Seis: Tenten le ayudó demasiado

Notas: Universo Alterno | Romance | Rated K

Tema escogido: Bancarrota.

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Tenía las manos enterradas en su larga y sedosa cabellera castaña. Estaba desesperado, jamás pensó que se sentiría así. Todo estaba mal, tan mal.

Acababa de llegar del entierro de su tío. Hyuga Hiashi no soportó el estrés, la desesperación, decidiendo acabar con su vida, cuando apenas había recibido todos los papeles y expedientes que llegaban a una sola conclusión: Estaban en la ruina. Bancarrota total. Deudas, estafas, robos hacia ellos desde todas las direcciones inimaginables, otras deudas, gastos sobregirados de los cuales siempre fueron conscientes, pero de los que pensaban que tendrían solución, y más deudas. Neji nunca pensó que, con irse un año a Estados Unidos, dejando los negocios de las empresas Hyuga en manos de algunos desconocidos de la familia, iban a guiarlos hacia la quiebra. Fue consciente de los innumerables esfuerzos y noches sin dormir que pasaron su tío y asesores tratando de salvar la fortuna que, en no más de un año, cayó. A su regreso, solo se enteró de todo por boca de los abogados, quienes explicaron que la única manera de pagar las cuantiosas deudas de pésimas inversiones era dejar las empresas Hyuga, las dos mansiones a su nombre, los vehículos, todo. Finalmente, no más deudas, así como no más Imperio Hyuga.

Sin embargo, aún quedaba la deuda de cada sirviente de la familia, pues era evidente que debían recibir su liquidación antes de que la casa sea vendida. Preguntarle a Hiashi era imposible; no tuvo más opción que correr con el último sueldo para los setenta y cinco empleados en total, entre servicio del hogar y trabajadores de su empresa. Todo su dinero propio (que no era poco) fue repartido. Aún recordaba la risa de su primo Hyuga Tokuma, quien fue uno de los Hyuga que prefirió salirse de la empresa familiar, tomando parte de lo que le correspondía, sin tener el mínimo interés a los problemas con los que debería cargar la familia principal. Fue lo que hicieron todos los demás Hyuga: huir. Era evidente siendo que los sobregiros y algunos retiros sin explicación fueron realizados por ellos.

Luego, se encontró con la segunda mala noticia: el suicidio de su tío. Ahí sí que se quiso arrancar los cabellos. No podía creer que primero su padre, sino ahora su tío lo dejaba solo. La misma noche de la firma de cada uno de los papeles de venta, nadie se había dado cuenta de la depresión que aquejó al patriarca de la familia, llevándolo a la fatídica decisión de aumentar su dosis de pastillas relajantes, sabiendo los efectos secundarios que se tendrían en tan solo unas horas. Al día siguiente, un nuevo gasto se añadió a la deuda: sepelio. Neji jamás llegó a pensar que su tío lo dejaría solo con toda esa carga; era cierto que él solo podría tratar de sobrellevarlo, quizás eso pensó Hiashi en su decisión, como también pudo no pensarlo. Pero la pregunta era, ¿no pensó en sus hijas?

Frente a él, sentadas en el sofá de su aún mansión, viendo cómo eran retirados los muebles más costosos, ambas menores no dejaban de llorar. No las miraba porque dejó caer sus cabellos castaños por los costados, ocultando todo su rostro. Suficiente era con escuchar sus llantos.

Hyuga Hinata, hija mayor de su tío, con tan solo dieciocho años, lloraba preocupada; tal vez ni entendía cómo llegó tan rápido a esa situación. Aún recordaba cómo la encontró desmayada en la entrada de la habitación donde yacía su padre muerto. Dos golpes duros para su blando corazón: padre muerto y ni un yen en el bolsillo. Hyuga Hanabi no estaba en mejor estado. La pequeña de trece años se enteró de la peor manera de su situación económica; básicamente le dijeron que empaque sus cosas para que desocupen cuanto antes la mansión y, posteriormente, se enteró que encontraron a su padre sin vida. Ella seguía llorando en los brazos de su hermana.

¿Qué iba a hacer ahora? Estaba solo. No tenía casi nada, pero podría trabajar; no por nada su tío le repetía varias veces cuán eficiente es para los negocios. Si fuera solo él, no tendría problemas, subsistiría. Empero no era solo él, tenía a dos jovencitas totalmente desamparadas, sin oportunidades de que ellas trabajen: una menor de edad y una recién mayor que todavía no estudiaba ni conocía la palabra trabajo. Tendría que mantenerlas; mantener a alguien, a su joven edad de veintiséis años, como si fueran niñas pequeñas. La sola idea le aterraba. Le quedaba su pobre auto, su laptop y teléfonos (incluidos los de sus primas), porque eso no le pertenecía a la familia, sino a él.

