Sentir
Gales, Reino Unido. Domingo 7 de marzo de 1999, 10:58 p.m.
—¿Granger? —preguntó la voz de Draco desde el otro lado de la puerta—. ¿Estás bien?
Hermione levantó la cabeza de entre sus manos y se aclaró la garganta.
—Sí, solo un poco de sangre. Ahora salgo.
Él ya no dijo nada más, y entonces ella regresó a cubrir su cara con sus manos. Ya se había limpiado la sangre y también ya había tomado una nueva poción, pero ahora estaba lidiando con ella misma.
No era que le preocupara la sangre —eso ya era algo que había aceptado—, sino el hecho de que era un recordatorio de que mantener a Draco ahí con ella era mala idea.
Sin embargo, ya no había vuelta atrás.
Solo debía mantenerlo ocupado durante siete días, y después de eso le pediría que se alejara y entonces podría estar sola. No era que la idea la emocionara, pero sabía que era lo mejor.
También sabía que no debía levantar sospechas, así que, con cierto esfuerzo, se puso de pie del váter donde estaba sentada, se cepilló los dientes y luego abrió la puerta para salir del baño.
Draco estaba parado a unos cuantos metros, recargado en la pared paralela, cruzado de brazos y con los ojos fijos en ella.
Hermione se mantuvo quieta e ignoró el escalofrío que sintió cuando él la recorrió con la mirada de pies a cabeza.
—¿Mejor? —preguntó luego de unos segundos, y ella asintió, suspirando antes de regresar a la sala donde seguían las cajas ahora casi vacías de comida china.
Por un momento, consideró volver a comer, pero luego el mismo pensamiento le revolvió el estómago y comprendió que había sido suficiente comida para una noche. O al menos lo que la maldición podía permitirle.
—Creo que me iré a dormir —murmuró Hermione, relamiéndose los labios y apartando la mirada de la comida. No miró a Draco mientras caminaba hasta la cama y añadía—: Puedes dormir en el sofá.
Escuchó la risita burlona de Draco detrás suyo, y eso la hizo fruncir el ceño y girarse hacia él. Había avanzado unos pasos y aún tenía los brazos cruzados, pero su expresión ahora era juguetona mientras la miraba.
—¿Qué? —preguntó ella.
—No quiero ser un mal invitado, Granger. Pero creo que tú tampoco deberías ser una mala anfitriona.
Hermione alzó ambas cejas.
—¿Qué quieres decir?
Él bajó sus brazos y luego apuntó con un dedo a la cama.
—He dormido ahí antes que tú —dijo—. Y créeme cuando digo que es muy cómoda. No vas a poder sacarme de ahí, y además es lo suficientemente grande para ambos, quizás demasiado.
Ella desvió la mirada hacia la cama, y comprobó para sí misma que sí era muy grande; y teniendo en cuenta su tamaño, sería apenas un ovillo en comparación a todo el espacio libre que quedaría.
Pero la idea de compartir cama con Draco...
—Oh, vamos, Granger. Ya me has visto desnudo, no creo que dormir en la misma cama sea algo de mucha más intimidad.
Hermione le lanzó una mirada molesta, aunque no pudo evitar el sonrojo de sus mejillas a pesar de que lo intentó.
Ella quería seguir discutiendo con él, incluso cuando no había muchas cosas a su favor para que ganara la cama para ella sola; de hecho, quería arrojarlo al suelo si fuera posible, así pondría más distancia.
Pero estaba muy cansada. Tal y como había predicho antes, estar afuera con las temperaturas tan bajas y haber corrido como una infantil, le estaba causando más problemas.
Incluso aunque era un dolor menos fuerte que el que normalmente tenía, aún le dolía la cabeza. También los huesos, y los párpados le pesaban demasiado.
Así que por más que deseara alargar su conversación hasta ganar, no tenía suficiente fuerza.
—Da igual, duerme donde quieras —replicó ella, dando un ligero suspiro antes de caminar los pasos que la distanciaban de la cama y luego se sentó en la orilla, tomando su varita para comenzar a soltar aire por la punta y secar su cabello.
No miró, pero escuchó a Draco caminar hasta la mesilla de la sala y luego comenzó a levitar la basura para ordenarla y luego la dejó en el bote que estaba cerca de la entrada al departamento.
