Whiskey y un menos tres
Hermione no supo si no mencionó la nota que encontró en el escritorio de Malfoy porque no quiso o porque tenía miedo de lo que él respondería. Tal vez temía que negara todo y entonces la dejaría en el papel de la tonta que creyó que él había querido ayudarla. Después de los siguientes tres días en los cuales estuvo dudando entre agradecerle o no, al notar que él no mencionaba el tema y ni siquiera parecía saber que existía, ella decidió que no diría nada y olvidó todo.
El jueves por la tarde, Malfoy había estado bastante callado. No de la manera en la que podía descansar de sus burlas groseras, pero al menos Hermione podía disfrutar del silencio y, por un momento, casi pudo olvidar que él se encontraba a pocos metros al otro lado de la habitación. Se preguntó por qué estaba tan tranquilo, pero cuando quiso saciar su curiosidad, se mordió el labio y siguió en lo suyo, temiendo que así lo incitaría a regresar a su hábito de hacer todo lo contrario a lo que ella quería o gustaba.
La respuesta a su pregunta se obtuvo justo cuando el horario de Malfoy para estar aquí se había acabado. Hermione lo miró de reojo mientras se ponía de pie y tomaba su mochila. Él comenzó a guardar sus cosas y, de pronto, frunció el ceño. La morena alzó la cabeza para mirarlo y lo observó meter la mano hasta el fondo de su mochila y luego sacó un pequeño frasco. Caminó hasta el escritorio de Hermione y luego lo dejó frente a ella.
—¿Qué es esto? —preguntó esta cuando tomó el frasco entre sus manos y luego lo examinó. Era de un espeso color púrpura y tenía grumos. Algo le decía que ya había visto una imagen antes pero no recordaba dónde.
—Una poción encontradora —respondió y luego comenzó a recitar—: causa al que la bebe la capacidad de encontrar todo lo que busque. Leí algo sobre eso en las vacaciones de verano en uno de los libros de la biblioteca y quise crearla. Es bastante difícil de hacer, tardé un mes y tuve que esperar a la luna llena. Úsala bien, Granger.
Hermione no supo qué responder. Ni siquiera sabía de la eficacia de la poción por lo que tendría que investigar, pero eso no le importó en estos momentos. Se mordió el labio inferior nerviosa y levantó la vista para mirar a Malfoy a través de sus pestañas.
—Hmm, gracias —murmuró.
—No lo hago por ti —dijo restándole importancia y llevando la mochila a su hombro—. Es sólo para salir más rápido de aquí.
Ella se encogió de hombros.
—Igual gracias.
Malfoy no dijo nada más y luego se giró para salir. Hermione dejó la poción entre los cajones de su escritorio y esperó escuchar la puerta de la habitación cerrarse, pero no pasó. Frunció el ceño y alzó la vista sólo para darse cuenta que Malfoy seguía de pie y con la mano en la perilla.
—¿Pasa algo, Malfoy? —preguntó lentamente, como si temiera a la respuesta.
—Hmm —Ella tomó el murmullo como una afirmación. Malfoy se dio la vuelta y la miró con una expresión indiferente—. Granger, mañana no vendré a aquí. Sólo... para que lo sepas.
Hermione alzó ambas cejas un poco sorprendida, y un impulso dentro de ella le dijo que discutiera diciéndole que no tenía derecho a pedir eso cuando no se lo permitiría a ella si fuera al revés, pero en cambio se mantuvo callada y después de unos segundos asintió. Tampoco era que le molestara tener tiempo a solas.
—Está bien —dijo, y luego se encogió de hombros para enfatizar aún más que no le importaba—. Yo estaré bien sin ti.
—Bien —Fue todo lo que él respondió antes de darse la vuelta y por fin salir y cerrar la puerta detrás suyo.
Ella tuvo tanta curiosidad de preguntar la razón por la cual no vendría mañana, pero decidió que no era de su incumbencia y además no era algo de lo que Malfoy quisiera compartirle información. En cambio, obligó su mente a olvidar al rubio y sacó su libro más grueso de Pociones para asimilar las propiedades de la poción que había traído Malfoy.
El banquete de Halloween, supuso luego de unos minutos. Ella lo había olvidado.
