Últimas miradas

Besar a Draco en una circunstancia tan horrible como una despedida, la hizo entristecerse más, y tuvo que cerrar los ojos con mucha fuerza para no lagrimear frente a él.

Draco la tomó de la cintura y la apretó contra su cuerpo, y el simple toque de sus manos le hizo recordar la familiaridad a la que se había acostumbrado.

Había besado a otros chicos antes que él, a Ron incluso, pero Hermione no tenía idea de por qué con Draco todo siempre parecía ser tan diferente, como si apenas acabara de entrar a un nuevo universo del cual él era el único capaz de llevarla ahí.

Y de hecho, por más que ella se odiara a sí misma y a él por haber llegado hasta este punto, una parte muy escondida de ella agradecía que hubiera presenciado en carne y hueso eso que tanto enloquece a las personas.

"El amor lastima", también decían, y Hermione podía confirmarlo. Cuánto daría ella por que las cosas hubieran sido diferentes.

Ella se había deshecho del dolor que podía causarle a Ron, pero había fallado en hacer lo mismo con Draco. Hermione los había ahuyentado tantas veces, incluso cuando ella los necesitaba más que nunca; pero no quería ser una persona egoísta que solo buscaba su propio bienestar.

Siempre había sido de las personas que pensaban en los demás por encima de sí misma, así que a pesar de lo mucho que le costó, todo el tiempo los intentó alejar.

Tal vez lo logró con Ron, pero no contó con la determinación de Draco.

Y Hermione se odiaba tanto, porque estaba demasiado cansada para serguir luchando por alejarlo, y eso los llevó a donde estaban ahora.

¿Cómo habían llegado a este punto? Draco Malfoy estaba abrazándola mientras disfrutaba su delicado beso, y aunque no lloraba o insinuaba tristeza, ella podía sentirlo. Él se estaba desanimando solo porque creía que ella se iría del colegio, ¿qué haría cuando se enterara que no era así?

Hermione era una tonta, ella era muy consciente del enorme dolor que podía causarle, y aún así estaba aquí besándolo, solo porque había querido un beso de despedida. Qué egoísta.

Unió todas sus fuerzas y logró separarse de sus labios, mirando estos solo unos segundos antes de alzar la mirada a sus ojos: unos tormentosos ojos grises en los que ella se habría perdido toda una vida si así lo quisiera.

Él aún la abrazaba de la cintura, pero Hermione estaba lejana a ese tacto, porque su egoísmo se estaba encargando de memorizar por última vez el rostro de Draco, como si creyera que así, de alguna manera, podía recordarlo hasta la muerte.

A medida que seguía observando cada aristocrática facción de él, comenzaba a darse cuenta que su mente ya lo tenía muy memorizado, y que probablemente lo recordaría hasta el último de sus días.

¿Era demasiado rápido para decir que ella estaba enamorada?

Tal vez sí, pero en un mundo donde solo le quedaban veintinueve días de vida, no podía darse el lujo de pensarlo durante meses para confirmarlo. Era el típico "ahora o nunca".

Entonces, tal vez, solo tal vez, ella sí estaba enamorada del rubio que tenía delante. Era una lástima que no pudiera decírselo.

Hermione se bajó de su nube y regresó los pies a la tierra, a la realidad. Una donde ella debía alejarse de Draco Malfoy lo más pronto posible a pesar de que no lo quisiera.

Ella intentó dar un paso hacia atrás, pero los brazos de Draco la abrazaron con más fuerza para impedírselo. Eso hizo que el nudo en su garganta se agrandara, así que suspiró antes de hablar:

—Draco, debo irme.

—No —dijo con firmeza, y si fuera posible, la abrazó todavía más. La intensidad en sus ojos la dejaba helada—. No puedes, no creí que fueras el tipo de personas que huye de los problemas.

Oh, Draco, si tú tan solo supieras.

Lo siento —musitó como simple respuesta, perdida en sus ojos.

—No digas eso, ya lo he escuchado bastantes veces y siempre son palabras vacías. Quiero un por qué, quiero saber por qué huyes de mí como si fuera a hacerte daño. ¿Crees que me trago ese cuento de la Chica Dorada?

Hermione, a pesar de seguir perdida en sus ojos, se notó un poco aturdida ante lo que dijo.

—¿Qué es lo que quieres decir?

—Sé que tú no te aprovecharías de un tonto título para conseguir lo que quieres, tú siempre trabajas duro para conseguirlo, así que no me digas que esa es tu razón para irte porque no te voy a creer. Y si lo que necesito hacer para que te quedes aquí conmigo o que me lo digas es abrazarte de esta manera, entonces lo haré toda la vida.