Entró al baño, y para cuando Hermione terminó con su cabello, él ya había salido y también llevaba puesta su ropa de dormir.
Ella no prestó atención a eso y deshizo las sábanas de la cama para poder arroparse. Apagó la lámpara que tenía a lado y luego se acurrucó en la orilla, sintiendo su cabeza palpitar cada vez con más intensidad.
No tenía ninguna poción para eso, y además no podía beberse otra porque eso reduciría el efecto de la primera que había tomado, así que se tenía que conformar con solo dormir.
Aún quedaba una lámpara que daba una tenue luz por todo el departamento, y justo cuando esta se apagó, fue cuando Hermione comprendió realmente que iba a estar en la misma cama que Draco y a oscuras.
Sintió el otro lado del colchón hundirse poco a poco, y aunque ella le estaba dando la espalda, comenzó a sentirse nerviosa mientras él tiraba de las sábanas y se movía hasta quedar cómodo.
Ella estaba mirando el balcón, las puertas de este ya estaban cerradas pero las cortinas eran de una tela tan delgada que dejaban paso a la ligera luz de la luna; así que se concentró en eso para no pensar en que él estaba recostado a por lo menos un metro.
Hermione cerró los ojos, obligándose a imaginar que estaba sola en la cama, que no había nadie junto a ella.
Estuvo así durante casi media hora, incapaz de mover sus músculos para darse la vuelta o tomar otra posición. Quería quedarse de esa manera durante toda la noche porque temía enfrentar a Draco si se giraba.
No pudo conciliar el sueño a pesar de que sus párpados se lo rogaban; el simple hecho de tener conciencia de la presencia de Draco no la dejaba dormir.
Aún así, se obligó a seguir intentándolo. Apretó los ojos con fuerza y comenzó a recitar en su mente un poema que su abuela le leía antes de dormir. Siempre funcionaba, porque era tan largo que tarde o temprano se terminaba durmiendo.
Pero ahora que su abuela se había ido, lo único que Hermione podía pensar mientras lo recitaba era en cosas sobre ella, y eso definitivamente le arrebató más el sueño.
Recuerdos siguieron llegando, y antes de que se diera cuenta, estaba llorando silenciosamente.
Pensar en su abuela era pensar en la muerte. Y pensar en la muerte era pensar en su muerte.
Ella no quería morir. No aún, todavía había muchas cosas que quería hacer.
—¿Tampoco puedes dormir? —La voz de Draco se sintió como un coro de ángeles que la regresaron a la realidad. Se sintió aliviada de que fuera un ancla que la sacara de sus horribles pensamientos, así que abrió los ojos y suspiró temblorosamente.
Hermione decidió que no hablaría, solo se mantendría en silencio para que él creyera que estaba dormida. Tal vez le vendría bien una plática nocturna que la sacara por un momento de su mente, pero sabía que no era lo correcto y él también debía entenderlo.
—¿Granger? —intentó Draco de nuevo, esta vez en un tono de voz más bajo, casi un susurro.
Ella sintió el colchón moverse lentamente, y eso la hizo cerrar los ojos por instinto. No necesitaba mirar para saber que él se estaba acercando a ella, así que cuando el pánico se apoderó por imaginar que pudiera ver sus lágrimas secas, se apresuró a hablar.
—No te muevas —dijo, y eso fue una orden que lo hizo detenerse sin cuestionar. Ella dio otro suspiro.
—Creí que estabas dormida.
—Lo estaba —mintió Hermione.
Draco ya no respondió nada, solo se dejó caer de nuevo en el colchón. Aunque esta vez parecía ser una posición diferente, tal vez solo recostado y mirando al techo.
Se mantuvieron en silencio varios minutos más, ella intentando quedarse en la misma posición, pero luego de unos segundos fue suficiente y, con toda la rendición del mundo, tensó la mandíbula y se movió lentamente hasta que quedó de la misma manera que él.
Y apenas ahí se dio cuenta que el dosel de la cama tenía un diseño que era hipnotizante, por lo que no le sorprendió que, al mirar de reojo a Draco, él siguiera despierto y mirando la tela también.
—¿Sientes lo mismo? —preguntó él de repente.
Ella no respondió al instante, se mantuvo mirando el dosel antes de parpadear con confusión.
—¿Sobre qué?
—Sobre mí. ¿Sientes lo mismo cuando me ves que cuando yo te veo a ti?