•••
La tarde siguiente, definitivamente no fue la mejor para Hermione. Los deberes que había perdido la semana pasada más los que ahora tenía se habían acumulado y, aunque ella intentara hacerlos lo más rápido posible, siempre iba llegando uno más y comenzaba a hacerse pesado. No había avanzado demasiado con la búsqueda de la cura y podía sentir cómo su mente quería explotar y cómo pedía casi a gritos un descanso.
Pero ella no podía darse el lujo de hacer eso, por más que lo deseara, no podía sólo dejar todo de lado y tomar una siesta o un baño relajante en los baños de prefectos (incluso aunque ella no fuera uno). Cada día sentía cómo una sucia entraña se impregnaba dentro de ella y la iba consumiendo cada vez más rápido.
Todo estaba acumulándose. Los deberes del colegio, la búsqueda de la cura, la desaparición que tenía frente a todos sus amigos y que ahora estaban prestando atención, los horarios para las pociones que debía tomar... Todo estaba cayendo sobre sus hombros y sentía que eran demasiadas cosas por controlar para alguien que contaba con tan poco tiempo.
Porque aunque quisiera mostrarse positiva, muy por dentro sabía la cruda realidad.
Hermione ni siquiera se dio cuenta que había comenzado a garabatear sobre su ensayo de Transformaciones hasta que regresó de nuevo a ser consciente de sus pensamientos. Observó todo el molesto garabateo que había hecho y se enfureció consigo misma porque ya había llevado más de medio metro y ahora tendría que empezarlo de nuevo, a menos que quisiera corregirlo con su varita pero abstenerse a que el efecto pasara rápido. Frustrada, tomó el pergamino entre sus manos y lo enrolló hasta que no fue más que una bola de papel arrugado.
Se giró para mirar la lista de deberes que tenía a lado y la cabeza la palpitó cuando notó todas las cosa que aún tenía por hacer. Siempre había sido una alumna ejemplar y una a la que no le importaba el trabajo duro, pero no imaginó que su situación pudiera afectarle tanto. Charles se lo repitió muchas veces y ella sólo le contestó con respuestas tercas y obstinadas.
Sacó uno de los muchos viales que tenía en su cajón inferior derecho (el que estaba más protegido) y sacó uno de los viales que tenía una poción para aliviar el estrés. Nunca creyó necesitarla, pero en estos momentos parecía que no había otra opción. Abrió el corcho y tomó la mitad, pero al pasar diez segundos y que ella no notara ningún cambio, decidió tomárselo por completo. Cerró los ojos, suspirando, y luego se dejó caer sobre el respaldo de su silla con la mirada al techo.
Sentía un nudo en su garganta que gritaba por saciarse, pero ella no lo permitía. Tenía que ser fuerte, al menos por sus padres, quienes estaban en algún lugar de Australia sólo esperando a que la hija que no sabían que tenían volviera por ellos. Sus padres eran su mayor fuente de inspiración, de no ser por ellos, probablemente ya se habría rendido.
De pronto recordó que la poción para combatir el estrés tenía cierta fama de aligerar cualquier sentimiento que estuviera reprimiendo en tu mente para así sanarte. Entonces, mientras ella pensaba en sus padres e intentaba retenerlos en lo más profundo de su mente, la poción hizo su efecto y los arrastró hasta delante para poder sacarlos y que dejara de molestarle. Lo cual resultó peor, pues mientras los recuerdos de Jean y Hugh Granger vagaban cada vez más frescos, ella comenzó a recordar cuánto los extrañaba.
Cuando ella se borró de sus recuerdos, sabía que había la posibilidad de que nunca más volviera a verlos debido a la Guerra, y Hermione lo aceptó. Pero lo que aún no podía aceptar, era que todo el Mal ya había terminado y ella aún no podía regresar junto a ellos, porque mientras toda la felicidad regresaba, la morena aún tenía que descubrir una manera más de quitarse las consecuencias de la Guerra de sus hombros. Debía de ser un delito que todo estuviera en su contra.
Dejó escapar un sollozo y se sorprendió a sí misma. Abrió los ojos y sintió que sus mejillas estaban coloradas. Su garganta ardía por sanar ese nudo que sentía y observó a su alrededor buscando algo en qué distraerse para no llorar. Ya lo había hecho bastantes veces y eso sólo le traía lágrimas que no valían la pena y que le quitaban tiempo necesario.