Eso habría causado un impacto en Hermione de no ser porque ella no tenía toda la vida. Así que mientras miraba esa determinación en los ojos de Draco y se daba cuenta que él hablaba muy en serio, pronto comprendió que la excusa de la Chica Dorada sí era una muy tonta.

Él necesitaba algo grande para que la quisiera lejos, pero aún así Hermione también dudaba en lograrlo. A estas alturas, no sabía si había algo malo en ella que hiciera que Draco se alejara.

Pero tal vez, si ella era quien lo quería lejos, entonces podría entenderlo.

¿Qué iba a hacer Hermione? Iba a destruir el corazón de un chico de una manera más rápida, pero menos cruel. Le dolería tal vez unos meses, pero luego sería capaz de reanudar su vida sin problema alguno.

Para cuando todo el mundo mágico y él se enterara de la muerte de Hermione Granger, Draco podría incluso estar saliendo con alguna otra chica, y entonces el esfuerzo de la morena habría valido la pena.

Ignoró el estrujado en su corazón de solo pensar en ello y levantó sus manos para alejar las de Draco de su cintura.

Añadió su mejor expresión dura y cruel, y luego dio un paso hacia atrás, toda en sí llenándose de esa misma determinación que había estado en los ojos del rubio hacía unos segundos.

—Tienes razón —dijo, y tragó saliva antes de seguir hablando—, esa era una excusa muy tonta. No me voy porque quiera aprovechar mi título de Chica Dorada, me voy porque no quiero mancharlo. Sé que si me quedo aquí, caeré en la tentación. Porque sí, Draco, siento algo por ti, pero no es más que lujuria, deseo y apenas unos sentimientos que durarían unas semanas. No puedo arriesgar todo lo que he ganado con tanto esfuerzo solo por ti.

Ella cayó para ver si él tenía algo por decir, pero la expresión de Draco estaba completamente atónita y aturdida, como si apenas intentara procesar todo lo que ella decía o como si no lo creyera.

Hermione nunca había dicho cosas tan crueles, y estaba segura de que jamás lo habría dicho de no ser porque ahora era algo que necesitaba para alejarlo. De no ser el caso, ella nunca habría dejado que Draco sintiera que podía manchar su título, porque a ella le importaba en lo más mínimo.

—Eres un ex-mortífago, Draco —dijo en voz baja, y se odió a sí misma cuando miró el dolor en sus ojos—. Eres el casi asesino de Dumbledore; el mago más brillante de la época... No puedo arriesgar mi futuro y dejar que me arruines solo por sexo de unas horas.

—¿Sexo de unas horas? —repitió él, dejando toda la confusión a flote. Después comenzó a respirar pesadamente por la nariz, como si estuviera hirviéndose en rabia—. ¿Crees que esto es solo sexo por unas horas?

—Bueno, yo...

—¡No lo es! —gritó, y Hermione cerró los ojos ante el desgarrador sonido, suspiró y luego dio otro paso hacia atrás—. ¡Ojalá fuera solo eso, pero no es así! ¡Perdí mis prejuicios por ti! ¡Dejé de odiar todo solo por ti! ¡¿Y crees que es solo sexo por unas horas?!

El nudo en su garganta estaba tan apretado que dolía, pero no podía darse el lujo de llorar delante de Draco porque eso solo haría que su teatro se cayera, así que se obligó a seguir con su máscara de indiferencia.

—Da igual, Draco, esto no iba a funcionar. Eres un Malfoy, heredero de una familia sangre pura, y yo soy una Granger, heredera de unos muggles que ni siquiera me recuerdan. Tú y yo...

—¿Crees que eso me importa ahora? —interrumpió.

—Somos de mundos totalmente diferentes —siguió Hermione, como si él nunca hubiera hablado—. Tú un sangre pura, yo una sangre sucia. Tú un ex-mortífago, yo una heroína de Guerra. Tú un Slytherin, yo una Gryffindor. Lo que sea que hubiéramos sacado de esta tonta relación clandestina habría sido muy bobo, y habría arruinado todo. Eres una mancha para mi historial, y no puedo dejar que eso pase por simple calentura.

Auch, auch, auch. A ella misma le dolió decirlo, en realidad. Pero era necesario.

Y le dolió más cuando miró nada más que decepción en los ojos de Draco, y ella entendía que él había esperado mucho más, y en cambio lo había hecho a un lado como si no valiera nada.

Era lo que a él tanto le aterraba: que nadie lo considerara de importancia. Se había abierto ante Hermione, creyendo que ella sería diferente a todos los demás, pero aún así —de nuevo— lo había traicionado.

—Entonces es solo calentura, ¿no, Granger? —masculló Draco, arrastrando las palabras y su expresión contraída en una mueca que estaba entre molestia y tristeza.