No iba a ser como sus familiares, largándose y dejándolas a su suerte. Adoraba a sus primas, eran como sus hermanas menores. Ahora, verlas ahí, tan frágiles y preocupadas, con sus ojos opales enrojecidos por el llanto al igual que sus mejillas, era alarmante. Debía de hacerse cargo de ellas. Le disgustaba la idea, jamás había velado por alguien que no sea él mismo, nunca había pensado en invertir su dinero en cuidar a alguien más, tampoco sabía qué hacer. Volvió a despeinar su cabello antes de mirar al frente.

—Será mejor que empaquen sus prendas de vestir, solo eso nos permitirán llevar —habló con su voz enronquecida. Para colmo de males, eso aumentó sus llantos.

—¿Ni... ni siquiera puedo llevarme a Prince? —tartamudeó Hanabi, refiriéndose a su pequeño cachorro pug, que estaba acostado a un lado. Le permitían, pero un perro sería más gasto.

—Lo mejor será que lo des en adopción.

—¡No! ¡No quiero, Neji-niisan! ¡Nos quedamos sin casa, sin nada y tampoco me puedo quedar con Prince! —gritó, alarmando a su aún llorosa hermana mayor.

—Entiende, Hanabi, no tendremos... con qué mantenerlo —habló, para su suerte, Hinata—. Puedes... encargarlo a una de tus amiguitas. Cuando... cuando tengamos algo más de dinero, podrá regresar.

Alababa a lo que sea, que al menos su prima siga razonando y no pierda la cabeza. Definitivamente, no sabía qué hacer ahora. Ya tenía sus pertenencias en las maletas, pero ellas no. Ni siquiera tenía en mente dónde llevarlas. Con 2800 yenes, solo tenía para comida y alojamiento por dos días.

—Vayan a guardar sus cosas —volvió a decir. Sus primas lo miraron por un momento. Sabían bien que solo tenían tres horas para despedirse del lugar, pero no tenían ni la más remota idea de a dónde irían. Confiaban en su primo. Fueron casi corriendo a sus ex habitaciones.

Neji tenía que pensar rápido, encontrar una momentánea solución a sus problemas. No iba a decirles vámonos a donde nos lleve la vida. Tendría que encontrar un hotel al menos, pero olvidaba el detalle que los hoteles en Tokio eran más que caros, y no quería ir a uno de barrio peligroso para terminar más pobres de los que estaban. Pobres. Nunca pensó en usar esa palabra para referirse a él y a sus primas. Tan mal sonaba: Hyuga Neji en problemas de dinero. Se sentía como el protagonista de una de las películas extranjeras que vio, donde un hombre engañado sin ningún centavo y con un par de hijas gemelas, vagaba por ahí. Aunque Hanabi y Hinata no eran sus hijas, ni estaba engañado, pero sí pobre.

"¡Bingo!" su mente resonó al encontrar una posible solución. En la película, el sujeto tenía un horrible auto de los años 80' que más parecía un remolque asqueroso, aun así, lo vendió a una buena cantidad. En cambio, él tenía un auto último modelo, muy bien cuidado, perfecto por lo casi nuevo que es, plateado valorizado en casi dos departamentos carísimos de rascacielos y... le encantaba. Sí, a su auto al parecer sí lo consideraba como su hijo. Fue comprado por sus propios medios, era su aún joven auto con menos de dos años. Pero no, primero estaban sus primas, las tendría que llevar a un departamento siquiera y costear algo con el dinero obtenido. Con su laptop, enviaría su currículum a cuanta empresa pueda, tendría que conseguir trabajo. Por suerte, es titulado en administración, altamente capacitado para los negocios, anterior jefe en la empresa que llevaba su apellido (sin importar que ahora ya no existe). Podría salir adelante nuevamente.

—Ya estamos listas, Neji-niisan —levantó la cabeza al escuchar la voz de Hinata.

Sus primas tenían seis maletas cada una, no precisamente pequeñas. Abrió grandemente sus labios, preguntándose cómo cabrían: su auto no era un remolque. Está bien que sea camioneta, pero dieciséis maletas (si sumaba las suyas), entrarían con gran esfuerzo.