Su mirada cayó en el otro lado de la habitación, para ser específico, en el escritorio de Malfoy. Por primera vez ella se sintió triste y molesta de que él no estuviera ahí. No era que le agradara su compañía, pero mínimo era una razón para detenerse cada vez que sentía ganas de llorar por la frustración. Ahora que él no estaba, había pase libre para sus lágrimas y ella no quería eso.
Dejó caer sus codos sobre el escritorio y se llevó los dedos de sus manos a sus rulos, atrapando unos cuantos y apretándolos. Después salió un sollozo, y luego otro. Luego no pudo evitarlo y comenzó a llorar. Maldijo internamente a la poción que había tomado y luego se dejó caer sobre el escritorio, acunando su cabeza entre sus brazos y desahogándose ahí dentro. Eso era lo que hacía la poción para el estrés: se encargaba de sacar todo aquello que hacía demasiado espacio en tu mente.
No quería llorar, ya lo había hecho demasiado, pero luego recordó la voz de Charles diciéndole que llorar no estaba mal, y eso sólo la hizo sentir peor. Se acunó más entre sus brazos y los sollozos comenzaron a hacerse cada vez más ruidosos que llegó el punto donde tuvo que morderse los labios para acallarlos.
Después de unos minutos que casi parecieron horas para ella, se obligó a levantarse del escritorio y tomó su varita para limpiar las lágrimas saladas que habían caído sobre él. Hermione sabía que su rostro estaba incluso peor de colorado e hinchado, y en cualquier otro momento, habría ido a los baños para asearse, pero como no había nadie que la pudiera ver, decidió que se quedaría así durante un poco más de tiempo.
Cerró los ojos de nuevo e intentó regular su respiración, pero lo único que consiguió fue empeorarla. Necesitaba rápidamente algo con qué distraerse o caería en una especie de trance por el llanto. Se levantó de un salto y caminó hacia el único lugar del cual todavía no sabía a la perfección: el espacio de Malfoy. Hermione estaba segura de que él había guardado sus propias cosas porque lo había visto por el rabillo del ojo, pero por más que tuviera curiosidad, se había obligado a respetarlo. Además de que eso decía la regla número trece.
De repente, el recordatorio de la regla la hizo detenerse en seco. Se supone que no tenía permitido pasarse al espacio de trabajo de Malfoy. Él al menos había respetado eso y ella también debía hacerlo. Eso tenía planeado cumplir, pero cuando un recuerdo de sus padres vagó encima de ella, decidió que era más importante distraerse. Así que, para sentirse bien consigo misma, alzó su varita y borró la regla número trece. Si Malfoy ya había borrado dos, ¿por qué ella no podía borrar una también?
Dejó la varita sobre el escritorio del muchacho y luego se acercó para sentarse en la silla que le pertenecía a él. Suspiró unos segundos, como si estuviera ella misma dándose la oportunidad de arrepentirse, pero no pasó. Alzó su mano y comenzó a abrir cada uno de los cajones. Se sorprendió incluso de que no tuvieran algún escudo o encantamiento de seguridad.
No halló nada de suma importancia, sólo libros, notas de la investigación, deberes que había entregado, tinta, pergamino, algunas fotografías de él y sus amigos (cosa que le llamó la atención durante unos minutos), y demás cosas triviales. Llegó hasta los últimos dos cajones y se dio cuenta de que el antepenúltimo no podía abrirse. La desesperación por saber qué había dentro la tomó por sorpresa y, con la poción aún tomando control de ella, comenzó a llorar de nuevo porque ya no había nada con qué distraerse. Bajó la mano hasta el último cajón, imaginando que este también estaría cerrado, pero sintió un alivio cuando estuvo abierto.
Aunque lo que hubo dentro la hizo fruncir el ceño. Era una larga botella de lo que parecía whiskey. Ella no era mucho de bebidas alcohólicas pero gracias a la colección que tenía su padre en casa, supo que era uno de los más antiguos y de mejor calidad en el mundo muggle. La marca era Ogden, y ella se sorprendió de que Malfoy tuviera un whiskey que no fuera mágico.
Lo alzó y lo dejó encima del escritorio, sólo mirándolo.
Había escuchado bastantes veces que el alcohol ayudaba a ahogar las penas y también a olvidar el dolor, pero ella sabía que no era una buena opción. Además, ni siquiera era suyo, no tenía permiso de beberse el whiskey de Malfoy.