Hermione no encontró palabras para responder, así que solo asintió, sintiéndose la peor persona del mundo cuando él apartó la mirada.

Porque Draco Malfoy era la persona más fría que ella conocía, alguien que siempre había tenido las barreras arriba. Y justo cuando se permitía bajarlas para que ella se adentrara, lo único que hacía Hermione era apachurrar su corazón.

—Bien —dijo él, y su tono de voz era amargo cuando regresó a mirarla—. Fue solo calentura, tú no quieres que una basura como yo manche tu título de niña perfecta, así que te vas porque no quieres arriesgarte y me quieres muy lejos. Creo que ya entendí bien, Granger, ya puedes irte.

De alguna manera, que el mismo Draco la estuviera invitando a irse, se sintió mil veces peor que cuando le estaba rogando que se quedara.

Él ya la estaba dejando ir y era su momento para correr y no mirar atrás, ¿pero entonces por qué seguía de pie delante suyo y sin poder mover un dedo?

Mirar a Draco tan vulnerable en apenas unos pasos en frente de ella, sentir toda esa tristeza y rabia que emanaba, eso le hizo darse cuenta de la intensidad en que él veía las cosas.

Draco no era de las personas que querían cosas para un rato, al menos no cuando de verdad las deseaba; así que, una vez que dejó a Hermione entrar a su alma y mente, se volvió difícil querer otra cosa. Ella podía verlo a través de sus ojos, y de repente se preguntó cuándo había aprendido a leerlo tan bien.

Y entonces, en esa faceta de vulnerabilidad, todo la atacó a ella también, y por un pequeño momento, Hermione consideró dejar caer sus escudos y enterrarse en su pecho para decirle toda la verdad.

Sin filtros, simplemente llegar y decir que lo sentía pero que iba a morir en pocos días.

Por unas milésimas de segundos, ella estuvo por hacerlo, pero el universo se encargó de recordarle que era una mala idea cuando Draco alzó una ceja molesta y dijo:

—¿Te vas, o no?

Hermione apuñó sus manos a sus costados, alzando la barbilla y respirando hondo. Contarle la verdad era una muy mala idea, especialmente cuando había cumplido con su objetivo.

Así que, costándole toda su fuerza de voluntad, dio una última mirada a esos ojos grises que estuvieron en su mente durante tantos meses y luego se dio la vuelta.

Y esta vez no vaciló al abrir la puerta y salir.

Ojalá algún día puedas perdonarme, Draco.

Llegó hasta el final del pasillo y dijo la contraseña para salir a la biblioteca, la luz de la luna reflejándose en los suelos a través de los enormes ventanales. Y a medida que sus zapatillas resonaban por toda la madera y las estanterías de los libros pasaban en un estado borroso a los costados de su vista, dejando atrás esa pequeña habitación, todo comenzó a sentirse en cámara lenta.

Ella misma incluso, todo se sintió tan lejano y perdido. Vacío. Como si apenas estuviera cargando el peso de lo que vendría para ella.

No hizo absolutamente nada mientras seguía caminando hasta que salió de la biblioteca y atravesó más pasillos. Y poco a poco, mientras todo iba acumulándose, su expresión decaía hasta que su cara no fue más que un estrujado de dolor y tristeza.

Y mucho llanto.

Dio vuelta en otro pasillo, uno que daba directo a la luz de la luna, y cuando comprobó que no había nadie, no pudo evitar el sollozo que salió de su garganta.

Intentó ahogarlo con una mano su boca, pero ese fue solo el primer sollozo de muchos más que siguieron llegando hasta que Hermione ya no fue capaz de amortiguarlos y tuvo que usar un hechizo silenciador para poder llorar sin interrupciones.

Dejó que el llanto la dominara y dejó caer la cabeza en la pared, poco a poco dejándose resbalar hasta que no fue más que un ovillo en la esquina de la misma.

Se permitió llorar todo lo que nunca había llorado, se desahogó sin importar que el estereotipo de Gryffindor le dijera que debía ser valiente, fuerte y tenaz.

Ella ya lo había sido mucho tiempo, tenía derecho a quebrarse al menos una vez en su corta vida.

Se llevó las manos a sus rizos y los apretó con fuerza, como si eso lograra disminuir el dolor de todo lo que la estaba abrumando. Lloró sin detenerse, pataleó, gimoteó, golpeó el suelo, gritó, sollozó; se permitió hacer de todo.

Y sin embargo, nada fue suficiente.

Apenas esa noche de finales de febrero, Hermione Granger se preguntó por qué siempre le pasaban las cosas más horribles a quienes menos lo merecían.