Hermione tragó saliva, jugando con las sábanas entre sus dedos para mantenerse ocupada con algo. Aún le dolía la cabeza, pero distraerse en una conversación parecía funcionar para calmar el dolor, así que prosiguió con ello.
—No entiendo.
—Responde. Mierda, necesito saberlo para poder dormir. He pensado en eso durante días.
—¿Saber qué?
Sintió que Draco se giró a mirarla, y eso la hizo sentir más nerviosa pero se mantuvo con sus ojos en el dosel, decidida a no mirarlo porque sabía que eso sería un problema.
—¿Sientes lo mismo? —repitió, esta vez diciendo las palabras con una lentitud que se sintió como un siseo por todo su cuerpo.
Volvió a tragar saliva.
—Sigo sin entender a qué... —comenzó a decir, pero Draco la interrumpió.
—Me refiero a que estoy aquí, en la misma cama que tú a apenas unos centímetros de ti, y en lo único que puedo pensar es en las miles de cosas que me gustaría hacerte. No puedo simplemente dormir sabiendo que puedo, pero no debo porque no sé bien si tú sientes lo mismo.
Eso, de alguna manera, logró dejarla sin aire. Abrió la boca en busca de oxígeno, pero lo único que salió de sus labios fue un suspiro. De repente, sintió una electricidad extraña recorrer cada extremidad de su cuerpo, sobre todo la parte baja de su estómago.
Abrió la boca para responder algo, cualquier cosa, pero no pudo articular ninguna palabra, así que él siguió hablando:
—No entiendo por qué, pero ahora no puedo mirarte sin querer besarte. No puedo recostarme a tu lado y solo dormir.
—Draco...
—¿Sientes lo mismo, Granger? ¿O soy solo yo? Porque si ese es el caso, entonces estoy terriblemente jodido.
Hermione no podía decirle que ella se sentía de la misma manera porque eso solo complicaría las cosas. Por más que sus labios quisieran hablar por sí mismos, ella debía contenerse y mentir.
De nuevo. Ella comenzaba a aborrecer las mentiras.
Pero era por Draco.
—No —dijo en un susurro—. Yo... Sí puedo dormir.
—¿Sí, entonces por qué no lo has hecho? Sé que has estado despierta, te oí hace unos minutos. Estabas llorando, pero no tengo idea de por qué y eso me está jodiendo porque lo único que quiero hacer es refugiarte en mis brazos pero no tengo ni puta idea de si es lo quieres.
Ella apretó los labios y frunció las cejas para seguir concentrándose en el dosel y luchar por no darle vueltas a lo que él decía. Por supuesto, falló, y cada palabra suya se incrustó dentro de ella con una calidez deliciosa.
Quería gritar que ella sí quería todo eso y más, pero al mismo tiempo también se mordía la lengua para no hacerlo.
—Tienes razón —dijo, su mente reprochándole por ser tan mentirosa y embustera—. No es lo que quiero.
Sintió la mirada de Draco sobre ella mucho más intensa, y justo cuando estaba a punto de girarse a mirarlo, él se apoyó sobre su codo y se giró de costado para tener un ángulo mejor de ella.
Esta vez, Hermione no pudo evitar mirarlo, así que sus ojos lo buscaron por instinto y se encontró con un gran determinación en su mirada.
—¿Estás segura? —le preguntó, y con una mirada de pies a cabeza que casi la desarmó, añadió—: Entonces vuélvelo a decir, pero esta vez mirándome a los ojos.
Eso la dejó sin habla durante varios segundos, incapaz de hacer nada más que mirarlo directamente. Todo su cuerpo se sentía débil, más no sabía si era por la maldición que estaba carcomiendo su cuerpo, o por el efecto que él tenía sobre ella.
De cualquier manera, Hermione se sentía pequeña y vulnerable recostada en la cama sin poder siquiera moverse para escapar de Draco.
—No quiero esto —dijo ella, y le costó demasiado que su voz no sonara delgada como un hilo.
Él la miró a los ojos de par en par, y luego acortó la distancia antre ambos hasta que su cara estuvo prácticamente erguida sobre la de ella, aunque seguía recosatado de costado y apoyándose de su brazo.
Su pierna rozaba con la de ella, y el contacto de piel contra piel la paralizó.
