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Los estudiantes del último año de la academia esperaban fuera del salón, en tanto su docente corregía los exámenes que recientemente les había tomado.

En una esquina, sentado en una posición relativamente cómoda se encontraba Taro Yamada, quien aprovechaba el tiempo leyendo uno de sus tantos libros de ficción, en parte porque le gustaba, y en parte porque no tenía nada más que hacer.

Su profesora de biología había tomado una licencia por dos meses debido a un repentino accidente con su automóvil. El problema era que la suplente estaba haciendo de la vida de los estudiantes un infierno. La mujer era doctora en ciencias biológicas, con un claro interés en la rama de la genética. En pocas palabras, estaba sobrecalificada para el trabajo que debía ejercer como una docente normal enseñando a chicos de preparatoria, y eso se notaba en los exámenes "sorpresa" que tomaba al finalizar la clase. De hecho, ya lo hacía tan seguido que dejó de ser una verdadera sorpresa. Los alumnos ya asumían que al terminar la semana siempre tendrían una maldita evaluación de cosas que no entendían.

Taro levantó la vista unos momentos, observando a las personas a su alrededor. La mayoría estaban en sus correspondientes grupos de amigos, charlando animadamente. Unos pocos solitarios estaban con sus teléfonos, socializando a su manera, cosa que para él era mucho decir, si al menos tuviera un mensaje que responder.

Trató de concentrarse nuevamente en su lectura, pero no pudo evitar pensar por qué no podía ser como los demás. Tal vez no era una buena compañía, o quizá porque él mismo se aislaba inconscientemente. No lo sabía con exactitud, pero lo que podía afirmar es que siempre se encontraba solo.

Como su mente ya se había dispersado demasiado, cerró su libro, a la vez que se ponía de pie, buscando otra forma de pasar el rato.

Miró la hora en su reloj. Todavía había algo de tiempo hasta que la profesora les pidiera ingresar al salón nuevamente para dar los desesperanzadores resultados del examen.

¿Qué podía hacer? Siendo honesto consigo mismo, ya no tenía demasiados ánimos para seguir leyendo, sumado a que para él leer sin un mínimo de ganas sería igual que faltarle el respeto al autor de la historia.

Al observar con más atención, pudo identificar que en uno de los tantos grupos de chicos estaban algunos de sus compañeros, con quienes él había hecho una exposición en la clase de historia hace pocas semanas. Solo habían conversando por el trabajo, pero luego de eso no les volvió a hablar. Quizá ellos pensaban que él odiaba los trabajos en grupo, y en cierto punto tenían razón, pero Taro en realidad no los detestaba, sino que le incomodaba no saber cómo actuar correctamente ante otros jóvenes de su edad. Por seguridad siempre se apartaba de todo.

Comenzó a pensar con detenimiento algo que para muchos era demasiado simple para siquiera plantearlo. ¿Cómo demonios inicias una conversación?

Taro agradeció que nadie viera lo que estaba buscando por internet, pero si estaba en la internet era porque alguien se lo había preguntado antes que él, por lo que de alguna forma se sentía menos idiota.

Uno de los "tips" que había encontrado en una página decía que debía buscar algún "tema en común". Entrecerró los ojos mirando nuevamente al grupo objetivo formado por tres estudiantes. ¿Tema en común? Bueno, eran compañeros. Tenían la escuela en común.

Negó con la cabeza. Eso no servía.

¡Compartían la clase!

Volvió a negar, comenzando a desesperarse. En verdad era difícil.

Los jóvenes en cuestión comenzaron a hablar más alto, tanto que él podía escucharlos a pesar de la distancia. Al parecer estaban discutiendo por quién tenía la razón en una de las preguntas del examen.

"¡Eso es!"- Dijo casi como un eureka. El examen era un buen tema de conversación. ¿O no?. Comenzó a dudar un poco. Salvo que fueran extremadamente aplicados, no habría motivo por el cual seguir hablado de eso luego de haber rendido.

Después de escucharlos un poco más, se dio cuenta de que la conversación no era precisamente intelectual, sino que mas bien estaban quejándose. Ahí estaba el verdadero motivo.