Y también unas horas después, Ginny Weasley se encontraba despidiéndose de ella sin siquiera saberlo, creyendo que serían solo unos meses donde Hermione se iría en busca de sus padres.

•••

Hermione comenzaba a aborrecer las despedidas con todo su ser. Primero Draco, luego Ginny, luego Neville, luego Luna, luego Poppy.

Y ahora Minerva, lo que de hecho la hacía la peor despedida porque era la única persona que sabía de su verdadero estado, así que no podía solo abrazarla y decirle que la vería en unos meses porque ambas sabían que no era así.

Con todas las despedidas anteriores, Hermione había podido mantenerse fuerte, sonreír y todo sin llorar —a excepción de con Draco—, pero con Minerva fácilmente podría derrumbarse de nuevo.

El expreso de Hogwarts ya había arribado en Hogsmeade, y la bruja mayor se había ofrecido a acompañarla a la estación; y a pesar de que a Hermione le hubiera encantado negarse, sabía que no funcionaría e iría con ella de todos modos.

Así que cuando el baúl de Hermione estaba ya en su compartimiento del tren, y cuando ambas se miraron fijamente a los ojos, el peso de la situación comenzó a arder.

—Supongo que este es el adiós, señorita Granger —dijo Minerva, y la esquina de sus labios se levantó en una rápida y rígida sonrisa.

—Lo es —coincidió Hermione, y solo se encogió de hombros.

Minerva solo se le quedó mirando, y justo cuando el ambiente comenzaba a tensarse con una intensidad extrema, la mujer se acercó a pasos lentos y luego la abrazó.

—Sé que no quieres una despedida larga, triste y repetitiva —susurró la mujer por encima de su cabeza—. Puedo imaginar lo difícil que debió ser para ti decirle adiós a tus amigos, así que intentaré no ser egoísta y terminaré esto rápidamente.

Minerva dio un ligero apretón a su cuerpo y luego se separó, tomándola por los hombros y con una sincera sonrisa.

—Estoy muy orgullosa de ti, Hermione. Fuiste la mejor alumna que pude tener.

Ella sonrió y asintió. La mujer la soltó y Hermione solo respiró hondo antes de darse la vuelta, no necesitaban recordarse que se querían porque ambas ya lo sabían, así que no dio una última mirada atrás cuando se subió al tren y sus rizos se perdieron en el interior.

Caminó hasta el fondo, llegando al mismo compartimiento que siempre usaba con Harry y Ron, sintiendo esa conocida familiaridad cuando se sentó en uno de los sillones en el lado de la ventana, respirando hondo mientras dejaba que sus ojos se perdieran en aquel lejano castillo que fue su hogar durante tantos años.

Hogwarts es mi casa, había dicho Harry una vez, y ahora Hermione también lo creía.

El tren comenzó a andar, y ella sonrió y alzó una mano ligeramente en despedida cuando su mirada cruzó con Minerva. Luego ya no pudo verla y lo único que le quedó por apreciar fue ese castillo, un lugar que resguardaba la vida de varias personas que a ella le importaban.

Hermione desvió sus pensamientos de Draco apenas él intentó entrar a su mente, y por primera vez en toda su vida, pasó un viaje en el tren de Hogwarts sin leer ningún libro y solo apreciando el paisaje que se veía a través de la ventana.

•••

—Academia de Aurores, ¿en qué podemos servirle?

Hermione alzó una ceja y trató de descubrir de dónde venía esa voz, pero no pudo lograrlo luego de un minuto entero, así que se concentró y con voz dudosa habló:

—Vengo a visitar a unos amigos.

—Todavía no es día de visitas, señorita —contestó la voz—. Y en caso de que lo fuera, hay una lista de espera, ¿desea que la agregue a la que está para el próximo mes?

Sí, claro, para el próximo mes.

No —replicó Hermione, y sus manos se enredaron con nerviosismo sobre su jersey—. El mes que viene no puedo.

—Lo lamento entonces, señorita. ¿Gusta que dejemos algún mensaje?

Ella se quedó en silencio durante varios segundos, no era esta la manera en que habría querido despedirse de Harry y Ron. Ellos nunca la perdonarían si dejaba que pasara algo como esto. Y mientras se estaba debatiendo entre qué hacer, la voz llamó para ver si Hermione seguía ahí.

—¿Qué? Oh, sí, lo siento, sigo aquí. Me gustaría dejar un mensaje a Harry Potter y Ron Weasley.

—Para ellos siempre dejan muchos mensajes —replicó la voz, tal vez en un tono cansino—. ¿De parte de quién?

—De Hermione Granger, señor.

Silencio.

Y luego:

—¿Hermione Granger? ¡Cuánto lo siento, señorita! Ahora mismo puede entrar, disculpe las molestias.