Observó el reloj de la pared y se dio cuenta de que apenas eran las cinco de la tarde, por lo que aún había bastante tiempo para que terminara su horario de búsqueda. Tal vez si tomaba un pequeño trago, podría ir a Hogsmeade y aparecerse en Londres a comprar uno nuevo y regresarlo antes de que Malfoy se diera cuenta.
Negó con la cabeza ante su loca idea y regresó la botella al cajón. Se dejó caer sobre la silla de Malfoy y frunció la nariz cuando notó que esta estaba impregnado al olor menta que emanaba de él. Eso sólo la hizo sentir peor, recordándole que se hallaba completamente sola en este lugar.
No le importó. Atrajo el cajón y sacó la botella. Su madre decía que entre más pensaras las cosas sería peor, así que ella no pensó y, abriendo el corcho con su varita, se llevó la botella a la boca y bebió un gran trago. Apenas el líquido pasó por su garganta, sintió que la poción comenzó a adormecerse, al igual que su mente. No supo si eso la aterró o le gustó.
Se levantó y caminó hasta su propio escritorio. Se dejó caer en su silla y cerró los ojos mientras daba otro largo trago y se dejaba caer en su respaldo.
Ella sabía que estaba mal, sabía también que estaba tomando un decisión terriblemente inmadura, pero no podía negar que se estaba sintiendo bien. Le gustaba cómo el whiskey estaba adormeciéndola a pesar de la sensación rasposa de su garganta.
Tal vez habría sido mejor tomar una poción para dormir sin sueños y así descansar, pero ya había probado el whiskey y era delicioso. Se odió a sí misma cuando ese pensamiento vagó por su cabeza.
Siguió bebiendo cada vez más y, en menos de una hora y media, ya había llegado a más de la mitad. Ni siquiera supo cómo se bebió tanto, pero de repente se dio cuenta de que ya era demasiado.
Con manos temblorosas, cerró el corcho de la botella nuevamente y se puso de pie para regresarla al cajón de Malfoy (olvidando por completo su idea de cambiarlo por uno nuevo). Pero cuando se puso de pie, notó que estaba demasiado mareada y sus piernas dejaron de ceder y cayó al suelo. La botella se quebró debajo de ella y los vidrios se esparcieron rápidamente.
—Mierda... —susurró con un hipo al final. Sabía que había dicho una mala palabra sin sentido pero no le importó. De hecho, nada lo hizo, ni siquiera los vidrios que se encajaron sobre sus rodillas y sus manos. Lo único que pasó por su cabeza fue el que ahora sí tendría que hallar una manera para intercambiar la botella.
Por efecto del alcohol, decidió que este era el momento perfecto para hacerlo. Se puso de pie, tomó su varita junto a su bolso y luego caminó hasta la puerta lentamente con cuidado de no caerse al suelo porque sus piernas ya no querían responder.
Merlín, estaba borracha.
Llegó hasta el final del pasillo y al murmurar «Lyra» para poder salir, volvió a echarse en llanto al recordar por qué había escogido esa contraseña. Salió de la estantería y se echó sobre sí misma un encantamiento desilucionador para que nadie en la biblioteca pudiera notarla y siguió caminando hasta llegar a la salida. Una vez lo hizo, deshizo el encantamiento porque su mente embriagada ya no lo creyó necesario y siguió caminando con lentitud y tranquilidad, sin recordar que podría encontrarse con más alumnos por los pasillos.
Estuvo a punto de caer en la esquina que doblaba el pasillo de la biblioteca, pero se aferró a la pared durante unos segundos hasta que creyó seguro volver a dejar el peso sobre ella.
—¿Qué carajo haces aquí?
La voz de Malfoy la hizo saltar y casi cayó al suelo nuevamente de no ser porque este alcanzó a tomarla del codo y la mantuvo de pie. A Hermione ni siquiera le importó el desastre que estaba hecha ni tampoco el hecho de que no deberían estar tocándose, porque lo siguiente que hizo fue tomar del brazo a Malfoy para no caer.
—¿Qué demonios te pasó? —Lo escuchó preguntar, y después de haber estado en silencio durante varias horas con el efecto del alcohol dentro de la habitación, el sonido explotó en su cabeza y soltó un chillido—. Mierda, ¿adónde pensabas ir, Granger?
