensamente rojos y esfumado negro de los ojos.
—¿Qué pedirá damisela? –Dice el barman.
—Desearía un trago tropical sin alcohol, por favor.
—A sus ordenes.
Miro a mis costados.
Hay un hombre corpulento tirado sobre la barra y una botella en mano.
Sólo alcanzo a leer “Ron al café”.
Su cabello es rubio y lacio tienen cierta elegancia acompañando su traje negro.
El barman sirve mi trago.
—¿Y ese de ahí? –Le pregunto por el hombre.
—Lleva horas aquí, sólo pidió esa botella.
—¿Cuántas tomó?
—Esa creo que fue la cuarta.
El hombre se levanta, tiene un cigarrillo en la boca...
Es Félix Agreste...
Me siento a su lado.
Enciende su cigarrillo y tira el humo sobre mi.
Empiezo a tocer.
Se percata de mi presencia.
—Discúlpame señorita no me di cuenta de su...
Enmudeció, yo lo miro con mi peor cara.
—¿Bridgette? –Me mira bien– ¡Bridgette! –Dice arrastrando la "i" y enroscando sus brazos sobre mi torso.
Atino a quitarle el cigarrillo de los dedos y lo apago en el cenicero. Despide terrible un olor café, cigarrillos y alcohol, la peor combinación para mi.
—¿¡Pero qué haciendo!? ¡Por tu culpa tuve que hacer cargo de tu trabajo!
Él se levanta.
—¿Trabajo?
—¡En la compañía!
—Eso no importa –Dice sonriendo y volviendo a llevar la botella a sus labios.
Tomo la botella y la vuelvo a la mesa.
—¿Qué te pasa Félix?
—¡Yo soy feliz! ¡Café y alcohol es lo mejor!
Intenta agarrar el cigarrillo pero se lo quitó y lo vuelvo a dejar en el cenicero. Está colmado de cerilla, y no solo hay uno, sino tres de ellos... Espero que no sean todos de él.
—¿Por qué no fuiste a trabajar? –Le pregunto enojada.
—Yo ya no tengo la obligación de trabajar... Quiero estar en paz –Apesta a alcohol.
—Señor, suba esto a mi cuenta –Le solicito al barman.
—Serían mil doscientos cuarenta euros damisela.
—¡Mil doscientos cuarenta euros!
—¡Yo lo pago! –Dice Félix tirándose sobre mi.
—Esta bien, súbalo en mi tarjeta de crédito, en tres pagos –Acerco mi cartera con Félix encima, comienza a restregar su cara sobre mi espalda como un gato.
El barman simplemente se ríe, no debe ver esta situación a menudo, o tal vez si, y por eso se ríe.
Firmo el ticket y me devuelve la tarjeta.
—¿No tomara su trago?
—Con él así no creo que pueda, mejor me lo llevó antes de que haga algo.
El barman se ríe y limpia la mesa.
—Sólo subí la cuenta de él, su trago me lo quedo yo ya que no pudo ni disfrutarlo.
—Gracias...
Me levanto con Félix encima, llevar tacones no me será muy conveniente.
—¿Desea ayuda damisela?
—No se preocupe, hasta al auto llego.
Eso creo...
Apoyo un brazo de Félix sobre mi cuello y baja del taburete.
Intenta cambiar pero se tambalea de un lado a otro, solo ruego que no se caiga sobre de mi.
Un portero me abre la puerta para salir, mi auto está a unos pasos nomas.
Estoy por abrir la puerta pero Félix se me tira encima, arrinconándome contra el auto.
—Bridgette...
Agradezco en cierta forma que recién ahora se halla caído, porque no me golpee contra el piso.
Corro a Félix a un costado y abro la puerta, con cuidado, lo siento despacio, aunque termina por tirarse sobre el asiento y el freno de mano, se durmió. Lo vuelvo a sentar y coloco sus piernas adentro, le coloco el cinturón.
Me voy para el asiento del conductor. Me siento y apoyo mis manos sobre el volante.
