Siete: Neji le ayudó demasiado
Notas: Universo Alterno | Rated K+ | Romance - Hurt/Confort.
Tema elegido: Suicidio.
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Sabía que no debía hacer eso, pero no pudo evitarlo. Salió de su centro de trabajo, intempestivamente, corriendo rumbo a la casa que quedaba bastante cerca del consultorio, sin importarle dejar su cartera en la oficina. Solo tenía ese rostro en su mente y cada palabra emitida por el padre de él en la llamada que le hizo hace unos minutos.
"Mi hijo... mi hijo murió. Se suicidó. Lo encontramos muy tarde en su dormitorio, le había puesto cerrojo a su puerta".
No podía creer que él se haya suicidado. Se maldijo a sí misma por no poder haber hecho algo al respecto, antes de que sus problemas desencadenaran en la tragedia que implicaba.
Él no podía estar muerto.
Tenten llegó a la casa, con el rostro enrojecido y respirando por la boca. Sus ojos temblaron al ver la ambulancia detenida justo en la entrada del domicilio, pudo vislumbrar también a la pareja de esposos, los padres de él, llorando. La madre se veía destrozada. Ella había hecho de todo con tal de evitarlo, sembró sus esperanzas en la castaña.
Y Tenten, a unos metros, dudó en acercarse. No podía, le remueve la consciencia. Se sintió tan mal que le fue imposible contener el llanto, por lo que tuvo que cubrir su rostro, con el fin de sofocar sus sollozos. No quería que la vean, su dolor no era comparable al de la familia.
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No tuvo ganas de regresar al trabajo, pese a que se percató que debía ir por su cartera: ahí tenía sus llaves y su dinero. El celular lo había apagado hace un buen rato, sin ánimos de contestarle a alguien. Tan solo arrastraba sus pies rumbo a su hogar, el cual tampoco le quedaba muy lejos. Agradecía eso, puesto que quería caminar, quería intentar despejar su mente, aunque física y anímicamente estaba agotada. La noticia le afectó más de lo que esperaba.
Una vez que llegó a su departamento, alzó el brazo, apenas dando dos golpes en la puerta. No esperó recibir una respuesta tan rápido. Alzó su rostro abatido para ver al que le abrió la puerta, notando la preocupación en las facciones masculinas.
—Tenten... —se dio cuenta de que estaba corto de palabras. Él nunca había sido bueno con las palabras, así lo conoció y así lo ama tanto—. La familia de tu paciente... había llamado hace dos horas.
—Neji...
Lo nombró y fue incapaz de continuar hablándole. Se lanzó a los brazos de su prometido, llorando inconsolablemente. Sintió cómo el Hyuga, torpemente, completó el abrazo que ella inició, halándola un poco hacia él para así ingresar al departamento, casi cargándola y cerrando la puerta con el pie. Una vez dentro, teniendo a la castaña sollozando entre sus brazos, solo atinaba a acariciar lenta y suavemente la espalda femenina, siendo incapaz de poder encontrar alguna palabra de consuelo. Era difícil incluso para él. Sabía que esa noticia podría ser posible, ella misma se lo dijo, en su momento, pero ambos querían ser positivos. Mucho más Tenten.
—Yo... yo... no le ayudé en nada. Takumi no tenía que morir, Neji, no tenía por qué morir. Era demasiado joven... pensé que la terapia estaba haciendo efecto. Fui una inútil con eso.
La castaña se aferró aún más al torso de su pareja, enterrando su rostro en él y clavando sus dedos en la espalda de este. Al finalizar la oración, el sollozo se hizo más intenso, convirtiéndose casi en un pequeño grito. Sentía las manos masculinas acariciándole la espalda, tembloroso, pero dándole una sensación de confort.
—No fue tu culpa.
—Su familia... tenía esperanza en mí, pero Takumi estaba demasiado mal. No entiendo cómo hay personas que hacen tanto daño en la gente... creen que las palabras son solo eso, que una persona no internaliza y que no puede ser herida solo con palabras.
—Lo sé —el pelilargo se molestó consigo mismo por no saber cómo consolarla, considerándose aún más lento con las frases de consuelo, pese a que entendía cómo se sentía su novia y le dolía verla en ese estado, por lo que era sincero al emitir lo que le nacía—. Llora todo lo que necesites.
Tenten, por su parte, sabía que no era lo mejor guardarse las emociones, así que abrazó aún más fuerte al joven. Su mente la transportó al día en que conoció a su paciente, Takumi, en el consultorio psicológico donde trabaja. El chico, de tan solo diecisiete años, llegó a ella con una fuerte depresión, problemas de sueño y con una marcada baja autoestima, provocada por las burlas, insultos y agresiones físicas que sufrió de parte de sus compañeros de clase desde su pubertad, debido a su complexión y condición económica. A eso, se aunaba la ausencia de su padre en gran parte de su vida, quien constantemente viajaba por motivo de trabajo. Sin embargo, el último incidente fue el rompimiento con su enamorada, el cual no fue pacífico, puesto que la chica en cuestión le hizo resaltar todas las inseguridades que poseía y le recordó hechos de su pasado que él, en vano, trataba de reprimir. Su constante estado de ánimo depresivo, disminución del interés, insomnio, sentimientos de inutilidad y culpabilidad excesiva, así como ideación suicida, fue lo que alertó a su madre a recurrir a un psicólogo.