—Yo... Sólo necesito salir a Hogsmeade... Sí, yo iré...
Se zafó del brazo del rubio e intentó caminar para alejarse, pero él la volvió a tomar y, aunque no lo hizo de una forma brusca, ella casi te tambaleó por el tacto.
—¿Por qué estás sangrando?
—¿Qué? —Hermione bajó la mirada hacia donde él la veía y frunció el ceño cuando notó que los vidrios de la botella aún seguían encajados en su rodillas. Lo había olvidado por completo y de repente comenzó a sentir ardor—. Oh, yo... Nada, sólo necesito...
—No vas a ir a ninguna parte —demandó, tomó su propia varita y esparció en ambos un encantamiento desilusionador para luego obligarla a caminar de regreso a la biblioteca a pesar de que ella quería plantar sus pies en el suelo (aunque él era demasiado fuerte y pesado como para lograrlo).
—¿Por qué no? —preguntó aún resistiéndose—. Tú ni siquiera deberías estar aquí. Sólo vuelve a donde estabas y yo...
—No voy a dejar que McGonagall me culpe por esto —gruñó—. Si te ve así, creerá que yo tuve algo qué ver y no quiero tener más problemas. Así que vamos a regresar a la biblioteca y te quedarás ahí hasta que te calmes.
—¡Pero no quiero! —gritó y plantó sus talones en el suelo, zafándose de su agarre. Eso debió haber sido sorpresa para Malfoy porque no alcanzó a sujetarla y, mientras él seguía caminando, ella cayó al suelo.
Hermione se estiró de piernas y miró al suelo, tal cual niña pequeña. Su mente —donde se hallaba la versión cuerda de ella— le gritaba y suplicaba que dejara de ser tan inmadura e infantil, pero todo su cuerpo estaba siendo controlado por el alcohol combinado con la poción del estrés y eso sólo la hizo sentirse peor. Sus ojos comenzaron a picar y parpadeó rápidamente para disipar las lágrimas cuando escuchó que Malfoy se agachó delante de ella.
—Granger, no me obligues a cargarte.
—Sólo déjame aquí —replicó—. Yo podré volver por mi cuenta...
—Puedo apostar toda mi herencia a que no estás cien por ciento lúcida. Has estado bebiendo. Así que no, no podrías regresar por tu cuenta.
La insinuación que hizo sobre estar bebiendo le recordó que aún tenía que comprar una nueva botella. No tenía ninguna excusa para cuando regresara que le explicara por qué había revisado su escritorio y por qué se había bebido su whiskey sin permiso alguno. De repente, la idea de que ese whiskey era un reliquia pasó por su mente y la hizo sentir culpable.
Alzó la cabeza para mirar a los ojos de Malfoy.
—Tengo que ir a Hosgmeade —pidió—. Por favor, hay algo que necesito comprar.
Pero él ni siquiera pareció haber prestado atención a lo que dijo, sólo la estaba mirando con el ceño fruncido y unos ojos curiosos.
—¿Has estado llorando?
Hermione juntó ambas cejas y estuvo a punto de preguntar a qué se refería hasta que recordó que sí había estado llorando. Nunca se había sentido tan avergonzada. Bajó la mirada de nuevo y se llevó las manos a sus mejillas para limpiarse.
—No.
—Sí, claro —dijo él y luego lo escuchó dar un largo resoplido. Como si se estuviera arrepintiendo de algo que todavía no hacía. Antes de que ella pudiera prevenirlo, las manos de Malfoy se enrollaron alrededor de sus caderas y la levantaron de un rápido tirón para dejarla sobre sus hombros.
Hermione abrió los ojos sorprendida y pataleó para intentar bajarse mientras él comenzaba a caminar con ella cargando.
—¡Malfoy! —protestó, y luego lo escuchó murmurar un «Silencius» alrededor de ambos—. ¿Qué haces? ¡Bájame!
—No me obligues a aturdirte, Granger. Ya casi llegamos, de igual manera.
Ella siguió pataleando durante los próximos diez pasos y, cuando una patada le dio de lleno en la mejilla y se escuchó en quejido por su parte, ella ya no pudo hacer nada más porque el hechizo que susurró la desmayó y su cuerpo flácido cayó sobre sus hombros.