—De acuerdo... –Lo miro, sigue dormido– ¿A donde iré?
Podría llevarlo a mi casa o llevarlo a la suya. No puedo dejarlo solo en este estado.
—A donde esté más cerca.
Miro los bolsillos del pantalón de Félix, el bolsillo del lado de la puerta parece tener algo.
Apoyo una de mis rodillas sobre su asiento y meto mi mano en sus bolsillos.
—¡Eso no se hace!
Ahogo un grito, me hizo asustar.
—¡Me está robando! ¡Me está robando!
Saco todo lo que tiene. Llaves, celular, algo de dinero en efectivo, no tiene la billetera...
Miro su saco, de la parte de adentro debe tener un bolsillo. Meto la mano.
—Señorita... ¿Tiene permiso para tocar esa parte de mi cuerpo...?
¡Santo cielo! ¿No se podría quedar callado?
Tiene una sonrisa juguetona pero intento buscar su billetera.
Toma mi mano y la lleva a la altura de su corazón.
—¡Tú! –Me apunta con un dedo en la nariz– Estás aquí –Apoya su mano sobre la mía.
Está muy ebrio, puedo sentir su olor a alcohol. Sólo... Tengo que concentrarme en lo debido.
Bingo, está en el bolsillo paralelo, olvidé que es zurdo y posiblemente se haga trajes a medida.
Me siento nuevamente en mi asiento y me coloco cinturón de seguridad.
Abro su billetera, tiene más efectivo, tarjetas de crédito, tarjetas de debido, su documento.
Nombre, fecha de nacimiento... Su cumpleaños... Es hoy... Sigo leyendo, su domicilio. Vive cerca de aquí, a un par de cuadras, yo vivo lejos así que a su casa será.
Coloco música de alguna radio que mi auto capte. Después de un rato alcanza una radio de música romántica
Félix empieza a cantar lo que suena, no conozco la canción. Solo intento concentrarme en el frente y llegar a nuestro destino.
Comienza a sonar una canción de Il Divo en italiano.
—No me abandones así, hablando sólo de ti, ven y devuélveme al fin, la sonrisa que se fue.
Canta con tanta pasión que es inevitable para mi no mirarlo, hasta tiene los ojos lagrimosos.
—Una vez más tocar tu piel –Posa su mano sobre mi rodilla y la sube deslumbrando parte de mi pierna a medida que levanta mi falda.
—¡Félix! –Digo sacando su mano de allí y tirándola para su lado.
Él se ríe por su travesura.
—¡Recuperemos lo que se ha perdido! –Toma mi mano y la lleva a su pecho mientras se abraza.
No le quito mi mano.
—¡Regresa a mi! –Dice Félix mirando al frente, llevando su mano derecha a la altura de su corazón, con mi mano entrelazada a la suya, y la otra la eleva en la medida que desafina al cantar– ¡Quiéreme otra vez!
Me río y miro al frente intentando concentrarme de nuevo en el camino.
—¡Borra el dolor que al irte me dio cuando te separaste de mi!
Puede sentir que me mira, pero quiero seguir concentrada en el frente. Aún si desafina me parece lindo.
—Dime que sí, ya no quiero llorar –Lleva mi mano a su mejilla, está húmeda– regresa a mí.
Miro su rostro, está aparentemente seco pero aún así sentí el dorso de mi mano mojada.
—Extraño el amor que se fue, extraño la dicha también, quiero que vengas a mí y me vuelvas a querer. No puedo más si tú no estás, tienes que llegar, mi vida se apaga sin ti a mi lado.
Se tira en mi hombro, es un poco pesado.
—¡Regresa a mi! ¡Quiéreme otra vez! ¡Borra el dolor que al irte me dio cuando te separaste de mí!
Tal vez sería divertido ir con él a un karaoke alguna vez, aunque no sería el mismo.
—Dime que sí... Yo no quiero llorar... Regresa a mí...
Ahora su noto de voz se va apagando.