—En mi auto no cabrán todas —dijo poniéndose de pie. Pudo ver a Hanabi llorando y abrazando a Prince. Tal vez podría cambiar de opinión con respecto al cachorro para cesar esos llantos.

—Es que... sabiendo que no iremos de compras por una larga temporada, preferimos llevar varias prendas —susurró Hinata sonrojada. Buen punto, si hablaba con dos jovencitas que iban de compras cada dos sábados.

Exhaló, cansado de la situación en tan solo media hora hablando con ellas.

—De acuerdo. Hinata, cargarás a Hanabi en el asiento del copiloto. En los asientos de atrás, en la maletera y en el techo acomodaremos las... dieciséis maletas.

—Al menos eso tendremos —masculló Hanabi frunciendo la nariz, todavía llorando—. ¿A dónde iremos? ¿Algún departamento? —"Ya quisiera..." pensó alarmado.

Su cabeza parecía querer explotar, sentía como si un taladro tuviese saña con sus sienes. Peor aún, tenía el teléfono vibrando desde hace un buen rato, al cual ignoraba, puesto que no tenía ganas de hablar con nadie. Sin embargo, ahora estaba vibrando de una manera distinta, como una llamada entrante. Decidió fijarse y apagar el teléfono, hasta que vio el nombre.

Tenten. Recordó que no le contestó desde hace dos días.

Ella es su mejor amiga, desde el colegio, la preparatoria, hasta que él decidió viajar a Estados Unidos para estudiar, mientras que ella estudió en Japón. Pero nunca perdieron el contacto, él venía durante una temporada cuando tenía vacaciones, siempre se reunía con ella, dándose cuenta de que parecía que el tiempo no pasaba cuando de la castaña se tratase.

—¿Aló? —decidido, le devolvió la llamada.

¡Neji! Gracias al cielo que contestas. Estaba preocupada... hace dos días que no sabía nada de ti —escuchó su suspiro. Le empezó a temblar la mano, mientras se alejaba un poco de sus primas, haciéndoles una seña de espera—. Vi las noticias... lo siento mucho, Neji. No esperaba lo de tu tío, tampoco que las empresas de tu familia hayan quebrado. ¿Cómo estás?

—Más tranquilo. Solo me preocupan Hinata y Hanabi.

—Mierda, cierto. Ellas... estarán destrozadas. Son muchos cambios los que se vienen en sus vidas y cada noticia puede repercutir negativamente en ellas.

Neji trató de tranquilizarse a sí mismo. Eso lo tenía más que claro: Hinata era muy nerviosa, casi puede predecir que ella tendrá más problemas de personalidad que los que ya tiene; Hanabi es bastante vivaz, y verla llorar sin descanso es algo que le preocupaba. Necesitará los servicios de Tenten, tarde o temprano, siendo ella psicóloga.

—¿Dónde estás ahora?

—Seguimos en la mansión. Ya empacaron.

—¿Y... a dónde tienen pensado ir?

El Hyuga prefirió dar la espalda a sus primas, asintiendo a Hinata para decirle que le espere un rato; sus primas estaban abrazadas junto al perrito. No quería mentirle a Tenten, pero tampoco deseaba revelarle su desesperación así sin más. Sin embargo, tarde o temprano se enteraría.

—Un hotel.

Oh, bueno. Son tres personas... uhm... —pareció pensarlo, y Neji pudo adivinar la pregunta que tenía en la punta de la lengua—. ¿Por cuánto tiempo podrás pagarlo?

—No lo sé, Tenten —quiso esperar su respuesta durante unos segundos, mas ya no quería continuar con el interrogatorio, como tampoco hacer sentir mal a su amiga con su situación—. Tengo que colgar.

Espera. No cuelgues, por favor —alejó unos segundos el teléfono de su oído, al escuchar el casi grito de la castaña. Oyó unos ruidos nerviosos que ella estaba emitiendo, aún con paciencia—. Realmente estoy preocupada por ti. Y no, no es lástima como seguro te puedes atrever a pensar, pero quiero ayudarte.

—No es necesario, es mi responsabilidad. Hablamos luego.

—¡Neji! ¿Cuántas veces debo repetirte que no está mal pedir ayuda?

Y es que él considera que casi nunca necesitó ayuda para poder resolver una dificultad. El pelilargo se mantuvo en silencio, rememorando las épocas de escuela y preparatoria junto a Tenten, siendo ella la que, muchísimas veces, trató de inculcar algunos comportamientos que no eran tan propios de él. Ese era uno de esos. No aceptaba que su orgullo sea un defecto, sin embargo, en múltiples oportunidades, ella dejó entrever que lo es.