Ella no alcanzó a responder nada porque pronto las enormes puertas de metal se abrieron de par en par y luego los cientos de escudos alrededor del colegio bajaron para dejarle libre el paso.

Hermione agradeció sin saber si la escuchaban o no y luego se adentró. El lugar debía haber tenido un hechizo amortiguador porque desde afuera no se había escuchado nada, pero cuando ella atravesó el primer campo, comenzó a ver multitudes de personas entrenando de aquí para allá.

Apenas eran fácil las diez de la mañana, pero ya podía ver decenas de maestros entrenando a sus alumnos. Habían grupos de chicas, grupos de chicos y grupos mixtos.

Hermione atravesó al menos cinco grupos —donde tres de ellos se encontraban en combate— antes de que a lo lejos por fin pudiera reconocer el brillante cabello pelirrojo de Ron, quien se hallaba en un combate contra una chica rubia.

Ella buscó con la mirada a Harry, y fue fácil encontrarlo a unos cuantos metros porque había como mínimo cinco chicas alrededor suyo; ninguna se le estaba insinuando, pero en sus ojos se veía el anhelo.

Hermione sonrió para sí misma por dos razones: la primera era porque ninguna de esas chicas tenía idea de que Harry estaba completamente hechizado por cierta pelirroja, y la segunda porque ver a sus mejores amigos le inundó el corazón de una felicidad que no sabía podía volver a tener.

Por un momento, ver a sus amigos ahí en la distancia, le regresó toda la alegría que alguna vez le pudieron arrebatar.

Siguió caminando hasta ellos a paso lento, mirando con sorpresa lo bien que había mejorado Ron en el combate, y cuando estuvo a unos cuantos metros y comenzó a escuchar cuchicheos, Harry fue el primero en notarla.

—¡Mione!

La morena alzó la vista justo a tiempo para encontrarse con Harry corriendo hasta ella, abrazándola con fuerza para cargarla y dar vueltas con ella.

Y cuando la volvió a dejar en el suelo, Hermione cruzó miradas con Ron y observó el momento exacto donde él perdió la concentración y la chica rubia lo venció.

Harry y Hermione carcajearon cuando miraron a Ron gruñir por estar con muchas cadenas a su alrededor gracias al hechizo de la chica, pero luego las hizo desaparecer con un movimiento de su varita y se levantó sacudiéndose las rodillas antes de acercarse a ambos.

¿Era posible que una persona creciera en quince días? Porque definitivamente Hermione podía jurar que lo miraba más alto.

Ron no pudo disimular su alegría y abrazó a Hermione con la misma emoción o incluso más que Harry, y ella se aferró a él porque eso era lo que más necesitaba en momentos como este.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Ron cuando la regresó al suelo—. Se supone que hoy no es día de visita.

—Lo sé, pero solo necesité decir mi nombre y la voz me dejó entrar sin hacer nada más.

—Hermione aprovechándose de su título —bufó Harry y luego le alzó una ceja—. Nunca voy a dejar de reprocharte eso.

Ella rodó los ojos con una sonrisa.

—¿Vienes sola? —preguntó Ron, y Harry esperó atento a su respuesta.

—Sí, soy solo yo. Me quedaré por aquí un par de días, después tengo que irme.

—¿Adónde irás?

Hermione tenía ensayada la mentira que diría, así que ni siquiera le costó fingir su sonrisa.

—Contraté un equipo mágico para que me ayude a encontrar el paradero de mis padres —contestó—. No podía esperar más meses, y ellos me necesitan porque una vez que los encontremos, deben integrarme a sus recuerdos poco a poco y yo debo estar ahí. Así que me iré con ellos, pero serán unos cuantos meses y no quería irme sin despedirme de ustedes.

—Podrías habérnoslo dicho —replicó Ron—. Habríamos pedido permiso para irnos unos meses también y podríamos haber ido contigo.

—Podemos hacerlo todavía, si así lo quieres —coincidió Harry.

La solidaridad de sus amigos la hizo querer llorar de repente, pero ocultó todo con un resoplido.

—Estoy bien así, serán solo unos meses y estaremos en contacto todo el tiempo. No hace falta, se los juro —añadió. Harry y Ron se miraron entre sí, poco convencidos, así que ella desvió el tema—. Mejor cuéntenme qué tal les va por este lugar, se ve muy interesante y parece que Ron ahora es un experto en combate.

Ron enrojeció hasta las orejas apenas dijo eso, y Harry le dio a este un codazo amistoso antes de regresar a Hermione con unos ojos emocionados y contarle todo, obligándola a caminar para enseñarle todo el colegio.