—No me abandones así, hablando sólo de ti –Apoya su rostro en su pecho, a pesar de que me incomoda, no le digo nada– devuélveme la pasión de tus brazos –Pasa su rostro por mi seno.
—¡Suficiente! –Detengo el auto de golpe.
—¿Qué pasa Bridgette Lina?
Creí que no conocería mi segundo nombre...
Suena tan coqueto como Chat Noir, sus ojos están cristalizados y rojos pero su sonrisa es amplia. Me confunde tanto.
Desabrocho mi cinturón, apoyo un mano en su asiento y bajo la ventanilla de su lado. Misteriosamente está callado.
Puedo sentir su mirada en mí espalda.
—¿Por qué me miras tanto?
—¿Me vas a privar del privilegio de admirar a una mujer tan hermosa cómo tú?
Me limito a bufar por lo bajo.
—Ademas –Añade– con el pasar de los años, tu cuerpo se fue formando muy favorablemente.
Simplemente no le respondo, o le metería una bofetada.
Vuelvo a mí asiento. Continúa sonando otra canción romántica, está vez de Coldplay. Félix se apoya en la ventanilla y canta bajita la letra de Trouble.
—And I never meant to cause you trouble. And and I never meant to do you wrong. And ah well if I ever caused you trouble. Oh no I never meant to do you harm.
El recorrido a su casa se vuelvo un poco más tranquilo. Sé que sigue despierto porque sigo escuchando casi a modo de susurro su voz. Antes de que terminase la canción, llegamos a la dirección. Es un edificio...
Apagó el auto y con ella también se apaga la radio. Me bajo del mismo, saco mí cartera y me dirijo a la parte de su asiento. Ahora mira las estrellas mientras continúa susurrando el estribillo.
—¿Vamos? –Le pregunto en un tono más amable. Tal vez así responda mejor.
Sólo se despega de la puerta. La abro y está sentado mirando hacia el frente algún punto fijo en el cielo. Cierro la ventanilla.
—Ven –Le doy una mano.
Retrocedo un poco para brindarle lugar así puede salir del auto. Apoya un pie, se queda quieto con la mirada en el suelo. Apoya el otro pie y dirige su cuerpo hacia delante. Hace demasiada fuerza por lo tanto evito que se caiga agarrándolo de los hombros.
—Con cuidado, no quiero que te lastimes.
Se tira encima mío. Es muy pesado.
—Extrañaba que alguien cuide de mí…
—Félix...
—Tengo sueño –Ahora me abraza...
No sé cuáles son las fases de un borracho. Nunca me emborraché, ni cuide de uno.
—Caminemos así te vas a dormir. Un paso a la vez –Levanta un pie– Uno –Lo asienta adelante, sus pasos son el doble de los míos– Dos – levanta el otro pie, ahora sus pasos son como cuatro de los míos, estira mucho las piernas– Así, continuemos.
—¡Qué magnífico espectáculo!
Miro hacia la puerta. Asumo que es el portero.
—Miren a quien tenemos aquí, al señor Agreste llegando en un alto grado de alcoholemia siendo manipulado por una jovencita.
—¿Y tú quien eres?
—A ti no te incumbe pequeña niña.
Sin darme cuenta, Félix se soltó de mí y fue directo al hombre en cuestión.
—¿¡Quién te crees para hablarle así a mi Bridgette Lina!?
—Ahora eres pedófilo, no me sorprendería.
Félix intenta asestar un golpe en la cara de este tipo, pero el mismo se corre y termina golpeando una pared. Levanta su mano intentando golpearle pero me interpongo y lo detengo, me sorprende que aún conserve aquello de Ladybug.
—No sé quién eres, pero más te vale no molestarnos...
El gesto del hombre cambia uno de desagrado.
—Tsss. Yo me largo.
Se dirige hacia otro lugar, me pregunto quién será.
Félix se tira al suelo.
—¡Félix!
Se sienta en el suelo.
—Quiero dorm...
No llega a concluir su frase que regurgita encima todo lo que tomo... Es... Repugnante... Su camisa y pantalón se ensucian.