Empezó a trabajar con él de inmediato, hallando más causantes de su estado actual y, de esa forma, involucrándose más en el paciente. Tenten reconoce la complejidad de tratar con pacientes, sabe de la fortaleza emocional que se requiere para poder ayudar a solucionar los problemas con los que llegan y también tiene presente que no debía involucrarse afectivamente con el paciente, pero le fue inevitable comprometerse tanto con él, como con todos sus pacientes. No obstante, Takumi era especial. Había desarrollado una sensación de querer protegerlo, por lo que se preocupaba constantemente de sus avances, preguntaba a sus padres acerca de los cambios que notaban en él en su hogar, brindándoles la confianza de llamarla a su número personal en caso suceda algo, deseando verdaderamente que pueda salir de esta. En el camino, pensó en la posibilidad de que, si no lograba un efecto, podía desencadenar en un suicidio, había una gran posibilidad de ello, algo que se propuso a evitar a como dé lugar.
No contó con que Takumi estaría intentando retomar su antigua relación, siendo rechazado, sin tacto alguno, según lo que le comentó su madre en una llamada el día anterior. Adicional a ello, Tenten recordó las palabras de la señora, quien le comentó que su hijo afirmaba constantemente que se sentía un inútil que no lograba progreso alguno en las terapias, que hasta temía llegar a hartar a su psicóloga.
—No le ayudé lo suficiente, Neji. Pude haber hecho más... él decía no conseguir nada conmigo.
—Eso no es tu culpa, Tenten.
—Su familia confió en mí...
Neji cerró los ojos, apretando a su novia contra su cuerpo. Le dolía verla así. Es consciente de lo comprometida que es ella con su trabajo, pero siempre le preocupaba el involucramiento que ella tenía con sus pacientes más críticos. Sin ser psicólogo, él sabía que Tenten no tenía que cargar con una mochila adicional, tenía que ayudar a desenredar esos problemas. Y la admiraba, porque nunca la vio derrotada, nunca se quejaba de la fatiga emocional que puede conllevar lo que hace. Solo que, ahora, Takumi se convertía en el primer paciente suyo que no terminó el tratamiento y que perdió la batalla, lamentablemente, mas eso no significaba que su psicóloga tiene la culpa. Fueron muchos los problemas que trajo consigo el muchacho. Él lo sabía.
—Le ayudaste mucho, Tenten.
—Era tan joven... pudo llegar a tener una vida tranquila.
—Hiciste todo lo que estuvo a tu alcance —afirmó, dado que ella siempre le cuenta todo.
—Tal vez, debí decirle a tiempo que también tenía que recurrir a un psiquiatra... yo...
—Tenten.
El pelilargo separó firme pero lentamente a la joven de su torso, teniendo la vista directa de su rostro enrojecido y húmedo, así como de sus ojos llorosos y temblorosos. Posó ambas manos sobre los hombros femeninos, inclinando la cabeza hacia ella. Tenten entreabrió ligeramente los labios, sin esquivar la mirada del rostro serio de su novio.
—Escucha —apretó un poco su agarre—. Antes de afirmar que no hiciste nada, recuerda lo que conseguiste. Recuerda que lograste que tenga a su padre en casa.
La castaña alzó sus cejas, rememorando el momento en que solicitó la presencia del papá de Takumi en una de las citas. Pudo conversar con él, hacerle entrar en razón: su hijo no necesitaba a su progenitor solo una semana al mes, sino más tiempo, desde mucho antes. Se lo dijo con el suficiente tino, mas el hombre mayor no pudo evitar sentirse culpable, al saber perfectamente el estado en el que se encontraba su único hijo. Ella recuerda, exactamente, lo arrepentido que se le escuchó al señor, y también agradeció que este recapacitara y entendiera que su vástago no necesitaba únicamente dinero, sino a su padre.
—Recuerda el agradecimiento del chico.
"Papá me dijo que se quedará en casa, que puede conseguir trabajo aquí, quiere pasar más tiempo conmigo desde ese entonces. Supongo que es porque usted le sugirió eso, ¿cierto? Aunque no lo noté obligado, sino... ¿arrepentido? No sé. Igual, gracias, señorita".
—Recuerda el agradecimiento de su madre. Ella dijo que su hijo empezó a salir de su habitación más seguido.
"Señorita Tenten, Takumi me pidió que preparase su comida favorita, fue a la sala y empezó a ver una película conmigo. ¡Muchas gracias! Algo debe estar funcionando".
—Recuerda que, con el pasar de las sesiones, Takumi empezó a tener mejor semblante.
Asintió, sin controlar el temblor de su labio inferior. Sí recordaba ese rostro ya no tan decaído.
—No digas que no le ayudaste, Tenten. No fue tu culpa —él exhaló—. Solo existe gente de mierda que se dedica a dañar a los demás.
Ella apretó sus manos, volviendo a asentir con los ojos cerrados, pero sintiendo cómo el dolor estaba aminorando, no así la impotencia de tener que vivir en una sociedad como la actual.
—Por eso es importante tener personas como tú. No vuelvas a dudar de tu competencia.
La castaña enfocó su mirada en los ojos opales del hombre que parecía un pilar para ella, aunque no se lo dijera seguido. Solo él sabía cómo calmarla cuando sentía que todo se le venía abajo, sin saberlo, pero diciéndole lo suficiente como para hacer que se sienta mejor consigo misma. Le regaló una sonrisa, mientras se limpiaba bruscamente las lágrimas con la manga de su blusa.
—Muchas gracias, Neji.
Él pegó sus labios en la frente de la fémina, acariciándole delicadamente la cabeza: Tenten volvía a estar en calma. Eso era suficiente para calmarlo también a él.
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Muchas gracias por leer c: recuerden pensar acerca de sus actos sobre otras personas, uno nunca sabe las consecuencias que estas pueden tener 😐
¡Saludos!
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