- Tanaka, ¿Eres estúpido?, era obvio que la correcta era la b).- decía un pelirrojo, orgullosamente seguro, más de su intuición que de su intelecto.
- Mmm... pero es que la primera parecía más lógica.- un joven con gafas, algo tímido en aspecto, contrariaba a su compañero. Pese a tener fundamentos que justificaban su elección, no se animaba demasiado a explicarlos ya que el otro chico tenía tal confianza en si mismo que sabía que no le cambiaría nada saber que se había equivocado.
- ¡No jodas! ¡Cambié esa por la c)!- se lamentaba amargamente el muchacho de ojos azules, agarrando su cabeza.

Taro esbozó una sonrisa. Él también había tenido los mismos problemas con algunas de las consignas, para los cuales no encontró mejor opción que dejarlo en las manos del azar, pero estaba seguro de que le alcanzaría para aprobar.

Miró al grupo algo indeciso. En verdad quería, como pocas veces en su vida, intentar socializar con personas diferentes a su familia o a su mejor amiga Osana que prácticamente pertenecía a ella.

Suspiró, tomando un poco de aire mientras se preparaba mentalmente antes de ir con sus compañeros. ¿Qué debería decir? Comenzó a sentirse nervioso ya que no sabía qué pretexto usaría para justificar su acercamiento. ¿Y qué tal si solo hacía el ridículo? Ya que a fin de cuentas nunca antes había conversado con ellos en una charla "casual".

Sacudió su cabeza, sabiendo que estaba pensando de más. Solo iría a preguntar sobre qué respuesta habían elegido ellos en el tercer punto, para comparar, y luego se marcharía antes de que la poca experiencia tratando con la gente se evidenciara.

Habiendo tomado coraje suficiente, y viendo que dos de los chicos habían retomado su discusión defendiendo las opciones que habían marcado, en tanto que el otro se mantuvo al margen, se acercó a ellos, con cierta precaución.

- Eh... disculpen.- carraspeó. Tal vez no debió interrumpir su pelea sin sentido, pero los chicos frenaron para prestarle atención. Taro pensó que seguro se extrañaron por su repentina (y milagrosa) aproximación.- El punto tres sobre herencia mendeliana, cuando los descendientes manifiestan el fenotipo de uno de sus padres...

Bueno, tener una perfecta memoria no le ayudaba a ser más comunicativo, así que algo incómodo por su propio hablar decidió ir al grano.

- Eh... la b), si la correcta era la b) en ese punto.

Los chicos se miraron entre si. El pelirrojo sonrió con arrogancia ante los otros dos, lo cual Taro no comprendió hasta que lo escuchó hablar.

- ¿Lo ves? Yamada concuerda. Somos dos contra uno.- sonrió el mas hablador del grupo, haciendo reír al pelinegro, pero también le hizo sentir mas confianza de que recordara su apellido, cuando creía que pasaba demasiado desapercibido para sus pares.
- No se trata de popularidad.- sonrió de lado el joven con lentes, algo burlón.
- Pero si muchos elegimos esa opción debe ser por algo.
- Porque tuvieron el mismo error quizá.
- Ash, vete al demonio. Como sea, ya no quiero pensar en esa maldita prueba. ¿Por que no hacemos algo? ¡Es viernes! Y debemos festejar que fue nuestra última semana con esa bruja.

Taro sonrió. Al parecer esta conversación ya no lo incluía, pero había hecho un gran avance al interactuar con ellos por lo menos en dos palabras.

Caminó hacía una de las máquinas expendedoras. Sabía que era tonto, pero hablar con sus compañeros lo había puesto de buen humor.

Iba a elegir comprar un agua mineral como de costumbre, pero antes de presionar el botón creyó que debería probar algo distinto.

- Y si...

Para un chico que estaba sumamente encasillado a su rutina, cambiar aunque sea una pequeña parte de ella lo hacía sentir renovado, por lo sonrió cuando la máquina le devolvió una bebida energizante a cambio de su pago.