Ella pasó el día entero con ambos, y casi se sintió como si hubieran regresado el tiempo a cuando los tres seguían en Hogwarts, aquellos días donde su mayor preocupación terminaba siendo un examen o alguna pelea ridícula.

Jugaron, bebieron, comieron como locos —Hermione tuvo que recurrir a su poción especial para que ninguno tuviera sospechas—, salieron cuando fue el día de visitas, fueron a un parque de diversiones cercano —uno donde ella se tuvo que conformar con mirar porque sabía que los juegos más grandes le causarían problemas—, Ron enseñó a Hermione a batirse en duelo físico...

Y para el quinto día, llegó el momento más temido para ella: la despedida.

Cada noche mientras dormía, y cada mañana mientras esperaba a que Harry y Ron salieran de sus clases, Hermione salía de su burbuja de alegría y volvía a poner los pies en la tierra, intentando aceptar que apenas podía disfrutarlos unos días antes de que todo se terminara.

La primera noche fue la más difícil, porque los tres se habían quedado hasta la madrugada despiertos, bebiendo y cantando como unos locos borrachos y bailando abrazados. Ron había sido el primero en caer dormido, y Harry se había acercado a ella, sentándose a su lado frente a la calefacción. Habían hablado como media hora más antes de que el azabache también fuera vencido por el sueño.

Y entonces Hermione solo los miró; se tuvo que beber otro vaso entero de whiskey para que su garganta se concentrara en ese ardor de la bebida en lugar del nudo que amenazaba con salir.

Ella los había mirado en silencio hasta que poco a poco el sueño también se la fue comiendo, y antes de caer dormida, lo único que pudo pensar fue en lo agradecida que estaba de haber conocido a Harry y Ron.

Tal vez sin ellos no habría tomado esta maldición, pero no había manera de que eligiera no tenerlos; Hermione reviviría todo en las mismas condiciones, si eso significaba conocerlos y ser su amiga.

Los demás días fueron más fáciles, porque a paso lento ella comenzó a aceptar que la despedida llegaría tarde o temprano y que no era algo que ella pudiera evitar.

Pero no contó con que todo fuera mucho más difícil teniéndolos delante.

Harry fue el primero en envolverla en un fuerte abrazo. Él siempre la había tratado como una hermanita, Hermione no podía decir que tenía la misma conexión que él con Ron, pero definitivamente tenían una especial que era solo de ellos. Ella había estado dispuesta a dar la vida por su mejor amigo todos los años desde el instante que lo conoció.

Siempre supo que este azabache le traería muchos problemas, pero aún así nunca lo dejó solo. Ella nunca había tenido hermanos, así que cuando Harry llegó a su vida a tratarla como una, y protegerla como si fuera una pieza frágil pero, que al mismo tiempo, sabía que no lo era, simplemente fue maravilloso.

Y Hermione sabía que no podía existir mejor amigo que Harry, así que mientras estaba enterrada en su pecho oliendo su fragancia, deseó con todas sus ganas que algún día pudiera perdonarla y también que tuviera una larga y feliz vida a lado de Ginny; deseó que por fin viviera esa vida que tanto empeño le costó construir.

—Te amo, Harry —susurró muy bajo que casi juró que él no la había escuchado, pero comprobó que sí lo había hecho cuando sintió un beso suave sobre sus rizos.

—También te amo, hermanita.

Ese apodo hizo que ella quisiera refugiarse en sus brazos para siempre, pero sabía que debía alejarse, así que con una sonrisa, deshizo su abrazo y dio un paso hacia atrás.

Se giró hacia Ron, y en el momento que encontró sus preciosos ojos azules, el mundo entero desapareció. Porque tenía delante al chico de quien estuvo enamorada desde que tenía memoria.

Ella había estado enamorada de Ron desde aquel día que lo conoció en el expreso de Hogwarts, pero apenas hasta tercer grado se dio cuenta.

Ahora, Hermione sabía que las cosas habían cambiado debido a muchos sucesos y personas, y Draco era una de ellas. Pero eso no quitaba el hecho de que aún quería demasiado a este pelirrojo.

Podía ser que ya no lo amaba con tal intensidad como alguna vez lo hizo, pero seguía siendo de las personas más importantes para ella; y por supuesto, también alguien por quien daría la vida.

Sus ojos se llenaron de lágrimas antes de poder detenerlas, y Ron le sonrió la instante.

—Oye, no llores... —dijo él, y Hermione casi quiso rodar los ojos ante tremendo consejo—. Anda, ven aquí.

Hermione no lo dudó, caminó hasta él y se trepó de su cuello, Ron sosteniéndola de la cintura, apretándola contra su cuerpo y alzándola unos centímetros del suelo.