—Vamos... Tenemos que ir a tu apartamento.
Antes de abrir las grandes puertas de vidrio, reviso si las casillas de correspondencia tienen apellidos o nombres, para saber cual es su apartamento. Su apellido figura en el número 14, el problema aquí es que no sé cómo se distribuyen.
—¿Te acuerdas en cual piso vives?
Félix mirando al suelo asiente.
—Yo vivo... –Enmudese un instante– en el apartamento 14, piso… 4.
Con algo de dificultad abro las grandes puertas de vidrio. Debería haberme quitado los zapatos de tacón en el auto. Félix está pegado a mí, también enchastrándome con su vomito. Llegamos al ascensor, toco el botón nro. 4 y espero llegar a nuestro destino.
Félix permanece muy callado. Sus cambiantes estados me perturban un poco, no estoy acostumbrada a este Félix. Porque ni siquiera es el Félix del cual me enamoré en la secundaria. Este es un Félix borracho, problemático y ciclotímico. Eso no suma a su ya inexistente encanto del pasado.
Llegamos al piso 4, su cuarto está pegado al ascensor, por lo menos esto es de ayuda. Para abrir la puerta necesito una llave o una tarjeta.
—Félix.
Ni me mira, sólo está perdido en la nada.
—¿Tienes llave o tarjeta?
—No –Dice sonriendo como si esto le provocara gracia.
Ay... Que dolor de cabeza... No había pensado en esto hasta llegar aquí. Posiblemente las llaves las dejo en su auto y su billetera está en mío.
—Haremos una cosa. Tu espérame aquí sentado con mí cartera y yo iré al auto –No hay respuesta de su parte.
De alguna manera, al agacharme él se agacha conmigo y logro sentarlo en el suelo. Lo apoyo contra la pared, coloco sus manos en medio de sus piernas y encima mí cartera, encojo sus piernas para que nadie tropiece con él.
Me dirijo nuevamente al ascensor. No tarda nada en llegar abajo. La espalda y los brazos me están doliendo un poco, es muy pesado y se abalanza encima mío cómo si tuvieramos la misma estatura. Finalmente decidí quitarme los zapatos, mis medias cancan se ensuciaran o rasgaran, pero es lo último que me importa ahora.
Al llegar a la planta baja, vuelve a estar el mismo hombre de hace un rato. Está jugando con manojo de llaves.
—¿Qué haces aquí de nuevo?
—Vine a darte esto –Me tira el manojo– Félix los olvidó temprano en la oficina.
—¿La oficina? ¿Fue a trabajar?
—Así es Bridgette.
—¿Quién eres?
—Un primo lejano de Félix.
—¿Adrian?
—¡Hasta que te acuerdas!
—¿Qué pasó? Estás muy cambiado.
Sólo se rió.
—Los tres hemos cambiado mucho –Da media vuelta– por cierto, cuando recupere la consciencia dile que no acepto el cargo, que es todo suyo y que no se preocupe, no volveré a molestarle –Me mira sonriendo– cuídate –Vuelve a mirar adelante– y si se deja y tú deseas, cuídalo.
Se dirige en sentido opuesto a mí, directo a la puerta. Vuelvo al piso 4, Félix sigue sentado está abrazando sus piernas mientras mueve su cabeza de un lado a otro.
Tararea una vieja canción infantil, sobre los elefantes y las telarañas.
—28 elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña…
Me agacho para quedar a su altura.
—¿Vamos a buscar otro elefante?
Levanta la mirada hacia a mí.
—¡Bridgette! –Lo dice arrastrando la "i" y abalanzándose sobre mí, quedando ambos sobre el suelo.
Me está aplastando, aplasta mis piernas contra mí pecho. Es una situación muy rara.
—¡Creí que no volverías! –Dice restregando su cara sobre mí rostro.
—Me estás aplastando...
Se tira a un costado y lleva sus manos a su cabeza.
—¡Qué hacemos ahora!