—Neji, vengan a mi departamento. Vivo sola, ¿recuerdas? No tengo problema en que se queden aquí hasta que puedan conseguir otro lugar. Estoy segura de que puedes encontrar trabajo pronto. Yo... no estoy casi todo el día en el departamento, Hinata y Hanabi podrán estar a gusto aquí, te puedo ayudar viendo los asuntos de la preparatoria y el colegio. En verdad, yo...

—No, Tenten. Sería demasiado.

—¿Por qué eres tan orgulloso y necio, Hyuga Neji? Quiero ayudarte. Piensa con la cabeza fría. Sé que estás pasando por un momento difícil, pero podrás librarte de esto.

Cómo iba a pensar con la cabeza fría, con todo lo que tenía que ver. En un solo párrafo, Tenten había descrito cada responsabilidad que cayó sobre sus hombros sin pedirlo, la responsabilidad de velar totalmente sobre sus primas, ahora huérfanas, y la carga que implica no encontrarse bien posicionado económicamente, como él estaba acostumbrado desde que nació. Estaba desesperado, pero aceptar ese ofrecimiento, lo consideraba un abuso de su parte.

—Neji, ¿estás bien?

Sí, lo estoy. Puedo encargarme de todo.

Hubiese querido contestarle eso.

—... No.

Tenten, al otro lado de la línea, sintió un apretón en el pecho. Nunca había escuchado a Neji responder en casi un murmullo, pero está convencida de que solo se lo dijo a ella. Conoce perfectamente la coraza que siempre pone delante de él, y cómo no hacerlo, si desde pequeño fue criado así, desde pequeño lo tuvo todo y no sabe lo que era perder. Siempre tuvo el orgullo en alto, pero también los pies en la tierra, teniendo la responsabilidad de esforzarse y destacar, no solo por su apellido, sino por ser él. No obstante, ahora, en esas circunstancias, cualquiera estaría así de abatido, sin ser exceptuado. Lo conocía más que nadie, lo vio en sus mejores momentos y este no era uno de ellos. Por la confianza que se tenían, la amistad que se forjó a través de los años y lo que siente hacia él desde hace mucho, no pensaba dejarlo solo.

—Voy para allá, imagino que son muchas maletas. Tengo un cuarto de visita y podremos acomodarnos...

—Te dije que no es...—

Neji, piensa esto como un préstamo, si deseas. Pero ahora, sabes bien lo mucho que te importan tus primas... a mí me importan ellas y tú. Sobre todo, tú —Neji entreabrió los labios ligeramente—. Hazlo por Hinata y Hanabi, ¿sí? Acepta esto por ellas, preocúpate por ellas. Mientras tanto, déjame preocuparme por ti.

El Hyuga no supo qué contestar rápidamente en ese preciso momento, ni cómo denegar la oferta. Sintió, de repente, como si hubiese tenido un problema menos, aún sin aceptar. Tenten, con apenas esas palabras durante ese rato, le había brindado un poco de la tranquilidad que tanto le hace falta. Estaba ahogado desde hace días, pero justo en este momento estaba recibiendo un ancla de la cual aferrarse.

Podrás pagarme luego si eso te hace sentir más tranquilo o ayudarme en los gastos de la casa. Estoy segura de que encontrarás empleo pronto —escuchó una risa ahogada al otro lado—. Después de todo, eres Hyuga Neji, ¿no? Puedes con todo, pero eso no significa que tienes que estar solo siempre —el pelilargo pasó saliva, mirando fijamente al pavimento—. Así que iré para allá, quieras o no. Y, si no los encuentro, buscaré en todos los hoteles de la ciudad, ¿entendido?

Él suspiró rendido, aunque también divertido por su última supuesta amenaza. Negó con la cabeza, preguntándose cómo es que Tenten pudo mantener su esencia y la misma buena vibra durante todos estos años, siendo la única que podía sacarle un atisbo de sonrisa o hacerle sentir tan tranquilo cuando tenía problemas (porque tuvo problemas de menor proporción, evidentemente), únicamente confiándoselos a ella.

—Tenten...

—¿Sí?

—Gracias —esperó unos segundos, imaginándose la sonrisa de la castaña.

—Espérame, Neji.

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¡Hola! Muchas gracias por leer c: espero que les haya gustado.

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