Estaba segura de que sus rizos le hacían cosquillas a Ron, pero se olvidó de eso y se aferró a él con fuerza mientras apretaba sus ojos para evitar que las lágrimas salieran, pero fue imposible.

Se encontró llorando, y lo peor es que ni siquiera pudo hacerlo en silencio.

Apenas el primer sollozo se escapó de su boca, Ron la regresó al suelo y tomó su rostro entre sus manos; sus lindos ojos comenzando a empañarse también.

—Estaremos bien, Mione —susurró con una sonrisa—. Tú debes ir a hallar a tus padres, sé que lo harás; no hay nada que Hermione Granger no pueda lograr. Solo serán unos meses, y cuando vuelvas, prometo que te tendremos una enorme fiesta de bienvenida.

Solo serán unos meses.

Hermione asintió, dejando libre el nudo que se había creado en su garganta. Se acercó a él hecha un desastre de lágrimas y le dejó un tierno beso en su mejilla.

—Te amo, Ron —musitó en su oído antes de alejarse.

—También yo —contestó él con otra sonrisa, dejando caer una silenciosa lágrima por su mejilla que se limpió rápidamente.

Ella respiró hondo y también se enjugó sus lágrimas. Soltó una pequeña y nerviosa risa para disimular la tensión que sentía y luego se aferró a su maleta con mucha fuerza, miró a Harry y Ron por última vez —de nuevo como si quiera memorizarlos— y luego sonrió antes de darse la vuelta.

Caminó hasta las enormes puertas de metal, repitiéndose una y otra vez que no se girara para mirarlos porque sería mucho más difícil para ella. Pero cuando estuvo ya por salir a las barreras fuera del colegio, no pudo evitar girarse lentamente, solo para encontrarse con Harry y Ron despidiéndola con las manos alzadas.

Ella desvió la mirada antes de que se derrumbara en lágrimas de nuevo, y después salió del colegio.

Una vez estuvo fuera de las barreras anti-apariciones, no esperó ni un segundo más para desaparecer y llegar al departamento muggle donde había dejado sus cosas antes de ir a la Academia de Aurores.

Apenas sus pies tocaron sólido, todo se sintió como un vacío sinfín. Caminó lentamente por todo el pasillo principal hasta que llegó a la sala y luego dejó la maleta parada en una esquina.

Ella observó el lugar con ojos lejanos, sintiendo ese dolor impregnarse en su pecho y esta vez no exactamente uno físico.

De repente se sintió enferma. Muy, muy enferma, como si estuviera dispuesta a morir aquí mismo y antes del tiempo previsto.

Hermione se había equivocado: sí hubo una despedida más dolorosa que Draco, y esa fue la despedida de Harry y Ron.

Se sintió tan débil por toda la tristeza que no pudo aguantar más de pie y se dejó caer en el sofá más cercano, presintiendo que el llanto vendría otra vez.

Y de hecho, se habría permitido llorar de nuevo al ver la fotografía de Harry y Ron que estaba sobre la mesita de noche, de no ser porque un ruido en el balcón la distrajo por completo.

Su tristeza se esfumó y rápidamente fue sustituido por su instinto de supervivencia (algo tremendamente irónico). Tanteó su abrigo hasta sacar su varita y luego se levantó sin hacer el más mínimo ruido.

Se pegó a la pared que llevaba hasta la puerta deslizante del balcón, y luego movió un poco su cabeza para ver a través de la cortina. No vio nada, pero escuchó otro ruido y eso le confirmó que definitivamente había alguien ahí.

Sintió su corazón latir un poco más rápido y esa tonta sensación de adrenalina que hacía mucho no sentía la volvió a llenar.

Apretó con más fuerza su varita, memorizó todos los hechizos de defensa que podría usar y luego salió de su escondite y llegó al balcón con su varita en triste en dirección a donde había escuchado el ruido.

Se congeló.

Porque a quien encontró ahí, era la persona que menos esperaba ver.

—¿Draco?

Él estaba sentado en una de las bancas de madera que tenía el balcón, en la mesita de a lado tenía un vaso y una botella de lo que parecía ser tequila. Tenía un pie recargado en su rodilla y en su regazo un libro que leía con toda la paciencia del mundo.

Al escucharla, solo alzó la mirada y no se notó nada sorprendido de mirarla ahí delante de él.

—Oh, hola, Granger. Ya era hora de que llegaras.

Hermione, totalmente aturida y sin saber si lo que veía era producto de su demacrada imaginación o no, bajó la varita.

—¿Qué demonios haces aquí?

—¿Creíste que un ridículo discurso donde solo me despotricabas sería suficiente estrategia para que me alejaras de ti? —preguntó y luego hizo una mueca—. No, debiste pensar en algo más grande. Aunque debo admitir que te enseñé a mentir muy bien porque me lo creí por unas horas. Pero para cuando descubrí tu verdadera intención tú ya te habías ido.