Está tan entusiasmado como un niño que acaba de ver su serie favorita de superhéroes.
Levanto el torso del suelo y me imita. Encojo las piernas y me imita. Apoyo los pies en el piso sentándome en cuclillas y me imita. Es chistoso.
—Vamos –Me levanto totalmente del suelo.
Félix quiso hacer lo mismo pero se tambaleó. Así que lo agarro de un brazo. Sólo se ríe.
El manojo contiene cuatro llaves en total. Adrián no me indicó si alguna era del departamento.
Félix me quita el manojo y abre sólo la puerta. Entra con el torso encorvado y deja la entrada abierta, entro y cierro con cautela. Empieza a quitarse los zapatos con la punta de sus pies.
—¿Puedo saber que haces?
No me presta atención, no se si me ignora a propósito o realmente olvidó que vine con él hasta aquí. Se suelta los pantalones, estos caen al suelo y sigue caminando. Está por bajar sus boxer.
—¡Félix sigo aquí!
Se da la vuelta, me mira o tal vez mira a cualquier parte menos a mi. Emite un sonido indescifrable y continua desnudándose.
Me doy la vuelta, dispuesta a ignorarlo. Pero la curiosidad me gana. Está igual que como llegó al mundo...
Desduzco su cerebro llega hasta aquí y entra en automático, que más de una vez estuvo ebrio y esta es su rutina. Así que ahora puede estar yendo al baño o a su habitación. Aunque lo mejor es que se de una ducha.
Efectivamente, entró al baño. Me siento a un costado de la puerta, quiero asegurarme de que no hará nada tonto. Escucho la ducha abrirse, también escucho como si sacara algo de un estante y escucho como intenta encender un cigarrillo.
Abro la puerta descaradamente. Sigue encorvado, sus largos cabellos rubios cubren sus ojos.
—¡No vas a seguir fumando!
Sigue mirándome, para finalmente ignorarme y concentrar otra vez en su cigarrillo.
Se lo quito de la mano tirándolo al suelo. Mira el cigarrillo y saca otro de la caja.
Le quito la caja y la tiro bajo la ducha. Se dirige hacia la ducha y al agacharse, se queda en esa posición. Encojido, abrazando sus piernas y mirando al suelo. Da mucha pena verlo así, porque es alguien con un gran porte, casi impenetrable y ahora está totalmente vulnerable...
Me dieron ganas de abrazarlo. Y tal vez sino lo hago, pueda arrepentirme.
Me agacho frente a él y rodeo su cuello. Él me toma con sus grandes brazos y se sienta el suelo estirando sus piernas. Ahora yo he quedado encojida en su pecho. El agua nos moja a ambos. Puedo sentir su corazón y un lágrimas que podrían confundirse con el agua...
×××
El dolor de mi cabeza avisando que me odia más de lo que yo me puedo odiarme a mi mismo termina por despertarme.
La ventana está cerrada, llevo una camisa limpia y mi cabello húmedo.
¿Donde estuve anoche?
Algo se mueve bajo mis sábanas...
Casi frenéticamente quito la colcha ¿Y qué encuentro?
A nada más y nada menos que Bridgette Dupong-Cheng...
Lleva puesta una de mis camisas, también tiene unas medias negras muy sensuales. Yo no llevo camisa... Ni boxer...
Tiene que ser una broma... Una maldita broma...
¿¡Cómo no me voy a acordar si siquiera estuve o no con ella!?
Lo último que recuerdo fue que me metí a un bar luego de que perdiera mi empleo. Aunque las llaves están en mi mesa de luz.
—Me hace frio, vuelve a taparme.
Si se despierta, estoy frito.
Medio dormida, se endereza y busca la frazada. No hago más que acercársela.
—Gracias Félix.
¡Maldita sea! ¿Como no me voy a acodar que pasó anoche?
No puedo huir en silencio, es mi departamento y no sería normal que me fuera sin decir nada.
—Félix –Siento un frío correr por mi espalda al ver que se gira hacia mi– ¿Ya estás mejor?