—Ahora dilo de nuevo —ordenó Draco, y jamás abandonó sus ojos.
Hermione se sentía cada vez más asfixiada, y a pesar de que lo intentaba, no podía apartar la mirada de él. Entre más cerca estaban, más su respiración se aceleraba.
—No... —comenzó a decir, pero cuando escuchó la debilidad en su voz, se aclaró su garganta—. No quiero esto.
Él la miró unos segundos más antes de pasar su mano libre por encima de ella hasta que le rodeó la cintura para apegarla a su cuerpo en un tirón que le sacó un pequeño chillido de sorpresa.
Draco apretujó su carne debajo de la remera, y sentir sus dedos contra su piel se sentía como otra descarga eléctrica que le impedía moverse.
Después alzó su pierna e hizo un pequeño espacio entre las de ella para introducirse. Y justo cuando estuvo prácticamente encima, la mano con la que se había estado apoyando se fue hasta su nuca antes de caer sobre sus rizos y sostenerlos.
—¿Ahora puedes decirlo? —preguntó de nuevo, y a Hermione se le olvidó cómo respirar—. Mírame a los ojos, y dime que no quieres esto tanto como yo.
—Draco...
—Dilo.
Hermione tragó saliva con pesadez. No se había dado cuenta hasta ese momento, pero su dolor de cabeza ahora era una cosa lejana a la cual le estaba prestando poca atención. Teniendo en cuenta que Draco estaba encima de ella y su mirada era tan profunda e intensa que el mismo mar, entonces solo podía concentrarse en él.
Pero aún cuando todo su cuerpo pedía reaccionar a él, se obligó a decirle una vez más, incluso cuando las palabras eran vacías y monótonas.
—No quiero esto.
El agarre de Draco sobre sus rizos se apretó con una fuerza no suficiente para doler, pero sí para que su boca dejara salir un gemido no deseado.
Él apretó sus labios en una sola línea, y la mano que estaba en su cintura comenzó a vagar por su piel con su pulgar, una ternura lejana. Miró sus ojos una vez más y luego cayó en sus labios.
—Es una pena —le dijo en un susurro muy bajo—, porque yo sí quiero.
—Draco... —intentó de nuevo, y eso hizo que regresara a mirarla a los ojos.
—No voy a hacer nada que no quieras, Granger —aclaró—. No soy un maldito violador, yo solo... Quiero hacerte saber lo que quiero hacerte, solo para que tengas una idea de lo mucho que me jode tenerte en esta posición: tan vulnerable y sumisa ante mí, pero sin poder hacer nada.
Sus palabras la dejaron sin aliento, y de nuevo no pudo hacer nada más que solo mirarlo. Él le mantuvo la mirada durante casi medio minuto, y justo cuando ella creyó que se derretiría debajo de él, Draco bajó lentamente hasta que se hizo paso entre su cuello.
Y Hermione supo que no fue él quien le dio la entrada porque en ningún momento la tocó, fue su propio cuerpo que la traicionó y eso hizo que ladeara la cabeza para que él pudiera entrar.
Aún así, Draco siguió sin hacer nada. No la tocó. Pero cuando comenzó a hablar, su aliento caliente contra su piel le provocó escalofríos y su piel se erizó.
—Quisiera poder besar tu piel —susurró, y ella se permitió cerrar los ojos durante unos segundos—. Es tan tersa y parece de caramelo. En estos momentos solo quisiera acercame y besarla parte por parte hasta que no quede ninguna que no conozca. Quisiera morder y succionar para marcarte como mía aunque digas que no es así. Arrastrarme en tu piel hasta sentirte temblar y luego encontrar ese punto débil detrás del lóbulo de tu oreja.
Su pulso estaba errático, no podía calmar el ritmo de los latidos de su corazón. Le costó mucho esfuerzo abrir los ojos, y cuando Draco se alejó de su cuello, se encontró deseando que volviera a meter su rostro ahí.
Él regresó a mirarla, y entonces la mano que seguía debajo de su remera comenzó a subir hasta su espalda y eso la hizo arquearse en la posición exacta para que sus cuerpos tuvieran el mínimo roce.
La mano de Draco viajó por su piel, acariciándola de arriba a abajo, y cuando Hermione se permitió cerrar los ojos, él habló:
—Quisiera arrancar cada prenda de ropa que llevas puesta en estos momentos, una por una y sin piedad. Solo para tener una vista directa de cada parte de tu cuerpo, y luego besarlo todo. Quisiera bajar hasta tus piernas. Quisiera probarte, y luego quisiera tomarte.