—Sigues sin responder mi pregunta.

—Oh, eso —suspiró, tomó su vaso para dar un trago con toda la paciencia del mundo y luego regresó a mirarla—. Bueno, al principio tuve que acercarme a la chica Weasley, pero ella no me dijo nada. Luego fui con Lovegood, pero ella tiene una enorme lealtad y me dijo que no era de su incumbencia decirme a dónde habías ido. Así que mi última opción fue ir con McGonagall, era obvio que ella sabía algo que no quería decirme, así que hice de las mías y al final logré que me dijera la verdad y también dónde estabas.

—¿La ve-verdad? —balbuceó Hermione, palideciendo de repente. Draco asintió con la cabeza y se puso de pie, caminando hacia ella.

—Me dijo que hubo un gran problema con tus padres y que prácticamente los tienes perdidos. Y de nuevo, sientes que fue tu culpa porque fuiste tú quien los guió a salir fuera del país, así que ahora irás en una búsqueda alrededor del mundo por esos muggles. Dijo que no querías que nadie lo supiera porque no sabías después de qué tanto tiempo regresarías y no querías que nadie te estuviera esperando.

Hermione se mantuvo en un silencio sepulcral y con la boca ligeramente abierta. Esa no era ni siquiera una parte de la verdad, pero Draco parecía que lo creía con firmeza.

Ella no supo qué decir, así que no dijo nada. Entonces él ladeó la cabeza y sonrió de lado.

—¿No crees que toda tu despedida fue muy dramática para eso, Granger? —preguntó—. Alejarme porque te irías mucho tiempo y no querías que yo sufriera tu ausencia. Pff, como si no pudiera esperarte toda la vida.

—Draco, yo... Eso no...

—Da igual, llevo dos días aquí esperándote; la cama es muy cómoda, por cierto. Ya estaba harto del colegio, y es muy difícil que puedas deshacerte de mí ahora. Yo voy a acompañarte a buscar a tus padres y me vale una mierda si no quieres.

Luego solo sonrió, como si estuviera orgulloso de haber ganado un hermoso trofeo y la rodeó para adentrarse al departamento.

—Iré a darme un baño —avisó, alzando la voz mientras Hermione seguía congelada en su lugar; pero cuando habló de nuevo, ella se giró por encima de su hombro para mirarlo—: Por cierto, McGonagall te envió una carta, está ahí a lado del buró de la cama. Intenté leerla pero la mujer es astuta: tiene un hechizo para que solo tú puedas abrirla... Me quemé como tres veces queriendo hacerlo yo.

Luego, sin decir nada más, Draco entró al baño y cerró la puerta detrás suyo, dejando a una atónita Hermione de pie en el balcón, quien no se movió hasta que escuchó el agua cayendo del baño.

Eso la sacó de su trance y caminó con rapidez hasta la cama para tomar la carta y abrirla. Luego leyó.

Hermione:

Lo siento tanto, no supe cómo deshacerme del señor Malfoy. Se quedó un día entero afuera de mi oficina con la intención de que yo le dijera a dónde habías ido. No comió en ningún momento, y temí que eso causara problemas, así que tuve que inventarle una mentira que él pareció creer.

No conté con que decidiera querer acompañarte. Intenté detenerlo, lo juro, pero el señor Malfoy sigue siendo un Slytherin y no hay quien pueda arrebatarle su determinación.

Le dije dónde te ibas a hospedar, y él me ofreció un trato que supuestamente lo terminaba beneficiando.

"Encontrar a lo padres de Hermione Granger sería una buena manera de recuperar el honor de mi familia", había dicho. Pero es obvio que esa no es su razón para querer ir contigo.

De nuevo lo siento, Hermione. Pero no podía quedarme con la amargura de que pasaras por un momento tan difícil tú sola. El señor Malfoy tal vez pueda ayudar, aún si es la decisión más egoísta.

Con cariño,
Minerva M.





















———
Siento que en este capítulo hubo un poco dramione, idk. Pero todos estamos de acuerdo en que Hermione merecía una despedida decente con Harry y Ron, ¿o no?

Da igual, de todas maneras a partir de este capítulo las cosas son casi literalmente puro Draco y Hermione porque este mes lo van a pasar juntos y solamente ellos sin nadie más.

Y de una vez les voy advirtiendo: soy una escritora muy cruel, me gusta meterme en sus corazones de hielo y despedazarlos, así que prepárense para perder toda su estabilidad emocional.

Porque sí, señoras y señores, quedan pocos capítulos para que Draco descubra la verdad.

—nico🐑

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