Despertó apenas unos minutos después, con Malfoy parado delante de ella y Hermione recostada en el sofá y con la mirada al techo. Por alguna razón, ahora le dolía más la cabeza y sentía una punzada de ardor en cada parte de ella. Intentó sentarse sobre el sofá pero el dolor de su cabeza se impactó aún más y soltó un chillido. Empezó a llorar de nuevo.
Malfoy pareció no saber qué hacer y sólo se quedó de pie mirándola. Ella se puso de pie e intentó caminar hasta su cajón de pociones pero él la tomó de los hombros y la volvió a sentar. Hermione gruñó y le apartó los brazos.
—Sólo necesito una poción. Suéltame.
—No. Estás terriblemente insoportable. Ahora no puedo irme de aquí hasta que esté seguro de que no te matarás si me voy... De hecho, mantente quieta.
Ella lo hizo, pero no por seguir sus órdenes, sino porque moverse la hacía sentir peor. Malfoy atrajo la silla de Hermione y se sentó en esta, sacó la varita de su abrigo y la apuntó hacia las rodillas de ella, blandiéndola y curando las heridas con magia no verbal. La morena sólo cerró los ojos para obligar a su migraña calmarse y disfrutó de la sensación de sanación. Los tibios dedos de Malfoy la hicieron abrir los ojos con brusquedad y lo miró, pero él sólo había tomado su brazo para sanar sus manos. Una vez que el tejido se cerró, murmuró un «Fregoteo» para limpiar la sangre seca.
Hubiera murmurado en agradecimiento, pero ni siquiera quería abrir la boca para que una vibración dolorosa corriera por su cuerpo. En cambio, hizo un ligero puchero y bajó la mirada para que él no viera lo ruborizada que se hallaba por la vergüenza.
—Dime qué necesitas —Malfoy masculló entre dientes, y eso la tomó por sorpresa pero no dijo nada.
Se hizo un debate mental entre si debía o no decirle, porque eso significaría que vería todas las demás pociones y entonces tendría preguntas. Pero pronto se dio cuenta que él estaba delante de ella impidiendo el paso entre su escritorio y supo que no había otra opción.
—En mi cajón inferior derecho —murmuró, aún con la cabeza gacha—. Hay varias pociones ahí, necesito la amarilla.
Él no dijo nada y sólo se puso de pie. No hizo falta que hiciera algo para poder abrirlo, pues Hermione no había regresado los escudos, así que no hubo problema. Pero cuando él encontró el cajón, se quedó observando todas las pociones durante varios segundos, y ella casi lo vio fruncir el ceño antes de que alcanzara el vial amarillo y volviera a cerrar la caja. Se acercó a ella y se lo tendió.
Hermione lo tomó con un ligero asentimiento de cabeza como agradecimiento y luego lo abrió para tomárselo de un jalón. Hizo una mueca ante el desagradable sabor pero luego cerró los ojos y se recargó en el sofá a esperar que el efecto surtiera.
Abrió un ojo para mirar qué estaba haciendo Malfoy y notó que él sólo estaba recorriendo la mirada por el lugar. Sus ojos vagaron desde los vidrios del suelo, los cajones revueltos de su escritorio y la regla que Hermione había tachado del pergamino hasta ella misma, recostada en el sofá y con un aspecto vergonzoso.
—Entonces... —Él arrastró las palabras y se cruzó de brazos, mirándola—. No me presento en una sola tarde y tú ya husmeaste en mis cosas, robaste, bebiste y rompiste mi botella de whiskey, te embriagaste, lloraste, te autolesionaste, y también te pusiste de un humor inmaduro e infantil.
Nada era pregunta, todo era afirmación, y ella no pudo sentir nada además de vergüenza pura. Enrojeció hasta las orejas y sus mejillas se pusieron coloradas mientras intentaba por todos los medios no chocar miradas con él. Aunque Malfoy se lo hizo difícil ya que volvió a sentarse en la silla que estaba delante de ella y se quedó mirándola con unos ojos profundos. Hermione no tuvo otro remedio que mirarlo también.
Después de unos segundos donde pareció que él miró toda su alma a través de sus ojos, por fin habló:
—Si no querías que me fuera, pudiste haberlo dicho.