Ella abrió los ojos de nuevo, y cuando lo hizo se encontró con que Draco seguía mirándola fijamente.
—Quisiera saber por qué lloras —susurró—. Quisiera saber qué o quién fue la mierda que te hizo sentir así, y luego quisiera ir a quemar el mundo en venganza por ello. Quisiera que me permitieras ser tu refugio, tu protección... Tu hogar.
Contando con que era muy sentimental, eso la habría hecho llorar de nuevo, pero estaba muy ocupada mirando sus ojos y su cuerpo muy sumiso a Draco que no tuvo tiempo para eso.
—Pero mucho más que todo eso, quisiera besarte —siguió él, y fue el momento exacto donde acercó su cara a la de ella y sus labios se rozaron, apenas unos milímetros de los suyos—. He querido hacer eso desde que llegaste a este jodido departamento, he querido tomar tus descontrolados rizos y acercar tu boca a la mía para besarte hasta que no haya un mañana. Lo intenté muchas veces, pero ya no tiene caso luchar porque ya no puedo resistirme a ti —Draco deshizo el agarre sobre sus rizos y luego alzó esa misma mano para tocar su mejilla con mucha delicadeza—. Pero no haré nada de eso si no quieres. No voy a tocarte sin que tú me lo pidas, o a menos que seas tú quien dé el primer paso.
Y luego de decir esas palabras, se alejó de Hermione. De repente ya no había nadie encima de ella y solo quedaban recuerdos de la presencia de él, solo sus palabras bailando alrededor de ella como una melodía que quería repetir una y otra vez y, al mismo tiempo, quemar.
Tragó saliva, sintiendo que podía respirar de nuevo, y giró lentamente la cabeza solo para mirar a Draco darla la espalda y recuperar las sábanas, justo en la otra orilla de la cama y ahora sí dispuesto a dormir.
—Buenas noches, Granger.
Ante eso, ella parpadeó con confusión, regresando su mirada al techo antes de darse también la vuelta para quedar en los lados opuestos, justo como antes había estado y como debió haberse quedado.
Cerró los ojos y se obligó a dormir, ignorando el repentino calor que ahora residía en todo su cuerpo.
Quería darse la vuelta y arrastrar a Draco de nuevo a ella, decirle que quería que hiciera todas esas cosas y muchas más. Pero no se atrevía.
Quería, pero sabía que era muy egoísta.
Respiró hondo hasta que su respiración se calmó, y luego de casi veinte minutos, por fin el sueño la envolvió.
•••
Gales, Reino Unido. Lunes 8 de marzo de 1999, 7:02 a.m.
El olor a tocino la despertó, y para cuando sus ojos pudieron acostumbrarse a la luz del día atravesando las cortinas del balcón, se giró para encontrarse con Draco cocinando, silbando y lejano a que ella se había despertado.
Miró el reloj de su buró y se dio cuenta que apenas eran las siete de la mañana, exactamente dos horas antes de su vuelo a Italia: la primera parada que debía hacer en su lista de pendientes.
Draco debió haber escuchado su alarma antes que ella, porque era demasiado extraño que estuviera despierto por sí solo y tan temprano.
—Te gusta el tocino, ¿no, Granger? —preguntó Draco desde la cocina, y cuando ella se sentó perezosamente sobre la cama, asintió con la cabeza.
—Perfecto, porque no planeaba cocinarte otra cosa.
Ella intentó ponerse de pie, pero cuando la jaqueca la invadió, se mareó y volvió a sentarse de un tirón.
Dio una mirada a Draco por encima de su hombro para comprobar que él no la veía, y luego abrió el cajón para sacar una de sus pociones especiales y bebérsela de un solo trago. Echó un vistazo para ver cuántas le quedaban, y archivó en su mente que debía preparar más porque solo le quedaban tres viales.
Respiró hondo hasta que su pulso se recuperó y luego se puso de pie, sobándose la sien para caminar hasta la barra de la cocina y luego sentarse en uno de los bancos.
—¿Y bien? —preguntó Draco cuando dejó ambos platos delante de ellos, sentándose frente a ella en el otro lado de la barra—. ¿Adónde será el primer lugar al que iremos?