Observó la lata inspeccionando que rayos había elegido, pero se dio cuenta de que su vista no le daría más información que su gusto, por lo que se aventuró (y pese a que el término parecía exagerado por una simple bebida, era la forma en la que el pelinegro veía esa experiencia) a probarla.

No pudo evitar hacer una mueca ligeramente asqueada. No sabía si eran sus papilas gustativas que no estaban preparadas para otra cosa que no fuera agua, o si el energizante era excesivamente amargo.

Seguramente si le daba otro sorbo el sabor mejoraría. Justo cuando iba a hacer un nuevo intento un grito chillón casi hace que se le derrame en su uniforme. Le había asustado.

- ¡Yamada! ¡¿Dónde demonios te habías metido?! ¡Te busqué por todas partes, tonto!

Exhaló rendido, preparándose para recibir los reclamos de su querida (y vale aclarar, primera y única amiga) Osana Najimi. La veía acercarse con pasos que denotaban su enfado.

Si bien el trato que ella le daba no era del todo "amistoso", de alguna manera Osana le daba estabilidad a su vida. La conocía desde la infancia, por lo que siempre se encontraban juntos la mayoría del tiempo. Taro a veces se preguntaba si la chica era parecida a él, o si solo pasaba el tiempo al lado suyo porque lo veía como una molesta carga. Como fuera, estaba agradecido con ella.

- Disculpa.- como siempre, debía comenzar con eso. La chica ya estaba en frente de él.- Es que saliste antes de clases y...
- ¿De que hablas? ¡No iba a decirte eso!- le interrumpió, nuevamente, como de costumbre.- ¿Qué estas bebiendo?- preguntó la chica algo sorprendida desviando su vista hacia la mano del pelinegro.
- Ah... Algo nuevo, creo.- se sintió un tonto por sentir como sus mejillas se calentaban por la pena, por lo que no encontró otra salida mas que ofrecérsela a la joven.- ¿Quieres probarla?

Taro quería confirmar que la bebida en verdad era espantosa y no solo era problema de él. Osana se sonrojó fuertemente. Taro también lo hizo al darse cuenta de su atrevimiento. Después de todo, él había tomado antes.

Antes de ofrecer una disculpa (mas) Osana se le adelantó prácticamente arrebatándole la lata de su mano, con el ceño fruncido pero con su cara aun roja. Taro le miró algo confundido mientras ella daba un gran trago. Creyó que la había irritado, pero accedió a probar la bebida.

- Puaj... ¿agitaste esto antes de abrirlo?- ella no disimuló su disgusto, a diferencia de él cuyos gestos eran más sutiles.
- ¿Agitarlo? Eh... no lo creo...- se defendió el muchacho de algo que no tenía lógica, ya que solo hubiera conseguido que la bebida saliera disparada debido al alto contenido de gas. Aun así, se sintió menos raro al saber que a Osana tampoco le había gustado demasiado, ignorando el hecho de que se había bebido toda la lata de un solo trago. Seguramente no le dio tiempo siquiera a degustarlo un poco.- ¿Tenias sed?- intentó ser divertido, pero no le causó ni un mínimo de gracia a su receptora.
-  Eres un tonto, nunca cambias.- la pelinaranja se marchó absurdamente molesta, o eso creyó Taro antes de que ella se volteara hacia él mirándolo con las mejillas infladas. Su típica expresión de capricho.- ¡¿Qué esperas?! ¡Ya vamos!

Su grito autoritario hizo que los pocos estudiantes que había a su alrededor se fijaran en ellos, aunque al ver de quienes se trataban simplemente los ignoraron. Las peleas de todos los días entre la extraña pareja de amigos ya era común.

Taro suspiró, siguiendo algo resignado a la joven.

Bien. Eso había conseguido que su burbuja de rebeldía se rompiera. Había vuelto a ser el mismo de siempre.

...

¡Hola! Comenzamos una nueva historia con nuestro querido Senpai como protagonista. Espero que haya sido de su agrado. Nos veremos en el siguiente capítulo.❤️

mireya-chan.

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