Eso definitivamente no era algo que ella esperara escuchar. Y tampoco era lo que ella había pensado, para nada le importaba si él se iba o no. E incluso si hubiera sido así, ¿a él le habría importado? Por supuesto que no, de igual manera se habría ido y ella hubiera quedado sola.
—Eso no tiene nada qué ver —respondió, ahora sintiendo que el mareo del alcohol estaba desapareciendo—. Tú podías irte.
—¿En serio? Porque apenas regresé y te encontré hecha un completo desastre. Tal vez me necesitas más de lo que quieres admitir.
Hermione rodó los ojos lentamente para que él pudiera apreciar su disgusto.
—No es momento para ser un egocéntrico, Malfoy. La cosa no está yendo por ahí.
—Bien —dijo—. Entonces dime por qué hiciste todo esto.
—Yo... —No supo qué responder y calló.
Malfoy suspiró.
—Comencemos por algo fácil. ¿Por qué llorabas?
Ella se quedó en silencio durante unos segundos buscando alguna excusa creíble, pero cuando no encontró ninguna, sólo negó con la cabeza para hacerle saber que no le respondería.
—Eso no, entonces... ¿Por qué husmeaste en mis cosas, Granger?
—Necesitaba distraerme con algo —respondió y al instante se ruborizó de nuevo. Sabía que no era una excusa creíble.
—Hmm —murmuró él—. Así que decidiste invadir mi espacio personal (el cual, por cierto, era la regla número trece) y luego tuviste poco pudor mientras veías mis cosas.
—Eliminé la regla número trece —Fue todo lo que pudo decir, sin tener nada qué responder respecto a lo demás.
Él rodó los ojos.
—Sí. Me di cuenta de eso. Pero tal vez haya sido una buena elección. Este sofá está de tu lado y ahora también podré usarlo yo. Pero, Granger, que conste que esto fue tu culpa, después atente a las consecuencias.
Hermione asintió y desvió la mirada de él. Sus ojos cayeron sobre la pila de deberes que tenía en su escritorio y al instante quitó su mirada de ellos de nuevo, no le apetecía volver a su estrés por el momento.
—Entonces... —Malfoy volvió a hablar y ella se giró a mirarlo—. Luego de que hubieras visto todas mis cosas, ¿bebiste mi botella de whiskey?
—Yo... Siento eso, Malfoy. Realmente quería no hacerlo, pero no sé exactamente qué me ocurrió. Terminé por perder el control. Tenía planeado ir a Londres a comprar una nueva botella antes de que tú regresaras mañana y te dieras cuenta, pero tú volviste antes y... ¿Por qué volviste antes?
Malfoy bufó.
—Ya estaba en Hogsmeade, pero olvidé precisamente lo que debía llevar. Para mi lamento, cuando regresé aquí por él, alguien ya lo había bebido y destruido también.
Eso sólo la hizo sentir más culpable. Soltó un jadeo y se llevó las manos a su rostro para taparlo y cubrirse de la vergüenza que sentía. Ahora que la poción especial de Charles estaba haciendo efecto, estaba llevándose consigo la resaca y todo estaba volviendo a la claridad, por lo que podía recordar lo inmadura que fue. Y ahora teniendo a Malfoy delante de ella, sabiendo que una vez haberla visto así no pararía de burlarse después, quiso que la tierra se la tragara.
—No hace falta que te avergüences, Granger —Escuchó a Malfoy decir y luego por entre los dedos pudo ver que él se ponía de pie—. Sabía que no eras la Señorita Perfecta. Y ahora estoy bastante sorprendido por este cambio drástico como para molestarte por todos los errores que tuviste hoy... Así que haré exactamente lo que tenía planeado hacer antes de que lo arruinaras de una forma indirectamente.
Hermione bajó las manos y lo miró caminar de regreso hasta su propio escritorio. Sacó su varita y murmuró un encantamiento que ella no alcanzó a escuchar y luego el cajón que antes no había podido abrir ahora estaba a la deriva. La morena no alcanzó a ver qué demás cosas había dentro pero sí notó lo que muy en el fondo él atrajo: otra botella de whiskey.
¿Él iba a beber?
Su respuesta se contestó cuando lo vio conjurar un vaso de vidrio y lo puso delante del escritorio para luego abrir la botella y servir. Mientras lo hacía, con magia no verbal limpió el desastre que anteriormente había dejado Hermione con la otra botella. Malfoy alzó el vaso y se bebió el trago de un tirón. Observó cómo pasaba el líquido sin queja alguna, como si fuera agua potable. Ella había hecho muchas muecas cuando sintió el líquido sobre su garganta.