—¡Obvio! –Intento no trabarme al hablar– Estoy de maravilla.
Su ceño está fruncido y mi sonrisa falsa (o nerviosa) no engaña a nadie.
—Félix –Se endereza y cruza sus piernas– ¿Acaso te acuerdas que pasó anoche?
—Obvio ¿Cómo no me voy a acordar? ¡Estaría loco si no fuera así!
Bridgette me mira entrecerrando los ojos.
—De acuerdo, te dejaré que te cambies.
Seguido esto, me guiña un ojo y sale caminando descalza por la puerta.
—¡Nooooo! –Resongo mientras tapo mi cara con una almohada– ¿Cómo no me voy a acordar?
Opto por cambiarme e ir hacía la cocina. Ella está sentada sobre la mesada, apoyando un pie sobre la misma y tomando café. Mi café se encuentra al lado de ella.
Me acerco callado, como si quisiera ser invisible ante sus ojos.
Tomo mi café y me quedo parado frente a ella.
—¿Cómo... Estás?
Ella, que no me estaba mirando hasta ese momento, dibuja una sonrisa traviesa en su boca, eso no me indica nada bueno.
—Como es obvio, estoy excelente.
¡No puede ser que ni recuerde que pasó ayer!
—Claro...
—¿También la pasaste bien?
—¡Claro que si! ¡Cómo no!
Miro hacia otro lado, ni he tomado del café. Ella deja su taza y se dirige a mi.
—Vamos, ayer no estabas así de tímido –Tira de mi cuello con sus manos– ¿Acaso no quieres repetir? –Susurra en mi oído.
—¡Bridgette!
Suelta una risa socarrona.
—Ay Félix... ¿Acaso deseas morir alcoholizado? –Su expresión cambió a una molesta– ¿Faltas al trabajo para ingerir cantidades inconscientes de Ron? ¿Si no era yo quien te traía a tu apartamento? ¿Vives en una burbuja?
Su forma de hablarme me hiere un poco, pero no puedo recriminarle nada. La he tratado igual por un tiempo y ella... ¿Me ayudó?
—Bridgette...
—¡Ay no Félix! Estuve toda la noche despierta para asegurarme de que no volvieras a vomitar. No te quise llevar a un hospital porque pesas mucho más de lo que mi cuerpo puede soportar y a las únicas personas que conozco aquí son del trabajo, no las iba a llamar para que vean lo que hace su jefe.
Se calla, no me mira.
—¿Te duele algo?
—Sólo la cabeza.
Me mira entre enojada y preocupada.
—Eres un maldito misterio.
Demasiado grande como para conocerlo en su totalidad.
(Lo iba a cortar aquí, pero casi 4000 palabras para quedé en la nada me parece un insulto para ustedes)
×××
Han pasado unos meses desde ese incidente en mi departamento. Luego de pasar toda esa tarde en mi departamento junto a ella me di cuenta que jamás había borrado mis sentimientos hacia Bridgette.
Sin embargo... He vuelto a despertar esa personalidad fría tan característica de la secundaria...
—Bridgette.
—¿Qué quieres? –Me dice sin despegar la vista de su computadora.
—¿Vamos a un café?
—No.
—Vamos –La abrazo por la espalda y acurruco mi cabeza en su cabello.
—No te doy un golpe en la cara sólo por la vergüenza que ya me provoca saber que todos nos están mirando.
—¿Y eso que importa?
Para nadie era noticia nueva que cargosee a Bridgette constantemente, ya sea con regalos, con mimos y ya era normal para todos ver que ella me rechazara o mirara con desprecio.
—Me la debes, en la secundaria no aceptaste mi café.
—Eso fue hace más de 10 años.
—Pero igual me la debes.
Apoya sus manos en su falda. La suelto y gira hacia mi.
—¿Me dejarás de molestar?
—¡Lo prometo!
Volvió a girar sobre su silla.
—Gracias.
Volví a abrazarla de la misma manera.
Estaba vez, supe que sonreía.
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