—Italia —contestó Hermione, y cuando probó su desayuno, alzó las cejas con sorpresa—. Vaya, nunca creí que Draco Malfoy supiera cocinar.
—Una de las ventajas de estar todas las vacaciones solo y con muchos elfos que están dispuestos a hacer lo que sea para entretenerte. ¿Italia, por qué Italia?
—Porque es el país favorito de mi papá. Sus padres eran de ahí pero se mudaron al Reino Unido cuando tenía dos años. Supongo que es uno de los lugares donde tal vez le gustaría vivir porque mis abuelos le contaban maravillas del lugar —mintió, dando un trago a su jugo de naranja—. En realidad, creo que lo que me sorprende es que sepas usar la cocina muggle.
Draco no respondió, solo se le quedó mirando con una sonrisa boba y media barra de tocino en la boca.
Ella se sonrojó y desvió la mirada hacia el plato.
—¿Qué? —preguntó.
—Nada —respondió él, encogiéndose de hombros—. Solo me encanta cómo podemos mantener dos temas de conversación al mismo tiempo.
Ella se quedó callada y decidió no responder, obligándose a solo comer su desayuno lo más mundano posible para que él no notara lo mucho que le estaba costando no vomitar.
Había cierta lejanía en el sabor, pero Hermione presentía que pronto dejaría de reconocer qué era lo que estaba comiendo. Así que siguió haciéndolo para poder disfrutarlo el tiempo que durara.
—¿Cómo nos vamos a aparecer? —preguntó Draco—. Soy consciente de que la aparición de un país a otro no es precisamente segura.
—Es por eso que no nos vamos a aparecer. Vamos a tomar un vuelo.
Él la miró con una ceja alzada.
—¿Un vuelo? —inquirió incrédulo—. ¿En una de esas madres blancas que vuelan en el cielo con el peligro de morirnos?
—De hecho, el avión es el transporte muggle más seguro que hay.
Hermione habría deseado no usar el vuelo en cada uno de sus viajes, eso solo le quitaba tiempo que podía aprovechar en cualquier otra cosa. Pero estaba en muy malas condiciones como para practicar la aparición incluso cuando había países cerca. Podía ser ciudades del Reino Unido, pero luego aparecer en otro país u otro continente; eso era algo que ella no se podía permitir.
—Sí, bueno, Granger... Decir «transporte» y «muggle» en la misma oración no ayuda con mi histeria. Además, ¿cuánto tiempo nos va a llevar?
—Alrededor de dos horas y media, no está demasiado lejos —contestó Hermione con indiferencia e internamente divertida con la expresión de horror que Draco tenía.
—Tres jodidas horas donde podríamos morir. Escúchate bien, Granger: es una puta máquina que se sostiene sola en el aire. Yo arrojo una pluma al aire y se cae en unos putos segundos, ¿cómo esto es diferente?
Hermione carcajeó y le alzó una ceja.
—¿Asustado, Malfoy?
Él bufó.
—Oh, no. No caeré en eso. ¿Por qué debíamos recordar a Potter?
Hizo una mueca más y luego recogió su plato para llevarlo hacia el lavabo, ella riendo detrás de él mientras terminaba de comer.
Le parecía impresionante cómo este era el mismo Draco que había elevado todos sus sentidos la noche anterior. El fuego que había en sus ojos mientras la miraba y la manera en que acariciaba su piel; todo eso ahora parecía estar oculto debajo de alguna capa que todavía no dejaba relucir.
Tal vez ella había herido su ego o algo por el estilo, y por eso había regresado a ser la misma persona burlona y sarcástica que era.
Cualquiera que fuera la razón, ella estaba internamente agradecida, porque no sabía si esta vez hubiera podido resistirse si Draco se despertaba de nuevo con esas intenciones.
Tal vez si la hubiera despertado con unas caricias en su mejilla, ella habría sentido su cálida piel y, al sentirlo tan cerca de ella, luego de unos segundos de mirarlo fijamente, no habría podido aguantar más y se habría acercado a besarlo.
Pero eso no fue lo que pasó, así que ella tenía otra oportunidad para poner en orden sus sentimientos y reacciones hacia él.
—Necesito que hagas maleta suficiente para un viaje de siete días, Draco —dijo, tomando una servilleta para limpiarse la boca antes de alzar la mirada hacia él.