—¿Quieres? —preguntó él sin mirarla, y Hermione rápidamente frunció el ceño, cuestionándose a sí misma si esta era una manera de burlarse.
Al ver que no respondió, el rubio se giró hacia ella y la miró con la ceja alzada.
—¿Quieres o no? —repitió—. Tengo la impresión de que no lo disfrutaste esta vez. No me importa si lo haces o no, pero si voy a estar los próximos días del año escuchándote enumerar las mil razones por la cual el whiskey es 'malo', prefiero no hacerlo. Así que es mejor que tengas un buen criterio, no voy a darte más razones para que odies todo lo que no esté en tu zona de confort.
No supo por qué parte de lo que dijo se sintió más ofendida.
—No, gracias —gruñó—. Algo me dice que el alcohol y yo no nos llevamos bien.
—Lo sé —respondió encogiéndose de hombros y llevando la botella y a sí mismo hasta la silla que estaba frente a Hermione—. Tengo claro que eres muy malacopa.
Ella rodó los ojos, comenzando a recordar por qué su presencia constantemente le molestaba.
—¿No tenías un compromiso en Hogsmeade? —preguntó.
—Lo tenía —afirmó—. Pero tú lo acabas de arruinar. McGonagall la cobraría conmigo si se enterara que me fui dejándote en este estado.
—¿En qué estado? Estoy bien.
Malfoy la miró con una ceja alzada, aburrido. Dejó el vaso de vidrio de lado y comenzó a beber desde la botella. Esta vez sí hizo una ligera mueca pero fue casi imperceptible.
—¿Por qué te dio por beber, Granger? —preguntó—. ¿Tiene que ver con la razón por la que llorabas? ¿Y por qué hay tantas jodidas pociones guardadas en tu escritorio?
—No voy a responder a eso.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero.
—¿Necesitas valor para hacerlo? —preguntó y luego le alcanzó la botella de whiskey—. Entonces bebe.
Hermione soltó una risa irónica.
—Creo que acabas de decir que soy muy malacopa.
—Sí. Pero también sé que el efecto del alcohol hace que se te afloje la lengua. A menos que quieras que use el Veritaserum que tengo en el cajón de mi escritorio desde hace días.
Ante lo último se encogió de hombros, indiferente. La morena abrió la boca indignada apenas se dio cuenta de lo que había dicho.
—¿Que tú tienes qué? ¿Cómo? ¿Desde cuándo? ¿Por qué?
Malfoy entrecerró los ojos y le dio una rápida mirada suspicaz antes de inclinarse aún más sobre la silla y estar más cerca. Luego contestó a sus preguntas:
—Veritaserum. Es fácil de comprar cuando tienes contactos y no quieres crearla. Desde hace casi dos semanas... Y la tengo porque sé que escondes algo, Granger. Sé que hay algo que aún no me has dicho y estoy tratando de averiguarlo por mi cuenta ya que no quieres decírmelo tú. Pero si, en dado caso, tú no cooperas, mi única alternativa sería poner la poción en alguno de los cafés que tomas todos los días. Entonces, ahora que sabes esto y la única razón por la que no me dices la verdad es porque te falta valor (algo que irónicamente deberías de tener), entonces acepta esto y bebe conmigo. Hay que saciar nuestras dudas de una vez para terminar cuanto antes.
No esperó una respuesta y le empujó la botella a Hermione, esta tomándola entre sus manos por inercia. Lo miró apretando la mandíbula, molesta de que estuviera siendo tan manipulador. No sabía si lo que decía era verdad, pero tal vez eso era lo que escondía en el cajón cerrado de su escritorio, por lo que no debía tomarse el lujo de negarse porque si lo hacía sería peor.
Miró la botella entre sus manos y se dio cuenta que, siendo determinada, podría engañar a Malfoy en que bebía y así podrían entablar una conversación en donde ella no dijera nada que no quisiera. Sólo debía ser astuta ante sus ojos y podría librarse de esta.
Suspiró profundamente y luego se llevó la botella a los labios, sintiendo el rasposo líquido pasar por su garganta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top