—¿Siete días? —preguntó—. ¿Qué haremos en esos siete días?
—Iremos a Italia, a Jordania, a la India, a China, a México, a Perú y a Brasil.
Él tosió un pedazo de regaliz que estaba comiendo, dejó de lavar los trastes con su varita y se giró hacia ella con ambas cejas alzadas.
—¿Todo eso en siete días? Debes estar bromeando, nos destruiremos con las zonas horarias.
—Aún puedes retractarte —repuso Hermione, e internamente se odió porque estaba deseando que no lo hiciera.
Draco rodó los ojos y le dio la espalda.
—Buen intento —murmuró, y luego de varios segundos, pareció darse cuenta de algo—: Espera, esos países... ¿Estamos yendo a las siete maravillas del mundo, Granger?
Hermione lo miró con una sonrisa, a pesar de que él seguía dándole la espalda y no podía verla.
—Sí —contestó, y sin darle más tiempo para que replicara o preguntara otra cosa, ella se alejó y se encerró en el baño.
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Inglaterra, Reino Unido. Lunes 8 de marzo de 1999, 8:28 a.m.
—Jodidos duendes, ¿no pueden ser amables al menos una vez un su puta vida? —masculló Draco, molesto con la vida. Bajó los escalones de Gringotts y se encontró con Granger, que estaba al pie de estos y lo miraba con una ceja alzada.
—¿Fuiste tú amable con ellos?
—Al principio. Luego se negaron a darme mi dinero de la bóveda porque dicen que necesito la llave.
—Y la llave la tienen tus padres... —murmuró ella.
Draco se encogió de hombros, se acercó a Granger y dejó una mano sobre su espalda baja para impulsarla a caminar. Era demasiado temprano como para que hubiera mucha gente en el Callejón Diagon, pero igual no quería correr riesgos.
Ella no quería que nadie supiera lo que hacía, así que él mantendría el secreto.
—Le tengo yo, de hecho —dijo—. La robé antes de regresar de las vacaciones de Navidad. Sé que mi padre no me dará mi herencia hasta que me case, así que tuve que tomarla cuando menos lo esperaba.
—Te dije que yo podía pagar tus gastos.
—Ni loco —refutó—. ¿Lista para aparecer? —añadió cuando llegaron a uno de los callejones menos deambulados.
La miró dar un suspiro y luego asintió con la cabeza. Cerró los ojos, y fue ella quien los apareció cerca del aeropuerto Lutón.
Granger se alejó de él tan rápido como tocaron sólido y comenzó a caminar las calles que faltaban para llegar. Draco la siguió de cerca, pero su mirada no dejaba de perderse en lo enorme que era el lugar y también en el pensamiento de probablemente moriría en una de esas cosas.
Hubo mucho papeleo que él no entendió, pero quince minutos antes de las nueve de la mañana, ellos ya estaban arriba del avión.
Y Draco no podía evitar su nerviosismo, aunque sí lo ocultaba de ella.
Granger iba muy tranquila sentada a su lado, en la ventana y leyendo uno de los folletos sobre el Coliseo Romano; tal vez mirando los horarios de las excursiones y haciendo cuentas con respecto a los horarios.
Así se mantuvo hasta que llegó la hora de despegar, y para ese momento, ella guardó todo y se dispuso a esperar con completa calma.
Él la imitó, incluso cuando por dentro se estuviera maldiciendo por no haber golpeado a Theo por instarlo a que fuera a buscar a Granger.
«Vamos, amigo. La chica se te va a ir y tú pasarás tu vida completamente miserable», había dicho él.
«Vete a la mierda», le había contestado Draco.
Y ahora tenía ganas de golpearlo.
¡Iba a morir en un pájaro de metal gigante!
¡Con Granger!
—¿Draco?
—¿Sí? —preguntó, e intentó que su voz no delatara su nerviosismo.
—¿Tienes miedo?
Él la miró de reojo, con la cabeza recostada en el asiento, porque el avión comenzaba a avanzar cada vez más rápido.
Logró soltar un resoplido, apartando la mirada.
—No —dijo—. Es algo nuevo, pero si dices que es seguro, entonces está bien.
Un estruendo les hizo saber a ambos que el avión ya había dejado el suelo y que ahora estaba inclinándose en el aire. Aunque eso, para Draco, fue como un recordatorio de que estaba volando hacia su muerte en lugar de un despegue.
—Tienes miedo —confirmó Granger, y cuando la volvió a mirar, ella tenía una sonrisa burlona en su hermoso rostro.
—No voy a respoder a eso.
De repente, el avión se enderezó y luego ya no hubo ningún ruido más. Parecía como si se hubiera congelado, pero cuando Draco miró por la ventana, comprobó que estaban en el cielo y que la cosa seguía funcionando.
Dejó salir un suspiro cuando ella no lo miró, y luego se acomodó en una posición que le daba más seguridad de sí mismo.
¿Por qué siempre sus debilidades salían a relucir cuando estaba con Granger? ¿Desde cuándo permitió que su dignidad se arrastrara tanto?
Pasaron al menos una hora en silencio, cada uno en sus propios asuntos. Ella se había puesto unos lentes de lectura y leía uno de sus libros de Shakespeare, aunque de vez en cuando desviaba su mirada a la ventana.
Draco solo se había limitado a dibujar, porque no tenía idea de qué otra cosa podía hacer.
Cuando el aburrimiento lo mató, se decidió por hablar:
—¿Por qué las siete maravillas del mundo?
Ella alzó la mirada de su libro hacia él y luego de fruncir el ceño, marcó la página y lo cerró.
—Bueno, son lugares donde mis padres siempre me han querido llevar desde que tengo memoria —contestó—. Si les di otra vida, estoy segura de que la están viviendo y espero encontrarlos ahí. Aunque... —añadió luego de unos segundos, mordiéndose inconscientemente el labio inferior—. En realidad, creo que esta primer semana es más por placer mío: si voy a pasar meses en una búsqueda incansable y a gastar mi dinero en ello, al menos que valga la pena. Mis padres lo habrían querido.
Eso no lo convenció, pero por la mirada en sus ojos, Draco podía deducir que no quería hablar del tema, así que asintió con la cabeza y dejó de mirarla para regresar a su dibujo.
Los minutos siguieron pasando, y para cuando se giró hacia Granger por una pregunta que llegó a su mente de manera muy random, se encontró con que ella ya estaba dormida.
Él miró los demás asientos del avión, habían muchos que ya estaban dormidos también, otros estaban distraídos con alguna otra cosa. No era temporada de viaje, así que había poca gente.
Draco regresó a mirarla inevitablemente, incluso cuando no la podía ver de frente porque ella estaba apoyada en su propio hombro, la cabeza recargada en la pared del avión, cerca de la ventana.
Tenía un libro muy viejo abierto y prensado entre sus manos, él enfocó la mirada y se dio cuenta que era información sobre constelaciones. Draco sabía mucho sobre ellas, pues su familia le había inculcado desde pequeño con sus costumbres en nombres de estas. Su mismo nombre tenía que ver con una de ellas.
Pero Granger estaba marcando la página que hablaba sobre la constelación Lyra, y habían varios párrafos subrayados. Y eso unido con el recuerdo de la noche donde ambos se embriagaron y ella mencionó Lyra en medio del llanto, hizo que su curiosidad aumentara.
Más no iba a despertarla solo para preguntar, así que alzó cuidadosamente sus manos y tomó el libro para luego cerrarlo y guardarlo en el empaque que tenía el asiento.
Regresó a ella, quitándole los lentes de lectura con mucho cuidado. Luego se quedó quieto, notando que había cierta satisfacción en mirar a Granger dormir.
Le gustaba mirar cómo su expresión se relajaba y se olvidaba aquella tensión que siempre llevaba. La manera en que su respiración subía y bajaba con tranquilidad, completamente ajena a los ojos que la observaban.
A Draco le gustaban sus ojos, eran de un color avellana cuando les pegaba el sol, pero mirarla dormir...
Se sentía como si descubriera que podía enamorarse aún más de ella.
Y no tenía idea de si podría soportar si Granger le pidiera que se fuera cuando terminaran los siete días.
Draco siguió mirándola dormir hasta que poco a poco, sus ojos también fueron cerrándose.
———
Leí por Google que Italia tiene prohibida la entrada desde el Reino Unido, más no sé si es por problemas legales o por esto del Covid. Cualquier cosa, supongamos que aquí no jajsjajajjs.
—nico🐑
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